Buscaba a alguien para encabezar una entrada que hablara sobre la ya inminente Behobia-San Sebastián y me he encontrado con esta noticia.
Koldo Bravo es un bibliotecario guipuzcoáno, aficionado al atletismo popular quien recientemente ha escrito un libro ambientado en la carrera popular por antonomasia (siempre pretendo averiguar de dónde viene esta expresión pero luego se me olvida) en Euskadi: la B/SS.
Creo, si no me equivoco, que la novela se titula "Behobia: Crónica de un desafío". Por supuesto, no la he leído. Acabo de enterarme de que existe, pero sé que la leeré y que algún asiduo a este blog también lo hará. Más aún cuando Bravo asegura que una de sus máximas aspiraciones ha sido acertar en la narración de la propia carrera. Para cualquiera que haya participado en esta carrera, supongo que es una curiosidad jugar a juzgar si lo ha conseguido.
Por lo poco que he conseguido averiguar, el propio Bravo es un consumado veterano de la carrera, donde ya ha participado en varias ocasiones, lo hará también este año, y llegó a tener una marca de una hora y 28 minutos, aunque, ahora, a sus 50 años, aspira a rondar la hora y 40 minutos. No está nada mal, si lo miro desde mi propia perspectiva.
Mi propia perspectiva. Quedan unas 48 horas para que empiece la carrera. Hoy es viernes. Dudo que pueda salir a correr. Ayer no fui. El miércoles salí con M y a los 35 minutos, después de subir una cuesta pronunciada para entrenar Gaintxurizketa me tuve que parar. Anduvimos un rato en amena charla y volvimos a correr en llano durante unos diez minutos. Desde que salimos iba mal: abotargado, incapaz de mover mi cuerpo, con malas sensaciones. No estaba cansado, pero algo me impedía prolongar mi esfuerzo: ¿el calor?, ¿el viento?... Dicen que los dos estarán presentes el domingo. El martes no corrí. El lunes salí con A, ganador de la I Carrera Pormaratoniana, volvimos a subir esa cuesta empinada y otra más, 58 minutos de carrera y gran parte de ellos bajo la lluvia. El día siguiente me lo pasé estornudando. La semana anterior no fue mucho mejor. Ayer, salí de casa a las siete menos cuarto de la mañana y llegué ya casi a las doce de la noche tras un largo día de trabajo, de espera en las salas de urgencia, de conducir por la noche... En resumen, no voy a llegar a la Behobia de la mejor manera posible. Mi cuerpo me dice que está bien, he perdido algo de peso y no noto cansancio acumulado ni nada por el estilo. No tengo la espalda en el mejor de mis momentos, pero tampoco estoy en situación de preocuparme. Lo malo es mi situación anímica. El año pasado llegué a mi primera Behobia con excitación y determinación, ansioso por conocer la carrera y por ponerme a prueba. Este año las sensaciones son distintas, la excitación no existe y la determinación se resquebrajó hace un par de semanas.
Aún así, hay algo en el fondo que me mantiene el ánimo. Las conversaciones con A, auténtico enamorado de esta carrera, el buen humor de M, la conversación que mantuve ayer con una compañera de trabajo que correrá la Behobia este año por primera vez y... los recuerdos. Los recuerdos de un año pasado que conviertieron el esfuerzo y el sufrimiento en un placer extrañamente añorado.
El año pasado hice una hora y 57 minutos, ya veis donde está mi nivel. Después de correr la media maratón de la Bilbao Night Marathon calculé que en el peor de los casos podía aspirar a la hora y 55 minutos. Que incluso lo podía hacer algo mejor si mantenía la forma en ese mes. A los dos días una gastroenteritis de caballo me dejó para el arrastre y frustró mis entrenamientos. Cuando volví, ya no era lo mismo. Así que las aspiraciones han cambiado. Ni tan siquiera diré que el objetivo es terminar, o repetir el tiempo del año pasado. El objetivo es disfrutar sufriendo. Coger un ritmo lento pero cómodo y correr. Simplemente, correr. Correr entre la gente, volver a los lugares que ahora soy capaz de rememorar con una precisión absoluta. Correr. Llegar a meta y beber, comer, ver la sonrisa y el sudor de mis compañeros. Nada más: correr la Behobia. El reloj me va a dar igual.
No voy a ser el único pormaratoniano que estará en la línea de salida. Cada cual con sus aspiraciones, pero todos ilusionados por ponernos el dorsal y calzarnos las zapatillas. Nos veremos en meta, aunque alguno tenga que esperar tanto que se quede frío.
Y, después, leeremos el libro de Koldo Bravo, a ver si ha sido capaz de reflejar lo que sufrimos y lo que disfrutamos todos aquellos que corremos la Behobia.
Lo contaremos aquí, y ánimo a todos los que vayáis a participar.
Koldo Bravo es un bibliotecario guipuzcoáno, aficionado al atletismo popular quien recientemente ha escrito un libro ambientado en la carrera popular por antonomasia (siempre pretendo averiguar de dónde viene esta expresión pero luego se me olvida) en Euskadi: la B/SS.
Creo, si no me equivoco, que la novela se titula "Behobia: Crónica de un desafío". Por supuesto, no la he leído. Acabo de enterarme de que existe, pero sé que la leeré y que algún asiduo a este blog también lo hará. Más aún cuando Bravo asegura que una de sus máximas aspiraciones ha sido acertar en la narración de la propia carrera. Para cualquiera que haya participado en esta carrera, supongo que es una curiosidad jugar a juzgar si lo ha conseguido.
Por lo poco que he conseguido averiguar, el propio Bravo es un consumado veterano de la carrera, donde ya ha participado en varias ocasiones, lo hará también este año, y llegó a tener una marca de una hora y 28 minutos, aunque, ahora, a sus 50 años, aspira a rondar la hora y 40 minutos. No está nada mal, si lo miro desde mi propia perspectiva.
Mi propia perspectiva. Quedan unas 48 horas para que empiece la carrera. Hoy es viernes. Dudo que pueda salir a correr. Ayer no fui. El miércoles salí con M y a los 35 minutos, después de subir una cuesta pronunciada para entrenar Gaintxurizketa me tuve que parar. Anduvimos un rato en amena charla y volvimos a correr en llano durante unos diez minutos. Desde que salimos iba mal: abotargado, incapaz de mover mi cuerpo, con malas sensaciones. No estaba cansado, pero algo me impedía prolongar mi esfuerzo: ¿el calor?, ¿el viento?... Dicen que los dos estarán presentes el domingo. El martes no corrí. El lunes salí con A, ganador de la I Carrera Pormaratoniana, volvimos a subir esa cuesta empinada y otra más, 58 minutos de carrera y gran parte de ellos bajo la lluvia. El día siguiente me lo pasé estornudando. La semana anterior no fue mucho mejor. Ayer, salí de casa a las siete menos cuarto de la mañana y llegué ya casi a las doce de la noche tras un largo día de trabajo, de espera en las salas de urgencia, de conducir por la noche... En resumen, no voy a llegar a la Behobia de la mejor manera posible. Mi cuerpo me dice que está bien, he perdido algo de peso y no noto cansancio acumulado ni nada por el estilo. No tengo la espalda en el mejor de mis momentos, pero tampoco estoy en situación de preocuparme. Lo malo es mi situación anímica. El año pasado llegué a mi primera Behobia con excitación y determinación, ansioso por conocer la carrera y por ponerme a prueba. Este año las sensaciones son distintas, la excitación no existe y la determinación se resquebrajó hace un par de semanas.
Aún así, hay algo en el fondo que me mantiene el ánimo. Las conversaciones con A, auténtico enamorado de esta carrera, el buen humor de M, la conversación que mantuve ayer con una compañera de trabajo que correrá la Behobia este año por primera vez y... los recuerdos. Los recuerdos de un año pasado que conviertieron el esfuerzo y el sufrimiento en un placer extrañamente añorado.
El año pasado hice una hora y 57 minutos, ya veis donde está mi nivel. Después de correr la media maratón de la Bilbao Night Marathon calculé que en el peor de los casos podía aspirar a la hora y 55 minutos. Que incluso lo podía hacer algo mejor si mantenía la forma en ese mes. A los dos días una gastroenteritis de caballo me dejó para el arrastre y frustró mis entrenamientos. Cuando volví, ya no era lo mismo. Así que las aspiraciones han cambiado. Ni tan siquiera diré que el objetivo es terminar, o repetir el tiempo del año pasado. El objetivo es disfrutar sufriendo. Coger un ritmo lento pero cómodo y correr. Simplemente, correr. Correr entre la gente, volver a los lugares que ahora soy capaz de rememorar con una precisión absoluta. Correr. Llegar a meta y beber, comer, ver la sonrisa y el sudor de mis compañeros. Nada más: correr la Behobia. El reloj me va a dar igual.
No voy a ser el único pormaratoniano que estará en la línea de salida. Cada cual con sus aspiraciones, pero todos ilusionados por ponernos el dorsal y calzarnos las zapatillas. Nos veremos en meta, aunque alguno tenga que esperar tanto que se quede frío.
Y, después, leeremos el libro de Koldo Bravo, a ver si ha sido capaz de reflejar lo que sufrimos y lo que disfrutamos todos aquellos que corremos la Behobia.
Lo contaremos aquí, y ánimo a todos los que vayáis a participar.
3 comentarios:
Me quedan 60 paginas para acabarlo, si, me lo compre. Ya har una entrada.
Alvaro desde el aeropuerto de bordeaux.
Pues vaya, qué velocidad
Ya me lo he acabado.
No ganó, pero hizo una buena marca.
Ya hablaremos sobre el libro, te lo dejo en Navidad, con el resto de libros.
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