martes, 30 de septiembre de 2008

Mark Madsen

Mark Madsen me guiñó un ojo en mi primer partido oficial de la NBA. Mi primer partido (y único) como espectador, claro. ¿Y qué recuerdo? Cosas como éstas: que estábamos a casi 30 grados bajo cero y recorrimos la distancia desde donde aparcamos el coche hasta el Target Center, a través de los pasos elevados y acristalados que comunicaban el interior de los rascacielos; que bebí mi primera Miller, y me supo a rayos; que la orquesta en el campo tocó Stacey's Mom de Fountains of Wayne; que no me levanté cuando sonó el himno (pero sobre esto, contaré otra anécdota, otro día); que en el calentamiento, como decía al principio, Mark Madsen, lesionado con un brazo escayolado, me guiñó el ojo a pie de pista; que Sam Cassell las metía todas sin quitarse el chandal (luego no sé si jugó); que me aburrí la ostia y el partido terminó con victoria del equipo local, los Minnesota Timberwolves. Jugadores que recuerdo: Troy Hudson, Trenton Hassell, Kevin Garnett, Eddie (o Adrian o no sé cómo, hay muchos y ninguno debe de ser hermano del otro) Griffin, Nick Van Exel, Damon Stoudamire o Joel Przybilla. Recuerdo un buen mate de Kevin Garnett, creo que fue un alley-hoop (se escribe así, ¿verdad?). Y, poco más. Recuerdo más bostezos que canastas. Recuerdo el viaje de vuelta, el laberinto del párking, que visitamos las cataratas de Minniehaha y que conduje el coche sobre un lago helado, comimos en un restaurante malasio y volvimos de regreso a Iowa con la cuenta pendiente del partido NBA cubierta pero, la verdad, sin ningún entusiasmo. Eso sí, Mark Madsen me guiñó un ojo. Por cierto, es mormón, ¿no?

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