Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
martes, 7 de octubre de 2008
Bill Laimbeer
No creo en las casualidades, pero mira tú por donde, hoy Billy Laimbeer se ha cruzado por partida doble en mi rutina diaria. A las nueve y pico de la mañana, he bajado a tomar un café y al hojear el periódico deportivo de turno, me he encontrado con su foto, risueño y orgulloso, alzando el trofeo como entrenador del equipo vencedor de la WNBA por tercer año consecutivo. De regreso a casa, me he puesto a escuchar una emisoria de radio musical de los Estados Unidos por Internet, ¿y qué canción han puesto?, puede que a propósito ha sonado el Tough Guy de los Beastie Boys, canción en la que se decían cosas como: Bill Laimbeer Motherfucker, It's Time For You To Die o, lo que es lo mismo: Bill Laimbeer, hijodeputa, ha llegado la hora de tu muerte. A finales de los ochenta, yo estaba cerca de alcanzar la quincena y ya me debatía entre llenar la carpeta de clase con fotos de jugadores NBA o dejarla tal como estaba y no hacer el gilipollas. Mi equipo eran los Lakers. Los Lakers de Magic, Worthy, Byron Scott y Jabbar. ¿Por qué? Básicamente porque el primer partido que vi de la NBA, retrasmitido por Ramón Trecet, supongo, fue aquel partido de las finales en el que Magic jugó de pívot por la lesión de Jabbar. Mi amigo Emi era de los Celtics, los Celtics de Parish, McHale, Dennis Jonson y Larry Bird, por supuesto. Y Beto empezaba a ser de los Bulls, o más bien de Michael Jordan, esperando que llegaran mejores tiempos. Nadie era de los Detroit Pistons. Y, sin embargo, con el tiempo, todo el mundo se acuerda de los jugadores que ganaron dos anillos bajo el sobrenombre de los Bad Boys, sobrenombre que por cierto tiene su historia y fue cosa del dueño de los Oakland Raiders, Allen Davis, según he leído. Los nombres de Joe Dumars, Isaiah Thomas, Mark Aguirre, Denis Rodman y Bill Laimber salen como de carrerilla, pero también los de reservas como John Salley, ahora una estrella de los monólogos de humor en televisión, y Vinnie Microondas Johnson, o el Buda Edwards y sus bigotes, Ricky Mahorn y el gran Adrian Dantley, aunque creo que a éste le echaron antes de los dos anillos. Desde que en el 87 Chuck Daly decidió que sus chavales debían jugar duro, los Pistons pasaron a ser el equipo más odiado de la historia. Sin embargo, solo tenían que pasar los años, la distancia suficiente para verlo todo en perspectiva y sin pasión y reconocerles sus méritos, porque, talento tenían, bastante talento además. Incluso Billy Laimbeer. Sería injusto quedarse tan solo con que el tío tuvo huevos para darse de ostias sobre una cancha con gente como Brad Daugherty (y llevaba el pelo cortado como un marine, tú), Larry Bird, Michael Jordan o el mismísimo Charles Barkley, que hay que tener mucho valor. Quién no se acuerda del tortazo que le soltó Robert Parish, con lo bueno que era el grandullón de los Celtics. Sería injusto quedarse solo con eso. Su juego era físico y marrullero, puede que sí, pero también fue uno de los mejores pívots tiradores en la NBA. El propio Dennis Rodman lo resumió en uno de sus libros que por supuesto no he leído pero he encontrado la cita en Internet: “A Laimbeer se le recordará siempre como un matón, pero era mucho más que eso.” Se buscó las castañas en Italia antes de conseguir un contrato en la NBA, y cuando los Cavs no lo quisieron se fue a Detroit y acabó siendo el máximo reboteador de la historia del equipo, fue cuatro veces All-Star, fue el máximo reboteador en la temporada 85-86, se cascó (aún se usa esta expresión, ¿verdad?, hace mucho que no juego) seis triples en un partido de las series finales, jugó 685 partidos seguidos sin excusa de ningún tipo y ganó dos anillos, dos anillos disputándoselos a equipos como los Lakers de toda aquella gente y los Pórtland Trail Blazers de Clyde Drexler, Terry Porter, Jerome Kersey, Kevin Duckworth y Buck Williams. Sí, consiguió ser el jugador más odiado de la historia para bien de su equipo. ¿Moral? Yo solo digo que él hizo su trabajo y lo hizo bien. Si podía haberlo hecho de otra manera, no lo sé. ¿Cuántos en Madrid odiaban a Drazen Petrovic cuando jugaba en la Cibona? El caso es que aún parece que no le ha llegado la hora, Beastie Boys, y aunque yo fuera de los Lakers, no sé por qué aún hoy en día me acuerdo más del quintento de los Pistons. Más trucos sucios de la memoria, digo yo, o será por sufrir durante todo un año los monólogos de John Salley en televisión.
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