miércoles, 27 de mayo de 2009

Ab Jenkins


El Gran Lago Salado (imagen de arriba) es todo lo que queda de lo que fue un enorme mar que hace ya mucho tiempo ocupó gran parte de lo que hoy es el oeste de Utah y pequeñas zonas del este de Nevada y el sur de Idaho. Se le llamó el lago Bonneville porque ese era el apellido de uno de los primeros exploradores que lo encontraron. Aquella gran superficie de agua prehistórica era tan grande como el lago Michigan y mucho más profunda. Y si alguien no ha estado en Chicago, no puede saber lo enorme que puede ser un lago. Si puedes ir de visita al lujoso suburbio residencial de Lake Forest y asomarte a la orilla, pensarás que estás frente al océano atlántico, nunca frente a un lago. Pues en aquel mar interior vivieron dinosaurios. Había exuberantes plantas tropicales creciendo donde ahora solo puedes ver desierto y matorrales. Hace millones de años, el lago Bonneville se derramaba por el borde de la Great Basin, al norte hasta el río Snake, pero cuando el clima empezó a cambiar se encogió hasta romperse y dividirse en docenas de lagos mucho más pequeños. Tras miles de años de sequías, el lago se desvaneció, dejando grandes capas de mineral de sal y creando, en lo que hoy es la frontera de los estados de Utah y Nevada, un enorme desierto de sal como no hay en toda América. Una ponzoñosa extensión de tierra que hoy llamamos the Salt Flats, la Planicie salada (segunda imagen abajo). Nada crece ahí. Por casualidad, sin embargo, el ser humano le buscó una utilidad a lo que quedaba del fondo del lago Bonneville: carreras de coches.
Ab Jenkins (tercera imagen abajo)fue durante muchos años el gran héroe mormón. Nacido en Utah en 1883, fue el primer hombre en usar la planicie como un circuito de coches de carreras. Poseedor del mayor número de récords mundiales en la historia del deporte, Ab Jenkins es el único hombre en el mundo que fue capaz de conducir un automóvil sin descanso durante 24 horas seguidas. Su coche tenía el sobrenombre del Meteorito Mormón (primera, cuarta y quinta imagen abajo). En 1950, con 67 años, consiguió su vuelta más rápida: 13 millas a 199.19 millas la hora, si no funciona mal el conversor, unos 320 kilómetros a la hora. Según él, sus logros se debían al hecho de que, como buen mormón, nunca probó el alcohol ni el tabaco.
Todo eso lo he aprendido (excepto la bobada sobre el lago Michigan y Chicago que es de mi cosecha) leyendo el libro de Judith Freeman The Chinchilla Farm.
Después, he averiguado algo más. David Abbot Jenkins, Ab Jenkins fue alcalde de Salt Lake City entre 1940 y 1944. Su coche era un Duesenberg y lo condujo durante 24 horas a una media de 135 millas la hora, 217 km/h en 1935. Cinco años más tarde, colocó el récord en 259 kilómetros a la hora y le duró hasta 1990. En la primera mitad del siglo XX, a Salt Lake City se le conocía como el lugar de nacimiento de la velocidad por la afición a las carreras de coches y motos, y precisamente de estas últimas, era un competidor Ab Jenkins. En pocos años, se construyó una autopista que cruzaba la llanada salada y un amigo de Jenkins que participó en la construcción le propuso participar en un espectáculo como parte de las celebraciones de la inauguración. Jenkins conduciría un coche y competiría contra un tren. Ganó Jenkins con cinco minutos de ventaja y se quedó prendado de las posibilidades de aquel lugar. Así comenzó todo. Durante sus muchos años de competición, Jenkins solo se lesionó una vez.




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