Bueno, pues nada, mañana es el gran día, y él de ahí arriba se lo va a perder. ¿Qué lugar ocupa la Copa del Rey en la realidad de un mundo en crisis, con lugares remotos, y no tan remotos, en guerra, y con gente que sufre lo mismo a la vuelta de la esquina que en el último rincón del mundo? Para muchos, mañana a las diez de la noche el mundo se detendrá para condensarse en una pantalla de televisión, en noventa minutos que en la historia de nuestro planeta serán ridículos. Sin embargo, para muchos será un día que no olvidarán jamás. Porque nosotros estamos hechos de agua (o de polvo) y de memoria, y la memoria somos nosotros. Memoria de días que ya pasaron y otros que están por venir. De cosas que compartimos y de la gente con quien lo hicimos. Memoria de días de sol y días de lluvia. Memoria de días de fútbol también. Es solo un partido de fútbol. No es nada más. Es solo un día veinticinco años después.
Yo no soy capaz de explicarlo. Soy un hombre de letras, con una mente científica, que, accidentalmente, no practica religión ninguna. Soy un hombre del montón, con pasiones tan humanas como las del resto, con vicios confesables y con virtudes que, según se dé el día, a veces, aparecen y me sorprende hasta a mí. Todo es arbitrario y a mí me tocó ser aficionado del Athletic Club de Bilbao. Quizás seamos más que un club. Quizás es verdad que el Athletic nos pertenece a todos. Quizás es verdad que estamos exagerando y que todo esto no tiene sentido. Pero las multitudes, además de ser groseras y peligrosas, a veces también son gratificantes y paliativas. Todos juntos, olvidando las diferencias, unidos por una pasión tan irracional como el amor o la amistad.
Mañana solo pueden ocurrir dos cosas, las mismas dos cosas que, una de ellas, cualquiera, habrá ocurrido cuando el árbitro pite el final del partido: disgusto o alegría. Las dos posibilidades serán relativas, no puede ser de otra manera. No podré evitarlo. Ya he empezado a no poder evitarlo: nervios, recuerdos, expectación, emoción, sentimientos tan primitivos y tan naturales que es saludable, ¡ya era hora!, volver a sentirlos sin reparo ni tapujos. Sé que es solo fútbol. Sé que intento convencerme de que con todo lo que hemos ido viviendo estos últimos días ya tengo suficiente. El camino ha merecido la pena más incluso que el destino final. Sé que me gustaría vivir lo mismo, el mismo espíritu, la misma tenacidad, el mismo interés, por razones distintas. Sé que me gustaría que el lugar de los futbolistas lo ocuparan los poetas. Si me apuras, hasta los políticos. Si me pinchas, hasta la gente llana de la calle.
Hoy subía a casa y en un portal se apilaban sacos de cemento para una obra particular. Los sacos llevaban el escudo del Athletic y una leyenda que decía: beti zurekin! ¡Siempre contigo! Las ventanas están engalanadas, los periódicos coloreados, ya no queda tela bicolor, se han suspendido citas médicas, mi novia tiene problemas para poner exámenes en el instituto, desde ayer había vecinos con bufandas por la calle, la gente habla de ello aunque sea solo como antes hablaba del tiempo. Todo el mundo cuenta y calcula qué va a hacer, dónde estará, cómo piensa vivirlo. Nos anticipamos a los recuerdos que tendremos a eso de las doce de la noche. Es la excitación. La ocasión de una oportunidad única porque la próxima no será igual, será muy tarde, igual que la última fue muy pronto.
Siempre, hasta ahora, he hecho todo en mi vida en silencio. Si me pica, me rasco, pero nunca lo digo. Hoy, te lo digo: tú, Andrés, te lo vas a perder, pero lo verás en el campo o en la tele como yo, y, te lo digo ahora, no puedo evitar desear con todas mis fuerzas que no os vaya bonito, que os ganemos mañana. El mundo no cambiará. El fútbol seguirá mediatizado por los mismos. La vida seguirá siendo igual de bella como puta. Yo mismo seguiré siendo el mismo al terminar el partido. Pero, la alegría (o el disgusto) pasará a formar parte de mi memoria, de mí, del poco espacio que me guarda la vida en mi ridícula porción de historia. Quizás es verdad que exageramos. Quizás me sienta estúpido si lloro mañana, pero, como hasta los sacos de cemento dicen: Beti zurekin Athletic!
Al final no ha tardado tanto en volver la oportunidad... y contra los mismos. Con el fútbol soy un poco veleta, algo que no entiende casi nadie. En 2009 quería que ganase el Barça, pero en este momento soy incondicional del Athletic. Irracional, como el amor (no tanto la amistad), y no como mi padre, que quiere que la ganen como premio de consolación a pesar de ser culé perdido.
ResponderEliminarMe he pasado horas leyendo artículos con los nombres que me gustan o me llenan de curiosidad. Brandon Flowers me dejó perpleja, Cañonero... (también soy fan de los Killers y no me gusta nada U2, ni Coldplay, ni Travis...).