martes, 5 de mayo de 2009

Gotzon Mantuliz

La televisión, oh, la televisión, hablemos de ese gran invento… Intentaba ponerme patéticamente poético y escribir una oda paródica a la caja boba, pero no me sale. Voy a confesar otro defecto, uno que quizás no lo sea y que comparto, al parecer, con mucha gente: me he tragado la quinta edición de “El conquistador del fin del mundo.” Voy a explicarlo porque como es un programa de la ETB, si alguien lo lee desde fuera, quizás no lo pille. “El conquistador del fin del mundo” es un reality show, supongo, un programa de supervivencia que transcurre en la Patagonia y cuya última prueba consiste en nadar por las aguas heladas del estrecho de Beagle hasta que alcanzas una canoa que tienes que remar durante unos diez kilómetros para llegar al susodicho faro del fin del mundo.
Para alguien como yo, que como ya se sabe, ha vivido un año en Estados Unidos, la televisión depara aún sorpresas, pero no tan sorprendentes. Noventa canales donde podías encontrar todo tipo de realities que aún siguen exportando formatos televisivos: maquear coches, maquear motos, maquear cuartos de baño, hacer putadas en los probadores, intentar proteger tu casa para que no te roben, ligarte a dobles de famosos, ser tú el doble del famoso, elegir pareja husmeando en sus habitaciones, sobrevivir en islas desiertas varias, en todo tipo de casas prefabricadas, en selvas, en granjas, en autobuses, fardar de mascota, todo tipo de programas sobre habilidades musicales, potenciales jugadores de béisbol, de fútbol americano, de baloncesto, bailarines, actores, obreros de la construcción, Jessica Simpson, la otra rubia del perrito en el bolso… Las posibilidades son múltiples.
En España hay otros programas de supervivencia, con o sin famosos, con más o menos hincapié en las pruebas físicas o en la convivencia, con más o menos morbo. “El Conquistador del fin del mundo” cumplía este año su quinta edición. Un dato para corroborar lo que voy a explicar a continuación: he visto todas las ediciones, pero no me acuerdo de uno solo de los ganadores. Esto es un concurso. El que gana se lleva un premio en metálico. ¿Antes no era un viaje que daba la vuelta al mundo? El que gana es un deportista aficionado con una gran capacidad de sufrimiento y esfuerzo. Hay roces, problemas de convivencia, cámaras husmeando, nominaciones, pruebas de inmunidad, una organización todopoderosa, publicidad, un plató el último día de programa, un número de teléfono para votar, foros en Internet, lo de siempre. Sin embargo, el programa se centra, en mayor o en menor medida, en lo que deberían centrarse los demás: el esfuerzo atlético, las pruebas y duelos, las condiciones climatológicas, los problemas físicos y mentales de los participantes, el entorno… dejando en un plano secundario otros alicientes más mediáticos de todo programa televisivo. Los participantes son personas de la calle, con diferentes circunstancias y una buena preparación física, mucho más cercanos al espectador, sin ánimo de convertirse en estrellas televisivas (supongo) y con el objetivo de alcanzar el faro del fin del mundo y superarse a ellos mismos. Es televisión, sin más, pero las pruebas y el esfuerzo de los participantes destilan una autenticidad que parecen no poder demostrar los otros programas.
Este año la edición ha sido todo un éxito, especialmente de audiencia. A mí me costó entrar, porque en principio, los roces producto de la personalidad de ciertos participantes y la convivencia de los grupos, me hacían sospechar que el programa había dado un giro. Quizás lo hizo, pero no fue para tanto. La última prueba en el estrecho de Beagle no fue especialmente emocionante, pero el anterior duelo en el glacial Perito Moreno fue de una plasticidad y arrojo especial.
El ganador de este año ha sido un chaval de 20 años llamado Gotzon Mantuliz que ha caído especialmente bien entre el público por demostrar ser el más fuerte, por su sonrisa y por su actitud. Siempre recordando que esto no deja de ser un programa de televisión, es cierto que el ejemplo demostrado por este chaval ha sido especialmente digno de alabar teniendo en cuenta los modelos de comportamiento que nos encontramos hoy en día en televisión. No le conozco de nada, solo le he visto remar en la tele, pero no ha remado nada mal, si se me entiende. Así que, enhorabuena al ganador, al resto de participantes y a la producción del programa. El año que viene quizás no esté por la labor de verlo, quién sabe, soy caprichoso con mis aficiones televisivas, pero espero que todo siga en la misma línea y, al menos una vez al año, podamos disfrutar de los increíbles paisajes de la Patagonia y envidiar como nuestros vecinos son capaces de superarse físicamente con tanta bravura.

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