viernes, 1 de mayo de 2009

Stefan Schumacher

No sabía ni qué nombre poner ahí arriba. No tengo ninguna gana de escribir esta entrada. Todos aquellos que leéis este blog sabéis muy bien que me encanta el ciclismo y habéis podido intuir que intento evitar hablar de dopaje. ¿Por qué? No estoy echando la mierda debajo de la alfombra, pero no me apetece darle más bombo al asunto, bastante espacio ocupa en los noticieros, que, sin embargo, resumen otras noticias en unos solos segundos. Tampoco voy a hacer una defensa encendida, ni abogaré por recurrir a las típicas disculpas (no sin cierto razonamiento) que se preguntan por qué el ciclismo y no otros deportes. Hay tramposos. Muchos. Tramposos que ensucian este deporte que no puede mancharse del todo por mucho que a algunos les convenga o les importe tan poco que lo encuentren hasta divertido. Siempre se acercan los buitres al cadáver, ¿verdad? Unas preguntas si voy a hacer: ¿por qué la gente desconfía lo mismo de los ciclistas, que de los directores deportivos, que de los comités, de los laboratorios, de los médicos, los masajistas, los mecánicos y hasta del conductor del helicóptero? ¿Todo el mundo se dopa? ¿Tan barato es? ¿Tan rentable sale medicar a un ciclista para que acaba en el puesto 56º de la general? ¿Por qué suspenden a Pecharromán el 26 de Agosto de 2007 y necesitan hasta finales de abril de 2008 para darle la razón y sobreseer su caso de positivo por el uso de un crecepelo? ¿Qué pasó con Iban Mayo? ¿Qué pasó con Patxi Vila?
Los últimos han sido el joven ruso Serguei Shilov, José Antonio Redondo y por segunda vez Stefan Schumacher. También repitió hace poco Tyler Hamilton. Unámoslos a los Floyd Landis, Riccardo Ricco, Bernard Kohl, Leonardo Piepoli, Raimondas Rumsas. Remontémonos hasta los reportajes de Jesús Manzano en el AS. ¿Qué demonios queréis que diga? Lo que más me duele es cuando alguien a quien el ciclismo ni le va ni le viene, lo cual es respetable, te salta con el tema del dopaje y tú no puedes hacer nada más que agachar la cabeza y apretar los puños.
Y, sí, lo sé: en esa lista de arriba falta Davide Rebellin. Alguna vez he escrito ficción en este blog, por lo tanto me lo inventé. Quizás otras veces, haya cometido errores, pero es que a veces abuso mucho de la wikipedia y eso no está bien. Pero nunca he mentido ni he escurrido el bulto. Sé lo de Davide Rebellin, y cuando me lo dijo mi hermano, no me llevé un disgusto porque hace tiempo que aprendí que hay muchas otras cosas más importantes por las que ya me llegará el día de disgustarme. Sin embargo, aunque haya dicho que no, sí, me lo llevé, me llevé un disgusto. No he querido ponerlo en la lista porque, en el fondo, siempre he sido un poco estúpido, y aún espero y deseo con todas mis fuerzas que el contraanálisis dé negativo. Él dice que no ha tomado nada y que tiene la conciencia tranquila y yo no quiero que todos los demás que le precedieron me obliguen a desconfiar con antelación y por norma. Ya hablaremos después, si eso, o, en su caso, lo de siempre: agachar la cabeza y apretar los puños. Eso sí: siempre habrá una rampa y un tío encima de una bicicleta dispuesto a subirla, pase lo que pase.

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