jueves, 9 de julio de 2009

José Pérez Francés


Hoy llega el Tour a Barcelona y ya hacían conexiones en directo mientras leía el periódico en el bar de abajo. Hace 44 años, un español al que apodaban “el Alain Delon catalán” se cubrió de gloria al ganar en su ciudad. Su nombre, José Pérez Francés.
Pérez Francés nació en un refugio cántabro en 1936, mientras Franco bombardeaba Santander. Su familia se marchó a Cataluña y creció en un barrio industrial de Barcelona, con la malicia propia de un niño crecido en aquellas circunstancias. Se hizo fuerte, dicen que guapo, y con carácter. Se hizo ciclista, en parte, gracias a esa tercera cualidad. No se habla con Federico Bahamontes. Él mismo cuenta por qué: todo ocurrió en el Tour de 1963, dos años antes de su gran victoria en Barcelona. Según él, aquel año cualquiera de los dos pudo ganar el Tour, pero no lo ganó ninguno. Pérez Francés acabó tercero. Fue bajando el Aubisque cuando el Águila de Toledo y el catalán se enemistaron para siempre. Siempre según Pérez Francés, Bahamontes recusó dar relevos. Al final, Anquetil y Poulidor les atraparon. Pérez Francés clamó venganza. En la etapa reina, cuando el toledano iba escapado, Pérez Francés hizo todo el trabajo duro para Anquetil: le dieron caza y el francés ganó la etapa y la clasificación final.
José Pérez Francés era un ciclista al estilo de Alejandro Valverde, Samuel Sánchez, Laurent Jalabert o Txomin Perurena. Un ciclista completo: rápido, rodador y escalador. Un loco, tanto conduciendo un Seat 600 trucado como pedaleando sobre su bicicleta. Aquel día de 1965 en que el Tour llegaba a Barcelona, Pérez Francés tenía claro que se le tenía que ver. Cuentan las crónicas que el calor era sofocante. El catalán lo intentó de lejos. ¿A dónde va?, se preguntaban los periodistas. Ni los italianos ni Julio Jiménez pudieron seguirle. La galopada acabó en gesta y la gesta en parte de la historia del ciclismo estatal. Dicen que casi dos millones de personas le recibieron a pie de carretera. Pérez Francés pasó junto a su casa, junto al bar de su hermana, pero se perdió el saludo de su madre: “Iba tan pendiente de no caerme con los raíles del tranvía, que no vi a mi madre.”
Ahora tiene 73 años. Según parece, no ha perdido el carácter. Confiesa que no piensa estar en la salida de la etapa. Cuentas pendientes: las instituciones nunca se portaron bien conmigo, explica. Si no llueve (pero hoy llueve en Barcelona) saldrá a hacer sus cien kilómetros diarios. Tiene 73 años. 44 años después, quizás Flecha intente imitarle.
Por cierto, todo esto lo he sabido gracias a un periodista del que no me canso de hacer propaganda. Una vez más, si tenéis oportunidad, seguid las crónicas de Gómez Peña y, especialmente, intentad leer su artículo sobre la contrarreloj por equipos que tuvo la oportunidad de seguir con el coche de Igor González de Galdeano. Pura didáctica, con un toque de poesía: antes el ruido de los piñones, que los tiempos por los pasos cronometrados. Yo, antes de subir al monte, intentaré seguirlo en directo, quién sabe, quizás Pérez Francés aparece de la nada, con su perfil de galán de cine, para batir al sprint a Óscar Freire. No estaría nada mal, con un toque de poesía.

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