jueves, 12 de noviembre de 2009

Armando Ribeiro


Por fín tengo un cable. Un cable que me conecta al mundo. Un cable que me devuelve a mi rutina virtual. Qué putamente extraño se ha vuelto el mundo. Las carreteras son cibernéticas, los lazos que nos unen teóricos, la identidad no es más que un burdo asunto metafísico que solo les importa a los doctorandos. Llevo dos días en Cádiz. He pasado de la ponencia plenaria de Ben Okri y me he ido a tomar unas cervezas con Eduardo junto a la plaza Manuel de Falla. Ayer me perdí en el Pópulo. Laberinto de callejas. Mi vista se perdía en los portales. Todos sin fondos, con patios floridos, oscuros, rizomáticos. El rizoma de Deleuze. La poesía de E. E. Cummings, la memoria del holocausto. Aula 3. Me toca el segundo. Hangover, fear and loathing in Las Vegas, How I Got Cultured, ¿de qué coño estoy hablando? El mundo es extrañamente postmoderno, como Armando Ribeiro. Llegué a Cádiz a las ocho de la noche, Hotel Las Cortes, me registro, cuelgo las camisas, un par de llamadas y vuelvo a la calle. No sé a dónde voy. Pregunto a una pareja de autóctonos que miran el escaparate de una relojería. Me acompañan. El hombre me cuenta que el no entiende el fútbol como un asunto de rivalidad regional. El fin de semana pasado, ostias entre los del Betis y el Cádiz, ¡treinta y siete autobuse lleno de borrashos! me dice. El restaurante cerrado. Callejeo: calle compañía, sagasta, enrique de las marismas. Nadie pone el partido. Encuentro un local: Salón Bahía, o algo así. Gente del vulgo. Currantes. Beben cerveza. Gritan, pisha. Se golpean. Barba de tres días, cuerpos fláccidos, relamidos. Grasa. A los tres minutos mete gol Llorente. Grito y un señor de venerable barba blanca me acompaña. El camarero me pregunta: ¿ese e armandoooo? Y le digo que sí con la cabeza. Armando de Cádiz. Miraloquetedio, le dice uno al otro, yoquieroqueganelbilbaopoelcaparró. Y yo me río. Sonrío. Entra un travesti. Es un travesti, coño. Llevo cuatro cervezas ya. Otro. Empate a dos. Puta mierda, me vuelvo para el hotel. Campbell, Glotfelty, Boardman... teorías, nombres, Cádiz, ¿qué coño hago aquí? Eduardo dice que se vuelve al hotel, mañana a las nueve le toca hablar de David Lynch. La última la tomamos en el Club de Tenis. ¡En el Club de Tenis! Se va, yo me junto, al grupo, con nuestras etiquetas, con nuestros nombres, con nuestros teléfonos móviles, con nuestras hipótesis, nuestros sesudos artículos, nuestros errores, nuestras exnovias, y novias, y cumpleaños sin regalos. En el casino de Cádiz, lunch. Krunch. Protocolo, anécdotas, asociaciones, poderes fácticos, estado de la cuestión pero todo el mundo deja el lacón en el plato. Volvemos al hotel, me acompañan hasta la puerta pero hago que entro y me vuelvo, me meto en un bar, hay un concierto, pido una heineken que me sirve una sonriente camarera adolescente y extranjera que luego sale a la pista y baila ojalá no te hubiera conocido nunca mientras dan palmas y entran gaditanos que piden ron con agua dos cubatas gin tonic y yo de pie mientras fumo bebo heineken pienso qué coño hago aquí. ¿Qué coño hago aquí? Armando Ribeiro, Deleuze y un cable que me conecta a la rutina, a mi vida virtual. El mundo es inaprensible, indefinible, puramente gaditano, como las callejas del Pópulo.

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Grande, infinito, vivo, espiraloide: el Pópulo. Había un hospital junto a la plaza de Falla. Mi primer berrinche.
    Armando parándolo todo (casi) en el Carranza (¿contra el Madrid? No, por lo que he investigado, de ahí la supresión del primer comentario, da igual) años '90 (que da igual).
    Recuerdos. LLoro. Mucho.
    Disfrútelo usted, de la manera que pueda, que ya es gaditano de por vida.
    Y un saludo, que también se me había pasado.

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  3. Un saludo, Leo. Me ducho y me vuelvo, cuando pase por la plaza de Falla, ya la veré como si hubieran puesto una de esas tantas placas que por sorpresa te encuentras en cualquier rincón: aquí tuvo Leo del Mar su primer berrinche.

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  4. Esas cosas del nacer, y los recuerdos veraniegos. ¡Ay!
    Disculpe la emoción.
    And placas for all!

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