Mi madre ha entrado al eroski a comprar carne picada y yo he pasado, así que la he dicho, voy a bajar a longplay y te espero fuera y quien no lo sepa que sepa que longplay es una tienda de discos en la misma acera que el eroski donde mi madre ha entrado a comprar la carne picada y cuando yo estaba mirando el escaparate del longplay he visto como subían por la calle dos de los muchos heroinómanos que suelen reunirse en el parque de los hermanos en la esquina del frontón bajo la atenta mirada de la policía municipal, cuando han pasado a mi altura y mientras yo miraba el escaparate los dos se han parado un momento y uno de ellos le ha gritado al otro: ¡y esto, puta mierda de escaparate ni una puta peli como dios manda, tío! ha dicho apuntando a las carátulas de los dvds en oferta entre los que se encontraban el acorazado potemkin, la trilogía del padrino y una colección con las mejores películas de Lumet, Pollack y Newman, yo me he hecho el sueco y el otro le ha contestado: ¡ya tío! y el otro ha seguido el otro día me compré una y era un puto documental, chaval, y han vuelto a ponerse en marcha calle arriba mientras su compañero le decía ayer estuve viendo yo la de un hombre llamado caballo, ¡bah, tío! y ya no he podido seguir escuchando, pero me ha parecido poesía pura.
Y me ha recordado a otra conversación que un día mantenían dos yonkies en un bar afterhour que solíamos frecuentar cuando con veinte años las siete de la mañana nunca nos parecía una buena hora para volver a casa el sábado:
¡El puto mejor era Maradona, tío!
¡El puto mejor para pillar buena coca, no te jode!
¡Que no joder, que era el puto amo!
¡El puto amo era Periko Alonso chaval!
¿Periko Alonso?
Sí, tío, el puto Periko Alonso era el mejor.
Periko Alonso, Periko Alonso, Periko... el de los palotes, cabrón, que a tí te pone palote hasta tu puto padre, maricón.
¡Subnormal!
Pura poesía. Y perdón por los múltiples insultos que, con toda probabilidad, fueron otros aunque hicieran el mismo ruido.
Y me ha recordado a otra conversación que un día mantenían dos yonkies en un bar afterhour que solíamos frecuentar cuando con veinte años las siete de la mañana nunca nos parecía una buena hora para volver a casa el sábado:
¡El puto mejor era Maradona, tío!
¡El puto mejor para pillar buena coca, no te jode!
¡Que no joder, que era el puto amo!
¡El puto amo era Periko Alonso chaval!
¿Periko Alonso?
Sí, tío, el puto Periko Alonso era el mejor.
Periko Alonso, Periko Alonso, Periko... el de los palotes, cabrón, que a tí te pone palote hasta tu puto padre, maricón.
¡Subnormal!
Pura poesía. Y perdón por los múltiples insultos que, con toda probabilidad, fueron otros aunque hicieran el mismo ruido.
pa poesia la mia tio
ResponderEliminarno jodas
Siempre por el medio de la carretera, Reo
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