Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
domingo, 7 de noviembre de 2010
Diego Torres
Estaba intentando empezar esta entrada con una de esas frases rimbombantes y ridículas que intentan sentar cátedra. Otra vez a vueltas con el fútbol humilde y la esencia del fútbol y todas esas cosas, pero últimamente tengo más tendencia a lo mundano y práctico, así que la frase que había empezado a escribir me parecía demasiado ridícula y rimbombante incluso para mí. Lo que quería decir es que no ha estado mal el partido que hemos visto hoy en Lasesarre. Pasado por agua, desigual, trabado por instantes y con dos rivales aceptando el rol impuesto por las normas no escritas del fútbol profesional. El caso es que el Barakaldo ha ganado bajo las trombas de agua intermitentes y Diego Torres ha marcado dos goles. Ahora que Abel Buades, él sabrá la verdad de todo el asunto, se ha ido para no volver, nos queda Diego Torres como veterano en el equipo: 32 años, y ya queda lejos aquel año de 1998 cuando Rafa Benítez le hizo debutar en Primera División con el Extremadura. Desde entonces, el de Valladolid, ha viajado casi más que lo que ha jugado al fútbol: Otinyent, Vallecas, Murcia, Salamanca, Valencia, Tarragona, Sabadell y ahora Barakaldo le han visto marcar goles. No está mal. Hoy ha jugado su mejor partido. Ha marcado dos goles, el primero a pase de Urko Arroyo mirando para otro lado, el segundo con talento y sangre fría. Y ha podido marcar otros dos. Otra vez: no está mal. Con el frío que hacía, que casi quitaba las ganas de sacar las manos de los bolsillos para aplaudir, los goles de Diego Torres, los detalles de Urko Arroyo, la joya final de Natxo del Moral y la clase de Koldo Garcés nos han alegrado una tarde que ya había tenido su momento de gloria en el medio tiempo con el magnífico espectáculo del tío del gorro de la piscina y sus dos amigos. Es una temporada regular. Los socios están fríos. Este año, la ilusión se dio por perdida, pero el equipo muestra en ocasiones razones para recuperarla. A la siguiente jornada, se nos olvidan, pero bueno, como me ocurre con el otro equipo al que no puedo evitar seguir, el Barakaldo nos ha enseñado, después de tantos años, una extraña lección de amor propio, casi desesperado, que no viene mal para el día a día.
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