Otros no lo conseguieron, pero él ya ha podido borrar su nombre de esa lista que le unía a grandísimos jugadores, como Karl Malone, John Stockton, Dominique Wilkins, Patrick Ewing o Charles Barkley, solo por nombrar a los más recientes, que siempre verán glosadas sus biografías con el detalle de que no fueron capaces de ganar un título. Por más que lo merecieron. Por oportunidades que tuvieron todos ellos. Elgin Baylor, a estas alturas, se lo tomará a gracia. Ya lo sabe todo el mundo: catorce temporadas en los Lakers con más de 27 puntos de promedio por partido y el equipo no ganó un título hasta al año siguiente de su retirada.
Nowitzki ya no estará más en esa lista. A su segundo intento, en el mismo sitio donde lo perdió hace cinco años, lo ha conseguido ahora. Lo ha conseguido para él y para un equipo, los Dallas Mavericks, que consiguen, para regocijo del excéntrico Mark Cuban, su primer título de la historia. Los vaqueros vuelven a galopar por las praderas de David Stern. Solo había sitio para uno a ese lado de la frontera, y Nowitzki consiguió quitarse al trío magnífico de un solo latigazo.
Por supuesto, no ha sido solo él: JJ Barea, Jason Terry, Jason Kidd, Shawn Marion, Tyson Chandler, DeShawn Stevenson... y sobre todo, Rick Carslile, que entra en el selecto grupo de ganadores de la NBA tanto como en la faceta de jugador como en la de entrenador, han tenido tanta culpa en esta victoria final como el alemán impasible, el jugador más espectacular de la historia sin necesidad de machacar (una frase harto exagerada, pero bueno).
Cuando Nowitzki llegó a la NBA con 20 años, Detlef Schrempf, la primera estrella del baloncesto alemán, era ya todo un veterano de 35 años que apuraba su carrera en Portland. Antes que Nowitzki, también habían jugado ya en la NB Uwe Blab y Christian Welp. Blab, en los Mavericks,en los Warrios y en los Spurs, no pasó de poco más que 2 puntos por partido en cinco años de carrera. Welp jugó 109 partidos de liga regular en 3 años de carrera, y tres fueron también los partidos en los que fue titular. Schrempf, sin embargo, si era un buen ejemplo a seguir. En más de quince años de carrera, fue nombrado dos veces mejor sexto hombre de la Liga, promedió más de 13 puntos por partido y, ya retirado, los Band of Horses le pusieron su nombre al título de una canción, que no es poco. Nowitzki llegó a Dallas Mavericks (equipo en el que curiosamente también habían empezado Blab y Schrempf) tras rechazar al FC Barcelona y muchos otros equipos europeos, a pesar de que en su palmarés no se veía más que un meritorio ascenso a la Bundesliga con un modesto equipo alemán. Sin embargo, Don Nelson, por aquel entonces entrenador de los Mavs (y un entrenador sin título NBA a pesar de ser el que más victorias ha conseguido) quería conseguir a Nowitzki por todos los medios. Su progresión era palpable y había deslumbrado en el torneo de Nike para jóvenes talentos. Rick Pitino, que no tendría mucho éxito en su aventura, también le quería para los Celtics, pero tuvieron que conformarse con Paul Pierce, una ironía, cuando Nowitzki fue elegido un puesto por encima de ellos por Milwaukee Bucks, que ya había negociado su posterior traspaso en un triple acuerdo que incluía también a los Phoenix Suns. Con este acuerdo, los Bucks consiguieron a Robert Traylor (acabó jugando en Puerto Rico y falleció este año de un ataque al corazón), los Phoenix Suns a Pat Garrity (solo duró un año en los Suns, aunque luego jugó nueve temporadas consecutivas en Orlando) y Dallas a Nowitzki y a Steve Nash, ahí es nada. Una negociación digna de estudio.
En su primera temporada, Nowitzki solo jugó 47 partidos, con medias de 8 puntos por partido. Pero al año siguiente comenzó su crecimiento progresivo, y el del equipo, gracias a que Mark Cuban le compró el club a Ross Perot Jr., hijo de Henry Ross Perot, magnate inmobiliario y gasístico que se presentó a las elecciones de los Estados Unidos en dos ocasiones. Cuban demostró mucho más interés por el baloncesto que Ross Perot Jr. (primera persona, junto con Jay Coburn, en dar la vuelta al mundo en helicóptero) y empezó a crear un equipo competitivo en torno a Dirk Nowitzki, quien en su segundo año promedió 17 puntos por partido y ya no ha vuelto a bajar de los 20 por temporada (siendo su techo los 26 por partido de la 2005-2006).
En cualquier caso, los proyectos de Cuban no conseguían llegar a buen éxito, aunque estuvieron cerca en la temporada 2006, cuando los Miami Heat de Dwayne Wade y Shaquille O'Neal acabaron con las ilusiones de los tejanos. Mientras tanto, Nowitzki iba agrandando su leyenda: 10 veces All-Star, 5 veces en el mejor quinteto de la liga, campeón del concurso de triples, jugador europeo del año en dos ocasiones y, sobre todo, MVP de la temporada en 2006-2007. Pero Nowitzki quería los éxitos de grupo, los que había conseguido con humildad con su selección (medalla de bronce en el campeonato del Mundo de Estados Unidos 2002, y MVP, y medalla de plata el Eurobasket de Serbia y Montenegro 2005). Y a la énesima fue la vencida. Cuban siguió gastándose el dinero, entendió que ganar la NBA suponía forjar un buen conjunto con mucha profundidad de banquillo y un entrenador de recursos, y por fin, y de la manera más dulce, con venganza y reventando el sueño americano del Big Three, por fin, Nowitzki, el alemán impasible, lo consiguió, como queda claro en la foto.
A todo eso, habría que sumarle algo más al palmarés de Nowitzki. Algo intangible. Algo inusual. Algo que probablemente sea innecesario para jugar y ganar en este deporte, pero que no creo que sea negativo, en cualquier caso. Nowitzki tiene fama de ser un jugador con inquietudes intelectuales, con una escondida pasión por la música (guitarrista y aficionado al rock clásico de Creedence Clearwater Revival, Rolling Stones, ACD/DC o Led Zeppelin) y por la lectura.
Un día antes del definitivo partido por el título, en una rueda de prensa en la que también se le preguntó por las mofas de Wade y James (y respondió con dignidad y educación, diciendo que le parecía una actitud infantil e ignorante, no que fueran ignorantes, como publicó en su titular un diario deportivo de tirada nacional), un periodista le preguntó por sus inquietudes intelectuales. Nowitzki, al que poco se le ve reír, y siempre parece dormido, incluso cuando juega, hizo un mohín, y respondió algo así como que todo no podía ser baloncesto, que debía interesarse por otras cosas para que su vida fuera plena y no dedicarse solo a jugar con una pelota. No lo dijo así, probablemente yo lo haya adornado, pero fue muy parecido y creo que él estaría de acuerdo con la traducción. Igual que creo que Nowitzki opinaría que este último comentario que voy a hacer está de más, pero no puedo evitarlo, me pregunto, por curiosidad, si habrá seguido la final su ex-prometida, Crystal Taylor, a quien detuvieron en casa de Nowitzki hace poco más de un año, acusada de robo, falsificación, deudas, violación de la libertad condicional y utilización de identidades falsas. Nowitzki, en una entrevista a Bild, reconoció que aquella había sido la experiencia más dura de su vida.
Así que, en resumen, no puedo negar que me alegro por la victoria de Dallas Mavericks en el play-off final por el título de la NBA. Y me alegro por muchos motivos, algunos un poco estúpidos, pero incontrolables. De todas formas, no creo que nadie podrá negar que, de la misma manera que se lo merecían Wilkins, Ewing, Barkley, Malone o Stockton, de la misma forma que se lo merecía Elgin Baylor, de la misma forma que se lo merecían todos los jugadores que les ganaron, también Dirk Nowitzki se merecía su título de la NBA, y ya lo tiene.
Me alegro por dirk y jason, también por la derrota de lebron, lo reconozco. No le tengo odio ni antipatía, pero tampoco me cae del todo bien. Dirk siempre me pareció un pedazo jugador, aunque siempre pensé que nunca ganaría un anillo. Genial por el alemán.
ResponderEliminarYo también me alegro de la victorioa de los Mavs, pero me alegro más por Jason Kidd. Siempre me ha gustado y después de tantos años ha conseguido lo que mis idolatrados Malone y Stockton no pudieron. Go Dallas!!!
ResponderEliminarMariano