miércoles, 12 de octubre de 2011

Juan Arango


Ésta ya es una noticia de ayer. Y ayer quise haberla escrito, casi el primero, casi de madrugada, cuando me levanté temprano para desperezarme antes de ir a correr con mi compañero de retos. Pero como estaba en pleno proceso de desperezamiento, me dio pereza, y no la escribí.
Ahora ya es tarde, ya es una noticia antigua, de hemeroteca, conocida por todos. Ya le han felicitado por twitter, ya le han dedicado un espacio en todas las versiones digitales, ya han colgado su video en el youtube que yo voy y cuelgo ahora también. Aún así, la he escrito. La entrada, digo. Y la escribo por dos razones. Una, porque tengo que llenar con algo los veinte minutos que me quedan antes de ponerme a trabajar y no quiero fumar. Tengo muchas ganas, pero no quiero fumar. Dos, porque me alegro un montón por él. Amorebieta siempre me ha parecido un jugador misterioso. Quizás no tenga ningún misterio, pero parece emanar cierta oscura incertidumbre. Apenas habla para la prensa, porque él mismo se vetó. En el campo es un jugador excitado más que excitante, furibundo, de los que llaman expeditivos. Te pones nervioso cuando le ves correr para cerrar a un rival. Pero sus buenas actuaciones nunca son suficientemente subrayadas. A veces, porque él les pone la mácula con algún exabrupto. Otras veces, por la inercia del defensa, porque el fútbol que se ve se juega, como dice César Ortuzar, en las zonas erógenas, y, a veces, se nos olvida lo que ocurre después del sexo, lo que permite el sexo, eso no lo vemos. Así parece en el campo, eso trasmite. Otros jugadores son más plásticos, más trasparentes, o simplemente aparecen más en televisión. Sobre Amorebieta solo tenemos interpretaciones, gestos, vaguedades.
Igual que todo el mundo jugó a interpretar su decisión de jugar con Venezuela. Nació en Venezuela por razones laborales de sus padres. A los dos años, ya estaban de vuelta. Lo que él tenga de venezolano no es cuestión interpretativa de nadie. Pero se interpreta. Yo mismo lo interpreto. Creo que no tiene nada de venezolano, pero ha decidido jugar con su selección y yo lo aplaudo. Tiene 26 años ya casi si no los ha cumplido ya, y aunque ha estado cerca, nunca ha llegado a debutar con la selección nacional de España. Vicente del Bosque, con su propio criterio y su derecho, ha optado por otras opciones y Fernando Amorebieta, ansioso por vivir la experiencia del fútbol internacional de selecciones, decidió jugar con Venezuela porque legalmente tenía derecho. Así es como lo interpreto yo, como lo entiendo y como lo aplaudo, porque no dudo del compromiso de Amorebieta con el colectivo, sea más o menos venezolano que Boris Izaguirre. Además, nuestra identidad personal no está sujeta a un pasaporte o a una partida de nacimiento, nos definen tanto nuestras raíces como las rutas que tomamos para alejarnos de ellas. Somos donde estamos pero también donde estuvimos, y de dónde vinimos y a dónde vamos. Y esos viajes y esas estancias no son solo físicas, también pueden ser virtuales, incluso telemáticas, y, por supuesto, futbolísticas. Amorebieta le dio una alegría inmensa a todo un país, rubricó la buena decisión que tomó y manifestó con su ejemplo que nuestras identidades cada día son más complejas y más intrincadas.
Por eso he acabado por escribir la entrada. Por eso y porque ahora solo quedan ya cinco minutos y he estado los otros quince sin fumar. Me voy a trabajar.



Posdata: Sé que es triste, pero es así, me pongo en evidencia. Ya sabéis todos que sigo con el empeño de no repetir nombre en este asunto de encabezar entradas. Hasta que llegue el día en que sea irremediable. Esta entrada se ha pasado publicada como medio día, y ahora voy y le cambio el título. ¿Por qué? Porque me he dado cuenta de que a Fernando Amorebieta ya le dedique un encabezamiento. Que es triste, un empeño un poco ridículo, lo sé, lo sé, pero todo el mundo lleva a cuestas su sambenito y este es el mío en lo que concierne a mi práctica bloguera. Así que ahora le regalo la titulación a Juan Arango, estrella de la vinotinto, que fue quien sacó el córner y le puso el balón en la cabeza al de Abadiño. El de Maracay, por cierto, sigue jugando en Alemania si no me equivoco e, igualmente, sigue siendo el segundo goleador en la historia del Mallorca. Ahora, le toca otro galardón aún más relevante: encabezar una entrada de crónica deportiva, ¿que no?, aunque sea por la lesión titular de un compañero, me entendéis.

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