Pues sí, yo también me quedé sorprendido y preocupado. No creo que ningún aficionado se esperase esta noticia. He necesitado unos días para asimilarlo, que vuelve a ser una de esas frases trágicas que tantas veces utilizo y no me las creo ni yo.
Lo resumo rápido por si no os enterasteis: Igor González de Galdeano, hace un par de semanas, anunció que presentaba su dimisión como mánager general del Euskaltel-Euskadi. Sus razones, decía, eran personales y apuntaba al desgaste y la presión propias de su puesto. Con muchos reflejos, la Fundación Euskadi recompuso su organigrama técnico a los pocos días: Miguel Madariaga recuperaba su posición como cabeza visible del proyecto, Gorka Gerrikagoitia aceptaba mayores responsabilidades deportivas e Iñaki Isasi colgaba la bicicleta para aceptar la oportunidad de coger el volante de un coche de equipo. Al poco tiempo, José Antonio Ardanza, presidente de la empresa de telefonía Euskaltel, aprovechando que presentaba su biografía, respondía a preguntas que incumbían al equipo ciclista dejando un halo de incertidumbre sobre la renovación del acuerdo de patrocinio a partir de 2012. Primero dijo que había que ver cómo funcionaba el proyecto deportivo después de la pérdida de uno de sus mimbres más importantes. Después, reculó, y dijo que su postura era puramente empresarial. Madariaga, ágil de reflejos una vez más, interpretó las palabras del ex-lehendakari como quiso y dijo que él pensaba que se refería a que, a partir de 2013, Euskaltel tomaría las riendas del proyecto. Lo que, a mí, como aficionado, casi me produce más incertidumbre que las declaraciones originales.
Al final, el resumen no me ha salido tan corto.
Todos estos días, mientras esto ocurría, yo hacía mis interpretaciones, como Madariaga, jugaba a imaginarme las consecuencias o intentaba averiguar qué era lo que realmente ocurría, o podría ocurrir.
La verdad es que este club ciclista profesional es distinto y extraordinario, por lo tanto, frágil y vulnerable. Las noticias que provocan no se multiplican pero se magnifican. Todo parece una tragedia. Recuerdo los tiras y aflojas con la renovación de Iban Mayo, las dramáticas esperas por las invitaciones del Tour, los casos de dopaje, ciertos enfrentamientos con representantes... Solo hay que visitar ciertos foros, escuchar a ciertas personas cuando hablan. Este proyecto levanta tantas envidias y enconos como simpatías y apoyos. O quizás no tantos, pero algunos. Y eso mortifica, mina. Me creo las explicaciones de Igor González de Galdeano y, además, nadie tiene potestad para ponerlas en duda. Apoyo las críticas constructivas, todo es mejorable, pero es cierto que este equipo ha sido, a veces, objeto de demasiadas expectativas y de posturas ácidas que no le hacían ningún favor. Es frágil, lo vuelvo a decir. Y la sensación que nos han dejado estos días es que ahora es más frágil que nunca, cuando deportivamente, parece más sólido que nunca.
Las dos últimas temporadas, si se analizan en perspectiva, han sido esperanzadoras. Y no me refiero solo a los triunfos. Me refiero también al potencial que, por ahora, solo se asoma. No han salido Abraham Olanos ni Miguel Indurains, pero las previsiones de futuro, con corredores como Mikel Landa, Mikel Nieve, Romain Sicard, Gorka Izagirre y otros que aún no han llegado o acaban de hacerlo, más los que han emigrado, como Jonathan Castroviejo o Beñat Intxausti, nos llenaban de ilusión a los aficionados. Unos aficionados que siguen viviendo el vínculo sentimental que mantiene a este proyecto con vida. Un vínculo sentimental que siempre me apresuro a puntualizar, porque lo que más me gusta de este deporte es que puedes sentir una apasionada simpatía por un equipo, sin minimizar el respeto y la admiración que te inspiran los rivales. El ciclismo siempre deberá ser eso, siempre deberá ser ese el espíritu de los aficionados al ciclismo: la capacidad para repartir entre todo el pelotón nuestro entusiasmo por este deporte. Pero estoy perdiendo el hilo.
No creo, y lo espero de corazón, que se tambalee este proyecto. Creo que la estructura deportiva está sólidamente fortificada, que se puede superar la marcha de Igor González de Galdeano. Las mejores actuaciones deportivas del equipo han ido siempre acompañadas por la labor técnica de Gorka Gerrikagoitia. Confío en su trabajo, como simple aficionado. Y confío en la labor que viene realizando el equipo Orbea, y confío en que se mejoren las relaciones con los demás equipos de la cantera vasca y que todos los equipos participen del proyecto. Por supuesto, también confío en que esto no se convierta en un monopolio, que haya otros proyectos, que Caja Rural crezca, que Matxin confíe en la cantera vasca, que Unzué nos los quite si es para hacerlos mejores ciclistas aún. Creo que todo tiene cabida. Creo que este deporte forma parte del tejido social y que se debe mimar como se deben mimar todas las manifestaciones deportivas como parte fundamental de nuestra convivencia y de nuestras opciones tanto de ocio como profesionales. Y vuelvo a perder el hilo.
Pero es difícil centrarse. Ahora pienso en Pat McQuaid y los muchos intentos de la UCI por modernizar las estructuras asociativas y competitivas que rodean a este deporte. Mi sensación, ajeno a los entresijos, como simple aficionado, repito, es que llevan años dando palos de ciego. Me he perdido entre siglas, ránkings, licencias, jerarquías y auditorías, y me da la sensación de que ninguna ha proporcionado la viabilidad y la eficacia que todos esos proyectos buscaban. Creo que el ciclismo es un deporte frágil y vulnerable, como el Euskaltel-Euskadi, pero al mismo tiempo invencible y pertinaz, como el Euskaltel-Euskadi, y creo, con total sinceridad, que, pase lo que pase, se invente lo que se invente McQuaid, haga lo que haga Ardanza, siga o no siga Madariaga, se vayan o no se vayan con Unzue, se dopen o no se dopen, vuelva o no vuelva la Vuelta, nos cobre entrada o no nos cobre Mutiloa, creo que, al final, la gente seguirá motando en bicicleta, seguiremos emocionándonos con el esfuerzo de los ciclistas, y sea del color que sea la marea, seguirá habiendo marea, y los aficionados seguiremos acercándonos a la cuneta porque, cuando estás ahí, cuando ves sus rostros, cuando sientes como encorvan sus cuerpos, cuando escuchas rodar sus cadenas todo toma sentido y pierde la fragilidad y la vulnerabilidad.
He perdido el hilo por completo, pero tampoco tenía muy claro qué era lo que quería decir, así que...
Lo resumo rápido por si no os enterasteis: Igor González de Galdeano, hace un par de semanas, anunció que presentaba su dimisión como mánager general del Euskaltel-Euskadi. Sus razones, decía, eran personales y apuntaba al desgaste y la presión propias de su puesto. Con muchos reflejos, la Fundación Euskadi recompuso su organigrama técnico a los pocos días: Miguel Madariaga recuperaba su posición como cabeza visible del proyecto, Gorka Gerrikagoitia aceptaba mayores responsabilidades deportivas e Iñaki Isasi colgaba la bicicleta para aceptar la oportunidad de coger el volante de un coche de equipo. Al poco tiempo, José Antonio Ardanza, presidente de la empresa de telefonía Euskaltel, aprovechando que presentaba su biografía, respondía a preguntas que incumbían al equipo ciclista dejando un halo de incertidumbre sobre la renovación del acuerdo de patrocinio a partir de 2012. Primero dijo que había que ver cómo funcionaba el proyecto deportivo después de la pérdida de uno de sus mimbres más importantes. Después, reculó, y dijo que su postura era puramente empresarial. Madariaga, ágil de reflejos una vez más, interpretó las palabras del ex-lehendakari como quiso y dijo que él pensaba que se refería a que, a partir de 2013, Euskaltel tomaría las riendas del proyecto. Lo que, a mí, como aficionado, casi me produce más incertidumbre que las declaraciones originales.
Al final, el resumen no me ha salido tan corto.
Todos estos días, mientras esto ocurría, yo hacía mis interpretaciones, como Madariaga, jugaba a imaginarme las consecuencias o intentaba averiguar qué era lo que realmente ocurría, o podría ocurrir.
La verdad es que este club ciclista profesional es distinto y extraordinario, por lo tanto, frágil y vulnerable. Las noticias que provocan no se multiplican pero se magnifican. Todo parece una tragedia. Recuerdo los tiras y aflojas con la renovación de Iban Mayo, las dramáticas esperas por las invitaciones del Tour, los casos de dopaje, ciertos enfrentamientos con representantes... Solo hay que visitar ciertos foros, escuchar a ciertas personas cuando hablan. Este proyecto levanta tantas envidias y enconos como simpatías y apoyos. O quizás no tantos, pero algunos. Y eso mortifica, mina. Me creo las explicaciones de Igor González de Galdeano y, además, nadie tiene potestad para ponerlas en duda. Apoyo las críticas constructivas, todo es mejorable, pero es cierto que este equipo ha sido, a veces, objeto de demasiadas expectativas y de posturas ácidas que no le hacían ningún favor. Es frágil, lo vuelvo a decir. Y la sensación que nos han dejado estos días es que ahora es más frágil que nunca, cuando deportivamente, parece más sólido que nunca.
Las dos últimas temporadas, si se analizan en perspectiva, han sido esperanzadoras. Y no me refiero solo a los triunfos. Me refiero también al potencial que, por ahora, solo se asoma. No han salido Abraham Olanos ni Miguel Indurains, pero las previsiones de futuro, con corredores como Mikel Landa, Mikel Nieve, Romain Sicard, Gorka Izagirre y otros que aún no han llegado o acaban de hacerlo, más los que han emigrado, como Jonathan Castroviejo o Beñat Intxausti, nos llenaban de ilusión a los aficionados. Unos aficionados que siguen viviendo el vínculo sentimental que mantiene a este proyecto con vida. Un vínculo sentimental que siempre me apresuro a puntualizar, porque lo que más me gusta de este deporte es que puedes sentir una apasionada simpatía por un equipo, sin minimizar el respeto y la admiración que te inspiran los rivales. El ciclismo siempre deberá ser eso, siempre deberá ser ese el espíritu de los aficionados al ciclismo: la capacidad para repartir entre todo el pelotón nuestro entusiasmo por este deporte. Pero estoy perdiendo el hilo.
No creo, y lo espero de corazón, que se tambalee este proyecto. Creo que la estructura deportiva está sólidamente fortificada, que se puede superar la marcha de Igor González de Galdeano. Las mejores actuaciones deportivas del equipo han ido siempre acompañadas por la labor técnica de Gorka Gerrikagoitia. Confío en su trabajo, como simple aficionado. Y confío en la labor que viene realizando el equipo Orbea, y confío en que se mejoren las relaciones con los demás equipos de la cantera vasca y que todos los equipos participen del proyecto. Por supuesto, también confío en que esto no se convierta en un monopolio, que haya otros proyectos, que Caja Rural crezca, que Matxin confíe en la cantera vasca, que Unzué nos los quite si es para hacerlos mejores ciclistas aún. Creo que todo tiene cabida. Creo que este deporte forma parte del tejido social y que se debe mimar como se deben mimar todas las manifestaciones deportivas como parte fundamental de nuestra convivencia y de nuestras opciones tanto de ocio como profesionales. Y vuelvo a perder el hilo.
Pero es difícil centrarse. Ahora pienso en Pat McQuaid y los muchos intentos de la UCI por modernizar las estructuras asociativas y competitivas que rodean a este deporte. Mi sensación, ajeno a los entresijos, como simple aficionado, repito, es que llevan años dando palos de ciego. Me he perdido entre siglas, ránkings, licencias, jerarquías y auditorías, y me da la sensación de que ninguna ha proporcionado la viabilidad y la eficacia que todos esos proyectos buscaban. Creo que el ciclismo es un deporte frágil y vulnerable, como el Euskaltel-Euskadi, pero al mismo tiempo invencible y pertinaz, como el Euskaltel-Euskadi, y creo, con total sinceridad, que, pase lo que pase, se invente lo que se invente McQuaid, haga lo que haga Ardanza, siga o no siga Madariaga, se vayan o no se vayan con Unzue, se dopen o no se dopen, vuelva o no vuelva la Vuelta, nos cobre entrada o no nos cobre Mutiloa, creo que, al final, la gente seguirá motando en bicicleta, seguiremos emocionándonos con el esfuerzo de los ciclistas, y sea del color que sea la marea, seguirá habiendo marea, y los aficionados seguiremos acercándonos a la cuneta porque, cuando estás ahí, cuando ves sus rostros, cuando sientes como encorvan sus cuerpos, cuando escuchas rodar sus cadenas todo toma sentido y pierde la fragilidad y la vulnerabilidad.
He perdido el hilo por completo, pero tampoco tenía muy claro qué era lo que quería decir, así que...
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