Curioso es su apellido y curiosa ha sido la entrevista que le he leído hoy en algún periódico deportivo, no recuerdo cuál. Tampoco es que haya leído más de uno, pero no recuerdo cuál es el que he leído. Recuerdo que el café me ha sentado de vicio, eso sí. Y que la entrevista era curiosa.
Sabía que el asturiano había cambiado el Movistar por el proyecto paralelo auspiciado por el mismo equipo en Colombia, pero pensaba que era cuestión de aceptar la oferta para seguir en el ciclismo profesional. No sabía que se trataba de una labor encomendada específicamente por Eusebio Unzué.
Y es que los responsables de Movistar decidieron abrirse camino en el mercado colombiano con un proyecto eficiente y bien estructurado. No era solo cuestión de firmar a un par de corredores del país, quizás para cumplir con algún requisito de patrocinio, si no que pretendía asentar las bases para aprovechar el buen momento por el que parece atravesar el ciclismo colombiano. Quedaban ya muy lejos los tiempos gloriosos de Lucho Herrera y Fabio Parra, pero, en los últimos tiempos, son varios los jóvenes ciclistas colombianos que apuntan maneras extraordinarias: los Sergio Henao, Rigoberto Urán, Jarlinson Pantano, Darwin Atapuma, Fabio Duarte, Nairo Quintana o Jhon Esteban Chaves, siendo estos dos últimos, los dos últimos ganadores del prestigioso Tour del Porvenir. Y para no desaprovechar esa nueva hornada, Movistar puso en marcha un equipo continental dirigido por Libardo Leyton en el que se enrolaron aspirantes a estrellas de distintas nacionalidades como los venezolanos José Alarcón y Carlos Gálviz, el uruguayo Ramiro Cabrera, el panameño Ramón Carretero, el costarricense Gregory Obando, el ecuatoriano Byron Guama, el boliviano Óscar Soliz y colombianos como Jader Betancur o Marvin Angarita. Junto a ellos, Unzué y Leyton convencieron a un puñado de corredores experimentados para que instruyeran a los jóvenes, gente como el mexicano Ignacio Sarabia, el colombiano Freddy Montaña, pero, sobre todo, Luis Pasamontes.
Y es que Pasamontes no disfrutará de mucho espacio en los libros de historia del ciclismo, a penas ha conseguido una victoria en el Memoria Galera y otra en el Tour de Valonia cuando corría para Unibet.com, pero a sus 33 años, mantiene una reputación de excelente gregario y de hombre de equipo experimentado que le hacía perfecto para ejercer de padrino y profesor de todos estos aspirantes. Se lo pensó, pero finalmente aceptó el reto, y parece que lo está disfrutando, parece que lo está disfrutando tanto en lo deportivo como en lo personal.
En lo que va de temporada, Pasamontes ha tenido 28 días de competición y más de 3.000 kilómetros. Ha disputado carreras como la Vuelta a Uruguay, la Clásica de Fusagasugá o la Vuelta al Valle colombiana. Ahora mismo está disputando la Vuelta a Colombia. Tras la séptima etapa que ganó ayer el italiano Marco Zanotti, Pasamontes ocupa el puesto 116 a más de 49 minutos del líder, el colombiano Alejandro Ramírez. Bastante más arriba, sus compañeros Freddy Montaña (10º a 1'25) y Óscar Soliz (21º a 2'02) aún aspiran a alcanzar mejores puestos y a buen seguro que contarán con la ayuda del veterano ciclista de Cangas de Narcea.
Lo que tardaremos más en averiguar es si, algún día, Juan Pablo Montoya, el joven ciclista de 15 años con el que Pasamontes subió entrenando el puerto de La Línea, conocido como el Stelvio colombiano, 21 kilómetros con más de 1600 metros de desnivel y pendientes de hasta el 13%, puede decir algún día aquello de "yo entrené con Pasamontes" cuando cumpla su sueño de ser profesional. Ésa es, precisamente, una de las historias que el asturiano se traerá de esta curioso experiencia.
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