martes, 10 de julio de 2012

Franck Sauzée



El de Aubenas había jugado casi 400 partidos en la Liga Francesa. Había marcado más de 80 goles. Le había dado para aventurarse en Italia sin mucho éxito. Incluso, ya había sido 39 veces internacional y había marcado 9 goles. Para más inclusos, Sauzée incluso había ganado ya la UEFA Champions League, en una temporada en la que él acabaría como segundo máximo goleador de la competición, solo por detrás del delantero del PSV Romario, y empatado a 6 goles con su compañero Alen Boksic y con Marco Van Basten del Milán. Precisamente a éste le quitaron el título, a éste y a los Rijkaard, Papin, Simone, Maldini, Baresi y compañía con aquel solitario gol de Basile Boli en la final. Un OM que además de con Sauzée, Boksic y Boli, contaba, ahí es nada, con Voller, Desailly, Deschamps, Abedí Pelé, Angloma o Barthez... y con Jean Jacques Eydelie quien, con la llegada de Bernard Tapie, participaría, al poco tiempo, en uno de los episodios más oscuros del fútbol francés y que dejaré para otro día.
Ya había conseguido todo eso el rubio centrocampista francés cuando fichó por el Hibernian escocés. Decían que andaba ya retirándose en Montpellier, cuando recibió la llamada de Alex McLeish para jugar con los escoceses en la segunda categoría del país. El proyecto era ambicioso y pretendía devolver al histórico equipo de Edimburgo a sus momentos de gloria, que ya quedaban muy lejos. Una gloria que habían escrito jugadores como Pat Stanton, Joe Baker o George Best y que ahora intentaba recuperar el histórico ex-jugador del Aberdeen, McLeish. Y a fe que lo consiguieron. Los Hibees regresaron a la primera división y vivieron alguno de los mejores momentos de su reciente historia, incluyendo una Copa de la Liga y un bagaje impoluto en sus derbies contra el archirival Hearts. Sauzée se convirtió en un ídolo para la afición de los Hibs, entre ellos, el escritor Irvine Welsh, famoso por la adaptación al cine de su novela Trainspotting. Precisamente en la película de Danny Boyle, hay constantes referencias al equipo escocés y el propio Welsh no oculta sus pasiones en su obra. Fuera de ella, Welsh ha aprovechado la prensa para dejar por escrito su declaración de amor personal para con el que considera uno de los mejores jugadores de la historia del Hibernian, Le God, como llamaban al francés. Y es que Sauzée marcó a la afición del Hibernian, aunque su despedida no fuera todo lo agradable que se le podía suponer a alguien que dejó tan buena impresión. Acuciado por las lesiones, y tras la marcha de Alex McLeish a los Rangers (dónde estaban y dónde están ahora), Sauzée aceptó la propuesta de la directiva para retirarse y pasar a dirigir al equipo desde los banquillos. La experiencia fue tal fracaso que Sauzée no ha vuelto a dirigir a ningún equipo. Desde su retirada, se ha dedicado a sus negocios (restaurantes, que yo sepa, de fuente del mismo Welsh) y a comentar partidos para diversos canales de televisión franceses. 
Decía Welsh en su declaración de amor, que Sauzée no ha vuelto por Easter Road porque es muy humilde y no aceptaría robarle protagonismo a los actuales jugadores del Hibernian. Pero, lo que queda claro,  es que, en un puñado de temporadas, y pasando de centrocampista ofensivo a busquete (como dice un amigo mío), el talentoso Sauzée le puso un broche de oro a su carrera cuando ya parecía que ésta estaba terminada. No está mal cerrar tu bagaje profesional entrando en la historia de un equipo donde jugó George Best, cuya camiseta lleva Begbie (Robert Carlyle) en Trainspotting, ha sido inmortalizado en la literatura de Irvine Welsh e Ian Rankin y al que The Proclaimers ha dedicado un par de canciones.

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