No queda nada para que en Londres se pongan a decorar la ciudad con aros multicolores, ¿verdad? De hecho, decorada ya lo está, ahora toca arrancar, por decirlo de manera vulgar. Aquí, por lo poco que pude ver en la televisión ayer, más que celebrarse el inicio de los juegos 2012, se estaba recordando los que se celebraron hace veinte años. En Barcelona, ya sabes, Cobi, Epi, Maragall, el Príncipe, el tío de la flecha, Fermín Cacho, el Dream Team... No daría para nombrar a todos los protagonistas.
Mi idea era celebrarlo a mi manera, escribiendo un par de entradas sobre
dos personajes elegidos a capricho. El primero ya lo tengo elegido, el segundo
aún está en proceso. Tengo elegido el deporte y hasta las olimpiadas,
disputadas hace ya 40 años, pero aún no he escrito esa segunda entrada. Para la
primera, he elegido el atletismo, y un deporte que, a muchos, aún parece
hacerles gracia, quizás por eso lo he hecho. Porque, candidatos, anda que no
tengo: Abebe Bikila, Mark Spitz, Jesse Owens, Ben Johnson, Carl Lewis, Michael
Phelps, Nadia Comaneci, Usain Bolt, Bob Beamon, Emil Zatopek, Haile
Gebreselassie, Johnny Weissmuller, Eric Moussambani, Yelena Isinbayeva, Sarunas
Marciulonis, Cathy Freeman, Florence Griffith, Dorando Pietri, Kerri Strug, Jim
Thorpe, Gabriela Andersen-Scheiss, Steffi Graf, Manu Ginóbili, Kostas Kenteris
y Ekaterini Thanou, Nwanko Kanu, Andre Agassi, Edwin Moses... Y tantos más que
han conseguido, por tener éxito o por saborear el fracaso, un lugar en la
historia del acontecimiento deportivo por excelencia.
Pero no he elegido a ninguno de esos. He elegido a Jordi Llopart
porque tenía que elegir a uno, y porque en algún sitio leí que la marcha es la
historia del atletismo y porque cada vez que veo la prueba de marcha atlética
me pregunto lo mismo: ¿cómo? Muchos cómos. Y por eso he decidido que esta
prueba tan característica de las Olimpiadas ocupe la primera entrada para
celebrar que Sebastian Coe se pone nervioso porque empieza la hora de la
verdad. La segunda entrada, anunciada, quizás deba esperar un poco más y hasta
puede que la encontremos con el pebetero ya encendido, pero intentaré cumplir
mis promesas.
La marcha es disciplina olímpica desde 1908, pero solo en categoría
masculina. Las mujeres tuvieron que esperar hasta Barcelona, en 1992, para participar.
Todo aficionado sabe que la marcha es una disciplina que se caracteriza por una
técnica muy característica: correr dando pasos sin perder contacto con el suelo
de manera visible. Antiguamente, no se era tan explícito (y aún se permite
cierta ligereza en pruebas de ultrafondo), pero en las categorías olímpicas, se
exige que la primera pierna del movimiento quede recta desde el primer contacto
con el suelo hasta que está vertical.
Esta técnica obliga a los atletas a un alto nivel de exigencia en coordinación, ritmo, agilidad y resistencia. Resistencia porque las distancias suelen ser bastante largas. En las Olimpiadas, las mujeres compiten en 20 kilómetros, los hombres tienen dos distancias: 20 kilómetros y 50 kilómetros. Pero fuera de las Olimpiadas hay pruebas de un nivel de dureza aún mayor porque las pruebas de ultrafondo son bastante habituales en esta disciplina. Sin ir más lejos, desde 2009, se disputan en Francia los Seis días de Antibes. En 2010, Alain Grassi ganó la prueba después de marchar durante más de 700 kilómetros. Pero hagamos un pequeño cálculo para averiguar el nivel de exigencia.
Esta técnica obliga a los atletas a un alto nivel de exigencia en coordinación, ritmo, agilidad y resistencia. Resistencia porque las distancias suelen ser bastante largas. En las Olimpiadas, las mujeres compiten en 20 kilómetros, los hombres tienen dos distancias: 20 kilómetros y 50 kilómetros. Pero fuera de las Olimpiadas hay pruebas de un nivel de dureza aún mayor porque las pruebas de ultrafondo son bastante habituales en esta disciplina. Sin ir más lejos, desde 2009, se disputan en Francia los Seis días de Antibes. En 2010, Alain Grassi ganó la prueba después de marchar durante más de 700 kilómetros. Pero hagamos un pequeño cálculo para averiguar el nivel de exigencia.
Dos rusos y una rusa tienen los récords. En 20 km, Sergei Morozov lo
hizo en una hora, 16 minutos y 43 segundos. En 50 km, Denis Nizhegorodov
tiene el récord con 3 horas, 34 minutos y 14 segundos. La mujer más rápida es Olimpiada
Ivanova con 1 hora, 25 minutos y 41 segundos. Ninguno tiene entrada en la
wikipedia, por cierto, pero quien si la tiene es Patrick Makau que necesitó 2
horas, 3 minutos y 38 segundos para batir el récord de la maratón, es decir,
para correr 42’195 metros. Si aplicamos un cálculo matemático en el que
probablemente haya cometido algún error porque soy así de torpe, Makau tendría
una progresión en los 20 km de 58 minutos con 48 segundos. Un marchador tarda
18 minutos más. Imagínate multiplicar la progresión para hacer 50 kilómetros, y
no hablemos de Antibes.
A lo largo de la historia de las Olimpiadas, muchos marchadores han pasado a la historia del atletismo internacional. Quizás el más popular sea Robert Korzeniowski, quien superó una enfermedad reumática con 13 años para convertirse en el mejor marchador de la historia. Pero hay más: Jefferson Pérez ganó el 26 de Junio de 1996 en Atlanta la primera y única medalla de oro de Ecuador. Desde entonces, esa fecha conmemora el día del deporte en Ecuador. Pérez, que también fue plata en Beijing y tres veces campeón mundial, tiene una larga historia de superación personal. La historia de Donald Thompson también es digna de contarse. Se pasó a la marcha por una lesión en el tendón de Aquiles. Su historia tiene que ver más con la ropa. En el mismo año de 1960 en el que Bikila asombró al mundo y ganó la maratón descalzo en Roma, Thompson no quería que le ocurriera como cuatro años antes en Melbourne cuando se deshidrató y se tuvo que retirar. Se pasó todo el año entrenando en su cuarto de baño, convertido en sauna, y superó el calor de Roma para ganar el oro. Aún así, pasaría a la historia por su indumentaria: un quepí blanco en la cabeza, anteojos ahumados para proteger la vista, ropa muy amplia, medias grises y, sobre todo, unos zapatos de vestir y de cuero alcochado que no pasaron desapercibidos. Raúl González es una leyenda en México. Ganó la plata en los 20 km por detrás de un compatriota, Alberto Canto, pero superó los límites del cansancio para llevarse el oro en los 50 km en las mismas Olimpiadas de Los Ángeles, si no me confundo. Tenía ya 32 años.
De todos ellos, yo he elegido a otro, uno que nos cae más cerca, aunque
tampoco mucho: Jordi Llopart. Llopart fue el primer medallista en atletismo de
la historia de España, con una medalla de plata en Moscú 80 en los 50 km. Su
padre, Moisés Llopart, que también fue marchador, le entrenaba usando
unos métodos más propios de Rocky Balboa que de los avances técnicos y
metodológicos más contemporáneos. Superó las miradas extrañadas de sus vecinos,
para convertirse, durante los ochenta y los noventa, en uno de los atletas
españoles de mayor éxito. Sus duelos con Josep Marín pasarían a la
historia. Finalmente, un problema crónico en el riñón le privó de más éxitos y
tuvo que retirarse, pero ahí no acabó su contribución a este deporte y a la
cita olímpica. En Barcelona 1992, Llopart fue el secreto detrás de la medalla
de oro de Daniel Plaza en los 20 km (la historia de Daniel Plaza, quien
se convertiría el primer atleta español en ganar un oro olímpico, se vería años
después manchada con una rocambolesca historia de dopaje). Llopart entrena
ahora a la selección de México de marcha para Londres 2012. Parece que allí
están contentos después de que Isaac y Ever Palma, hermanos
gemelos, hayan conseguido la mínima para los 20 km.
Las medallas de Llopart y Plaza, así como los éxitos (y alguna polémica) que vinieron luego con Valentín Massana, María Vasco, Jesús Ángel García Bragado (campeón del Mundo de 50 km y con Londres, seis veces olímpico, como bien me ha recordado el pormaratoniano Gaxen en su comentario, gracias, tío) o Paquillo Fernández, le dieron visibilidad a un deporte que ya contaba con relativa popularidad en España, aunque, a muchos, aún les sigue pareciendo cómica una técnica tan exigente como la que caracteriza a esta disciplina. Sin embargo, forma parte de la historia de las Olimpiadas. Si las Olimpiadas no se entenderían sin la figura de Carl Lewis, tampoco sin la de Robert Korzeniowski, por mucho que uno parezca una gacela corriendo y el otro... el otro no.
Las medallas de Llopart y Plaza, así como los éxitos (y alguna polémica) que vinieron luego con Valentín Massana, María Vasco, Jesús Ángel García Bragado (campeón del Mundo de 50 km y con Londres, seis veces olímpico, como bien me ha recordado el pormaratoniano Gaxen en su comentario, gracias, tío) o Paquillo Fernández, le dieron visibilidad a un deporte que ya contaba con relativa popularidad en España, aunque, a muchos, aún les sigue pareciendo cómica una técnica tan exigente como la que caracteriza a esta disciplina. Sin embargo, forma parte de la historia de las Olimpiadas. Si las Olimpiadas no se entenderían sin la figura de Carl Lewis, tampoco sin la de Robert Korzeniowski, por mucho que uno parezca una gacela corriendo y el otro... el otro no.
Muy interesante el artículo, como siempre. Simplemante heroico las más de 4 horas que se tiran los de 50 km.
ResponderEliminarMención especial para Jesús Ángel García Bragado, que va a participar en sus sextos juegos. Esperemos que consiga su primera medalla olímpica.
Por cierto, corrige el año del oro de Jefferson Pérez en Atlanta.
Gracias por la información, Gaxen.
ResponderEliminarhmm si muy interesante el articulo graxias me ayudaron muxo cn mi tarea grax...................!!!! =)
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