No es más que una entrevista a una ama de casa que vive en Denver, Colorado, pero merece la pena. Merece la pena porque es más que una entrevista a una ama de casa que vive en Denver, Colorado. Aunque leáis esta entrada, que no hace, si no en parte, fusilar el artículo de Carlos Arribas, os recomiendo, o, más bien, os conmino, que es un bonito verbo, a pasaros por vuestros kioskos y comprarlo en papel o visitar la versión digital, y dedicarle unos minutos de vuestra vida a leer la interesante entrevista que Arribas ha conseguido de Wang Junxia, aún plusmarquista mundial de los 3.000 metros, aprovechando que pasaba unos días de turismo en Madrid con su actual marido.
El nombre de Wang Junxia va unido al de uno de los momentos más sorprendentes de la historia del atletismo y, por qué no decirlo, a uno de los episodios más comentados de la historia del mismo deporte. Todo empezó en el campeonato del Mundo de Sttutgart en 1993 cuando China asombró al mundo colocando a sus atletas femeninas en los primeros puestos de todas las pruebas de medio y gran fondo. Liu Dong, que ahora vive en Madrid y Wang Junxia, además de hacer turismo, se había acercado a la capital para visitarla, ganó el oro en los 1.500. Qu Yunxia lo hizo en los 3.000 y la protagonista de la entrevista, Wang Junxia, ganó aquel agosto de 1993 la prueba de los 10.000. Tenía 20 años. Y como bien rememora Arribas en su artículo, no era los únicos logros que consiguió, de manera vertiginosa, en aquel año:
En abril corrió un maratón en 2h 24m, récord asiático; en agosto, ganó
en Stuttgart el Mundial de 10.000 metros; entre el 8 y el 13 de
septiembre fue capaz de lo siguiente: correr un 1.500 en 3m 51,92s, la
cuarta mejor marca de la historia actualmente, batir en dos ocasiones el
récord de los 3.000 metros (lo dejó en 8m 6,11s, una marca a la que
nadie se ha acercado desde entonces a menos de 6s) y batir también el
récord mundial de los 10.000 (29m 31,78s, la segunda mejor marca
conocida es 22s más lenta), y en octubre corrió otro maratón por debajo
de 2h 30m. (Arribas, El País, 27 de Noviembre de 2012)
Aquellos resultados no dejaron indiferente a nadie y toda la atención se centró en el entrenador que acaparaba la preparación de todas aquellas corredoras. Ma Junren, quien, ahora, al parecer, ya retirado del atletismo, se dedica a la cría de mastines, había empezado su carrera como entrenador de manera anónima en un recóndito paraje rural. Sus agresivos y polémicos métodos fueron creciendo en prestigio y resultados, hasta que alcanzó visibilidad internacional, para lo bueno y para lo malo. La prensa europea y norteamericana se hizo eco de un sistema de entrenamiento que combinaba unas exigencias inhumanas con el uso práctico de la medicina tradicional china. Pronto, se empezó a sospechar del uso de materias dopantes para la preparación de sus atletas, pero él se defendió diciendo que su secreto se basaba en una pócima mágica que él llamó sangre de tortuga (la marca Blood Turtle se lo agradeció con un buen contrato), aunque también utilizaba ginseng, hongos fermentados de gusano, crestas de gallo y sopa de caparazón de tortuga. Fuera éste el secreto o no, la verdad es que Wang Junxia lideró en diciembre de 1994, como bien se explica en la entrevista, un motín contra el entrenador, y no era por lo que comían, si no por lo que entrenaban.
Vivían aislados del mundo exterior, siguiendo un plan de entrenamiento que no variaba ningún día de la semana. Estuvieran lesionadas o sanas, las atletas de Ma Junren, que llegaron a ser conocidas como Ma Family Army (la Armada Familiar de Ma), seguían un entrenamiento planificado que las obligaba a correr 20 kilómetros en ayunas y otros 30 kilómetros por la tarde. Todos los días, en altitud, siguiendo un esforzado diseño estético que describía el propio Ma Junren, según citaba Alejandro Delmas en un artículo que firmó allá por agosto de este año durante los Juegos Olímpicos de Londres en el diario As: "Deben mover los brazos como avestruces, arquearse como caballos y mover el centro de gravedad como gamos" (Delmas, As, 1 de Agosto de 2012). Fuera de los entrenamientos, Ma Junren predicaba con un estricto régimen marcial: no tenían televisión, prensa, radio o internet, vivían aisladas, dormían, corrían, y, a veces, recibían la ira de su entrenador que confesó haberse comportado de manera agresiva con sus atletas.
Wang Junxia no lo confiesa todo en la entrevista porque explica que se está preparando un libro donde se contará cómo eran esos entrenamientos, qué las llevó a amotinarse contra su entrenador y cómo finalizó aquella oscura historia del atletismo chino. Los rumores y leyendas cuentan que Ma Junren se quedó con los premios económicos de sus atletas y que inclusó se apoderó de un Mercedes que Wang Junxia recibió como premio en el mundial de Sttutgart para estrellarlo a propio intento. Habrá que leer el libro, pero lo que si cuenta Wang Junxia es cómo tuvo que desaparecer y abandonar su carrera deportiva porque, tras amotinarse contra su entrenador, recibió amenazas y coacciones de las que también fueron objeto su familia. Sufrió una crisis de ansiedad y estrés y renunció al atletismo, consiguió que el gobierno chino le facilitara la salida del país y persiguió una vida anónima que durante años la ha mantenido alejada del foco público, perdida para el interés mediático, hasta que se vino a Madrid de turismo.
El titular de Arribas en su artículo no deja de ser expresivo: "Quiero olvidar, pero no puedo". Su segundo marido recalca durante la entrevista que Wang Junxia nació para correr y que tuvo que parar de batir récords, antes de que le partieran las piernas (el juego de palabras con el verbo break, como intenta explicar Arribas, no se puede traducir al castellano).
En serio, os invito a que leais el artículo y, cuando se publique el libro, que también lo hagáis. Y si estáis por Madrid, y os cruzáis por El Prado con una menuda y aparentemente ordinaria ama de casa china, pensad que igual es la plusmarquista mundial de los 3.000 metros, aquella mujer que, junto a sus compañeras, asombró a los aficionados al atletismo hace nueve años con aquella zancada tan espectacular y una espalda más rígida que mi tabla de planchar.
Sí, yo también he leído el reportaje y también había pensado en escribir algo sobre el tema. Vaya historia, pobre mujer. Yo no me acuerdo de ella, pero lo que hizo en ese año de 1993 quedará para el recuerdo de la Historia.
ResponderEliminarAlvaro.
Bueno, es una historia interesante y emotiva también, pero todos sabemos a qué se debieron esas marcas estratosféricas y nunca repetidas, aunque jamás dieran positivo. Por aquella época, concretamente en 1994, la natación china femenina ganó 12 medallas de oro en los mundiales de Roma, de 16 pruebas en disputa. Cuatro años después, en los mundiales de Perth, con los controles anti dopaje avisados sobre la singular natación china, sólo fueron capaces de ganar 2 medallas de oro. Su relato recuerda mucho a historias de la antigua Alemania Democrática.
ResponderEliminarUn saludo, Holden.