viernes, 29 de marzo de 2013

Robbie Rogers



El 23 de Agosto de 2008, un gol de Ángel di María en el minuto 58 le daba la medalla de oro a Argentina en los Juegos Olímpicos de Beijing. El Estadio Nacional era testigo del triunfo de una generación que dirigía Sergio Batista. Los Ever Banega, Ezequiel Lavezzi, Leo Messi, Sergio Agüero, Ezequiel Garay, Nicolás Pareja o Javier Mascherano, con la ayuda de Juan Román Riquelme, vencían a Nigeria y cerraban un torneo en el que la Brasil de Marcelo, Ronaldinho y Diego dejaba sin bronce a la Bélgica de Tom de Mul, Kevin Mirallas, Jan Vertonghen, Thomas Vermaelen y Marouane Fellaini. 
La selección de Estados Unidos no consiguió pasar la fase de grupos. El equipo del polaco Peter Nowak estaba encuadrado en un potente grupo en el que Nigeria y Holanda, a la postre los clasificados, partían como favoritos. Los norteamericanos comenzaron ganando a Japón con un solitario gol de Stuart Holden, actual jugador del Sheffield Wednesday. En un emocionante partido en Tianjin, el segundo del grupo clasificatorio, USA rozó la clasificación, pero un apurado gol de Gerald Sibon en la prórroga empató el partido y lo dejó todo pendiente para la última jornada. Antes, Ryan Babel había adelatado a la selección de los Hedwiges Maduro, Royston Drenthe o Jonathan de Guzmán. Sacha Kljestan, actualmente en el Anderlecht, y el ex del Villarreal Jozy Altidore obraron la remontada que después rompería Sibon milagrosamente. La última jornada en el Worker's Stadium de Beijing también fue emocionante. Promise Isaac y Victor Obinna adelantaron a la selección nigeriana de Samson Siasia; un gol de penalty de Sacha Kljestan en el 88 hizo soñar a unos norteamericanos que habían estado con un jugador menos desde el minuto tres, cuando expulsaron a Michael Orozco. 
Brian McBride, Michael Parkhurst, Jozy Altidore o Sacha Kljestan eran los nombres más destacados de aquella selección de Peter Nowak, pero hubo otro que fue titular en los tres encuentros y al que ayer mismo entrevistaban en The New York Times. Su nombre es Robbie Rogers. 
Si os digo que Robbie Rogers jugó en la universidad para los Terrapins de Maryland, os digo poca cosa. Si añado que llamó la atención del Heerenveen holandés, con los que no llegó a debutar, tampoco parece que tenga historia. Puedo seguir diciéndoos que regresó ya como profesional a los Estados Unidos y consiguió ganar la MLS con Columbus Crew. Volvió a intentar la aventura europea y firmó por el Leeds United que jugaba en la segunda liga profesional de Inglaterra, aunque acabó cedido en el Stevenage. Hasta ahora, parece que os estoy contando el currículo de un jugador de fútbol más. Rogers, como ya hemos visto, llegó a ser internacional absoluto y olímpico por su país.  Como muchos otros compañeros de generación.
La temporada 2008 con los Columbus Crew puede que fuera el punto álgido de su carrera. En una temporada, la de 2008, que partía con un buen número de jugadores internacionales que aspiraban a mejorar el nivel de la Liga profesional americana (Cuauthémoc Blanco, Claudio López, David Beckham, Guillermo Barros Schelotto, Fabián Espíndola, Juan Pablo Ángel, Darren Huckerby, Marcelo Gallardo, Andy Williams...), los Columbus Crew de Sigi Schmid se ventilaron en la final a los New York Red Bulls y Guillermo Barros Schelotto fue coronado como mejor jugador de la liga. Junto con el argentino, en aquellos Crew destacaron el defensa Chad Marshall, Frankie Hejduk y el propio Robbie Rogers, quien fue nombrado mejor jugador de la semana durante la séptima de competición. 
Sin embargo, en la entrevista de The New York Times, según explica Sam Borden, autor del artículo, Robbie Rogers explica cómo, para él, la celebración de aquel título fue un tanto descafeinada:

“Instead I just sort of went home and lay around,” he said. “Everything was like that. I thought I’d be so happy. But I felt like it wasn’t that way, like it couldn’t be. It was like you can’t totally appreciate it because you’re not being real.”(The New York Times, 29 Marzo de 2013)
"En lugar de celebrarlo, simplemente me fui a casa," dice, "Toda mi vida era así. Creí que podría ser feliz. Pero sentía que no iba a ser así, que no era capaz. Era como si nunca pudieras apreciarlo en plenitud porque, en realidad, no era cierto." (Mi traducción, algo libre).

   El 15 de Febrero de 2013, después de mucho darle vueltas, Robbie Rogers acabó por decidirse y publicó en su página web una carta que había escrito tiempo atrás. En ella, confesaba un secreto que había guardado durante 25 años. En esa carta, Robbie Rogers confesó su homosexualidad. Según comentaba después, Rogers se convenció de que era homosexual a la edad de catorce años. Tuvo relaciones con mujeres, quiso demostrarse que podía ser como se suponía que debía ser. No se lo dijo a nadie, ni tan siquiera a su familia. Antes de publicar la carta, la primera persona a quien se lo confesó fue una mujer que intentaba ligar con él en un bar. Después, intentó hablar con su hermana mayor. Cuando se lo dijo a su madre, según explica en la entrevista, fue la única ocasión en la que lloró. Su madre, recuerda, le contestó: "Robbie, I don´t care. We love you." (The New York Times, 29 de Marzo de 2013) ("Robbie, no me importa. Te queremos"). Quedaba un paso más, y después de confesárselo a sus amigos, los siguientes debían ser sus compañeros, aunque la mayoría lo descubrieron al mismo tiempo que el resto de los internautas. Aprovechando una visita que le hizo a Londres su compañero de selección Sacha Kljestan, se lo confesó. Kljestan le animó a que siguiera jugando, a que se convirtiera en un modelo social, pero también le advirtió a su amigo de que no debía pensar en los demás, que debía pensar primero en lo que más le convenía a él. Tras su confesión, a los 25 años, Robbie Rogers decidió retirarse del fútbol profesional. 
Dice que ha recibido muestras de apoyo, y algún email menos comprensivo, pero que, en ningún caso, ha tenido confesiones parecidas de compañeros de profesión. Está contento. Rogers se declara católico, conservador, futbolista y homosexual: "I'm a Catholic, I'm a conservative, I'm a footballer and I'm a gay" (The New York Times, 29 de Marzo de 2013), y, en la misma entrevista, confiesa que no ha disfrutado de ningún título ni de ningún partido internacional tanto como disfrutó de quitarse de encima el peso de un secreto que había oscurecido su auténtica personalidad durante 25 años. 
Aún no sabe si volverá a jugar. Si vuelve, cree que sería para jugar en la MLS. Hay quien se lo pide, quien le conmina a que se convierta en el primer profesional en activo de un deporte mayoritario que reconoce su homosexualidad. Pero Rogers quiere seguir el consejo de Kljestan y estar seguro de que, si toma esa decisión, sea de manera sincera y comprometida, sin dudas y con convencimiento.
La biografía de John Amaechi, Man in the Middle, concentró la atención sobre la homosexualidad y el deporte profesional en el baloncesto. Hace poco, en relación con el supuesto insulto homófobo que utilizó Joakim Noah, Tim Hardaway reconoció que se arrepentía de lo que dijo cuando Amaechi publicó su libro, que odiaba a los homosexuales. También no hace mucho tiempo, en una entrevista para TMZ, Mark Cuban comentaba que creía que, en unos cinco o seis años, se vería al primer jugador profesional de la NBA que confesara su homosexualidad. 
Quizás antes de que eso ocurra, Robbie Rogers vuelva a jugar al fútbol, o puede que no, porque el joven extremo norteamericano parece cómodo ahora, cuando va a comenzar estudios universitarios y es co-propietario de una firma de moda. En cualquier cosa, como él mismo decía, su mejor triunfo, ya lo ha conseguido. Su madre lo resumió en una sola frase de siete palabras, pocas, pero más que suficientes para compensar veinticinco años sin decir las que habrían ayudado a Robbie Rogers a ser feliz.

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