Aunque matemáticamente no sea así (van doce y son veintiuna), me doy el capricho de convenir que estamos en el ecuador del Tour. Y como hasta ahora no había dicho ni mú, aprovecho esta relajada y soleada tarde de principios de julio (ya casi mediados) para hacer recuento.
Supongo que si tuviera que hacer una lectura general y resumida de lo que va de Tour tendría que destacar lo que todo el mundo hace: que Chris Froome se muestra infranqueable. Ya han pasado los Pirineos, ya se ha corrido la primera contrarreloj larga, ya se ha descansado un día, y el británico encabeza la clasificación con más de tres minutos sobre su inmediato perseguidor.
Centrándonos en la clasificación general, no quedan más lecturas que ésa: aceptar la superioridad, por ahora, del líder del Sky. Asestó el primer golpe en la primera etapa pirenaica, donde Richie Porte le acompañó a un ritmo desquiciado. Después, en la segunda, y a pesar de que su equipo se resquebrajó como nadie podía esperar, resistió la atrevida estrategia del Movistar y no tuvo problemas para mantener a raya a Valverde y a Contador. Ayer, ante la preciosa estampa de Mount Saint Michel, se creció en la lucha contra el crono y solo Tony Martin, un avezado especialista, fue más rápido que él. Todos sus rivales acabaron admitiendo cabizbajos que, por ahora, nadie puede rechistar su superioridad. Y he dicho por ahora por dos veces porque el Tour es largo. Aún queda otra contrarreloj en la que, probablemente, Froome amplíe su ventaja y, si demuestra la velocidad en rampa que ha demostrado, no debería tener problemas para soportar los ataques, pero su equipo se muestra vulnerable y la última semana del Tour será terrorífica. El domingo llegarán al histórico Mont Ventoux y después vendrá la doble subida a Alpe d'Huez seguida de la etapa que termina en Le Grand Bornand, donde tendrán que subir el Glandon, la Madeleine y la Croix Fry, y el día antes de que termine subirán a Semnoz donde puede que les reciban los espíritus de Les Revenants. Hay algo más que invita a suponer que aún habrá batalla y es que parece que hay corredores dispuestos a plantearla. Una lectura positiva de la clasificación general del Tour en estos momentos es que dos equipos, Saxo Tinkoff y Movistar, tienen más de un arma con el que atacar a Froome. Si no es Contador, puede ser Kreuziger, si no es Valverde, pueden ser Rui Costa o Quintana. Los dos estiletes del Euskaltel, Nieve y Antón, también lo intentarán, y aún quedarán los atrevidos holandeses y belgas, los Bauke Mollema, Laurens ten Dam, Thomas de Gendt, Maxime Monfort o Wouter Poels, y toda la caterva de aspirantes que se apiñan en unos pocos minutos, desde los más veteranos como Cadel Evans, el renacido, aunque aún renqueante, Andy Schleck o Joaquim Rodríguez, hasta los más jóvenes, como Michal Kwiatkowski o Daniel Martin. Es decir, rivales no faltan, y muchos pueden colaborar, entre otras cosas, porque visten el mismo maillot. Así que, aunque parezca que Chris Froome es capaz de resistir hasta un ataque de Superman en culot y sobre la bicicleta, se puede aventurar que va a tener que trabajar de lo duro.
Por lo demás, el Tour está pasando muy rápido, tan rápido como está yendo Marcel Kittel (a Iwan Spekenbrink, gerente del Argos Shimano, no le tienen que caber más dientes en su sonrisa). A Mark Cavendish le ha salido un competidor de altura. A sus apenas 25 años, el corpulento y rubio alemán, le ha salido contestario. Ya había ganado en Vuelta a Polonia, París-Niza o Vuelta a España, pero las tres victorias que ya ha conseguido en el Tour le aúpan a lo más alto de la jerarquía velocista. Hoy, en Tours, le ha ganado a Cavendish porque sus piernas han sido más fuertes que las del ciclista de la isla de Man.
Otras lecturas de lo que va de Tour, nos dejan la posibilidad de hablar de desencanto entre las aficiones francesas e italianas y de alegría entre los irlandeses, los belgas, sudáfricanos y los australianos. Sobre todo, los australianos. Al fin y al cabo, Daniel Martin le ha dado la primera victoria a Irlanda desde que en 1992, su tío, Stephen Roche, consiguiera la última suya; Jan Bakelants homenajeó a los grandes aventureros; Simon Gerrans y el Orica Greenedge alegraron a los seguidores de las antípodas; y Daryl Impey aprovechó esa alegría para convertirse en el primer sudáfricano en vestir el maillot del Tour. El eslovaco Peter Sagan, por otra parte, se confirma como un candidato firme para convertirse en el corredor más regular de la historia del Tour.
Fuera de los grandes focos, el Tour, por ahora, nos deja el nacimiento de algunas nuevas promesas, como la del polaco Kwiatkowski, la del francés Romain Bardet o la del americano Andrew Talansky, la ausencia de dopaje, la variedad de caídas (aunque casi sin afectar a ningún favorito), la debilidad de Alberto Contador y, sobre todo, las continuas malas noticias sobre la situación económica de los equipos profesionales, llevándose la palma, para desgracia del ciclismo vasco, el proyecto que Igor González de Galdeano y la empresa Euskaltel comenzaron hace solo un puñado de meses. Después de dar un giro a la política del equipo y emprender camino sin la Fundación Euskadi, ahora resulta que se ahogan en una miseria económica que parece responder a las exigencias de la máxima competición. Habrá que esperar un poco para ver cómo se resuelve todo, aunque, no sé si como parte de una nueva estrategia, Igor González de Galdeano no ha dejado de mostrar su opinión más que negativa con respecto a la situación del equipo.
En cualquier caso, queda mucho por delante y seguro que nuevos protagonistas, muchos que no habrán sido ni mencionados en esta entrada, buscarán su minuto de gloria con ahínco y capacidad de sufrimiento. No sé si aguantaré hasta la veintiuno o volveré antes, pero ya habrá momento de recapitular y ver qué ha acabado por ofrecernos esta edición tan conmemorativa del Tour.
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