Hace un mes fue el francés el que dijo que se bajaba de la bicicleta. Hace una semana, fue Mikel Astarloza. Ayer, fue Juan Antonio Flecha. Quizás es porque también desaparece el equipo Euskaltel-Euskadi, al que prácticamente todos los aficionados vascos han seguido con una cercanía que parecía acercar el ciclismo a otros deportes más dados a las ligazones sentimentales colectivas, pero tengo la sensación de que la retirada de estos tres, sobre todo la del argentino, es como el fin de un capítulo en la historia del ciclismo.
Probablemente, esté exagerando, pero es el regusto que me queda tras conocer la retirada de tres de esos corredores que no pasarán, precisamente, a la historia del ciclismo por sus victorias.
Los tres han ganado, el que menos Astarloza, pero son otros logros que probablemente solo adviertan los que realmente sienten afición por este deporte los que conseguirán que sus nombres permanezcan en la memoria de la gente. Astarloza se retira habiendo ganado el Tour Down Under australiano y una etapa en el Tour de Francia que luego perdió por un positivo que él sigue negando. Casar se va con tres etapas del Tour de Francia, una en la Vuelta a Suiza, una Ruta del Sur y una París-Camembert. Y Flecha lo deja habiendo ganado una etapa en el Tour de Francia, el Giro del Lazio, el Gran Premio de Zurich, el Circuito Franco-Belga y la antiguamente llamada Het Volk.
Sin embargo, todos los que disfrutamos de este deporte recordaremos otras cosas. A saber, los ocho Tours de Astarloza y sus agónicos sufrimientos para arrancar un puesto entre los diez primeros que luego solo recuerdan los que miran con atención. Las galopadas escapado de un Sandy Casar que llegó hacer sexto en un Giro donde los cinco que quedaron por delante de él acumularon sospechas a lo largo de su carrera. Y el amor casi romántico de un Flecha que se empeñó por vivir la leyenda de los adoquines cuando su genética y su origen parecían apuntar para otro lado. Nunca ha ganado la París-Roubaix, pero Jan Anton Pijl, como se le conoce entre bromas, ha dejado en su palmarés ocho puestos entre los diez primeros en una de las carreras más épicas del calendario, con tres pódiums incluídos.
Su baja se hará dura y extraña. Igual que se hará raro no ver maillots naranjas en el pelotón o ver a Mikel Landa trabajando para Vincenzo Nibali con el nombre de la capital de Kazajistán rotulado en el pecho. Un pelotón sin Flecha es un pelotón con fecha, de antes y después. Igual vuelvo a exagerar, pero es el regusto que me queda. Aún echo de menos a otros como José Vicente García Acosta, Roberto Laiseka, Andrea Tafi, Pedro Horrillo, Jacky Durand, Marzio Bruseghin, David Moncoutie, Danielle Nardello, Ludo Dierckxens, Christophe Moreau... Todos ellos se han retirado hace poco. Ahora lo hacen estos tres. Aún queda el eterno Jens Voigt. Otro que podía aparecer junto a estos tres es Stuart O'Grady, porque el australiano también dice adiós este año. Vendrán otros, corredores con el mismo afán por buscar lo inalcanzable o por porfiar por objetivos que no relucen a primera vista.
El ciclismo cambia. Quizás haya que preguntarse si el cambio sirve para mejorar o no. Es lícito, pero fácil, criticar, abiertamente y sin capacidad reflexiva, el nuevo interés y matiz que las prerrogativas económicas le impregnan a este deporte. Se debe hacer un análisis exhaustivo y objetivo que determine qué tiene de bueno y qué de malo el impetu renovador que se fomenta, porque de ambos tiene, aunque yo coincida con aquellos que ven más de lo que lamentarse que de lo que aplaudir. Quizás peque de ingenuo como peco de exagerado, pero sigo confiando en que este deporte es capaz de sobrevivir, no solo a la retirada de estos tres ciclistas, o a la desaparición de un equipo que hace más daño que el propio del cierre de una empresa, si no también a los errores y a los aciertos, más generales, sistémicos y sustanciales, que parecen tomar personas ajenas al tañido de las bielas.
El año que viene será raro, ya lo he dicho. Y si me permitís volver a exagerar, hasta un poco sombrío, como un día de tormenta en el que una nostalgia sin objeto se apodera de tu ánimo. Habrá momentos en los que miremos hacia atrás más que hacia delante, pero el ciclismo te obliga a hacerlo. Quiero decir, que siempre se corre hacia la meta, nunca hacia la salida, así que, pase lo que pase, echemos en falta a quien echemos, habrá que seguir mirando de frente, ¿no?
La foto, buscada, como siempre, en el google imágenes y propiedad de Fanelli's, se la dedico a Juan Antonio Flecha, al que no le he podido dar el titular porque ya lo hice antes, y quien lo que se merece es un monumento tan grande como cualquiera de las cinco carreras que precisamente se llevan este epíteto en este deporte y que Flecha quiso con tanto fervor que su ejemplo debería aprenderse al mismo tiempo al que se aprende a pedalear. Astarloza dijo que se marchaba orgulloso de su carrera, Casar que se sentía liberado al poder olvidarse del Adams y Flecha que siento un impulso irrefrenable de darle un giro a su vida. Pues, desde aquí, nos alegran su satisfacción, su alivio y su ilusión. Que a los tres les vaya tan bien sin calzas como les fue con ellas.
1 comentario:
Sin duda alguna 3 de los grandes dentro del pelotón. La imagen de Flecha dándole a Nibali su "último" relevo profesional, un amigo al que conoció en el Fassa Bortolo, a mi me huele a testigo. No con aires de clasicomano pero sin con aires de valentía y de ganador. Un saludo.
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