viernes, 6 de diciembre de 2013

Allan Simonsen





El otro día venía escuchando la radio, pero no sé muy bien qué programa era ni quién hablaba, lo que recuerdo era de qué hablaban. Ni eso tenía nada de original. Podría ser una adivinanza de lo más fácil: dos periodistas deportivos están discutiendo acaloradamente, ¿de qué discuten? Y, a día de hoy, con toda probabilidad, esos dos periodistas deportivos (cámbialo y pon escritor profesional en foros digitales de publicaciones deportivas, funcionaría igual) estarían discutiendo de quién se merece el balón de oro.
¡Un balón de oro!
¿Para qué quieres un balón de oro? ¿Te vas a poner a jugar con eso? Prefiero que me regalen un viejo Tango de México 86.
A lo que iba, venía escuchando la radio, y el contertulio que fuera explicó que hacía poco Arsene Wenger le había puesto un enfoque distinto al debate al explicar que a él le parecía ridículo que, en un deporte de equipo, un premio individual estuviera creando tanta repercusión. ¡Tate, Arsene, ahí le has dao! ¡Yo estoy con él por estar con alguien!
El Balón de Oro.
Suena a postre del chino.
¿Quién ganó el balón de oro en 1977?
Ni puta idea. Ni me interesa. Es que no me interesa el debate, ni ir en contra del debate, para qué te vas a posicionar en contra del debate, para qué, ¿para alimentarlo? ¿Vas a empezar a mentar la campaña propagandística de la prensa deportiva con cierto jugador? ¿Los titulares chabacanos y superficiales? ¿El enfoque interesado? ¿Los razonamientos pseudofilosóficos, con cierto aire puerilmente reivindicativo que ni que fuera esto el advenimiento de un nuevo orden social? Porque, lo de uno es parecido a lo del otro. Lo de todos me la refanfinfla. Si ahora es porque le estén dando tanto betún a las botas de uno que le van a brillar más que el pelo engominado, antes fue la píldora que tenía tan dorada el de las chaquetas floridas en las recogidas, o cualquier otro candidato que se afana en defender su meritaje. Yo estoy con el tío Arsene. No me van los mvps, ni los mbas, ni me iba MA Barracus, porque me iba más Murdock.
No lo pillo. Lo pillo, claro que lo pillo, pero no lo entiendo. Soy alérgico al culto a la individualidad. Y soy adicto a la paradoja: digo que no tiene sentido posicionarse contra el debate, y como que lo hago; digo que soy alérgico al individualismo, y me escribo yo solo un blog en el que me permito el sarcasmo más sentencioso.
¿Sí? Pues entonces yo también me propongo para el balón de oro. Que amplíen el plazo otros tres meses, que me voy a poner en forma y voy a comenzar a entrenar y cuando llegue el momento voy a ser tan guapo y tan bueno y tan galardonado que no va a haber debate alguno. Se me ocurre: los tres candidatos son casi como una película de Sergio Leone. “El bueno, el feo y el malo”, aunque también podríamos decir “El bueno, el feo y el guapo-rico-y-buen-jugador”. O “El guapo-rico-y-buen-jugador, el feo y el malo”. O, la última opción que queda que estoy cansado de escribir guiones. 
Esta vez, no vale aquello de que gane el mejor, si no que, mejor, decimos lo de que gane el que le de la gana. Me la hincha parda, que dice un amigo mío, y no significa nada. Allí ellos con sus caretas, sus porque yo lo valgo, sus empleados armados con arsenal dialéctico, los debates sesudos en la televisión, los titulares clarividentes, y todo lo demás, yo estoy con el tito arsenio. 
Por cierto, en 1977... ganó Allan Simonsen. Y por eso va ahí arriba, porque ayer tuve la primera cena de Navidad y su nombre salió a colación. No sé si lo sabréis, si no lo sabéis es porque no queréis, que yo ya lo he dicho varias veces, soy socio del Barakaldo CF, y, como bien decían hace poco en una curiosa página de facebook que repasa la historia del club, el Barakaldo, a día de hoy, permanece imbatido en el Nou Camp, donde, en una eliminatoria de Copa, el Barakaldo consiguió arrancar un empate muy meritorio en el templo blaugrana. El Barça jugaba con alguno de sus reservas, pero allí andaban el boquerón Esteban, que marcó el gol azulgrana, Alexanco, Quini o Carles Rexach quien, por cierto, salió en la segunda parte substituyendo a nuestro protagonista, Allan Simonsen. Eso sí, en Lasesarre, ya nos habían ganado 0-2, con goles de Quini, y otra vez el boquerón. Y eso que nosotros no éramos mancos, teníamos a Liceranzu, a Meléndez, a Dueñas, a Mayayo... Simonsen tuvo el grandísimo honor de pisar el césped del viejo Lasesarre, y eso, se merecía el reconocimiento de titular esta rocambolesca entrada. Me piro. 

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