lunes, 28 de abril de 2014

Iñaki Zurimendi



Vamos a ver. Igual voy y me meto en un berenjenal porque la actualidad siempre está sujeta a opinión, y la opinión es un derecho inviolable que, como todos los derechos inviolables, a menudo, es víctima de violaciones premeditadas.
Acabo de ver el vídeo de la rueda de prensa, he hecho un repaso de los comentarios que se han escrito en facebook y me he venido de cabeza al blog por una única razón: no tengo ganas de dormir y mañana madrugo, y mejor que comerme la cabeza y dar vueltas en la cama, escribo, aunque sea del anuncio de despedida de Iñaki Zurimendi como entrenador del Barakaldo Club de Fútbol.
Si hay gente que lea este blog desde sitios que quedan más allá del puente Rontegi, igual se quedan como estaban, porque supongo que la actualidad de un equipo de fútbol de segunda b con poco más de 2.000 socios le importa a, más o menos, esas dos mil personas, algún simpatizante más, un par de curiosos, y a gente como Maldini, el de la tele, que siguen hasta la segunda división de Rumanía. A los demás, que el presidente del club, Alberto Romero, haya comparecido en rueda de prensa hoy para anunciar que Iñaki Zurimendi no seguiría la próxima temporada en la dirección técnica del equipo os importará más bien poco. 
El fútbol es fútbol, que decía Vujadin Boskov, como no, y también es como la vida misma, que seguro que lo ha dicho antes alguien. Y, como en la vida, en el fútbol, la realidad se dibujan en círculos, algunos pequeños, donde nos atraparon a unos pocos, y estos están dentro de otros círculos más grandes que atrapan a más gente metida en otros círculos tan pequeños como el nuestro. Esta teoría, harto ridícula, se me acaba de ocurrir. Y no sirve de mucho, pero a lo bruto, creo que se entiende lo que quiero decir. 
No he dicho mucho. Y lo he dicho más o menos todo, porque la noticia es ésa: que Iñaki Zurimendi, tras tres temporadas consecutivas en el club, y no era su primera experiencia, dejará de ser el primer entrenador del equipo para bien, según explicaban los interesados, tanto del club como del entrenador. Han hablado de fin de un ciclo, de la oportunidad de abrir nuevas vías, y de todas esas cosas que, generalmente, se utilizan en estas situaciones cuando la decisión se toma por mutuo acuerdo. La diferencia es que, esta vez, parecía una opinión sentida y sincera. Ésta es solo la primera de mis opiniones subjetivas, y, probablemente, por qué no, equivocada. 
La segunda de mis opiniones subjetivas es que Iñaki Zurimendi ha sabido despedirse con una educación exquisita y con una dignidad humilde e íntegra. En su última oportunidad de reivindicar su trabajo y defender su figura, Iñaki Zurimendi, con su habitual gesto ausente y distraído, se ha limitado a agradecer la ayuda de todo el mundo, a repasar los mejores momentos, a rechazar la oportunidad de responder a las críticas o buscar justificaciones, y a limitarse a corresponder con gratitud la oportunidad que le dieron de dirigir a un club que, no me cabe la menor duda, siente con la misma pasión y afinidad que puedo tener yo, un socio más, que no conoce su número, y que, desde el principio, reconoce sus limitaciones a la hora de tener opiniones bien formadas y sólidas.
En mi opinión, también subjetiva, y por lo tanto, la tercera, es de justicia reconocer el mérito de un entrenador que, en tres años, ha conseguido ascender al club de categoría y mantenerlo cerca de la escala a la que nos tenían acostumbrados antes del trágico descenso de categoría y de las apreturas económicas que sufrió el club en los años anteriores a la llegada de Iñaki Zurimendi al banquillo y de Alberto Romero y su junta directiva a la oficina. 
En su primer año, consiguió, sin más dilación, el ansiado retorno a la categoría que, por historia, nos parece corresponder, aunque pretendamos aspirar a otra más alta. Dicen que tampoco es tanto mérito, que si lo consiguió a duras penas, que si se sufrió demasiado, que si a eso era lo mínimo que se le podía exigir. A mí, que no conozco el fútbol profesional, tampoco el semi profesional, y que no dejo de ser un aficionado de gustos caprichosos y poco criterio, esas afirmaciones me parecen gratuitas e improcedentes. Ni creo que el club tuviera aquel año una plantilla para exigirle un ascenso sin sufrimiento, ni creo que la tercera división sea una categoría en la que se pueda eludir el sacrificio por decreto presupuestario o por el pedigrí de la montura. 
Al año siguiente, el equipo se mantuvo siempre en las posiciones más altas y, al final, perdió en su duelo con el Lleida por la cuarta posición que daba acceso al play-off. Todo resumido, aunque sea solo simbólicamente, en aquel balón de Joseba Arriaga que se quedó a un centímetro de rebasar la línea de cal y en una tarde de domingo en Logroño que pasará a la modesta historia de este club por significar un momento en el que pareció rescatarse el vínculo sentimental entre la afición y el equipo. Ver la Calle Laurel teñida de gualdinegro es una imagen conmovedora aún, transcurrido el tiempo, para todos aquellos que estuvimos allí aquel día. Nuevamente, hay quien considera que el entrenador se equivocó de táctica, que no eligió a los jugadores oportunos... No sé si lo he dicho ya, si no lo digo ahora, yo no entiendo nada de fútbol, o lo poco que entiendo, no me sirve de mucho, pero creo que para llegar con oportunidades de colarte en la lucha por el ascenso, hay que jugar 37 partidos antes del último, y es imposible que cuando se hace algo mal sea por eso y solo por eso, y cuando se hace algo bien, siempre sea a pesar de. En mi opinión, de nuevo, la plantilla del club, sin querer faltarle a nadie al respeto, daba para exigir justo algo menos de lo que precisamente consiguieron. 
Sobre la temporada que aún no ha terminado, y que será la última de Iñaki Zurimendi en el Barakaldo Club de Fútbol, me parece inoportuno hacer un juicio de valor hasta que no se termine. Probablemente, tampoco sea yo la persona más adecuada para enjuiciar la labor de nadie. En cualquier caso, se comenzó con solidez y optimismo, en parte porque los delanteros parecían tocados por una varita mágica. Sin embargo, el equipo empezó a bajar en tono físico y en eficacia táctica y, poco a poco, se fue alejando de una lucha que, en esta temporada, ha sido despiada y frenética, y aún va a seguir siéndolo en las dos jornadas que faltan. Quizás, esas ilusiones creadas al inicio, sumadas al recuerdo de la temporada anterior, y a las ambiciosas pretensiones que suelen caracterizar al aficionado medio de este club, son las razones fundamentales por las que el optimismo se tornó en pesadumbre, después en impaciencia, y, al final, en exasperación. Por tercera vez consecutiva, y por repetirme no creo que convenza a nadie, en mi opinión, la plantilla del Barakaldo, diezmada, además, por lesiones y una baja a mitad de temporada más importante de lo que parece, podía aspirar a estar donde está, quizás, con algo más de suerte, podría haberlo hecho, tanto lo de aspirar como lo de estarlo, un poco más arriba, pero muy poco. 
He perdido ya la cuenta de las opiniones subjetivas que he escrito hoy, pero voy a añadir una más. Sin ánimo de parecer cansino, que probablemente no solo lo parezca si no que lo sea, repito que sé explicarte lo que es el fuera de juego, recuerdo las hazañas de Pablo Bengoechea en el Peñarol de finales de los noventa y crecí creyendo que Iñaki Moreno sería uno de los mejores jugadores que vería jamás sobre el césped, pero insisto en que no entiendo mucho de fútbol, y como no entiendo, lo digo con la boca pequeña: yo tampoco, como muchos otros socios, he coincidido con muchas de las decisiones que, a lo largo, sobre todo, de las dos temporadas en segunda b, ha tomado Iñaki Zurimendi en su labor de entrenador. Ni las comparto, ni algunas he llegado a conseguir entenderlas. Podría ennumerarlas, incluso con fechas, y estoy convencido de que él conseguiría rebatirme muchas de ellas, si no todas. Con otras, quizás, quién sabe, acabaría por admitir su error. O igual no, y porque yo no tenga razón. El caso es que, por mucho que yo discrepara de algunas de sus decisiones, los números y los hechos son evidentes, cuantificables e irrebatibles. Son interpretables, matizables y están sujetos a opinión, como todo en esta vida que es justo igual que el fútbol aunque sea fútbol de segunda b. 
Por eso, quería dar la mía, que es tan sospechosa y endeble como me he empeñado en repetir desde el principio. Agradecerle el compromiso, el trabajo y la dedicación, que eso no creo que lo dude nadie, yo no lo dudo, por lo menos, aunque hable por referencias y por vagas impresiones, y desearle lo mejor en su carrera. Vendrá otro, durará más o menos, recordaremos su nombre por un tiempo, y luego quizás lo olvidemos. 
Es lo que tienen los berenjenales, sobre todo cuando me meto en ellos, que no veo más que berenjenas y luego no sé cómo salir de ahí, de este diminuto círculo que, por muy pequeño que sea, para los pocos que nos atrapamos dentro, es más grande que Maracaná y más relevante que el Maracanazo.
 No suelo yo terminar con este tipo de tirabuzones, pero, por un día, no va a pasar nada: ¡Aupa Baraka!

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