miércoles, 1 de abril de 2015

Lalo García



Abrir el mes con estas noticias no es agradable. Me enteré ayer de la noticia y he desayunado esta mañana leyendo la prensa deportiva. Ayer ya escuché a Juan Antonio Corbalán en la televisión, y hoy he leído a Alfonso Reyes en el periódico. 
Lalo García traía recuerdos que a todos los de mi generación (aficionados al baloncesto) nos transportaban a tiempos más inocentes y apasionados. Aún recuerdo cosas como bajar en el verano a aquel pueblo de la meseta castellana y jugar al baloncesto en una cancha de hormigón que se asomaba al secarral, justo detrás de las piscinas municipales. Los niños de pueblo eran mucho más despiertos y taimados que yo. Sabían meter el cuerpo y olvidar que hacían pasos. Además, conocían las distancias y tenían hecho el brazo a una línea de tres que aumentaba los centímetros. Yo me limitaba a sudar. Y a escuchar como algunos que venían de la capital hablaban de su rutina y de cómo entrenaban en equipos de baloncesto de la ciudad. Había uno que llegó a defender a Perry Carter en un entrenamiento. Otro disputó un partidillo con el primer equipo del Fórum Filatélico y le robó un balón al propio Lalo García. 
Los años noventa. Nombres que tantas veces hemos usado para darle cuerpo a nuestra nostalgia: Raúl Pérez, Benito Doblado, Ricardo Aldrey, José Ángel Arcega, José Manuel Cabezudo... Son los primeros que me han venido a la cabeza. Nombres que escuchabas en la radio y leías en la Gigantes, que, a veces, incluso veías por la tele o te los encontrabas de viaje en La Casilla. Precisamente en La Casilla trabajaba un amigo en seguridad y, en uno de esos fines de semana de cervezas y recuerdos mezclados sin hielo, me dijo que el fin de semana anterior Lalo García había venido encorbatado con la expedición del CB Valladolid. Última vez que hablé de él hasta que, en televisión, anunciaron que salió de paseo en chándal y sin móvil ni cartera y no se supo nada más de él. 
Ayer lo encontraron en el río, a pocos metros del pabellón donde colgaron su camiseta. 
Toda una carrera baloncestística dedicada a un club. Detalles que convierten las estadísticas en meras abstracciones, porque lo que realmente permanece es esa sensación de haberse comprometido al cien por cien con una idea, con un proyecto, con un vínculo frágil y caprichoso. 
Leía esta mañana a Gustavo Aranzana, en parte, supongo, frustrado por la noticia, que el Valladolid es un equipo maldito, del que solo llegan malas noticias, siendo ésta la última. Una plaza que durante años fue sinónimo de baloncesto, y donde se acumularon tantos jugadores renombrados que nadie se fijaba en los números de sus camisetas. Lo oí ayer en la televisión: desde que Lalo García se retiró, el CB Valladolid no ha vuelto a jugar una ronda del play-off por el título. Y han pasado casi quince años. Este año disputan la LEB Oro y se encuentran en cuarta posición, con aspiraciones de ascender, entrenados por Porfirio Fisac y bien liderados por nacionales como Sergi Pino, Mikel Uriz, Román Montáñez o Sergio de la Fuente. Todos ellos escriben ahora un capítulo más de la historia de un club donde Lalo García encabezaría aquel que resumiera la época dorada del mismo. 
Su nombre, también, ha acabado o acabará unido a una reflexión que, en prensa, ya he visto en palabras de Pedro Fernández y del propio Alfonso Reyes. Hemos hablado en otras ocasiones de las dificultades personales que encuentran ciertos deportistas de élite para aclimatarse a la vida que les espera cuando se alejan de su ocupación principal. Lo hicimos cruzando el océano, lo que da una distancia que te permite salvar los aspectos más urgentes y dolorosos, pero el caso de Lalo García quizás deba invitar a que los que tienen capacidad de intervenir reflexionen sobre las circunstancias a las que se enfrentan los profesionales del deporte de élite. Los allegados y amigos conocerán mejor el caso de Lalo García, pero parece que el caso Fórum Filatélico afectó a su vida de una manera que le ha arrastrado a este trágico final. Yo no soy el más indicado para hablar de las circunstancias porque nunca he sido un deportista de élite, pero sí he sido un ciudadano al que le han soltado bofetadas inesperadas, como a cualquier otro de los anónimos peatones con los que me topo por la calle, y todos sabemos que, a veces, la vida nos coje por la espalda y hay que ser muy ducho para ganarle el duelo. 
Duelo es lo que hay en el baloncesto español y en la nostalgia de muchos de nosotros que crecimos en los años noventa admirando a jugadores que vestían J'Hayber y podían permanecer toda la vida jugando en el mismo equipo. 
Mucho ánimo a la familia, amigos, aficionados, allegados y a todos los que de lejos o de cerca pueden sentirse afectados o emocionados por la pérdida del número 5 del baloncesto en Valladolid. 

Posdata: la imagen la recogí de una búsqueda en google pero parece pertenecer al repositorio de imágines de la versión digital del diario Marca.

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