martes, 4 de febrero de 2020

Iñaki Sáez



Antes de disputarse la jornada 23, que está ahora mismo en plena disputa (de hecho, ya ha finalizado y no lo incorporo), se me ha ocurrido, al hilo de la anterior entrada, insistir con esto. Porque vuelvo a hablar de fútbol y de la segunda división B. En esta ocasión, de un tema que es habitual discusión entre los aficionados que se encuentran por estos niveles, que haberlos haylos, y muchos, y fieles. Me refiero a los filiales. Quién no ha oído, o incluso dicho, aquello de que los filiales deberían tener su propia liga, como en Inglaterra, o algo así. Los filiales compiten aquí con otros equipos de grandes capitales, pequeñas localidades, con más o menos aspiraciones, algunos históricos, proyectos nuevos, equipos tradicionales y otros menos, pero los filiales siempre han estado ahí, pululando por la categoría de bronce.

Ahora mismo, en la categoría de plata no hay ningún equipo filial. Y, no creo que haga falta decirlo, pero entendemos filial como un equipo que forma parte de la estructura de otro de nivel superior, con el que le atan las ligaduras suficientes para aprovechar jugadores que pueden moverse entre ambos. Algo así. El descenso del Barcelona B y el Sevilla Atlético en la temporada 2017-2018 marca la última con equipos filiales en la segunda división. El Real Madrid Castilla no juega en esta categoría desde la temporada 2013-2014, último año en el que destacó un filial, el del FC Barcelona, al acabar 3º con 66 puntos. Entrenado por Eusebio Sacristán, era el Barcelona B de los Denis Suárez, Sandro Ramírez, Adama Traoré, Javier Espinosa, Munir El Haddadi, Edu Bedia... El filial del Atlético de Madrid no juega en segunda desde la 1999-2000 y el del Athletic Club desde la 2015-2016. Villarreal B, Sevilla Atlético o Barcelona B, el que más y con más éxito, son algunos de los pocos clubes que han asomado a sus filiales por la segunda categoría del fútbol profesional en los años más recientes. Dicho esto, queda claro que el territorio habitual de estos filiales es alguno de los cuatro grupos que componen la categoría de bronce. 

Repito, hasta la jornada 23, que ya se disputó pero no incluyo aquí, la presencia de los filiales en la segunda B, en esta temporada de 2019-2020 es de un 25% del total de los equipos: hay 20 filiales entre los 80 equipos que disputan la competición repartidos en cuatro grupos. 

En el Grupo 1, el Atlético B es primero, empatado a 48 puntos con el Atlético Baleares. En el mismo grupo, el Sporting B es 8º a 4 puntos de play-off; 10º es el R.Madrid B con un punto menos. Las Palmas Atlético, 12º, tiene 28 puntos. Dos menos tiene el Oviedo B, 15º, solo 1 punto por encima del descenso, donde están Celta B y Getafe B. En el computo global, estos equipos ocupan el 35% de la representatividad del grupo.

En el Grupo 2, el Bilbao Athletic es 3º, el Valladolid B 4º, la R.Sociedad B 5º y el Osasuna B, 6º. El Alavés B no va tan bien y es 15º, a dos puntos del descenso. Al final, el 25% de los equipos de este grupo son filiales.

En el Grupo 3, tres filiales van bien en cabeza: Barça B, 3º, Espanyol B, 5º y Villarreal B, 7º, entre los tres, se manejan solo dos puntos de diferencia. El At. Levante es 12º a 7 puntos del Valencia B 16º en promoción de descenso. Nuevamente, 25% de filiales en este grupo.

Finalmente, el Grupo 4 cuenta con un Cádiz B que es 10º a 10 puntos del ascenso y del descenso. Por abajo, está el Sevilla Atlético, 13º, seis puntos por encima del descenso. El filial del Granada, el Recreativo Granada es último con 18 puntos. Estos tres equipos suponen un 15% del global de los equipos de este grupo. 

El éxito de los equipos, cuando acabamos de empezar, como quien dice la segunda vuelta, está repartido. Por encima del 10º puesto se encuentran 11 de los 20, es decir, el 55% de los filiales. Cuatro de ellos estaban en puestos de play-off y solo uno encabezaba la tabla. Hay un lugar común en estas opiniones encontradas sobre la participación de los filiales en la segunda B: siempre se ha dicho, al menos yo lo he oído varias veces, que los filiales son impredecibles. Lo mismo se presentan y se ausentan, lo mismo se inspiran inesperadamente y parecen la Brasil de Sócrates y Zico. Ha habido, en épocas recientes, filiales relucientes, que mostraban una solidez pareja a la de otros equipos que no pecan por bisoños, como aquel Bilbao Athletic de José Ángel Ziganda que ascendió, el Real Madrid B de Juan Ramón López Caro o el Villarreal B de Miguel Álvarez, solo por mencionar tres. 

Esta bastante claro que alguno de ellos están apostando por el ascenso. La probabilidad de que el rendimiento y la efectividad de la formación en una categoría superior mejore no está probada pero todo indica que es bueno para estas estructuras que el filial tenga la oportunidad de mostrarse cuanto más arriba, mejor. Y el mercado de invierno ha dejado claro que algunos equipos apuestan por que sus equipos disputen esa posibilidad. El Atlético de Madrid, por ejemplo, ha incorporado a Josep Calavera desde el FC Barcelona, al que algunos llaman el nuevo Sergio Busquets, a Joan Rojas del Calahorra o a Abdelilah Damar, jugador marroquí del Cornellá. El Villarreal B se ha hecho con Rafa Mújica, delantero canario que llega del Extremadura de la Segunda división. El Sevilla B se hizo con Ryan Johansson del Bayern Munich. El FC Barcelona B se llevó a Rey Manaj desde el Albacete o a al brasileño Matheus Pereira. El Real Madrid Castilla de Raúl González ha estado en el foco de la prensa al hacerse con los fichajes del jugador del Girona Marc Gual, de Hugo Vallejo o del mediático brasileño Reinier Jesús. Con todas estas incorporaciones, se puede esperar que estos equipos mejoren su rendimiento en la rampa final del calendario. En el lado opuesto estarían filiales como los del Bilbao Athletic o la Real Sociedad B que, a pesar de incorporar jugadores al primer equipo, no han pensado en incluir nuevos en sus filiales y mantienen la confianza en lo que encontrarán en Lezama y Zubieta. 

Otro dato interesante, para calcular la fiabilidad y rentabilidad de estas estructuras de formación, sería ver cuántos jugadores de estos equipos han tenido ya presencia en la dinámica del primer equipo, ya que ese salto, se dé desde la segunda B o desde la segunda, siempre es duro. El Atlético de Madrid B, el mejor filial esta temporada, ya ha contado con varios jugadores en esta misma temporada. Óscar Clemente, Darío Poveda, Sergio Camello, Rodrigo Riquelme, Manuel Sánchez y Germán Valera. Más o menos, pero todos han estado y han debutado con el primer equipo. En el FC Barcelona, jugadores como Riqui Puig, Ronald Araujo, Álex Collado o Daniel Morer también se han asomado, con más o menos presencia, por el primer equipo. En el Real Madrid B, la cosa está más cara. De los jugadores que han entrenado con Raúl González, solo Diego Altube ha ido convocado con el primer equipo y, por supuesto, Rodrygo Silva de Goes, quien jugó un par de partidos en el filial, forma ahora parte del primer equipo. En el Athletic Club de Bilbao, Oihan Sancet ha jugado ya varios partidos en primera, Jokin Ezkieta debutó y destacó en una tanda de penaltis en la Copa, Gorka Guruzeta regresó al filial después de una larga lesión y se mantiene a caballo entre los dos equipos, y Daniel Vivian, en una temporada con muchos problemas físicos, se mantiene en los entrenamientos del primer equipo y jugando poco con el filial. En el Villarreal B, jugadores como Iván Martín, Andrei Ratiu o Miguel Ángel Leal, por mencionar algunos, han ido acercándose al primer equipo. Un último ejemplo, la Real Sociedad, jugadores como Julen Lobete o Aritz Arambarri aún no lo han conseguido pero aspiran a crecer en el primer equipo como lo han hecho, recientemente, sus compañeros Ander Guevara o Andoni Gorosabel. 

Veremos si, al final de la temporada, alguno de estos equipos consigue el ascenso, cuántos jugadores acceden a los primeros equipos o si, algún día, alguien se replantea la situación de los filiales en las competiciones profesionales y semiprofesionales. Por ahora, su presencia sigue dando picante y mordiente a la categoría de bronce y, en un fútbol cada vez más globalizado y exigente, el trabajo de formación, para muchos, sigue siendo una asignatura pendiente y, para otros, una forma de supervivencia. 

Es difícil elegir un nombre aquí, para encabezar, pero se lo vamos a dar a Iñaki Sáez, que se me acaba de ocurrir. No va, en realidad, mucho con la actualidad de la entrada, pero algo de relación sí guarda. El que llegara a ser seleccionador nacional absoluto, se distinguió, durante mucho tiempo, por dedicar su carrera profesional como entrenador al fútbol, principalmente como seleccionador nacional sub-21, pero también como entrenador del Bilbao Athletic en tres épocas diferentes, y en muchos años de esos disputando la segunda división. Por sus manos, en aquellos años en el filial bilbaíno, pasaron jugadores que hoy son (o han sido) entrenadores como Patxi Salinas, Jon Aspiazu, Edorta Murua, Javier González Etxebarria, Félix Sarriugarte, Borja Agirretxu, Ander Garitano, Iñigo Lizarralde, Aitor Larrazabal, Xabi Gracia, Joseba Agirre, Asier Garitano, Óscar Tabuenka...

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