Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
viernes, 30 de julio de 2010
Diego Castro
Mi primer, y probablemente único, partido del verano. El miércoles nos acercamos a Lasesarre para ver en directo la disputa entre el Barakaldo, club de mi ciudad y de la Segunda División B estatal y el Spórting de Gijón de Manolo Preciado, en chandal, y Quini, en vaqueros y camisa. Fue un día festivo en el que me senté lejos de mi zona de socio, acompañado por algún inesperado visitante y socios habituales con los que normalmente no comparto los partidos de Liga. Mucha gente del Spórting, la verdad. Y la televisión del Principado con un despliegue de medios poco habitual en nuestro campo.
El partido fue a tirones. Pocas veces ameno, muchas aburrido, pero interesante al final, con el irreal empate que llevó a una tanda de penalties donde se tiraron más de veinte para dilucidar el vencedor final del torneo veraniego. Entre risas festejosas e irónicas, celebramos ver a nuestro capitán, Koldo Garcés, subiendo al palco a recoger la Copa. Gestos que alumbran una imaginación que por fantasiosa resulta de lo más divertida.
La verdad es que el mejor momento fue el descanso, porque los bocatas que preparó I merecieron la pena. El resto del partido lo ocupamos en descubrir jugadores. Aún no hemos aprendido a distinguir los de la temporada pasada, cuando nos cambiaron la plantilla por completo, y ya tenemos que aprender alguno nuevo que no habíamos visto nunca.
El caso es que el Spórting se adelantó pronto gracias a un Diego Castro que parecía parsimonioso y más capaz que el resto. Por el Spórting, poco más, aunque manejaron el partido fácil y sin ambición. Bilic corría por aburrimiento, Gregory demostraba que es capaz de despejar más de cincuenta balones por partido y Juan Pablo se resignaba a aguantar al único espectador que no estaba de vacaciones. En la segunda parte, Lola Smiljanic, que creo que fue el que falló el último penalty, se movía como si estuviera jugando al minigolf, y Lora y Rivera parecían hermanos gemelos. El último demostró porque en su día fue un proyecto de jugador desequilibrante. Cuéllar, por último, no quería tirar el penalty, pero cuando al final lo hizo, lo marcó con una clase que asusta.
Por el Barakaldo, lo dicho, que apenas conocíamos a los jugadores. Por lo vistoso de su cabellera, destacó un meritorio, Urdangarín, que a unos les recordaba a Puyol y a otros a Coloccini. El francés Nakache, o como se escriba, dio buenas sensaciones. Julen Goñi lo intentó en vano. Sergio Martín dio la sensación de potencia pero no solo en la punta, como jugó. El rápido volante al que no reconocíamos y que tuvo una buena oportunidad de gol gracias a su velocidad debía ser Aimar Gulín, del que se espera mucho. Uranga volvió al lateral y fue resolutivo. Metola estuvo un poco torpe, pero es alto de narices. Negredo se apuntó tres penalties, lo que iguala casi su registro goleador de la temporada pasada e invita a tener aún un poco de esperanza en su rendimiento. Si Eriz Moncayo era el lateral pequeñito y delgado que se fajó como un soldado en primera línea, bien, si no, otro que no sé como se llama. Jon Ander se tragó una, pero demostró su carácter y su salto felino y solo cabría destacar que se acabó jugando con tres juveniles, Urko, Andoni y Sergio Castillo, si entendí bien sus nombres.
Punto. Cometarios jocosos, halagos al bocata de lomo con pimientos y 40 euros que aportamos a la taquilla y que espero que sirvan a la economía del club. Poco más que decir. Ah, sí, qué emoción al ver a los veteranos aficionados buscar con nerviosísmo a Enrique Castro "Quini" en el banquillo.
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