domingo, 29 de agosto de 2010

Mikhail Torrance


No se puede tener un corazón grande en el baloncesto. Hace ya cinco años, con 28 años, Jason Collier falleció por problemas coronarios. Era el segundo jugador en activo en la NBA que fallecía en el siglo XXI después de la muerte en accidente de tráfico de Malik Sealy, cinco años antes también. Según dijeron los médicos, Collier tenía el corazón anormalmente agrandado. Hace un año, el base y estrella de la marea púrpura de la Universidad de Alabama, anunció que tenía problemas cardíacos. También su corazón era demasiado grande. Torrance tomaba el relevo a otro buen puñado de jugadores que habían crecido en Alabama para triunfar en la NBA: Robert Horry, Antonio McDyess, Latrell Sprewell, Gerald Wallace y Maurice Williams. También Richard Hendrix salió de allí. Y Mikhail Torrance aspiraba a jugar el campeonato norteamericano, pero ni tan siquiera le aceptaron los Miami Heat para la Summer League. Su corazón era muy grande, demasiado grande. Aún así, Torrance siguió luchando con los médicos y anunció que tenía su consentimiento para seguir jugando al baloncesto. Sin suerte en su continente, cruzó el charco a Europa, y no a cualquier equipo, al Maccabi de Tel Aviv de David Blatt donde volvía a encontrarse con Richard Hendrix. Sin embargo, la semana pasada, Torrance se desplomó durante un entrenamiento. Sufrió un ataque al corazón. Su evolución es lenta y difícil. Pero ha tenido más suerte que Jason Collier, quizás su corazón era un poquito más pequeño. Puede que, cuando se recupere, aún le quede algo más difícil que conseguir: descubrir qué puede o quiere ser si su corazón no le deja ser jugador de baloncesto.

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