Veinte años atrás, como pasa el tiempo, Jesús Gil consiguió el capricho que había perseguido con ahínco desde que llegó a la presidencia del Atlético de Madrid: abrir una sección de baloncesto que repitiera los éxitos de la de fútbol.
Fusionándose con un equipo de la tabla media de la ACB, el Collado Villalba, por donde habían pasado, entre otros, Lance Berwald o Mike Schlegel (quien falleció, por cierto, hace no mucho, a los 46 años), el Atlético de Madrid-Villalba entró en la ACB con ínfulas de campeón. Se completó una amplia plantilla con nacionales de nivel de aquella época, los bases Quique Ruiz Paz y Carlos Gil, Valdivieso, García Coll, Antón Soler o Luis Barroso, además de dos jugadores vascos, el alero bilbaíno Javier Gorroño y el pivot Ion Imanol Rementería. Para ponerle la guinda, Jesús Gil le regaló a su entrenador, Clifford Luyck, dos extranjeros de relumbrón que llegaron con dos contratos astronómicos para la época, Shelton Jones y Walter Berry.
Ambos habían sido estrellas en la NCAA de la mano de Lou Carneseca en Saint John's. Dicen los que saben que Walter Berry siempre fue la verdadera estrella y Shelton Jones le tenía envidia. Este último no triunfó en la NBA, y Berry, aunque tuvo dos temporadas excelentes, con más de 15 puntos por partido, en los Spurs, tampoco encontró su sitio en la NBA. Así que ambos se vinieron a Europa.
Shelton Jones empezó por todo lo alto y se marchó antes de que empezara la temporada, cuando el Atlético de Madrid ya había cambiado de entrenador, y Tim Shea, que venía de ganar dos ligas de Portugal con el Benfica, ocupaba el lugar de Luyck, que había dejado al equipo en muy mala posición. Al parecer, problemas extra deportivos acabaron con una discusión muy tensa con Jesús Gil y Shelton Jones fue substitutido por Howard Wright, un jugador completamente distinto.
La temporada, ya con Shea en el banquillo, dio un enorme vuelco y Walter Berry comenzó a deslumbrar desde su primer partido, histórico: 52 puntos y 15 rebotes contra el Real Madrid. Perdieron pero acabaron la temporada en séptima posición, siendo eliminados en ls cuartos de final del play off por el que acabaría siendo campeón, el Joventut.
Sin embargo, la temporada de Walter Berry pasaría a la historia, con sus más de 33 puntos y 11 rebotes por partido. Tim Shea habla de él con nostalgia y comprensión, le recuerda como un jugador de enorme talento, imparable (igual que lo evoca su antiguo compañero Quique Ruiz Paz), algo inestable e infantil fuera de la cancha. Dicen que pulió su uno contra uno en las canchas de su barrio y consiguió tener un dribling y una concepción de los espacios difícil de parar. Los números lo avalan. El que fuera número 14 del draft más fatídico de la NBA, aquel en el que Len Bias acabó segundo pero no debutó al morir de sobredosis, y en el que estaban otros jugadores con problemas de drogas como Chris Washburn, William Bedford o Roy Tarpley, no volvió a jugar en la ACB. El proyecto de Jesús Gil murió aquel verano tras desavenencias con el alcalde de Villalba y la Comunidad de Madrid, y Walter Berry se marchó para triunfar a Grecia. Según contaba Javier Ortiz en la página de la ACB, ahora vive en un elegante barrio de New Jersey donde también vive Danny Aiello.
Para los que en los 90 éramos adolescentes aficionados al baloncesto, el Atlético de Madrid-Villalba quedó en la memoria como un equipo de dos jugadores excepcionales y como el epítome de las excentricidades de Jesús Gil, aunque probablemente nos equivoquemos. La memoria es lo que tiene, que es caprichosa. Sin embargo, Walter Berry, como el propio Mike Schlegel, o Audie Norris, Mark Davis, Rickie Winslow o Harold Pressley, o Henry Turner, o Andre Turner, y muchos otros, pasará a la historia como aquella época en la que los dos jugadores extranjeros marcaban el límite entre los equipos vencedores y los que no lo eran. Ahora hay muy pocos jugadores norteamericanos que tengan el peso que tenían aquellos jugadores en sus equipos. Apenas tenemos pivots norteamericanos de la influencia en el juego y los marcadores de un Audie Norris que ocupaba todas las portadas, ni jugadores que ganen partidos solos, como Joe Arlauckas, ni bases que pudieran decidir un partido durante todo el minutaje como Adre Turner o Elmer Bennett. Si es mejor o peor queda para que pasemos un buen rato discutiendo y rememorando, pero, lo que queda claro, es que el talento no sobra, y jugadores como Walter Berry no ha habido tantos ni los habrá.
El vídeo, de cuando jugaba en el Napoli, antes de venir a Madrid, teniendo de compañero, ahí es nada, a Alex English.
Holden, quiero una entrada sobre Blake Griffin, la sensación actual del baloncesto. Descúbrelo.
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