lunes, 4 de junio de 2012

Mario Bermejo


Digamos que, por cuestiones matemáticas, el suyo era el nombre más adecuado. Vayamos al grano diciendo que el rollo de esta entrada era hablar de los trascendentales pero últimos coletazos del fútbol profesional y semiprofesional.
Ahora que Mourinho descansa, el Real Madrid celebra, Guardiola pasea de vacaciones, Bielsa toma notas en el hotel, Falcao se pasea por su patria, la alcaldesa de Houston recibe al Valencia y los periódicos se inventan rumores y se afanan por buscar noticias que no existen en las aburridas concentraciones de las selecciones nacionales, parece que todo ha llegado a su fin, pero queda lo mejor. La parte del fútbol profesional más genuina y dramática: los ascensos. Porque los descensos ya se dieron, ahora toca el otro drama. Primero, se huye de la tristeza, ahora se persigue el drama. Todo esto es opinión personal, por cierto.
Desde Lloseta hasta Tenerife, desde Ourense hasta Ávila, desde Miranda de Ebro hasta Villarrobledo o de Ponferrada a Yecla, pueblos, ciudades y hasta capitales de provincia sueñan con tener un verano feliz en equipos por definición modestos y generalmente ajenos a los focos y las portadas de los periódicos. Equipos que, a menudo, disfrutan de una reducida pero fiel afición. Vecinos y conocidos, residentes en el pueblo, que viven el fútbol con la emoción con la que se elegía la caja final en el Un, Dos, Tres.
En lo más alto de este sufrimiento particular, ya disfrutaron de la gloria en Galicia gracias al Deportivo, y ahora lo hacen por el Celta. Alegría por partida doble en la tierra prometida que ya había sufrido suficientes desgracias. A la espera, quedarán el Hércules de Urko Vera, el sorprendente Alcorcón, el renacido Córdoba y un Valladolid que ha hecho una gran temporada y se ha quedado muy cerca de meta. De entre todos los nombres que podría haber utilizado, he ido a por el de Mario Bermejo porque las estadísticas lo indican: a sus 33 años, el santanderino ya va por el tercer ascenso. Ya lo hizo con Xerez y Almería, y ahora lo ha logrado con el Celta de Vigo.
Pero aquí no acaba todo. Por debajo, andan otros locos por llegar donde Celta y Depor ya no estarán. Ya lo han conseguido el filial del Real Madrid y el histórico Mirandés de Carlos Pouso. Los primeros han puesto de moda una cantera que nunca ha dejado de estarlo. Los Jesé, Morata, Joselu, Carvajal y compañía quizás no alcancen a ser pavones pero probablemente harán carrera profesional y con éxito. Los segundos no solo le han puesto la guinda al pastel, si no que han soplado las velas y se les ha cumplido el deseo. A su magnífica temporada en la Copa, le han añadido el logro de conseguir su ansiado objetivo. En un equipo plagado de veteranos curtidos en los campos más humildes del fútbol, Pouso ha sabido ponerle orden y cordura a un ambicioso proyecto que cuenta con el apoyo de toda una ciudad. Quedan otras dos plazas. Lucena, Ponferradina, Albacete, Cádiz, Tenerife, Lugo, Atlético Baleares y Linense se pelearan por ellas: norte, sur, islas a doquier... Un poco de todo y pasión en las gradas. Yo, lo añoro.
Y lo añoro porque este año a mí y a los que comparten conmigo el carné de socio del club del pueblo nos toca vivir la misma emoción pero un peldaño más abajo. Queda ese otro ascenso, el de tercera a segunda b, plagada de ciudades, barrios, pueblos y anteiglesias que buscan recuperar su espacio o conseguirlo por primera vez. Varios filiales, equipos históricos venidos a meno y ciudades de cierta importancia como Ávila, que es, precisamente, el rival que le ha tocado al Barakaldo en esta segunda ronda. En el partido de ida, ambos equipos han empatado a cero. La vuelta, el próximo fin de semana en Lasesarre, promete grandes emociones. La anterior ronda ya lo fue. Un Parla que se vio superado por los gualdinegros en su estadio, no cedió en el empeño en Lasesarre, pero el empeño de la afición y un equipo bastante sólido, no dieron pie a la sorpresa. Eso sí, el hermanamiento entre aficiones dio razones para no dejar que el cinismo acabe con nuestra afición por el fútbol. Buen rollo entre ambas y un equipo visitante que repitió por dos veces saludo desde el medio campo a base de aplaudir a todo un estadio que, en principio, les deseaba la derrota. Son los pequeños gestos que a veces se olvidan o se ensombrecen ante otros que no convendría repetir.
Lo dicho, queda por vivir, por sufrir, y por soñar. A todas las aficiones inmersas en este empeño pasional, buena suerte. Y, eso sí, habrá que intentar fichar a Mario Bermejo para el año que viene.

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