La primera entrada del año, aunque llegue tarde, no podía tener otro protagonista que no fuera uno de tantos corredores populares que despidió el año con las zapatillas puestas. Igual que lo hizo un servidor y muchos de los seguidores de este blog.
Podía haber elegido entre muchos, porque, si en Euskadi llegué a leer que el día 31 de Diciembre se organizan más de cincuenta carreras (solo dieciséis en Bizkaia), multiplica esos números por el potencial que añaden las restantes provincias y comunidades autónomas que forman el colorido mapa de la península ibérica. Vamos, que, hasta ahora, teníamos claro que, el último día del año, lo que hay que hacer es comer y beber, y, si te puede la calentura, bailar, pero, desde hace unos años, se ve que, además de comer, beber y bailar, también se puede correr el último día del año en curso. Que no solo de Vallecas vive el hombre, aunque en Vallecas vivan buenos hombres y mujeres.
Allí, precisamente, se disputa la San Silvestre por antonomasia. Este año ganó el keniata Leonard Komon, quien arrasó, y llegó por delante de todos los españoles, Ayad Lamdassem, Roberto Alaiz, Javier Guerra o Arturo Casado. Casi nada el elenco. Chema Martínez fue décimo. La primera atleta fue Linet Masai, también de Kenia, por delante de la marroquí Malika Asahssah y de su compatriota Rita Jeptoo. Cualquiera de ellos podría haber encabezado esta entrada, pero, por sorteo, se la llevó Salah Amaidan.
Amaidan ganó en la San Silvestre de carácter benéfico que organizan en Hernani. El dinero recaudado se destinaba a proyectos solidarios en la ciudad etíope de Wukro y la carrera, por lo que he podido leer, fue todo un éxito. El saharaui Salah Amaidan se llevó el trofeo masculino, mientras que el femenino fue para Karen Ortíz de Guinea. Amaidan no es un cualquiera. Es un reputado atleta norteafricano con una larga carrera y con un sueño olímpico que empezó a truncarse cuando, en 2003, en una prueba en Agde (Francia), a doscientos metros y con la victoria segura, sacó la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática. Desde entonces, vive refugiado en Francia y comparte su carrera deportiva con su activismo en denuncia de la situación política en el Sáhara Occidental. De hecho, el año ya pasado protagonizó una campaña reivindicativa en busca del favor político para permitirle volver al Sáhara a visitar a su padre enfermo. Como decíamos, en nochevieja estuvo por Hernani, y Amaidan no solo puso el nombre. También el esfuerzo y los brazos en alto en la línea de meta.
Hubo muchos más, por supuesto. Ganadores, digo: Rubén Lanz en Zegama; Chakib Lachgar en Rentería; Yeray Varela en Azpeitía; José Antonio Blanco y Maider Gaztañaga, ambos del pueblo, en Ordizia (donde, por cierto, en el segundo puesto entró Ángel Vázquez Iglesias, antiguo ciclista profesional en Portugal y el Atom y ganador de la Quebrantahuesos); Ion Garraus (antiguo ciclista amateur en el Iberdrola) y Claudia Behobide (flamante ganadora de la última Behobia) en el Sport Mundi de Hondarribia; Eneko Agirrezabal y la triatleta olímpica Ainhoa Murua en Donostia; Abdelhadi El Mouaziz y Saida El Mehdi en el cross de Beasain; Hassan Ahouchar y, de nuevo, Saida El Mehdi, doblete matinal y vespertino, en Galdakao; Unai Uriarte y Majida Maayouf en una San Silvestre de Rekalde que batió récords de participación y contó, entre otros, con algunos famosos como Igor Antón, Kepa Junkera, Koikili Lertxundi o Ander Herrera... Así, hasta el infinito. Y, por supuesto, que lo he dejado para el final, también hubo ganadores en la primera edición de la San Silvestre que se disputó en Barakaldo, Bizkaia.
Ambos fueron fabriles, porque, tanto Sergio Serna en la categoría masculina, como Eguskiñe Azpiazu en la femenina, son del pueblo y disfrutaron, por ello, si cabe, más aún de la victoria. Otros disfrutamos igual, aunque no entráramos los primeros. Y es que, tras años de presentarnos en Rekalde para correr el último día del año, esta vez, decidimos quedarnos en el pueblo.
En líneas generales, la experiencia fue positiva. Nos reunimos tantos pormaratonianos que aquello parecía una edición adelantada. Las fotos de grupo quedarán en la memoria, igual que los minutos que pasamos juntos de cháchara y en ropa deportiva mientras esperábamos a que dieran la salida. Y es que la mayoría nos reunimos con antelación para apoyar a nuestro pormaratoniano más joven, Martín, quien participó en la carrera de los txikis y asegura la perpetuación de esta rara especie de atletas populares.
Hubo de todo: alguno de nosotros rozó los puestos de gloria, otros anduvieron con mucho mérito por el pelotón más avanzado, otros batieron o cumplieron sus expecativas, y hubo quienes nos conformamos con terminar y competir hasta el final.
La carrera se anunciaba en torno a los 5'8 km (aunque tenía unos cuantos metros menos) y dibujaba un circuito demasiado urbano que atravesaba las arterias principales de acceso y salida al pueblo. Había miedo por el viento, que a la mañana revolvía todas las permanentes y que auguraba sopapos en la Avenida de San Bartolomé, pero no fue así. Los tiempos indican que la gente fue rápida; incluso el tiempo que hicimos nosotros fue mucho mejor de lo esperado. No hay clasificaciones finales, no hubo chips ni voluntarios picando dorsales con un rotulador, así que deberemos conformarnos con la memoria y la superación personal, que, a menudo, es lo único que vale.
Por la parte que me corresponde, acabé muy orgulloso de mi compañera de carrera. Se superó a sí misma con creces, supo aceptar los consejos y tener paciencia, confiar en sus piernas y esperar al momento oportuno. Gracias a su convicción y esfuerzo, empezamos el primer kilómetro teniendo a la ambulancia al rebufo, pero, pronto, sin acelerar el ritmo, comenzamos a verle el beneficio al sosiego y la mesura, acabando la carrera con la ambulancia lejos, esprintando y un tiempo en el reloj mucho mejor de lo que esperábamos. Isa, un diez, igual que Leti, Vero, su hermana y todos aquellos pormaratonianos de nuevo cuño que compitieron tanto que se merecieron doble ración de postre en la última cena del año. Si no lo tomaron, fue porque no quisieron.
Cosas que mejorar hubo, más aún en una primera edición a la que, sin embargo, no se le puede poner tacha porque es la primera y bastante han tenido con atreverse a hacerla. Mucho voluntario, poco público, afanados participantes, y la ilusión por bandera para una San Silvestre que se une a la colección que convierten al último día del año en uno de los más deportivos. Esperemos que se repita. Esperemos que nuestra comunidad pormaratoniana siga creciendo. Y esperemos corriendo, mejor que sentados.
Y, si me dejáis, termino esta primera entrada del 2014, recordando que también, unos días antes, hubo presencia pormaratoniana en una de las carreras más ancianas del calendario nacional, la que lleva desde Las Arenas hasta Bilbao. Fuimos cuatro, y, por supuesto, el que suele firmar estas entradas fue el último de ellos. Aún así, acabé tan contento como los que acabaron por delante de mí. Apretando fuerte al final, después de llegar sobrado por retener fuerzas durante toda la línea recta que remonta la ría. Quería descubrir esta carrera que siempre me llamó la atención pero nunca había podido correr. Y diré que no me veo repitiendo. El recorrido es agradable y la participación amplia, pero la organización no acompaña y esto parece ser una opinión generalizada aunque, por supuesto, habrá, digo yo, quien no esté de acuerdo.
La primera entrada del año la termino a las 0:35 del sábado 11 de Enero de 2014. Ya es hora de irse a la cama que mañana hay que seguir corriendo. Ya que nos hemos puesto atléticos en este comienzo de año, mañana tiraremos para el monte, como las cabras, pero con mallas.
Posdata: la foto, la encontré en una búsqueda de google y aparentemente proviene de www.racocatala.cat
Se me había saltado esta entrada! Muy buen repaso y felicidades por esas dos últimas carreras de 2013.
ResponderEliminarHan salido todas de golpe. Zas... a lo burro. Así que por eso se te pasó. Mila esker...
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