No es muy habitual que fallezca un periodista y te enteres porque algunos amigos te mandan mensajes. Supongo que eso da muestras del cariño o la notoriedad del periodista en cuestión. Para aquellos que somos seguidos del Athletic Club, y que, además, lo somos ya un poco talluditos, el fallecimiento de Jose Iragorri es, además de real, que es lo que duele y apena, también simbólico o poético. Con él parece que también desaparece una forma de retrasmitir los partidos y, en especial, de cantar los goles del Athletic Club de Bilbao.
Los que no hayáis podido disfrutar de él, o los que no tuviérais conocimiento porque lo vuestro son otros colores, otros deportes u otras pasiones, podéis descubrirle en la página web imanolco.athletictv.es. Pinchad en alguno de los partidos más memorables de la época de Bielsa, el de Manchester o alguno así, y recordad cómo describía los goles, lo cuenta, lo narra, lo describe, Jose Iragorri.
No he querido leer mucho más allá de los titulares: José Iragorri fallece, 55 años, cáncer de páncreas. No he querido leer más panegíricos, noticias luctuosas, primeros homenajes, nada. Está uno muy a flor de piel últimamente como para recordar al hombre cuya voz enlatada supuso tantas emociones, que parecían efímeras, pero no lo fueron, para los que empezábamos a descubrir y a advinar el veneno del fútbol, ya fuese en directo, radiado o en diferido.
Tengo una imagen en la cabeza, que me viene de manera recurrente y no sé por qué. Es una tarde de domingo soleado como cualquier otra. La luz entra por la ventana del balcón y parece que electrifica el polvo. Estoy solo en casa, la alfombra raída es más mullida que nunca. Estoy solo en casa y tengo un buen montón de papeles tirados por el suelo. Estoy solo en casa y la cadena está encendida, retrasmiten un partido y yo lo escucho de pie. Tengo los puños prietos, las piernas flexionadas y estoy mirando a la cadena como si allí pudiera ver el mismísimo estadio colorido. Se grita gol, no bacalao. Y yo me pongo a darle ostias con los puños a la pared de la sala. Hasta que me doy cuenta de que me siento gilipollas y que no me puedo llevar tal berrinche por un gol de José Luis Zalazar del Albacete contra el Athletic Club de Bilbao.
Quizás fue como una apoteosis temprana. Aquel día me di cuenta de que hasta las pasiones más venéreas y fogosas necesitaban algo de templanza.
Por supuesto, la voz en la radio era la de Jose Iragorri.
Igual que era la suya en aquella cinta de cassette que guardé con celo durante mucho tiempo y tuve a bien rular entre amigos dispares y repentinos hasta que un día desapareció. Era la cinta del gol de Joseba Etxeberria al Zaragoza que suponía el subcampeonato de Liga y la clasificación del Athletic Club para la Champions. Por supuesto, que mientras escuchaba el partido en directo, no tuve tiempo de grabarlo, pero sí al día siguiente, cuando escuchaba la radio por casualidad y algún compañero de Iragorri en Radio Popular tuvo a bien pasar otra vez el corte. La cinta de TDK se convirtió en un bien preciado, y, como decía, pasó de mano en mano hasta que una de ellas se la quedó y no volví a saber más. O quizás si regresó y acabó hundida en el fondo de algún cajón sin que yo volviera a prestarla atención. Pero, en mi cabeza, aún existe. Es lo que ha sucedido con el cromo, ya no sirve, pero sobrevive, aunque sea en nuestra más pura nostalgia.
En esta época de partidos televisados, horarios estrambóticos, radios digitales, marcadores instantáneos en el móvil, repositorios en internet, servicios de alojamiento de vídeos... en esta época, parece que los tiempos en los que no teníamos otra fe que la de ver a través de la voz de Jose Iragorri suenan a nodo, a blanco y negro, a cuéntame, a grises y coderas, pero fue mucho después, fue hace poco, y fue un ejercicio vital de creatividad, imaginación, conexión y comunicación tan ceremonioso y trascendente que creo que Iragorri tiene mucha parte de culpa de que yo creciera con este bicho dentro y que ya no creo que consiga quitarme nunca por muchas apoteosis tempranas o tardías que tenga. Aunque él se haya ido, donde quiera que se fuera.
Tengo otros recuerdos de Iragorri, casi todos unidos a las señales de audio, pero también a otro tipo de ondas, las musicales. El día en que yo conocí a Willy Vlautin, él también estaba en el concierto de Richmond Fontaine. Tan alto como un pinsapo, con una sonrisa estudiada y su cámara de fotos, en más de una ocasión se nos puso delante para detener en el tiempo a Vlautin y los suyos tocando sobre el escenario.
Mi más sentido pésame para todos aquellos que le echen en falta más allá de su trabajo, pero también para todos aquellos aficionados que han perdido una voz. Los goles ya no serán iguales. Y como estoy seguro de que habrá homenajes suficientes por distintas fuentes y se recordará su manera de cantar los goles y de conseguir que estos hicieran aún más felices a la gente, yo voy a cerrar ofreciéndole una canción a él, más que un recuerdo a nosotros. Y como sé que le gustaba porque estuvo allí aquel día, y aunque no tenga nada que ver pero el título pueda servir de invitación, le dedico ésta y que te vaya bonito, Iragorri, allá donde estés:
Qué grande Iragorri. Una gran pérdida. Qué recuerdos.
ResponderEliminarSi te digo la verdad casi que prefiero escuchar los partidos de Iragorri que ver un partido por la televisión.
A veces era, así, sí
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