domingo, 15 de febrero de 2015

Fabian Cancellara



No es la primera vez que hablo de él y estoy convencido de que no será la última. Creo, además, que ya ha encabezado su entrada, puede que hasta más de una. Ya dije hace un tiempo que abandonaba mi empeño por no repetir protagonistas (sigo haciéndolo, pero, si no puede ser, o no me conviene, pues no puede ser o no conviene, tampoco voy a ser intransigente con nimiedades de este palo). Hace un par de semanas, creo, leía varias entrevistas al de Wohlen bei Bern, porque lo que decía servía para escribir titulares incómodos. No es que Cancellara comenzara una polémica, descubriera ningún secreto, estableciera una nueva máxima del ciclismo o se soltara una de esas declaraciones altisonantes que tan bien se suelen utilizar en el mundo del deporte. No, simplemente, el varias veces campeón del Mundo hablaba, no sé si por primera vez, pero abiertamente, de retirada. Incluso hablaba de fechas: 2016. 
Cancellara siempre ha sido un tío sincero, cabal y abierto, o, al menos, ésa es la impresión que da. Tanto en la bicicleta como en posición completamente vertical. Por supuesto, yo hablo desde la perspectiva del telespectador y aficionado que intenta sacar conclusiones con pequeños detalles y juicios atrevidos, ni he sido compañero de trabajo del interfecto, ni empleado ni empleador, ni amigo ni conocido ni alguien que se cruzó con él en la calle. Me lo crucé una vez en la Vuelta al País Vasco, y entendí por qué le apodaban Espartaco, pero poco más. 
El caso es que me sumo al largo número de aficionados y aficionadas que se declaran, hasta por inercia o por declaración de principios, seguidor de la carrera del suizo. Sus demostraciones de fuerza en el llano, sus exhibiciones de talento en el adoquín, sus ataques en los últimos kilómetros, su figura inamovible sobre la bicicleta, su trabajo de gregario, su fuerza en la lucha contra el reloj... No voy a ser yo quien descubra su talento, cuando, en realidad, con 33 años, apunto de cumplir en un mes los 34, no hace falta descubrirle porque su currículo ya lo dice todo:

Por descontado, Cancellara comenzó despuntando como un reputado especialista en la lucha contra el reloj. En su país, sigue siéndolo: nueve veces campeón de Suiza contra el reloj (dos más, en ruta). Fue cuatro veces campeón del Mundo de la especialidad, en Salzburgo, Sttutgart, Mendrisio y Melbourne; años 2006, 2007, 2009 y 2010. A esos títulos, les sumó un oro olímpico, el que consiguió en Pekín 2008, y al que añadió una plata en ruta, ya que llegó justo por detrás del asturiano Samu Sánchez. Desde su último título de campeón del Mundo, en 2010, ha sido bronce en Copenhague un año después y Florencia en 2013. Tony Martin y Bradley Wiggins le han cogido el relevo y él ha diversificado sus capacidades.
En grandes vueltas, su mejor puesto es el 65º, conseguido en el Tour de Francia. Es decir, como cabía esperar de un especialista en el llano, la velocidad y la pedalada larga, el suizo nunca ha sido un corredor de tres semanas. De hecho, ha corrido 17 grandes vueltas y ha abandonado en 10 ocasiones. Especialmente mal se le da la Vuelta a España, donde ha participado en seis ocasiones y se ha retirado en todas, aunque es necesario puntualizar que, a menudo, por no decir siempre, esos abandonos estaban planificados. En cualquier caso, sí ha rendido en estas pruebas, aunque no fuera en la general. Al fin y al cabo, ha vestido el amarillo, se convirtió en un devorador de prólogos y, en su palmarés, relucen ocho etapas del Tour de Francia y 3 de la Vuelta a España.
En vueltas de una semana, su rendimiento ha sido, en ocasiones, más satisfactorio. De hecho, ha ganado la prestigiosa Tirreno-Adriático y se llevó la Vuelta a Dinamarca en otra oportunidad. Su mayor éxito en estas lides, por descontado, es su victoria en la Vuelta a Suiza de 2009. La competición de casa es siempre una prueba dura que, entre otros, han ganado grandes campeones como Gino Bartali, Eddy Merckx, Sean Kelly, Andrew Hampsten, Alex Zulle o el triple ganador en estos tres últimos años, Rui Costa. Cancellara ganó la de 2009 gracias a que aquel año la montaña no fue definitoria y superó en las dos contrarrelojes a un esforzado Tony Martin que acabó segundo. 
De todas formas, y a pesar de dominar la especialidad durante unos cuantos años, no ha sido en la contrarreloj donde el suizo ha dejado las mejores imágenes para el archivo ciclístico. Ha sido en las clásicas, en el adoquín y el barro, donde su legado ha quedado más sólidamente inscrito. Y eso que su primera experiencia, no fue nada deslumbrante. Poco a poco, eso sí, el de Berna ha ido creándose un nicho en la lucha por estas pruebas que siempre suelen ser cosa de aguerridos ciclistas que saben bien cómo prepar estrategias y superar emboscadas de todo tipo. En la segunda decena del siglo XXI, su lucha con Tom Boonen en pruebas como el Tour de Flandes o París-Roubaix se ha convertido en un monumento más de este deporte, y eso que sus enfrentamientos directos no han sido tan habituales. El Tour de Flandes es casi una fiesta nacional en el norte de Bélgica y la París-Roubaix disfruta de esa mitología que engrandece cualquier prueba atlética. En ambos escenarios, es donde se ha dado esa rivalidad. Cancellara ha ganado el Tour de Flandes en tres ocasiones, Tom Boonen fue segundo en su primera victoria y séptimo en la tercera. Por el contrario, Boonen también guarda el mismo número de victorias en la prueba belga, y Cancellara fue 6º en su segunda victoria. Cancellara ha hecho doblete Flandes-Roubaix en dos ocasiones, en 2010 y en 2013. Ha ganado en una ocasión más esta prueba histórica. Tom Boonen le supera ya que ha conseguido vencer en cuatro ediciones distintas. En la primera victoria de Boonen, Cancellara fue octavo y cuando el belga consiguió su segundo triunfo, segundo fue precisamente el puesto del suizo. Los puestos se tornaron cuando Cancellara ganó su primera París-Roubaix y Boonen hizo segundo. En su segunda celebración, Boonen haría quinto. Para muchos, estos enfrentamientos no serán muchos, para otros, más que suficientes para establecer una rivalidad que no hace más que engrandecer a este deporte. 
Más allá de estas dos pruebas, Cancellara acumula puestos de honor en muchas pruebas de esas que llamamos clásicas, pero también alguna victoria significativa, como su triple triunfo en el Gran Premio E3 Harelbeke, la conquista de la Strade Bianche o su victoria de 2008 en otra de esas pruebas que jalonan la historia del ciclismo: la Milán-San Remo. Ganó en solitario, adelantándose al pelotón, algo que no es muy común en la línea de meta de San Remo. Años más tarde, ha estado apunto de repetir victoria. En 2012, se la quitó el australiano Simon Gerrans, experto en agazaparse, levantar los brazos y después repartir gloria en sus declaraciones. En esta ocasión, el de las antípodas también reconoció que él no era el más fuerte. Un año después, quién batió al suizo fue el alemán Gerald Ciolek, quien le venció en una de las ediciones más duras de la prueba italiana.

Cancellara debutó en el ciclismo profesional con aquel colorido Mapei de Giorgio Squinzi y Patrick Lefevere. Squinzi le subió muy rápido porque, según he leído, estaba preocupado por las tentaciones que el dóping levantaba entre los amateurs y le quería limpio. De hecho, Squinzi se rindió a lo que veía crecer en el ciclismo profesional y finiquitó su proyecto. Cancellara pasó entonces a formar parte del Fassa Bortolo de Giancarlo Ferretti. Lo ficharon, en principio, para lanzar a Alessandro Petacchi. En esos años, entre otras victorias, se llevó el prólogo de la Vuelta a Suiza por delante de Óscar Pereiro y Bradley McGee, quién después sería su director técnico en el CSC-Saxo Bank, a donde llegó del Fassa Bortolo, después de aquellas estrambóticas y fracasadas negociaciones entre Giancarlo Ferretti y Sony Ericsson. En este equipo y sus futuras mutaciones, pero al abrigo de Bjarne Riis, consiguió el suizo sus mejores éxitos, destapándose también como gregario de lujo (ayudando a los Schleck y a Carlos Sastre). Tras el desencuentro entre Bjarne Riis y Kim Andersen, Cancellara tomó partido por este último y firmó con lo que, poco a poco, fue y ahora es el Leopard/Radioshack/Trek. 

Esta temporada comienza una nueva, muchas ya, como él mismo reconocía en esa entrevista, y muchos expertos apuntan a que puede ser otra temporada cargada de éxitos. En un equipo cosmopolita, y ya sin Andy Schleck, el suizo parece más libre, aunque bien arropado, para enfrentarse a sus habituales retos de cada año. Además, su experiencia y conocimiento pueden ser el mejor aprendizaje para corredores como Jasper Stuyven, los hermanos Boy y Danny Van Poppel, el luxemburgués Bob Jungels, el australiano Calvin Watson o el italiano Eugenio Alafaci, que, a buen seguro, aspirarán a acercarse al palmarés del de Berna.
Hace unos cinco años, Davide Cassani, por entonces comentarista de la televisión italiana, acusó a Cancellara de montar una bicicleta que se ayudaba de un motor Gruber Assist. La acusación tuvo eco en toda la prensa y un impertérrito Fabian Cancellara se limitó a declarar en Het Nieuwsblad que estaba sin palabras porque aquello le parecía una estupidez:  "It's so stupid I'm speechless".

Prácticamente, abríamos esta entrada diciendo que Cancellara daba la impresión de ser un tío franco y directo, para después relatar sus hazañas deportivas. Ambos aspectos podrían verse resumido en una frase que el contrarrelojista suizo hizo hace unos años ya:

“It is exactly the unattainability, which differentiates a dream from a goal: Goals are reachable, when you fight for them. Dreams are not. Athletes shouldn't dream, but set goals for themselves and fight for them.”

Es decir:

"Es precisamente la condición de inalcanzable lo que diferencia un sueño de una meta: las metas se pueden lograr cuando luchas por conseguirlo. Los sueños, no. Los atletas deberían dejar de soñar y concentrarse en ponerse metas por las que luchar."

Cancellara hablaba de 2016. Decía que llevaba muchos años dando pedaladas, que se acercaba el final. Lo matizaba y no decía nada con contundencia. Se limitaba a señalar que "cuánto más mayor, más difícil se hace todo" y que no se veía repitiendo lo que hacían Jens Voigt o Chris Horner. Eso sí, en esa misma entrevista, el suizo dejaba claro que puede que no sueñe pero retos no le faltarán cuando se retire. No daba detalles, pero tampoco rechazaba la posibilidad de aspirar a dirigir la UCI en un futuro. De todas formas, aún le quedan retos por los que luchar en los próximos meses y cuando finalmente su retirada sea un hecho, ya tendremos tiempo de volver a usar su nombre para titular una entrada. Hasta entonces, a seguir disfrutando de Espartaco y de los tacos que monta en el pelotón cada vez que arranca. 


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