viernes, 13 de febrero de 2015

Jerry Tarkanian



En una sola semana, nos han dejado dos de esos entrenadores de baloncesto que pasaron a ser venerables leyendas, nombres en tinta negra sobre el papel de la memoria. Se fue primero Dean Smith, y pocos días después, Jerry Tarkanian.
El primero, con un nombre corriente, de transeúnte anónimo que paga sus impuestos y pasa desapercibido, consiguió labrarse un nombre y un aura de mito que, en realidad, le vino devenido por el éxito de otros. El segundo, apodado el Tiburón, parecía el protagonista de alguna serie de policías de la vieja televisión por cable americana, con ese apellido de origen armenio y ese apodo de eco fiero. Ambos han fallecido en un intervalo de tiempo muy corto y los dos consiguieron hace años incorporarse al elenco de magistrales del baloncesto universitario.
Smith murió cuando apenas le faltaba veinte días para cumplir los 84 años. Tarkanian los tenía, los había cumplido el verano pasado. El primero nació en Emporia, Kansas, una pequeña población de veinte mil habitantes entre Topeka y Wichita, el tipo de localidad en la que el deporte es una de las ocupaciones de ocio comunitario más asequible y popular. En ocasiones, la única. Tarkanian, por el contrario, nació mucho más al norte, junto al lago Erie, en el suburbio de Euclid, a un paso de Cleveland.
Los dos coinciden en haber disfrutado de una vida deportiva muy corta. Quiero decir, vestidos de corto, como atletas o deportistas. Ambos completaron sus cuatro años de período universitario, pero no llegaron a firmar ningún contrato profesional. Smith cumplió su periplo en una de las universidades del estado donde lo concibieron: Kansas. Con los jayhawks que ahora entrena Bill Self, jugó de 1949 a 1953 y coincidió con Clyde Lovelette, jugador de los Celtics de Boston y los Minneapolis Lakers, entre otros, quien se convirtió en el primer jugador en ser campeón de la NCAA, de la NBA y medalla de oro en las Olimpiadas. Lovelette, a quien Wilt Chamberlain sacudió en medio de un partido, fue el mejor jugador de un campeonato en el que la Kansas donde jugaba Smith, reserva de Dean Kelley, otro de los mejores jugadores de aquella edición, venció en la final a St John's y se proclamó campeón nacional. Smith no era un jugador determinante en aquel equipo que entrenaba el histórico Forrest "Phog" Allen, a la sazón, díscipulo del inventor del juego, el mismísimo James Naismith, y, para muchos, el inventor del entrenamiento específico. Terminada su carrera, Dean Smith no seguiría la misma con un contrato profesional, como ya hemos dicho. Lo mismo le sucedió a Tarkanian, quien jugó sus primeros partidos para Pasadena Community College ("a place for fun, a place for knowledge" como le dice Leonard a Penny en The Big Bang Theory) para después terminar sus dos últimos años en los bulldogs de Fresno State, equipo al que también entrenaría.
Ya en los banquillos, ambos vuelven a coincidir en una carrera definida por unos primeros años de aprendizaje que, o bien les llevó a trabajar como ayudantes (Smith), o con otras edades o en otras categorías (Tarkanian). Finalmente, en los años sesenta, los dos conseguían un puesto de trabajo como entrenador principal en las mismas universidades con las que se harían históricos en el baloncesto universitario. Para Smith fue en North Carolina, para Tarkanian en Nevada.
Por supuesto, hablamos de los veinte años seguidos que estuvo Jerry Tarkanian al cargo de la dirección técnica de la Universidad de Nevada Las Vegas (UNVL) y las treinta y siete que duró Dean Smith en la Universidad de North Carolina. Para Smith, ése fue su único equipo en la NCAA. Eso sí, fue también seleccionador absoluto de los Estados Unidos en el año 1976. Aquel año, llevó al equipo nacional a la final de las Olimpiadas de Montreal; ganándola, además. Era la selección de los Walter Davis, Phil Ford, Adrian Dantley o el general manager de los actuales Lakers Mitch Kuptchak, y ganaron a la Yugoslavia de Kresimir Cosic, Mirza Delibasic, Drazen Dalipagic o Dragan Kicanovic.
Por contra, Tarkanian tuvo un currículo algo más largo antes de ser entrenador de UNLV. Además, también abandonó Las Vegas para intentar (y fracasar) el sueño americano. Aceptó la propuesta de los San Antonio Spurs para entrenar en la NBA, pero no salió bien. Al quedarse en el paro tras su renuncia al banquillo de los Spurs, aceptó la oferta de su antigua universidad, Fresno State. Ése fue el último equipo en el que jugó y el último al que entrenaría.
Su año en los Spurs fue una auténtica decepción. Apenas aguantó 20 partidos y lo dejó con un récord de 9 victorias y 11 derrotas. Le substituyó Rex Hughes y, después, un John Lucas que consiguió un bagaje de 39 victorias y 22 derrotas y metió al equipo en unos playoffs donde caerían contra Phoenix Suns en las semifinales de la conferencia Oeste. Se escribió durante aquellos meses que Tarkanian tuvo problemas de corazón por la presión durante esta breve pero intensa experiencia (decían que algunos jugadores se rebelaron contra él, especialmente Dale Ellis) y se enfrentó con la directiva tras el traspaso de Rod Strickland a los Portland Trail Blazers. Su insistencia en que el equipo adquiriera un base de calibre le llevó a terminar su carrera en la NBA antes de dirigir el vigesimoprimer encuentro, uno ante los Mavericks, convirtiéndose en el noveno entrenador que más rápido termina su experiencia laboral en la historia de todas las temporadas que ha conocido la NBA. Curiosamente, por delante de él, está Jack McKinney, quien apenas cubrió nueve partidos de su periodo en Los Ángeles Lakers, debido a un accidente de bicicleta. Esto ocurría en 1979, y lo menciono porque McKinney fue elegido como entrenador de los Lakers justo después de que fracasaran las negociaciones para el fichaje de Jerry Tarkanian como entrenador del equipo angelino. Unas negociaciones que se truncaron por el asesinato de Vic Weiss, representante de Tarkanian, quien tenía muy avanzadas las negociaciones con Jerry Buss hasta que la policía se lo encontró maniatado y con dos tiros en la cabeza en el maletero de su Rolls Royce. 
Tarkanian pasará a la historia por el reconocimiento deportivo que merece su legado como entrenador de UNLV en todos esos años. Compañeros de trabajo han insistido desde siempre en la herencia que ha dejado, sobre todo, por el trabajo en defensa y la presión al hombre. Sus equipos eran equipos duros y correosos, belicosos y físicos, que defendían al límite y buscaban la velocidad y el primer tiro que tenían. Con ese compromiso y rabia, Tarkanian consiguió que UNLV pasara de ser una universidad menor a un acontecimiento nacional. Se encargaba de reclutar a jóvenes que cumplían con los requisitos de actitud necesarios para acoplarse a su espíritu de juego, a menudo, jóvenes crecidos en la ciudad y con problemas de comportamiento. Por ejemplo, un Anderson Hunt al que se le nombró MVP de la temporada de 1990, el año del único título nacional de Jerry Tarkanian, cuando derrotaron en la final a Duke y Hunt tocó la gloria con los dedos. La marihuana, los jacuzzis... Hunt acabó jugando en Turquía, Polonia y Francia, pero nunca tirunfó en la NBA, como se podía esperar. Sí lo hicieron muchos otros jugadores que pasaron por las manos del de Euclid: Larry Johnson (primer y único, si no me equivoco, número uno del draft que pasó por sus manos), Armen Gilliam, Stacey Augmon, Gerald Paddio, Greg Anthony, Anthony Jones... Su hijo, Danny Tarkanian, fue el base titular de inicios de los ochenta; recibió elogios y fue drafteado por los San Antonio Spurs, pero dejó el baloncesto para dedicarse a los negocios y a la política, donde sigue intentando hacer carrera en el Partido Republicano.
Finalmente, en 2013, Tarkanian fue incluido en el Hall of Fame y se corrigió una larga deuda histórica, según sus propios colegas. Una deuda que, probablemente, encuentre explicación en la otra razón por la que se recordará a Tarkanian. El entrenador de origen armenio mantuvo siempre una relación tensa con la NCAA. Sus desencuentros llegaron a los juzgados y podrían ser objeto de una tesis doctoral. Sin embargo, no deberían ensombrecer sus logros con los Runnin' Rebels
Por su parte, Dean Smith, con un aspecto más venerable y sosegado, mantuvo su cátedra en North Carolina durante tantos años que su nombre ha acabado por convirtirse en sinónimo de baloncesto. Walter Davis, Brad Daugherty, Rick Fox, George Karl, Mitch Kuptchak, Ademola Okulaja, Vince Carter, Antwan Jamison, Bob McAdoo, Sam Perkins, J.R. Reid, Kenny Smith, Jerry Stackhouse, Rasheed Wallace, James Worthy... y, por supuesto, Michael Jordan, todos ellos pasaron por las manos del kanseño. El futuro 23 de los Chicago Bulls fue, sin duda, el que aupó el nombre de Dean Smith a la gloria, pero su mérito ya había superado los elogios recibidos por ser el entrenador iniciático de uno de los mejores jugadores de la historia. Al fin y al cabo, en esas más de treinta temporadas como primer entrenador, Smith amasó un palmarés con trece victorias en su conferencia, once de la región y dos títulos nacionales (1982 y 1993) en las once final fours que llegó a jugar. El primer título, el del 82, se lo quitaron a los hoyas de Georgetown que lideraban Eric "Sleepy" Floyd y Patrick Ewing. James Worthy pudo con ellos, entre otras cosas, porque estaba acompañado de Sam Perkins y un jovencísimo Michael Jordan. Jordan, precisamente, se jugó el tiro final. Fue uno de los primeros tiros decisivos de su larga carrera. Con él ganaron la final y, según la mayoría de los expertos, se puede apuntar este momento como uno trascendental, un clímax en su carrera de formación que descubrió el futuro del que acabaría por convertirse en uno de los mejores jugadores de la Liga, como ya hemos dicho. Eso sí, es obligatorio recalcar que Dean Smith recibió su merecido reconocimiento porque él fue el verdadero responsable de que aquel último tiro lo lanzara Michael Jordan y no los más veteranos y previsibles James Worthy o Sam Perkins. Aquella audaz decisión fue debidamente comentada. Más o menos, es lo mismo que el entrenador Norman Dale quería hacer en Hoosiers con Buddy Walker y Jimmy Chitwood, pero no a él no le dejaron. Además, eso era una película. 
El segundo título, el de 1993, fue responsabilidad de Don Williams, un escolta que haría carrera en Europa jugando en Grecia, Austria, Francia, Alemania, Israel o Chipre, además de convertirse en miembro de los Harlem Globetrotters. Williams tuvo como compañeros al alemán Henrik Rödl, al italoamericano Dante Calabria, a Derrick Phelps, quien haría carrera en Alemania y se reuniría, de nuevo, con Rödl en Berlín, al exterior de los Lakers George Lynch, o al pivot de Indiana Eric Montross. Ganaron en la final a la Michigan de Chris Webber, pero los wolverines fueron sancionados después porque, aparentemente, el futuro número uno del draft recibió dinero de corredores de apuestas ilegales. Webber, por cierto, fue el protagonista curioso de aquella final al cobrarse una falta técnica por solicitar, en los últimos segundos, un tiempo muerto cuando su equipo ya los había consumido. 
Smith siempre aparece unido al nombre de Michael Jordan, pero su magisterio incluye nociones que hoy en día nos parece que nacieron con el baloncesto. Él fue el creador en la NCAA del día del senior, despidiendo la temporada en casa poniendo en liza a los jugadores que terminan su carrera universitaria; él se empeñaba en que un jugador que anotara apuntara al pasador para reconocerle el mérito. Hay más. El pase era una obsesión en el juego de sus equipos, y quizás por ello los porcentajes de acierto en tiros de campo de sus equipos eran muy altos. Su defensa y rapidez se parecían a la de Tarkanian, pero la innovación técnica de Smith buscaba todos los valores del tiempo, y, de hecho, él fue quien desarrolló hasta el máximo la técnica de las cuatro esquinas, con un movimiento severo y eficaz del balón para consumir el tiempo. Sin embargo, muchos recordarán a Smith por su trabajo a la hora de formar jugadores (y futuros entrenadores: Larry Brown, Doug Moe, Billy Cunningham, Buzz Peterson, George Karl... o el actual entrenador de los Tar Heel Roy Williams) y por su empeño en cultivar el concepto de pertenencia, la familia de North Carolina. 

Diagnosticado con demencia hace unos años, yo desconozco cuál fue la causa del fallecimiento de Dean Smith. Sí he leído que una infección del tracto respiratorio acabó con la de Jerry Tarkanian. En cualquier caso, y ambos casos, sus logros, largos, numerosos y complejos, como hemos intentado demostrar en esta entrada, siembran de luz todos los años de esas vidas que los dos dedicaron al deporte.
En este año en el que Mike Krzyzewski llegó a las mil victorias con una última de Duke sobre St. John's, la NCAA pierde a dos de sus grandes entrenadores. Sus propios discípulos serán los encargados de poner ahora en valor lo que aprendieron de ellos.
Yo, bastante he tenido con escribir todo esto.

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