sábado, 16 de mayo de 2015

Vassilis Spanoulis



Que el griego ha nacido para ganar, parece una boutade. Si me hubieras preguntado cuando yo tenía 16 años, a quien le daría el balón para marcarse un Jimmy Chitwood, te hubiera dicho que a Nikos Gallis. Ahora, te diría que le pasaría el balón, sin dudarlo, a Vassilis Spanoulis. Griegos. Parece que nunca les tiembla el pulso. 
El de Larissa ha ganado ya 5 ligas griegas, 4 copas griegas (que no son Oikos), 3 Euroligas y 1 Copa Intercontinental. Ha jugado en Panathinaikos y Olympiakos, que no es cosa baladí, y debutó en la NBA con los Houston Rockets, jugando solo 31 partidos en una temporada en la que promedió 2.7 puntos por partido y se volvió para casa porque no le apetecía seguir perdiendo el tiempo en el banquillo, digo yo. 
Ayer, se ventiló al favorito, el CSKA de Moscú, en las semifinales de la Euroliga, metiendo los puntos necesarios en el momento oportuno. El triple que puso el 66 a 69, otro más en su colección de canastas antológicas. 
Olympiakos accede una vez más a la final sin que nadie le esperara. Igual que remontaron a los de Moscú en Estambul y apalizaron al Real Madrid en Londres. Esta temporada, entre los arrebatos de magia del base griego y la elegante tozudez de Giorgios Printezis el equipo ha sostenido su ansia de ganar hasta alcanzar lo más alto del baloncesto europeo... una vez más. Porque con ésta, van cuatro finales en seis años. 
En la otra semifinal, el Real Madrid se deshizo del Fenerbahce turco en un magnífico segundo cuarto (35-14), que pasará a la historia de la Euroliga y donde rozaron la perfección. Con una ventaja de 20 al descanso, el partido parecía finiquitado, pero Zeljko Obradovic y los suyos no estaban dispuestos a perder si no era con dignidad. Lucharon hasta el final, en especial un Jan Vesely que volvió de la NBA para demostrar que se merecía más minutos allí y a fe que lo ha conseguido. Sin embargo, el Real Madrid supo mantener la calma y la ventaja y esperar tiros abiertos para que pasaran los minutos sosteniendo su ventaja. Los de Pablo Laso repiten en una final que ya vivieron en Milán y Londres, consiguiendo jugar la tercera consecutiva y esperan que sea la vencida. Con todos los partidos que hay que jugar hasta alcanzar el último, creo que acceder durante tres años seguidos al mismo les otorga el derecho de proclamarse el mejor equipo de Europa. Ahora, no haber ganado ninguna de esas tres finales dejaría lugar a la duda y al desacuerdo así que el partido del domingo, siendo además en Madrid (aunque los turcos superaron en presencia y ruido a la afición local en la semifinal), es la gran reválida de los madridistas y, probablemente, la oportunidad definitiva de Pablo Laso para completar su periplo en la casa blanca. 
Creo, sinceramente, que es la oportunidad del Real Madrid de recuperar un cetro europeo que no consiguen desde aquella final de 1995 en Zaragoza, precisamente contra el Olympiakos, donde, de la mano del mago de las finales, Zeljko Obradovic, el Real Madrid de los Joe Arlauckas, José Miguel Antúnez, Antonio Martín, Ismael Santos y, sobre todo, Arvydas Sabonis, MVP de las finales, se impuso a los griegos donde jugaban históricos como Alexander Volkov, Franko Nakic, Dragan Tarlac, Pannagiotis Fassoulas o Giorgios Sigalas. Aquella fue la octava, y ahora irán a por una novena que, probablemente, se merezcan, pero siempre se la merece más el que acaba ganando y, para ello, deberán saber frenar a un Vassilis Spanoulis al que las canastas se le hacen piscinas cuando llegan los momentos importantes. 
Obradovic dice que va con Pablo Laso y con el Real Madrid. La afición del Panathinaikos, seguro que también. En el Club Musical El Tubo, les leí el otro día, van con Spanoulis. Yo, que nunca me decanto, voy a ir con los madrileños porque siento debilidad por el juego del Chacho y por una barba que a mí nunca me dejarán lucir y que él tiene registrada. Eso sí, me la trae un poco al pairo y disfrutaré con el duelo. 
Si podemos, lo contaremos.

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