Me tentaban las ganas de escribir algo sobre Eric Abidal o Miki Roqué, pero... Me cuesta. Todas las familias son tocadas por la enfermedad a lo largo de su vida. Y no sé mucho más que decir. Estaba intentado pensar en qué escribir y me he encerrado en el baño. Porque el baño de mi casa da a un patio interior donde las corrientes de aire son juguetonas y violentas. Golpean la persiana todo el rato y me gusta el sonido. Me recuerda a cuando era un niño y dormía en una cama nido cuando veraneábamos frente a la playa. El agua del mar se revolvía y el viento resoplaba en el balcón. Eso es todo lo que se me ha ocurrido. Y no sé por qué.
Pero ese recuerdo también me ha hecho pensar en lo que está pasando a tantos miles de kilómetros de donde vivo. Igual que el viento golpeaba la persiana, la mar, en días de tormenta, se ponía tan brava que comía la arena hasta acercarse a pocos metros del muro de piedra. No eran tsunamis, pero la bravura del agua cuando ya había oscurecido me hipnotizaba y me pasaba toda la noche mirando con miedo pero sin remedio. He intentado evitar ver todos los videos que se han colgado estos últimos días en las versiones digitales de los periódicos. He leído los titulares. Cada hora, hora y media, he abierto elpais.com o elcorreodigital.com para interesarme por Fukushima como si estuviera siguiendo la retrasmisión de un partido.
Cuando he salido del baño sin saber qué decir de Eric Abidal o Miki Roqué, o qué decirles, me he acordado de Kenichi Zenimura. Murió en 1968, y había nacido 68 años antes en Hiroshima. De niño sus padres se fueron a Hawaii, como muchos otros japoneses, y de ahí volvieron a emigrar a Fresno, California. Zenimura era un nikkei, primera generación de emigrantes japoneses en los Estados Unidos. El béisbol se convirtió en su pasión y alcanzó una gran reputación como pitcher, entrenador y mánager. Además, se convirtió en embajador del béisbol en Japón y acabó aceptando el apodo de "El decano del diamante" (en referencia a la forma del terreno de juego). Zenimura consiguió que el gran Babe Ruth visitara Japón en 1934 y más tarde un histórico equipo formado por los mejores jugadores de color de la Liga, entre ellos Biz Mackey y Andy Cooper.
Sin embargo, lo que siempre me atrajo de la biografía de Zenimura, y la razón por la que llegué a conocerle, fue por sus días en Gila River. Tras el bombardeo de Pearl Harbor, Franklin Delano Roosevelt tomó una decisión que aún necesita cierta visibilidad histórica. Roosevelt ordenó que todos los japoneses en suelo americano (todos los asiáticos) fueran realojados en campos que se llamaron de distintas maneras, pero que hacían las veces de campos de concentración. Todos los americanos de origen japonés o japoneses legalmente ciudadanos americanos se vieron obligados a vender sus posesiones (a veces con la promesa de que se les devolverían, sin que luego fuera así) o simplemente abandonarlas, y fueron trasladados a alguno de los diez campos, Manzanar (el más famoso) y Tula Lake en California, Poston y Gila River en Arizona, Granada en Colorado, Heart Mountain en Wyoming, Minidoka en Idaho, Topaz en Utah, Rohwer y Jerome en Arkansas. "No-No Boy" de John Okada, "Snow falling on Cedars" de David Guterson, "The Price of Prejudice" de Leonard Arrington o "Citizen 13660" de Miné Okubo os pueden dar más datos sobre aquellos días y aquella situación que pasó desapercibida en las primeras recapitulaciones de la Segunda Guerra Mundial.
En Gila River, Zenimura convirtió su amor por el béisbol en una fuente de dignidad y esperanza para los internos japoneses. A los pocos días de ingresar en el campo de realojamiento, Zenimura se inventó un campo de béisbol y organizó una liga con 32 equipos. En el año 1945, el equipo del campo, los Gila River Eagles consiguieron una victoria histórica ante el equipo de Tucson High School, tres veces ganadores del campeonato estatal. Hace poco leí que preparan una película.
En 1945 salió del campo de concentración, unos días después de que Little Boy destruyera su ciudad natal.
Me he acordado de Zenimura mientras leía la historia de Naomi Kinokuni. Fukushima sigue siendo el centro del mundo, y Eric Abidal y Miki Roqué comienzan una nueva vida de la que saldrán distintos y, seguro, más fuertes y tenaces. Y yo quiero volver al baño, porque volver a aquel balcón frente a la playa ya no volverá a ser lo mismo, pero el ruido del viento en las persianas me ayuda a acordarme de aquel crío que aún no sabía quién era Kenichi Zenimura.
4 comentarios:
Sí, qué recuerdos, ¿verdad?
Bonita entrada H.C.
Álvaro.
Por cierto, Go Bulls!!! Rose MVP!!!
Ya veo que las palabras de Jordan están encendiendo los ánimos de la parroquia.
Buenísimo artículo, no sé de dónde sacas historias tan interesantes como la de Zenimura. Un saludo.(Y a ver qué hace Jimmer Fredette en el March Madness, tengo curiosidad)
Fat Lever.
Aupa, Fat, hacía tiempo, eh. He tardado en ver el comentario. No me había dado cuenta. Yo tampoco sé a veces de dónde saco las historias. La de Zenimura la conocí en mi trabajo, que a veces me trae buenas historias. Un saludo.
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