lunes, 14 de mayo de 2018

Álex Mumbrú

Fotografía encontrada en google images pero proveniente de deia,eus


Qué rápido pasan catorce años, ¿eh?, parece que fue ayer. Aquel ascenso de rojo, coronado con el campeonato LEB al derrotar al Granada de Sergio Valdeolmillos en La Casilla. Los Lucho Fernández, Bryan Sallier, Patrik Sáez de Ugarte, José Luis Maluenda, Venson Hamilton, pero, sobre todo, Javier Salgado y Txus Bidorreta, los dos nombres más unidos a la historia reciente del baloncesto bilbaíno. Debut en ACB en 2004. Qué ilusión al año siguiente, ya siendo ACB, que hasta Bozidar Maljkovic dijo que los bilbaínos habían traído aire fresco a la competición. 

Por el camino quedaban años de trasiego por las categorías inferiores. Nombres que solo quedan en la memoria de los más comprometidos y crédulos: Xabi Madina, Mark Poag, Álex Iturbe, Rubén Quintana, José Luis Ortún, Isma Torres... Unos jóvenes Txemi Urtasun, Fran Vázquez y Thiago Splitter jugaron en aquellos equipos que aspiraban al sueño. Y antes de ellos, el Patronato, el Bidegintza, los herederos de aquellas cenizas que dejó el Cajabilbao. Más nombres: Kuko Cruza, Russell Larson, Jeff Nordgaard, Iñigo Barona, Albert Burditt, Iñigo Batarrita, Kike Hermosilla, Miguel Ángel Pichardo... Y antes la gloria relativa y el dolor, aquel ascenso histórico que nunca se confirmó. Ganaban a la Unión Deportiva Salamanca y conseguían el ascenso a la ACB, pero todo terminaba en los despachos. Eduardo Piñero, Álvaro Coca, Patrick Sáez de Ugarte, Koldo Mauraza, Ferrán López, José "Pepón" Artiles, Fausto Orio, Iñaki Zubizarreta, Ronald Coleman y un jovencísimo Txus Vidorreta en el banquillo. Enfrente, jugadores como Jordi Millera, Perry Carter o Salva Guardia. Salamanca cantaba aquello de "Sabonis, Villacampa, caeréis en Salamanca." Y ellos acabarían disfrutándolo.  Igual que disfrutó el Puleva Granada con aquel 88 a 85 en La Casilla tras remontar una eliminatoria que los bilbaínos habían empezado ganando por 2-0. Mark Simpson llorando en medio de la cancha. Álex Etxebarria, Aitor Zárate, Román Carbajo, Kevin Holmes... Y los que vinieron antes, Wallace Bryant, Eugene McDowell, Grenville Waiters, José Antonio Figueroa, Xabier Jon Davalillo, Toñín Llorente, Chinche Lafuente, Darrell Lockhart y sobre todo Joe Kopicki. Para muchos, y yo me cuento entre ellos, nuestro baloncesto se quedó allí, entre el 90 y el 94, cuando éramos jóvenes y teníamos, sentíamos el vínculo. 

Todo eso, aunque no fuera suyo, aunque no lo heredara, arrastraba aquel equipo bilbaíno que, en 2004, hace solo catorce años, regresaba a lo más alto de la competición. En Diciembre de 2009, igualaba el número de partidos del Cajabilbao en la primera categoría del baloncesto profesional. Se iba labrando una nueva historia. La de los más de 15.000 espectadores en el BEC ante el Baskonia en 2007. La del subcampeonato de Supercopa, otra vez ante el Baskonia, en Septiembre del mismo año o el debut en play-offs aquella misma temporada. Las fases finales de Eurocup en Vitoria y Berlín. La final de la Liga ACB en la 2009-2010. ¡Una final de ACB! Los cuartos de final de la Euroliga. Aquella victoria ante el CSKA de Moscú. La derrota en la Eurocup de Charleroi ante el Lokomotiv Kuban. La historia de Marko Banic. De Ivan Koljevic, Germán Gabriel, Marcelinho Huertas, Nikos Zisis, Aaron Jackson, Kostas Vasileiadis, Janis Blums, Fotis Katsikaris, Predrag Savovic, Paco Vázquez, Dairis Bertans, Fred Weis, Raúl López, Quino Colom, Marko Todorovic, Renaldas Seibutis, Roger Grimau... Jugadores que, por una razón u otra, se quedaron ahí, en la memoria de los catorce años que han pasado volando. 

Y es que en catorce años, el Bilbao Basket creció tan rápido que a muchos les dio vértigo. Nació La Marea Negra, y los hombres de negro, y se construyó un nuevo estadio, y ya nadie se acordaba del parqué de La Casilla ni lo que suponía pagar un canon. Alguno se olvidaba hasta de pagar. De las finales, las ambiciones, los fichajes y los elogios, se pasó al terror de las deudas y los contenciosos administrativos. Salió Gorka Arrinda por la puerta de atrás y un recurso ante el Tribunal Administrativo del Deporte recuperó una plaza en la ACB para un equipo al que se la habían retirado por razones administrativas. Las ruedas de prensa de los jugadores, el fondo de garantía, los patrocinadores que no venían, los jugadores que se iban. Todo pareció empezar de repente y terminar de golpe. Pero el equipo renació en 2014. Diez años después de que empezara todo. Algo así como el renacer a bocanadas. En la 2014-2015 el Dominion Bilbao Basket llega a cuartos de final de la Eurocup, al playoff por el título. Es el equipo de Sito Alonso, de Marko Todorovic, Quino Colom, Dairis Bertans o Latavious Williams. 

Y el domingo se terminó. Catorce años acabaron de un plumazo, el que sacudió un triple de Matt Janning. El año en el que se retira Álex Mumbrú, un icono de Bilbao Basket en los últimos años (nueve, en concreto), un día después de que Axel Hervelle cumpliera 35 años (nueve de ellos jugando en Bilbao), en el partido 460 de Javi Salgado (diez temporadas en Bilbao Basket en dos épocas diferentes), una derrota más, la vigésimocuarta de la temporada, condenaba al descenso de categoría a un equipo que, como hemos repetido hasta la saciedad, ha vivido catorce últimos años de historia frenética y repleta. 

En caliente, Álex Mumbrú parecía no creérselo: "No queríamos que llegara nunca este momento". Javier Salgado intentaba poner ilusión pero le salía la coletilla: "Ojalá que sea solo un paso atrás para el equipo y no algo peor". Y el director general del equipo, Diego Sáenz, empezaba a buscar salidas, alguna, llena de curvas: "Queremos mantener el baloncesto y veremos cuál es la forma porque cambia la forma jurídica de ser ACB o LEB. Trabajaremos para que haya baloncesto de primer nivel en Bizkaia."

Aquel golpe de La Casilla, hace 27 años, le costó al baloncesto vizcaíno otros trece de reposo y recuperación. Lo que ha ocurrido este año parece arrastrase desde hace un lustro, cuando los castillos levantados se descubrieron hinchados, de naipes. El tiempo pasa volando, pero el balón siempre acaba cayendo tras el rebote. No hay forma de escapar hacia adelante. Las posibilidades quedan ahora abiertas y todo son preguntas: ¿vivirá el Bilbao Basket desde el otro lado la alegría de los despachos?,  ¿desaparecerá el equipo?, ¿aprovechará el descenso para terminar la purga?, ¿se volverá más rápido de lo que se volvió la anterior? Aún quedan días, semanas, meses por delante para que todas esas preguntas se resuelvan y sepamos si los catorce años se prolongarán, sea como sea, con la categoría que sea, pero con la ilusión, siempre, por bandera. Habrá que esperar, trasegar la decepción y confiar en que siempre quedará espacio para el baloncesto en una ciudad que le rascó al fútbol algo de protagonismo. 

Hacer una lectura de la temporada y explicar lo que ha pasado no es fácil. Quizás sí que lo sea, sobre todo para aquellos que lo han sufrido en directo y de cerca. Desde fuera, es más complicado. Hay datos que arrojan algo de luz: tres entrenadores, Carles Durán, Veljko Mrsic y Jaka Lakovic, jugadores que no terminan la temporada, Tim Kempton y Ricardo Fisher, nuevos que llegan pero no aportan como se esperaba, Benjamin Bentil y Nikola Rebic, lesiones en momentos clave, Dejan Todorovic y Jonathan Tabu, extracomunitarios que no marcan la diferencia, Mickel Gladness y Devin Thomas, los que se echaban de menos del año pasado, Michael Eric e Ivan Buva... El equipo no parecía arrancar nunca. La economía estrechaba las oportunidades de mejora. Los rivales se reforzaban, Gary Neal afinaba la puntería, Badalona sonreía, solo Sevilla mantenía el mismo nivel de desatino, y cada vez parecía más imposible detener la caída. Hasta que dos triples de dos norteamericanos, ambos del medio oeste, ambos tiradores, ambos de nombre de pila Matthew, uno Thomas, otro Janning, acabaron por darle la puntilla al equipo. Y sucedió. El Bilbao Basket abandona, deportivamente, la ACB. Lo hace tras catorce años disfrutando los vaivenes del éxito y del fracaso, dejando una masa social que disfruta de este deporte, ya sea como pasión o como oportunidad de ocio. Se termina, parece, un futuro que una vez pareció brillante y prometedor, y que aún puede llegar a cumplirse, quién sabe. Como hemos dicho antes, habrá que esperar con paciencia. 

Le voy a dar el titular de esta entrada a Álex Mumbrú porque creo que a Javier Salgado ya se lo di en su día. Se retirará siendo el 6º jugador con más partidos en ACB, el 5º con más minutos, el 9º con más puntos, el 3º con más triples, entre los quince primeros con más rebotes, los veinticinco primeros con más asistencias o los treinta con más robos. Se retirará con una medalla olímpica, siendo Campeón del Mundo y de Europa, sabiendo lo que es ganar una ACB, la que consiguió con el Real Madrid en 2007, el año en el que el Bilbao Basket se llamaba Lagun Aro, rozaron los playoffs y tan solo habían empezado el camino de inicio de estos catorce años hacia arriba y hacia abajo. Mumbrú se subiría al proyecto, lo viviría desde dentro, se empeñaría por él. Nació en Catalunya, pero se hizo vizcaíno. Su voz ha sido la voz del Bilbao Basket en los últimos nueve años. Su juego de espaldas en el poste, sus triples con curva, sus dedos buscando humedad. Se va, y con él, quizás, lo que pudo ser. 

Ya lo he dicho antes. Personalmente, yo me quedé allí, entre el 90 y el 94, escuchando por la radio la derrota contra John Ebeling y su Granada y viendo en la cancha la victoria ante el Salamanca que no sirvió para nada. Aún puedo recordar perfectamente la eliminatoria anterior, contra el Juventud Alcalá. La rueda de calentamiento de Mikel Cuadra. Aquello se queda grabado. Mis recuerdos están ahí. En los años adolescentes en los que le decíamos a nuestros padres que íbamos a jugar al patio, cogíamos el tren de cercanías escapando del pica y acabábamos en La Casilla. Allí vi jugar a Oscar Schmidt Bezerra, por ejemplo, por solo nombrar uno, y aunque fuera en un amistoso. La última vez que estuve en el Bilbao Arena, el Bilbao Basket jugaba entre semana, un partido intrascendente ante el Olimpia de Ljubljana. Creo que perdieron. Quizás no sea la persona más adecuada para haber escrito esto. Por eso, se lo dedico a todos los que lo han sentido más que yo, los que tienen aún más recuerdos, los que pueden llenar los huecos que le faltan a esta entrada, corregir sus errores, añadir más preguntas o incluso contestar a alguna de las que he hecho yo. A todos ellos, simplemente, decirles que ya se volvió una vez y se volverá otra. Solo esperemos que, esta vez, lo que se construya dure y resista aún más, que catorce han sabido a poco. 

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