Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Philippe Gilbert
Ya ha empezado el Mundial. Taylor Phinney se llevó la contrarreloj sub-23. No es su primera victoria este año y parece que el americano tiene talento. Mañana se corre la ruta, o dentro de un rato, porque no sé cómo va esto del cambio horario. Hoy entrevistaban a Mikel Landa en la radio, que participará en la prueba en ruta sub-23, y decía que el recorrido es duro, que los dos repechos son exigentes, de los que rompen el ritmo, aunque haya terreno para recuperar.
El caso es que los usuario de la página Biciclismo parecen tenerlo claro. En lo que va de encuesta, el 36% de los participantes creen que ganará el belga Phillippe Gilbert. El segundo en las preferencias, pero lejos, es Óscar Freire. El tercero, Pippo Pozzato. Después, por este orden, pero con mucho menos porcentaje, están Samuel Sánchez, Peter Sagan, Fabian Cancellara, Tyler Farrar, un sorprendente Fran Ventoso y Kolobnev. Unos pocos confían en Breschel, Hushovd y Luisle. Y menos aún, en Hagen, Peter Velits, Roche y Visconti. Unos pocos votos han conseguido Barredo, Bole, Sylvain Chavanel, Allan Davis, Evans, Gerrans, Gesink, Goss, Greipel, Leezer, Paul Martens, Tamayo, Tony Martin y Vinokourov.
En un rápido vistazo, se ve que la gente lo tiene claro, que saben lo que opina Mikel Landa. El ganador, parece saber todo el mundo, será un tío rápido pero al que no se le atraganten las cuestas. Un corredor fuerte y explosivo.
Yo, paso de hacer cuentas. Sería más fácil apostar por la contrarreloj, ¿verdad? ¿Cancellara? ¿O alguien se atreve a apostar por Larsson, Rogers o Tony Martin? Y para de contar.
La verdad es que apostar por Gilbert es lo que se dice apostar por un caballo ganador. Aunque en un Mundial es muy difícil cumplir con los pronósticos. No siempre gana el caballo más fuerte en ese hipódromo. El título mundial le pondría la guinda a un pastel, el del palmarés del ciclista belga, al que todavía le saldrán más pisos de merengue porque el valón tiene aún 28 años. A sus victorias de etapa en la Vuelta a España y el Giro de Italia, el belga le suma un buen puñado de clásicas, la Amstel Gold Race, el Gran Premio Wallonie, el GP Fourmies, la Haut-Var, la Het Volk, Le Samyn, la Coppa Sabatini, y, sobre todo, el trío de éxitos con el que cerró la temporada hace un año: la París-Tours, el Giro del Piamonte y el Giro de Lombardía de una tacada, casi nada. Casi todo, como el Bolonia. ¿Ganará el Mundial? Pues no lo sé, si yo tengo que apostar, apuesto por Óscar Soliz, el único representante de Bolivia. ¡Vamos Soliz!
Mindaugas Timinskas
Joder, estaba enredando en youtube para colgar el video de Giggs, cuando por casualidad me encuentro con el que cuelgo aquí, ¡el del mate de Timinskas en los morros de Ginobili! Qué día, cuarto partido de la final de la Euroliga, el TAU quería forzar el quinto partido y marchar de vuelta al Palamalaguti. Y lo consiguieron, con 15 puntos de ventaja y un Timinskas que consiguió 18 puntos y 5 rebotes, pero, sobre todo, dejó esta jugada espectacular. Vaya final, el TAU de los Bennett, Timinskas, Stombergas, Scola, Foirest, Sergi Vidal, Oberto o Victor Alexander y el Bolonia de Messina con Ginobili, Abbio, David Andersen, Rigaudeau, Smodis, Jaric y Rashard Griffith, casi nada. Casi todo, luego en el Palamaguti Bennett tuvo que recoger el trofeo al finalista.
Timinskas también nos dejó un apellido que sonaba lo suficientemente humorístico como para abusar de él cuando te ponías a imitar hazañas y un peinado propio del ejercito soviético. Andandará Timinskas, pues no lo sé, en algún lugar de Lituania, quizás, comiendo un buen plato de cepelinai, esas patatas rellenas de carne con forma de zeppelin, precisamente lo que parecía él mientras se estrellaba encima de Manu Ginobili.
Ryan Giggs
Aprovechando que el Turia pasaba antes por Valencia y que el Manchester United viene a jugar hoy en Mestalla, hablemos de Ryan Giggs, quien, por cierto, no juega.
Si Alex Ferguson lleva 24 años entrenando a los diablos rojos, Ryan Giggs lleva con esta, donde ya ha marcado un gol en Liga, 21 temporadas jugando con el equipo de Old Trafford. ¡21 temporadas! ¡594 partidos de Liga! y ¡109 goles! Más de 800 partidos y 150 goles oficiales con la camiseta del United. Y hay más numeros, 63 partidos y 12 goles con su selección y, sobre todo, 31 títulos, entre ellos 11 títulos de Liga y 2 Ligas de Campeones. Hay una bonita costumbre en Inglaterra: cuando un jugador cumple diez temporadas seguidas en el mismo equipo, se le brinda un homenaje. A Giggs se lo hiceron hace ya diez años. Los récords en su carrera se suceden, desde los puramente cuantitativos hasta los que resaltan la precocidad de sus logros.
Además, Giggs es considerado como un peso pesado del banquillo y un buen ejemplo de conducta, aunque, por supuesto, tiene sus puntos negros, como no podía ser de otra manera con más de 20 años de carrera. Eso sí, solo se le ha expulsado de un campo, una vez, y fue con Gales. Aunque también le cayeron dos partidos, si no me equivoco, por un codazo a Vadim Evseev que el árbitro no vio durante el partido. Y, por supuesto, queda la sanción que recibió después de aquel partido de 2003 entre el Manchester United y el Arsenal que pasó a la historia bajo el título de La Batalla de Old Trafford. Unos pocos puntos negros que, trasladados a su vida personal, son aún más escasos. Fue allá por 1997 cuando se filtró en la prensa ciertos problemas del jugador gales con su novia de la época, pero fue absuelto. Desde entonces, que yo sepa, nada extraordinario se conoce de su vida privada. Giggs, además, es uno de tantos personajes famosos que hacen labores de representación y publicidad para UNICEF.
Con todo esto, según parece, Valencia y Manchester United siguen empatando a cero y Ryan Giggs lo estará viendo por televisión, digo yo.
Si os aburrís, ahí va un video donde queda claro que todo no son cifras y números:
viernes, 24 de septiembre de 2010
Iñigo Pérez
I'm busy, very busy. Sin embargo, esta semana encontré un par de ratitos para disfrutar, mínimamente, del deporte en directo. A saber, el martes fui a ver el amistoso entre el Bizkaia Bilbao Basket y el Cajasol de Sevilla. Con bocadillo incluido, y recital humorístico de nuestro alcalde mientras esperábamos a pedir unas coca-colas en el chiringuito del polideportivo. Por cierto, no tenía ni idea de que en el pueblo contábamos con unas instalaciones más que aceptables. El partido fue un peñazo, típico de pretemporada, y como prometí no hablar de la pretemporada ACB, no lo haré. Solo dejo dos perlas de carácter subjetivo, comentarios muy personales: me decepciona la variedad táctica de Fotis Katsikaris y me pone nervioso el estricto método de trabajo, muy americano, de Joan Plaza. Por cierto, emotivo ver a Zan Tabak, que podría seguir jugando. Digno de elogio el comportamiento de Martin Rancik y Josh Fisher. Y dudas sobre varios jugadores: el rendimiento de Bullock, el futuro de Satoransky (pero aquí soy demasiado negativo) y la viabilidad de Aaron Jackson (al final, mostró algo más). A Joan Sastre le conocía solo de nombre, y puede que, con trabajo, al final de la temporada le conozca más gente.
Al día siguiente, y, aunque no hiciera falta porque jugábamos a domicilio, después de recoger los nuevos carnés de socios para esta temporada por la mañana, me fui con J (con bufanda y todo) y M (con chupachups y todo) a ver al Barakaldo en Lezama. Punto 1: autocensura, no voy a hacer ni un solo comentario sobre los exabruptos de la grada. Ni mú. Punto 2: más autocensura, paso del árbitro, se pueda decir lo que se pueda decir. Punto 3: el Bilbao Athletic de Luis de la Fuente tiene mucho más poso del que se le supone a un equipo filial. Ramalho ha crecido mucho, se le ve más sereno y capaz. Adrien Goñi picó de soberbia para meter el segundo porque va sobrado y el centro del campo es suyo. Mikel Santamaría es un central elegante que pretende no quedarse solo en la excelencia estética. Galán será un buen lateral, aunque quizá no de Primera División. Ibai Gómez tiene un físico extraño, algo chepudo y con las rodillas hacia dentro (no quiero ser malo, solo observador, yo no soy quién para hablar), pero es rápido, y no solo de movimientos y valiente (no parecía que estuviera muy integrado, de todas formas). A Aitor Fernández ni se le vio. Y Laborda metió un gol y presionó corriendo detrás de la pelota que el Barakaldo movía fatal. Punto 4: espero que éste no sea el Barakaldo de esta temporada. Un juego muy pobre, desangelado, sin coberturas, sin profundidad, sin nada. En la segunda parte, mejoró, tanto en actitud como en la práctica, pero, aún así, fue muy poco para contar con méritos. Diego Torres y Sergio Martín son batalladores, pero tienen demasiado campo por delante, e incluso por detrás. Kevin Nakache era una isla, y una isla desierta. Metola necesita precisión, mucha precisión. Natxo del Moral debe encarar aún más. Y dos veces más, Julen Goñi. Serantes hace muy bien su trabajo. Eso es lo poco que pude ver con mis conocimientos de aficionado simplón y comedido. Punto 5: mucho movimiento por la grada Piru Gainza. Desde el palco hasta los conocidos que laboran en Lezama, pasando por una buena presencia de las categorías inferiores, Gontzal Suances, Patxi Ferreira, Larrucea y un Iñigo Pérez que tenía una sonrisa de oreja a oreja y aceptaba las felicitaciones de todo el mundo.
Ya lo dijo él en una entrevista al día siguiente: desde que entras a Lezama sueñas con ese momento. Marcó el gol y no lo olvidará nunca. Sus ojos y su sonrisa lo delataban el miércoles. Mientras tanto, los aficionados del Barakaldo seguimos manteniendo un sueño, ya casi ancestral, que cada temporada parece alejarse más de nuestros ojos y nuestra sonrisa. De todas formas, la esperanza es lo último que se pierde, e historias con finales felices, aunque lleguen ya un poquito tarde, siempre ha habido y las habrás. Haberlas haylas. Quizás debamos ponernos en contacto con las meigas.
lunes, 20 de septiembre de 2010
Stefaan Engels
Suena ridículo decirlo, pero es así: estoy vago. Estoy vago porque es cuando más trabajo tengo, y luego enfrentarme a este blog me produce sudores fríos. Creo que equivoqué un poco el objetivo que tenía al principio. Últimamente, he intentado seguir el ritmo de la actualidad, y este blog no nació con ese interés y, además, no soy capaz de hacerlo. El duelo entre Kaiku y Urdaibai y la rivalidad entre Francisco y Korta podían haber tenido su entrada. Ni hablé de la final del Mundial de baloncesto. No he dicho nada de la última jornada de la Liga de fútbol. Ni de cómo va la pretemporada de la liga ACB, tampoco lo iba a hacer, lo juro, solo faltaba. El final de la Vuelta a España se me escapó, y eso que la Bola del Mundo y Ezequiel Mosquera merecían protagonismo. Podía haber hablado de Thierry Henry, de por qué Juan Pablo Montoya es uno de los personajes más odiados de Estados Unidos, de Carmelo Anthony, de Nadal, por supuesto, incluso de Miki Nadal, de Ibrahimovic y Sacchi, incluso de que acabo de terminar de leer el libro de Enric González y si me pongo a parafrasearle y citarle escribo una entrada al día. Pero nada, no he escrito nada de eso.
Sin embargo, el domingo, me fui andando hasta el Guggenheim. El de Bilbao. Era un domingo soleado y la ribera de Abandoibarra relucía con el multicolor de los turistas. Puppy se mantenía mirando hacia Moyúa, sin inmutarse con los visitantes que se fotografían a sus pies. Cualquier día levanta la patita y... La torre de Iberdrola, la nueva biblioteca de la Universidad de Deusto, la ría se refleja en las fachadas acristaladas. No reconozco nada. Es sorprendente como unas láminas de titanio han cambiado el perfil de la ciudad en un abrir y cerrar de ojos, en un poner y quitar de andamios.
A lo que iba: en un costado del Guggenheim un grupo de jóvenes vestidos con unas camisetas oscuras donde se sombreaba el nombre dorado de una empresa de una dieta para la pérdida de peso se avalanzaban sobre los muchos corredores, patinadores y curiosos que caminaban por la orilla de la ría. Querían regalarles una camiseta como la de ellos. Allí estaba Pep, que se ve que organiza el evento. Pep era y es amigo de mi novia, con la que compartió un verano laborioso en Dublín. Gracias a él, conocimos los detalles de la aventura que se ha propuesto un atleta belga de apellido ciclista: Stefaan Engels. Engels, con el patrocinio de la susodicha empresa, se propone correr 365 maratones, uno por día, en distintas ciudades del mundo. Y no empezó ayer. Lleva ya 226 maratones. Lleva recorridos 11055,09 km. Lleva seis días en Bilbao, hoy corre el último por la ribera. Ayer, hizo 3 horas, 58 minutos y 22 segundos siguiendo un camino muy marcado, desde el Guggenheim hasta el Euskalduna, media vuelta hasta el Ayuntamiento y vuelta atrás. Cada vez que pasa por la caravana de la organización, se pita una bocina. Eso es todo lo que va a estar haciendo durante todo un año. Aprovechamos nuestra amistad con Pep para conocer pequeños detalles y secretos que no contaré aquí, aunque sí diré que me interesé por saber cómo se sigue el registro y la certificación de sus marcas, y, al parecer, corre con un gps que gestiona la organización del Guinness.
Antes de irnos, vimos pasar a nuestro lado a Engels por segunda vez. Su manera de correr roza el histrionismo, duele. Serio, impasible, su físico me pareció mucho menos fino de lo que esperaba para alguien que lleva más de doscientos días corriendo 42 km en unas cuatro horas. Quizás sea verdad lo que dice él, que su vida es muy fácil, al fin y al cabo, todo lo que tiene que hacer es despertarse, correr cuatro horas, y descansar. Ironía belga, suave como su chocolate y espesa como su cerveza.
En fin, que al final, escribí algo. Nada de actualidad aunque Engels, probablemente, haya empezado a correr ya. Hoy se despide de Bilbao. Mañana estará en Gijón. Dentro de poco más de 100 días terminará en Bélgica, creo. Y después de todo eso, no sé lo que hará, quizás se ponga a descansar 365 días seguidos, aunque eso también debe de aburrir, ¿no?
Sin embargo, el domingo, me fui andando hasta el Guggenheim. El de Bilbao. Era un domingo soleado y la ribera de Abandoibarra relucía con el multicolor de los turistas. Puppy se mantenía mirando hacia Moyúa, sin inmutarse con los visitantes que se fotografían a sus pies. Cualquier día levanta la patita y... La torre de Iberdrola, la nueva biblioteca de la Universidad de Deusto, la ría se refleja en las fachadas acristaladas. No reconozco nada. Es sorprendente como unas láminas de titanio han cambiado el perfil de la ciudad en un abrir y cerrar de ojos, en un poner y quitar de andamios.
A lo que iba: en un costado del Guggenheim un grupo de jóvenes vestidos con unas camisetas oscuras donde se sombreaba el nombre dorado de una empresa de una dieta para la pérdida de peso se avalanzaban sobre los muchos corredores, patinadores y curiosos que caminaban por la orilla de la ría. Querían regalarles una camiseta como la de ellos. Allí estaba Pep, que se ve que organiza el evento. Pep era y es amigo de mi novia, con la que compartió un verano laborioso en Dublín. Gracias a él, conocimos los detalles de la aventura que se ha propuesto un atleta belga de apellido ciclista: Stefaan Engels. Engels, con el patrocinio de la susodicha empresa, se propone correr 365 maratones, uno por día, en distintas ciudades del mundo. Y no empezó ayer. Lleva ya 226 maratones. Lleva recorridos 11055,09 km. Lleva seis días en Bilbao, hoy corre el último por la ribera. Ayer, hizo 3 horas, 58 minutos y 22 segundos siguiendo un camino muy marcado, desde el Guggenheim hasta el Euskalduna, media vuelta hasta el Ayuntamiento y vuelta atrás. Cada vez que pasa por la caravana de la organización, se pita una bocina. Eso es todo lo que va a estar haciendo durante todo un año. Aprovechamos nuestra amistad con Pep para conocer pequeños detalles y secretos que no contaré aquí, aunque sí diré que me interesé por saber cómo se sigue el registro y la certificación de sus marcas, y, al parecer, corre con un gps que gestiona la organización del Guinness.
Antes de irnos, vimos pasar a nuestro lado a Engels por segunda vez. Su manera de correr roza el histrionismo, duele. Serio, impasible, su físico me pareció mucho menos fino de lo que esperaba para alguien que lleva más de doscientos días corriendo 42 km en unas cuatro horas. Quizás sea verdad lo que dice él, que su vida es muy fácil, al fin y al cabo, todo lo que tiene que hacer es despertarse, correr cuatro horas, y descansar. Ironía belga, suave como su chocolate y espesa como su cerveza.
En fin, que al final, escribí algo. Nada de actualidad aunque Engels, probablemente, haya empezado a correr ya. Hoy se despide de Bilbao. Mañana estará en Gijón. Dentro de poco más de 100 días terminará en Bélgica, creo. Y después de todo eso, no sé lo que hará, quizás se ponga a descansar 365 días seguidos, aunque eso también debe de aburrir, ¿no?
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Michel Platini
Si no tuviera esa manía de titular mis entradas con el nombre rutilante del último personaje que se me ocurre (lo de Platini va por la UEFA, lo de la UEFA por la Champions y lo de la Champions viene a cuento), esta entrada se titularía “la experiencia champions” o algo así, algo que rotulado quedaría impactante en un Marca sin fotos de Larissa Riquelme o la última conejita de play-boy haciendo aerobic.
Hoy estreno formato: la entrevista. No lo había hecho hasta ahora y venía rumiando la idea desde hacía tiempo. Pero que no os entre el canguelo, no me voy a poner ahora con ínfulas de periodista. Tenía una grabadora por ahí. ¿Me imagináis con ella intentando entrevistar a un jugador del Sodupe solo por hacer algo original? Sería capaz, por qué no, seguro que cualquier jugador de División de Honor, y he dicho el Sodupe por decir cualquiera, tiene algo más interesante que contar que los personajes que analiza con parsimonia Olga Viza. Yo es que soy así de raro.
Pero no. Nuestro entrevistado no es famoso, aunque quizás podría contar cosas más interesantes aún que las del jugador del Sodupe, si no fuera porque el entrevistador, yo, deja mucho que desear, ya veréis.
Nuestro entrevistado es el vecino de pormaratones, el de las asics, el que se nos ha pirado a Francia por asuntos laborales de la misma manera que antes se fue el de “Un franco, 14 pesetas.” No es la primera vez, ya pasó por Toulouse, y luego por el Colegio de España de París, donde ya nos dio de qué hablar con Chedli Tchita, y ahora le toca a Lyon acogerlo en su seno. La tercera ciudad más poblada de Francia, conocida por la seda y el buen comer, ya le ha dado la orilla del Ródano para seguir con sus carreras, como podéis leer en su blog si os apetece.
Bueno, pues, al parecer, nuestro amigo se aburría y, como le quedaba cerca, ayer se fue dando un paseo hasta el Stade Gerland para ver el ambiente del partido entre el Olympique de Lyon de Gourcuff y el Schalke 04 de Raúl González Blanco. Al final, se nos animó, se compró la entrada más barata que pilló y se metió al campo después de enviar un mensaje de texto en el que se le veía emocionado ante, como habría titulado el Marca, su primera “experiencia champions” (lo del Dinamo de Tiblisi, amigo, yo creo que casi no cuenta ni como experiencia, es broma).
El caso es que se me encendió la bombilla y me dije, pues te entrevisto, sí, por todo lo alto, te hago una exhaustiva entrevista, me hago el listo apuntillando tus respuestas, y así me queda una entrada de lo más chula. Y sorpresas de la vida, el de las asics ha entrado al trapo. Así que, sin más prolegómenos, ahí va la entrevista:
- Decía Joseba Etxeberria en una de sus muchas entrevistas de despedida, que un recuerdo inolvidable sería siempre la musiquilla de la Champions sonando en San Mamés. ¿Cómo es para un espectador?
Entré al campo preguntándome lo mismo. No me acordaba de la sensación que tuve viendo al Tibilisi. Claro que la pusieron, cuando saltaban los equipos en fila, pero el sonido no estaba muy alto y tampoco se percibía mucho. Más me llamó la atención el trapo ese que ponen en el medio del campo y que es un balón de fútbol (el símbolo de la UEFA). Cuando entras y lo ves dices: joder, qué guapo, es partido de Champions.
- ¿Y cómo es el Stade Gerland?
Pequeño, para unos 35.000. Las esquinas no tienen graderío, con lo que se abren unos huecos feos. Pero es coqueto, incluso bonito. No sabría decirte un campo parecido. Los graderíos que caen hasta el césped son más largos y grandes que los segundos anfiteatros, más pequeños. Te enviaré alguna foto. Está hundido en el suelo, desde fuera no se percibe cómo es. De hecho, desde fuera se ven unos arcos, a modo de coliseo romano, que es por donde debes pasar para acceder a una especie de plaza desde donde, ahora sí, accedes al campo, a las vomiteras que dan a pie de campo. Lo mejor sería que te enviase alguna foto porque es difícil de explicar. Ahora bien, tiene palcos vips, todos acristalados. Los del Schalke estaban como ponen a los rivales en San Mamés, detrás de una portería y separados por la policía. (Aquí no cuentas lo de los tres controles y el aspecto amenazante y robótico de los gendarmes, ¿eh?)
- ¿Diferencias entre la afición francesa y lo que conoces de San Mamés? Por no hacer la comparación con Lasesarre, claro.
Pues no sé si en general en Francia son muy de animar, pero en Lyon animaron todo el rato. Como te decía, sobre todo, la Virage Nord (curva norte) que era la que yo tenía frente a mí. Fueron ellos los que iniciaron el mosaico, sacudieron las bandera y las bufandas... Eran los que comenzaban todos los cánticos. Había algunos cánticos como los de "que bote, que bote san mamés" (lo digo por la música y la acción, no sé lo que decían). También hablaban con el graderío de enfrente, en plan, "hola fondo norte, hola fondo sur", pero mucho más largo y trabajado. A los rivales no se les silba, se les abuchea: uuuuuuuuuuu. Eso me chocó. Los alemanes también se hicieron notar y cantaron bastante, y también movían mucho las banderas. Yo diría que no había cánticos para los jugadores. En general diría que hubo muy buen ambiente y que animaron durante todo el partido. (¿Y lo de la cerveza y el kebab? Lo dejamos para otro día.)
- ¿Raúl, Gourcuff, Bastos... alguno más?
Raúl apenas hizo nada, pero se le ve muy importante en el equipo. Baja a recibir y comienza la jugada con alguna pared. Busca pases que sus compañeros no le entienden (no sé de quién es el problema). Deportivo como siempre en el choque, pide perdón y da la mano con quien ha chocado, por ejemplo con Lloris. Corre mucho, a veces sin sentido. Mejor que Huntelaar, a quien apenas se le vio, pero tiene planta de buen delantero. Gourcuff juega con el 29. ¿Por qué? Tiene detalles de Zidane. Mucho pisar y pasar. Es un arte del control, pisar, pasar, buscar el desmarque con el pase. Me gustó. Junto con Toulalan hacen una buena pareja. Toulalan es Gurpegui, todo corazón, sin técnica, que siempre remata alguna, aunque lo haga mal. La leche es el ritual de Gourcuff en los córners. Tarda 30 segundos. Besa el balón, lo mima, respira, pone el cuerpo... todo como si fuese una falta, un libre directo. Claro, así va luego, como un obús al punto de penalty. Jurado, nada, solo calentó. Le vi hablando con alguien y me pregunté en qué idioma lo haría, nada más. Lloris es muy bueno. Salvó al equipo del 0-1. Luego expulsaron al defensa (creo que quiere decir uno del Schalke 04 de apellido impronunciable que se fue muy cabreado) y no tuvo presencia. Pero ahora recuerdo dos paradas muy importantes con el 0-0. De Bastos no te puedo decir nada, que metió el gol de churro. Lisandro es un ídolo. Muchas camisetas eran de él. Falló lo que quiso y alguna más. Si siempre tienes esas ocasiones es normal que se hinche a meter goles, pero joder. Mucho corazón. Metzelder estaba lesionado y no estuvo. Cris tampoco jugó, creo. (No, no jugó, y el de la roja, ya que lo he visto lo escribo, se llama Benedikt Howëdes)
- ¿Y la parafernalia espectacular de la UEFA?
Nada especial, excepto la manera de presentar las alineaciones. Al mismo tiempo que un tío da los nombres, desde el túnel de vestuarios sale corriendo un niño que se coloca justo en la posición del jugador nombrado. Ejemplo: LLORIS!!!! y sale un niño directo a la portería, RAUL!!!!! y un niño se pone de delantero. Así 22 niños equipados con las camisetas de cada equipo, dibujando un 1-4-4-2 marcado en el suelo por unos mini-conos. Esto no sé si es de la UEFA, pero sí que es curioso. Por lo demás, nada en particular.
- Tú ya tienes una experiencia vital considerable en Francia. Llevo unos días leyendo el libro de Enric González y me chocan sus alusiones sociales y culturales aplicadas al fútbol, cómo analiza los clubes con respecto a características que podríamos decir que pertenecen a la sociología o lo político, ¿se vio en el campo o en la grada alguna diferencia cultural que te chocara?
No sé cómo es el PSG. Pero Lyon es interracial. Detrás mío tres negros como Bill Cosby, en familia. A mi lado, cuatro amigos marroquíes o turcos, es decir, moros pero occidentalizados. Mi butaca daba al pasillo, donde estaban sentados un montón de argelinos con malas pintas. Delante mío un lyonés normal y corriente. Un poco más adelante, una madre de 36 años con su niño de 6 que le lleva al fútbol. Mucha mezcla. Hay que tener en cuenta que Lyon ha ganado la liga 8 años de los últimos 10. Creo que ha habido mucha gente que se ha subido a la ola del OL. Pero muchas razas y mezclas. Cuando vaya a ver al Asvel Villeurbanne, te diré qué tipo de gente va a ver el baloncesto (el 24 contra el Buducnost igual voy). Por tanto, en Lyon hay de todo.
- ¿El partido fue aburrido?
La primera parte fue una mierda. Fútbol cero. El gol, que fue una mierda, la expulsión y dos paradas de Lloris. La segunda estuvo bien por parte del Lyon que atacó y atacó. El Schalke no podía hacer nada. El dominio fue claro, pero fallaron mucho. Si hubiese sido 11 contra 11 habría sido una mierda. Ambos equipos van de culo. El Schalke ha perdido todo y el Lyon 5 puntos en 5 jornadas (5 de 15 posibles, poco).
- Habiendo leído en los últimos días comentarios sobre los precios de las entradas en Bilbao y el resto de campos de la liga española, ¿cómo se te quedó el bolsillo?
35 euros, la más barata y detrás de una portería. Se veía bien. Ésa fue la mía. La siguiente eran 50 o 55 y de ahí para arriba, no te quiero decir porque no lo vi Sé que había 6 categorías de entradas y que la mía fue la 6ª. Como fuese en proporción... La de 35 no me parece caro para ser Champions y fútbol, pero bueno, hay que pagarlo. Al Asvel se le puede ver por 14 euros contra el Buducnost. El día que vengas te llevo a ver al Asvel. (¿Catorce euros para ver a Gelabale? Bueno, por lo menos aún nos quedaría Foirest, aunque parezca mentira.)
- Y última, no tiene nada que ver con el partido, y puede que ni con el fútbol, pero me he acordado de Gignac y Abardonado estos días, ¿alguna reacción del mundo del fútbol ante la decisión "política" de Sarkozy para con los gitanos?
Sólo se que Bruselas le ha llamado la atención y le ha dicho algo así como que qué cojones está haciendo, que ya vale. Ahora los franceses, más preocupados que con eso, lo están con las jubilaciones, que ha conseguido retrasarlas. Cuando yo llegué hubo una huelga general contra ellas. Da igual, lo ha llevado hacia adelante. Creo que pueden pasar a ser hasta los 63 o algo así. Son menos años que en España de todas formas. (Cómo se nota que el mundo, más que un pañuelo, es un laberinto económico bien entrelazado.)
Y eso es todo, va una foto, para encabezar, del Stade Gerland, que nos ha mandado nuestro amigo, mejor que poner a Platini haciéndose viejo y orondo. Prometo que la próxima entrevista se la hago a un jugador del Sodupe.
martes, 14 de septiembre de 2010
John Wooden
El pasado mes de junio, cuando falleció, creo que llegué a prometer escribir una entrada sobre él, pero luego no lo hice. Por un lado, no me apetecía, por el otro, no hacía falta. Ya hubo suficiente información en prensa, y no era para menos. Diez títulos de la NCAA, aunque fuera en los años sesenta y setenta, le dan derecho a ser reconocido como el mejor entrenador de todos los tiempos en la liga universitaria. Durante los primeros quince años de su vida, perdió. Después, en doce años, ganó diez títulos, siete consecutivos. Dicen que nunca quiso ganar por ganar, y que siempre relativizó la victoria si ésta no conllevaba un progreso ético tanto individual como colectivo. Todos hablan de él como persona más que como entrenador, a pesar de tener los títulos suficientes como para que lo segundo primara más que lo primero. Gael Goodrich, el suplente de Jerry West, Walt Hazzard, Bill Walton o el que aún se llamaba por entonces Lew Alcindor, pasaron por sus manos.
Y ya he hablado de él, y no quería. El nombre de John Wooden, y aunque esto sea un sacrilegio, solo era una disculpa para comentar un dato, nada sorprendente pero muy ilustrativo, que he leído hoy.
La Universidad de Kentucky fue líder de asistencia de público en la pasada temporada de la NCAA con más de 24,000 espectadores por partido. El último en el top 20 es Purdue con 13,000 y pico. Nuestros amigos de Creighton, ocupan, nada más y nada menos, el puesto decimoquinto con 14,500 espectadores por partido. El récord de asistencia a un partido de la ACB lo tenemos en Bilbao, 14,814 espectadores en la final de la Copa del Rey. La ACB es la liga europea que lidera el ránking de asistencia. Según un artículo publicado en 2008 por ACB.com, el CAI Zaragoza, sí, el CAI Zaragoza, lideraba el ránking europeo con algo más de 10,000 espectadores por partido. Estudiantes, Unicaja, Real Madrid, TAU Cerámica, Joventut y Granada le seguían. Valencia era decimoprimero. Bruesa, por entonces, Valladolid, Bilbao, Cajasol, ViveMenorca, León y Fuenlabrada entraba en el top 20. Solo el Barons Riga, el Scavolini de Pesaro, el Brose Basket Bamberg, el Alba Berlín y el Virtus Bolonia se colaban entre ellos. Ninguno superaba los 10,000. La información, según ACB.com, había sido proporcionada por Ballineurope.com.
Creo que los datos hablan por si solo, igual que los títulos con John Wooden. Aunque dicen que era aún mejor persona, ¿pasará lo mismo con el público?
lunes, 13 de septiembre de 2010
Mikel Nieve
Que se me estan viendo demasiado los colores en esta Vuelta, lo sé. Parezco un poco forofo, pero ya hablé en su día de que el ciclismo, para lo bueno en este caso, aplaca un poco esas pasiones. Si el domingo, aún afectado por el tronco de Peña Cabarga, dije que la Vuelta terminaba para mí, mentí. No le hice tanto caso como le habría hecho si Igor no hubiera estado a pocos kilómetros de mi casa en el Hospital de Cruces, pero la vi. Y hoy también he escuchado a Joaquim Rodríguez y he disfrutado de la honrosa desesperación de Carlos Sastre, y sé que los colombianos dominaron el Tour del Porvenir y por no hablar de la operación de aorta del padre de Barredo y su emotivo abrazo en los Lagos de Enol. El ciclismo es así, pero las emociones de este último fin de semana me han superado. Todo fue extraño. Exagerado. Por las circunstancias, quizás, no lo sé.
Siempre he sido aficionado de este equipo. Desde que Sagasti llegó sin un gramo de fuerza a aquella meta, de quien, por cierto, casualidades de la vida, me acordé este fin de semana pero por otro motivo, hasta los tiempos de las victorias ilusionantes de Mikel Artetxe en Portugal, de Beloki, de Iban Mayo y Zubeldia, de Unai Etxebarria, de Roberto Laiseka... Esta edición de la Vuelta parecía que iba a ser la culminación de muchos años de trabajo. Pero no pudo ser. Y aún así lo es. Porque la demostración de equipo, de grupo, de solidaridad y buen ejemplo que los corredores y los miembros del equipo han dado hasta ahora es digna de elogio. Lo que hicieron mientras todo iba bien, y lo que siguen haciendo ahora. La entereza de Igor Antón ante las cámaras, la charla de Igor González de Galdeano en el desayuno, el silencio de Miguel Madariaga, la fuerza de Juanjo Oroz, la rabia de Egoi Martínez, la camiseta de Koikili, la carta abierta escrita por Pablo Urtasun y, sobre todo, el festival de ciclismo que han dado hoy en la etapa reina de Cotobello. Primero, Oroz esperando en San Lorenzo para formar un trío que cogía el descenso a tumba abierta. Cuando han llegado a los escapados, el bueno de Oroz parecía Chente en sus mejores tiempos. Después, Txurruka llevando en fila a todo el grupo, seleccionando en la cobertoria, y dejando a Nieve al pie de Cotobello. Y, por último, un navarro de Leitza dando un recital de escalador, con su manera de pedalear atropellada, sin mirar para atrás, con el gesto serio de concentración, impasible ante la sombra de gigantes como Luis León Sánchez, Franck Schleck o las rampas del puerto asturiano. Y lo mejor: ver la emoción de alguien que ama este deporte. Observar como contiene las lágrimas mientras dedica la victoria a su compañero, mientras resalta la labor de equipo, mientras habla y repite que todo consiste en luchar hasta el final. Más: le felicita Joseba Beloki y se emociona. Le dicen que le tienen guardado un autógrafo de Miguel Indurain y resopla. Todo le supera. No se lo cree. Ciclismo.
Yo no he podido evitar que en este fin de semana me superen las emociones. Todo es extraño. Exagerado. Quizás por las circunstancias, no lo sé.
Con más frialdad, me reitero en que el trabajo del equipo es excepcional, y la imagen dada a lo largo de la temporada, impecable. No sé qué tanto por cierto se debe a la responsabilidad tomada por Igor González de Galdeano, pero pocos peros se le pueden poner a los corredores este año. Creo que los aficionados, ni tan siquiera pedimos victorias. Solo queremos ver ciclismo. Ciclismo del bueno, del que a veces te deja ser primero y otras veces, no. La victoria no es lo más importante. Enhorabuena a todos.
Además, y con esto termino, no creo en los agoreros que anuncian la eterna crisis de este deporte tanto aquí como fuera. Si Antón ha demostrado que puede ganar una vuelta grande, Nieve demuestra ahora que los escaladores nunca desapareceran. Y Sicard nos da la ilusión internacional. Y Castroviejo e Izagirre nos pueden dar victorias en carreteras que generalmente se nos daban mal. Y Landa viene justo detrás de los colombianos. E Intxausti quizás algún día le de la vuelta a su horrorosa Vuelta de 2010. Y Pello Bilbao, Aritz Bagües, Ion Izaguirre, Víctor de la Parte, Arkaitz Durán... Nunca van a faltar ciclistas aquí. Solo hay que coger un día el coche e irte a comer a una cervecera de Maruri. Y, fuera de aquí, ocurre lo mismo, Rafael Valls, Peter Sagan, los Velits, Jens Keukeleire, Hutarovich, Bole, Oss, Gesink, Kreder, Van Emden, Van Garderen, Boom, Taaramae, Tony Martin, Vantomme, Porte, Roche, Konovalovas, Hagen, Phinney, Thomas, Roux, Quintana, Atapuma, Hoogerland, Pantano, Duarte, Madrazo, Herrada, Higinio Fernández, Malacarne, Degenkolb, Matthews, Kump, Capecchi, Kwiatkowski, Daniel Díaz o Alexander Ryabkin. Alguien dirá que no ve ahí a ningún Miguel Indurain, a ningún Lance Armstrong. Y qué más da. Ahí hay Bruseghines, y Barredos, y Flechas, y Horrillos, y Cancellaras, y Rosciolis, y Coppolillos, y Chiappuccis, y Laisekas, y corredores que se caerán y otros ganarán dos días después para dedicarles la victoria, para aparecer de entre la niebla haciendo un gesto que te parte el pecho en dos y que solo conoce tu padre. No es celebrar la mediocridad. En mi humilde opinión, es celebrar lo mejor de este deporte.
(Me doy grima cuando me pongo tan ñoño, no puedo evitarlo, mañana escribo sobre los videos de Shaquille O'Neal y Glen Davis y se me pasa)
domingo, 12 de septiembre de 2010
Igor Antón
Creo que estaba intentando guardar su nombre para titular una entrada mucho más feliz. La fatalidad siempre nos acompaña. Hay que aprender a convivir con el infortunio. No seamos dramáticos: todo el mundo sufre varapalos a lo largo de su vida. Lo de ayer fue cruel, muy cruel. Podemos flagelarnos con maldiciones por lo que queda de temporada. Yo lo hice ayer, durante unos instantes. Después, el txakoli y los cubatas ayudaron, el día más feliz de M y A y la discoteca privada del restaurante, ayudaron. Aunque, aunque a alguien le pueda resultar patético, sabía, en el fondo, que había algo de lo que no quería acordarme. Aunque. Recibí un mensaje cuando aún estaba en la mesa y no había acabo de salir el rape. Cinco minutos antes, había estado hablando de ciclismo con el invitado de al lado, un zaragozano que colgó la bicicleta en cadetes. No lo creía. L salió corriendo al bar. Yo tardé en reaccionar. Cuando llegué, Antón, con gesto sereno y convincente, saludaba a la camara, magullado y ensangrentado. El bar estaba repleto de rh negativo. Tipos orondos con la cara recubierta de angustia. Un grito ahogado. En el ambiente, se palpaba un asombro contenido, como si todo fuera a terminarse de golpe, y nada fuera cierto, y todos volveríamos a la mesa para comernos el rape felices. Alguien gritó: ¡eres el puto amo chaval! Y entonces creo que todos nos dimos cuenta de que era verdad, que nos íbamos a comer el rape con cierto estúpido amargor. Contesté al mensaje de móvil. Me contestaron. Volví a contestar. Me lo propuse: olvídalo, olvídalo, olvídalo. Lo conseguí. Aunque. Encima, perdió el Athletic.
Esta mañana me he levantado de resaca, con miedo, con un aunque clavado en la garganta. Es que fumé mucho. No he leído los periódicos, pero he abierto internet con miedo, con resaca, con un aunque. No quería leerlo. Quería que fuera mentira. No he pasado de los titulares. Mañana empiezo a trabajar de nuevo. Tengo muchas cosas que hacer. Y, además, estoy de resaca. Solo quiero pensar en eso.
Lo confieso: para mí ha terminado la Vuelta. Lo siento. Con todo el respeto a los demás participantes. Ahora digo que se ha terminado, mañana puede que vuelva a estar delante del televisor. Pero ya no volveré a pasarme dos horas escuchando a Perico Delgado y a Carlos de Andrés. No. Me duele el aunque. No puedo. Lo siento.
Y lo dejo ya.
Igor pasará de esto como tiene que pasar y empezará ya a soñar y a prepararse para ganar la edición de 2011. M y A saldrán de viaje a los Estados Unidos. Yo me levantaré a las seis de la mañana para conducir durante dos horas hasta llegar a mi nuevo trabajo. El Athletic perderá más partidos. Y Nadal los seguirá ganando. Otro corredor de naranja ganará en la Vuelta. El mundo girará y girará, y todos seremos más maduros y más solventes con nuestros aunques guardados en el bolsillo. Conviviremos con el infortunio y la fatalidad. Pero no podremos dejar de beber txakoli y vodka con naranja para evitar el dolor de la crueldad. Y eso sale muy caro. Por lo menos, el rape estaba bien rico. Felicidades A y M. Eutsi gogor Igor hurrengoan izango da!
viernes, 10 de septiembre de 2010
Alexandru Buligan
Yo jugué de portero de balonmano. Un año. En el colegio. Era jugador de campo y me ponían de pivote. ¿Se llama así? El más corpulento, el que juega incrustado en la defensa rival. ¿Ese es el pivote? Aitor Etxaburu, Xavier Mikel Rekondo, Andrei Chepkin, o como se escriba, incluso conozco a Borja Fernández porque lo conocí como jugador de baloncesto. Yo era uno de esos en los primeros entrenamientos. Era corpulento, pero era un "puto acojonado", como me dijo una vez el entrenador. Su mayor cualidad era la pedagogía. Temía el contacto físico, no sabía usar mi cuerpo. Así que empecé a jugar de estorbo, de cualquier cosa, del que pasaba la pelota y desaparecía. No sabíamos las reglas del juego, no sabíamos qué era el balonmano, era la primera vez que había un equipo en el colegio. Ni tan siquiera estábamos federados. La idea era formar un equipo ese año y, al próximo, tomárselo más en serio. Ésa era la idea. No sé cómo acabó.
El caso es que, a veces, terminábamos los entrenamientos jugando al futbito. Sí, no me preguntes por qué. Y como con el balón en los pies era aún peor que con el balón en las manos, me ponía de portero. Y resulta que era bueno. Sobre todo porque en los córners salía bien por alto a recoger todos los balones. Se ve que me daba menos miedo el contacto cuando tenía a los contrarios de espaldas. Así que mi entrenador pedagogo tuvo una brillante idea: tú, de portero. Porque nadie quería ser portero. Solo JL, quien, ahora, regenta una tienda de cannabis y tiene un perro de esos de moda a los que les cuesta respirar y siempre se tumban con las patas estiradas. Yo me sentí orgulloso de mí mismo. Nunca me elegían en los equipos que se hacían en el recreo. Por fin, alguien parecía que había descubierto un puesto en el que podía destacar deportivamente.
En el primer entrenamiento, hice una parada memorable, y ya no hubo discusión. Yo, portero. Lo único que sabía era cubrir el palo cuando alguien saltaba desde un lateral. Eso era fácil, incluso cuando mi elasticidad no me dejaba alargar la pierna más allá de lo patéticamente risible. Un compañero se lanzó al aire y lanzó la pelota una centésima de segundo antes de pisar el suelo. El balón fue directamente a mi cabeza. Mi cabeza al palo y del palo al suelo. Me levanté como si no hubiera pasado nada. ¡Encima tenía la cabeza dura! Estaba claro. Tú, portero.
Los entrenamientos fueron endureciéndose. Un día nos hicieron entrenar bajo la nieve. Acabé amoratado de los resbalones. En el interior del gimnasio, nos colocaban junto a la pared, con una colchoneta debajo, y nuestro entrenador pedagogo se ponía a escasos metros. Después, tiraba con todas sus fuerzas a dar. JL acabó de titular porque parecía gustarle que el cuero del balón le enrojeciera los brazos. Yo intentaba disimular que aquello me estaba pareciendo una puta masacre. ¡Tenía que ser un hombre! Aunque todavía no habría aprobado la EGB.
Solo jugamos un partido. Un amistoso. En la plaza del pueblo, repleto de gente, ante un equipo que sabía jugar a aquello. No sé qué hicimos porque yo escurrí el bulto, me excusé, no fui. Perdimos de paliza pero el entrenador estaba orgulloso de la dignidad con la que se habían enfrentado los pocos que se presentaron. Yo agaché la cabeza y callé. Ésa fue toda mi experiencia como portero de balonmano. Al poco tiempo, dejé de ir a entrenar. Dejé el balonmano, que nunca comprendí, por el baloncesto, y me fue igual de mal. No era de extrañar. Ya me lo decía mi padre, que estudiara, que ése era el único deporte que se me daba bien. Y tenía razón.
Con los años, el balonmano dejó de interesarme hasta como espectador. Los años gloriosos del Elgorriaga Bidasoa aún te empujaban hacia el televisor. Los nombres de Juantxo Villarreal, Jovanovic, Wenta, Gislasson, Svensson... aún se guardan en la memoria. Incluso los de aquel Barakaldo, humilde y abnegado, que soñó con ser más de lo que podía ser. A los tiempos de Zupo y el San Antonio, llegué ya desnortado. Pero me quedé con el nombre de Alexandru Buligan. Quién sabe por qué, quizás porque me imaginaba que yo podía haber sido él si hubiera sido capaz de aguantar los balonazos con más hombría.
Pero no fue así.
JL tiene una tienda de cannabis. Yo seguí estudiando y apunto estoy de cerrar con un título rimbobante lo máximo que alguien puede alcanzar en la jerarquía académica. El entrenador pedagogo no sé donde anda, pero seguro que el balonmano lo sigue por televisión. Y eso fue todo. El año pasado tuve un par de alumnos que se dedican a esto. Uno juega en el Barakaldo, el otro andaba en el Trapaga, si no me equivoco, les veía de reojo dibujar tácticas en un papel, y me acordé de mis tiempos como portero en el patio del Colegio Bagaza.
No era nostalgia. No sé lo que era.
Y esta mañana, tomaba un café tardío en una cafetería del barrio mientras hojeaba el periódico. Venían todas las plantillas de esta temporada para la liga ASOBAL. Mientras repasaba nombres que me sonaban a chino, y recordaba la voz de aquel locutor de la televisión pública que gritaba lo de ¡adentro!, me he puesto a mirar la altura de los jugadores. Prácticamente todos los equipos tienen a uno o más jugadores que sobrepasan los dos metros. Yo mido 1'76. Sigo teniéndole cierto miedo al contacto físico. He aprendido mejores lecciones que las que aprendí aquel año, pero, aún así, me sigo preguntando: ¿habría sido un buen portero de balonmano? No lo creo, pero, al menos, hice una parada memorable, aunque me costara un buen dolor de cabeza que supe esconder con talento. Quizás eso era lo mío: el teatro. Como hago en este blog. Por cierto, ¿Buligan está de segundo entrenador en el San Antonio, no? Que le vaya bonito, sí.
miércoles, 8 de septiembre de 2010
Milos Teodosic
Estaba fácil hoy, ¿verdad? Lo que dice Scariolo: estaba delante de un tío más alto que él, a ocho metros, y se ha cascado el triple. Solo queda felicitarle.
Había algo extraño en los ojos de los jugadores serbios. Un hambre inquietante, cercano a la locura. Krstic tenía la misma mirada que le causó un chichón a Boroussis. Velickovic tenía la furia recogida en el colorete de las mejillas. Keselj había ganado tres centímetros de musculatura en el brazo solo con saltar a la cancha.
Y ninguno de ellos ha ganado el partido: lo han ganado Savanovic y Teodosic. Precisamente, los dos que también lo podían haber perdido. Los dos que no compartían gesto con sus compañeros. Savanovic, con un extraño parecido al actor Michael Cera recién levantado de la cama, parecía divertirse jugando el solo a imitar a Billy Elliott. Teodosic, con su aspecto desaliñado, de resacón, imbuido en un mundo propio y narcótico, se ha despertado un solo segundo, un solo salto, un solo giro de muñeca que ha mandado a España de vuelta a casa.
No se puede decir nada, tú. Podían haber ganado cualquiera de los dos equipos, así que el que lo ha hecho se lo merece. El abuelo Ivkovic ha sabido volver a sacar magia de la chistera. Dijimos en el europeo que volveríamos a hablar de ellos, y ya está, Teodosic, Velickovic, Keselj, Rasic, Markovic, Krstic, Savanovic, Perovic... y los que no han participado, Pekovic, Macvan, Marjanovic... Los IC están de vuelta si es que alguna vez se fueron.
Pero lo bueno ha estado al otro lado del Mediterráneo, en la península, en un país sin salida al mar. El principado de Andorra ha asistido a la victoria de Igor Antón en la estación de esquí de Pal. Mosquera va a acabar por odiar al Euskaltel. Pero, aquí también, el que ha ganado se lo ha merecido tanto como el que ha quedado segundo. Antón, siempre inquieto pero prudente, ha dado una lección de serenidad, que sumada a la fuerza de sus piernas, nos hacen templar la euforia a los aficionados vascos al ciclismo.
Y me quedo aquí, tú, que se me está acabando la batería. Menos del cinco por cierto, a ver si me da tiempo a colgar una foto de Teodosic con esa barba descuidada y esa mirada ausente.
lunes, 6 de septiembre de 2010
David López
Ha sido un fin de semana de sonrisas y lágrimas. Decían que David López lloraba en la salida porque recordaba a Txema González, masajista del Sky, y ex-masajista de Euskaltel y los equipos de Matxin, que falleció repentinamente en un hospital de Sevilla. El pelotón internacional se conmovió. Primero fue Fignon, después Txema, de quien todos coincidían en decir que era una bellísima persona. Solo queda arropar a su familia. Igual que habrá que arropar a la familia del joven japonés Shoya Tomizawa. Su muerte, esta vez, conmovió al paddock. Ha sido un fin de semana de lágrimas.
A mí, todo esto, me pilló en la carretera. Casi quince horas de viaje para bajar el sábado hasta la frontera con Portugal y regresar al día siguiente. La victoria de España ante Grecia me pilló en un humilde apartamento de la urbanización Los Amigos de Olivenza. La muerte de Tomizawa me pilló en la carretera, en una gasolinera a medio camino de Valladolid. Antes, cerca de Zarza de Granadilla, nos pilló el anuncio de alto el fuego de ETA. Poco después, la victoria de David López en Alcoy. Fue un viaje sin tráfico, con calor, y con un aluvión de noticias radiofónicas.
Fue también el fin de semana del deporte vizcaíno. Si los periódicos ocupaban espacio hablando del bilbaíno Ibai Gómez y sus últimos cuatro goles, también hoy había espacio para la victoria balsámica del Barakaldo ante el Spórting B y, sobre todo, para la Bandera de Donosti más vizcaína de los últimos años, con los bermeanos de Urdaibai y los sestaotarras de Kaiku dejándolo todo en unos segundos para el fin de semana que viene. Y luego quedaba la Vuelta a España, con un chaval de Galdakao luciendo el nuevo maillot rojo de líder, y un barakaldés trabajador y silencioso, levantando los brazos en la línea de meta de Alcoy.
Empezó llorando, y terminó levantando los brazos en meta. David López se inscribió en el palmarés de la Vuelta para gloria del ciclismo de la margen izquierda. Desde la salida de cadena en los Lagos de Covadonga del sentimentalmente mítico Juan Tomás Martínez, "Volcán de Barakaldo" hasta el arrojo de David López han pasado muchos años sin que nuestra tierra de mineral y humo diera frutos. Ahora que ni nos reconocemos al mirarnos al espejo, un ciclista del pueblo, con el mismo perfil y las mismas características de los ciclistas de antaño, se ha dejado fotografiar en lo más alto. Y es que nadie duda del talento de un David López que ha puesto su carrera al servicio de los demás. Desde que debutara con Cafés Baqué, asomara con Euskaltel y se asentara con el equipo de Unzué, David López ayudó a ganar a Valverde una Vuelta y para él solo dejó la etapa reina de la Vuelta a Alemania. Ayer, en la última rampa, cuando Caruso, Kreuzinger, Moncoutié y Egoi amenazaban por detrás, David López tuvo tiempo para disfrutar de todos los esfuerzos que fue, generosamente, ofreciendo a otros en años anteriores. Era su día. Un día de sonrisas que ponían el contrapunto a las lágrimas.
jueves, 2 de septiembre de 2010
Beñat Etxebarria
Buenas noticias para el fútbol vizcaíno fuera del círculo vicioso del Athletic Club de Bilbao. Lo del círculo vicioso es una figura retórica vacía de significado. Podía haber encabezado la entrada con cualquiera de los dos, pero he elegido a Beñat Etxebarria por el golazo que marcó ayer con el Betis en la victoria del equipo sevillano por 2-1 ante el Salamanca durante el partido clasificatorio de Copa del Rey. Beñat es un centrocampista menudo y trabajador que ya debutó hace la friolera de 4 años (es del 87, así que no tiene ni 24 años) con el Athletic de Bilbao en primera división. Desde entonces, dejó de contar para el primer equipo. Regresó al Bilbao Athletic, después marchó al Conquense cedido, y finalmente apostó por otro filial, el del Betis, y parece que le ha salido bien. Pepe Mel le hizo debutar el fin de semana pasado ante el Granada y ayer en la Copa marcó un auténtico golazo. Es bonito ver como jugadores vizcaínos tienen éxito en el fútbol sin cumplir las etapas patrocinadas por Lezama. Todo tiene que funcionar. Nunca debe haber un solo camino. Y otro que ha tenido que abrirse camino solo es Mikel Rico, el centrocampista y lateral vizcaíno que tras comenzar en el Baskonia, luchó lo indecible por hacerse carrera en los campos de Segunda B y fuera de Bizkaia. Conquense, Poli Ejido y Huesca le tuvieron en sus filas. Con los últimos, subió a Segunda A, y ahora, el Granada, con la intervención, supongo, del Udinese, le ha fichado por 600.000 euros, una cifra muy alta para tratarse del Huesca y de un jugador humilde. A punto de cumplir los 26 años, su trayectoria ha merecido un reconocimiento finalmente. Igual que lo está teniendo Ander Lafuente en el Cartagena, que marcó en la primera jornada de Segunda A y que también tuvo que salir de Lezama para buscarse un futuro.
La última gran noticia del fútbol vizcaíno la dio el Portugalete en la misma clasificatoria de Copa al dar un recital en Castalia y eliminar a un histórico del fútbol, el Castellón, remontando un 2-0 adverso. Los de Javi Luaces son un equipo potentísimo a los que la tercera se les quedará grande muy pronto, pero siempre, siempre es muy difícil ascender en estas categorías.
Por último, las malas noticias llegan de casa, de la vuelta de la esquina, del club con el que tengo carné. Ayer, por sorpresa, el presidente anunciaba en la Junta su dimisión en el cargo. Miguel Acero ha estado cinco años como presidente del club. Cinco años en los que ha saneado parcialmente la economía del club. Cinco años en los que el bagaje deportivo no ha sido muy positivo, por hablar con diplomacia en unos momentos que para él no serán agradables. Soy socio del club pero no conozco sus entresijos. Si tuviera que hacer un juicio de valor tanto sobre su mandato como sobre su salida, pecaría de superficial e incoherente. Tan solo espero que la junta directiva que ahora se hace cargo del club consiga sobrellevar la situación hasta que se ejerzan elecciones. También espero que la parcela deportiva no sufra. Ya lo veremos.
Cuelgo el vídeo del gol de Beñat y ya seguiremos hablando de todo esto. La foto para Mikel Rico, por compensar. ¡Hoy he cocinado marmitako!, que no viene a cuento, pero me hace ilusión.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
María Angustias Velasco
Primero fue la hija del carpintero, Juani, la que mandó una carta a Unipublic para hablarles de La Pandera. Jaén quería que la Vuelta conociera aquellas montañas. Y lo hicieron: cuatro ascensiones y cuatro ganadores, Roberto Heras, Alejandro Valverde, Andrey Kashechkin y Damiano Cunego. Pero el pueblo de Valdepeñas aún seguía escorado. Así que el siguiente paso lo dio María Angustias Velasco, la hija del boticario y diputada de deportes de Jaén. Ella volvió a escribir a Unipublic, esta vez para hablarles de la cuesta de las Farjas.
Y también la hicieron caso. Para regocijo finalmente del pueblo de Valdepeñas y de todos los aficionados al ciclismo.
Reconozco que me perdí la etapa. Cuando faltaban 25 kilómetros, y aún no habían empezado a subir el puerto de segunda, me tuve que marchar a la capital. Mientras Joaquim Rodríguez abusaba de su musculatura, yo debía estar en la fnac bostezando y evitando mirar las baldas con atención porque no está el presupuesto para caprichos.
No sabía nada hasta que tomando un zurito en el barrio pregunté, "por cierto, ¿quién ha ganado en la Vuelta?" Y me puse nervioso con la noticia. No fue un subidón como en otras ocasiones. Aún recuerdo la cara de asombro de algunos cuando me tenían al lado mientras Roberto Laiseka daba bandazos en Abantos, por no hablar de aquel bar de Sopelana donde debieron darnos por locos cuando el mismo protagonista adelantaba corredores sin parar camino de la cima de Luz Ardiden. Hasta en el bar del barrio, cuando acaba de mudarme, acabaron por reírse al oírme gritar viendo a Mikel Astarloza boquear de asombro en la cima de Bourg St. Maurice. No fue lo mismo, quizás porque fue en diferido, pero me puse nervioso. Mensaje a Francia y me lo confirman, y me pinchan: más vale que veas la etapa por internet cuando llegues a casa.
Y lo hice. Igor Antón es un corredor especial. A camino entre el viejo y el nuevo ciclismo, sea lo que sea eso. Sonriente, frágil, de ojos inquietos y nerviosos. Siempre ha dado la sensación de que tenía piernas de ciclista himalayista. Sus victorias son de relumbrón, y con un poco de suerte, todavía le queda sacar lustre a unas pocas más. Es la esperanza presente de un ciclismo vasco que sigue necesitando redescubrir a sus viejas glorias con nuevas que las superen.
Gómez Peña en el Correo y sobre todo un J.A. Gutiérrez emocionado en el As (Valdepeñas, como confiesa, es un rincón sentimental de su vida personal) se han hecho eco de esas historias escondidas que encierran tanto el ciclismo como los escenarios donde se escriben las hazañas. Ellos han contado en sus crónicas las historias de Juani y de María Angustias. A los aficionados, solo nos queda agradecérles a los valdepeñeros que mantengan una cuesta donde será jodido subir todos los días con las bolsas de la compra, pero nosotros, hemos descubierto una clásica belga, como decía Gutiérrez, en plena Sierra de la Pandera. Y es para celebrarlo. La Vuelta, por ahora, promete.