Imagen encontrada en el buscador de imágenes de google, al parecer proveniente de la web mediotiempo.com, que a su vez la registra como original del twitter oficial del Club Atlético Colón |
Diré lo primero que mi intención era dejar que pasaran unos días. No quería que se asomara por aquí cualquier extraviado o extraviada. Los motores de búsqueda de internet arrastran y rastrean y te pueden haber traído aquí sin contar con tu esperanza original de encontrar algo que mereciera la pena, algo que, por lo menos, te dijera lo que no sabías ya. Y no va a ser así. Si llegaste de improvisto y nuevo, te volverás rezagado y como viniste; solo si fuiste de este blog antes entenderás que, aunque ya no sea lo que fue, resulte comprensible que quisiéramos incluirle aquí. Llevamos años escribiéndole carga a esta larga lista de nombres propios, sin ambición, sin intereses prácticos, por costumbre, afición y el gusto de la tecla. Fue bajando la constancia y hasta el placer que le encontramos ya al ejercicio, sinceramente. La cosa se acaba, este blog da bocanadas, pero da igual ahora. Lo que quería decir es que cuando llegue, algún día, ese día miraré para atrás, veré el listado, evitaré los textos, y querré que al menos entre todos ellos estuviera el de Tomás Felipe Carlovich, alias el Trinche. Porque, de alguna manera, su historia nos recuerda otras que no le pertenecen a él ni él se debe responsabilizar de ellas, pero que a nosotros nos marcaron la línea en la que anduvimos, como aficionados, por estos lares del fútbol: la de mencionar a Mágico González cuando alguien decía Diego Maradona; la de recordar nombres de jugadores que ni ellos mismos se recuerdan, porque les vistes embarrados sobre el área y nunca tuvieron una portada en el periódico; la de pagar la cuota de socio del equipo de fútbol del pueblo cada año, aún estando emigrado a 7000 kilómetros de distancia para toda la temporada, aún y con un récord de treinta años repetidos en la segunda división B, y hacerlo porque sí, porque siempre fue así, porque ibas de la mano de tu padre y luego seguiste yendo apretándosela al hueco; decir de mico que Iñaki Moreno era tu jugador preferido, y que lo fuera; decías y preferías de verdad las historias del Caudal a las del Real Madrid; yo vi cómo le caían siete goles a Javier López Vallejo en Lasesarre; y un ascenso de tercera división en Águilas, Murcia, puede que sea uno de tus mejores recuerdos; una vez José Ángel Iribar estuvo a medio metro de mí; El Toralín, Anduva, Las Llanas y geografías así. Los argentinos les llaman potreros a esos jugadores con los pantalones machados de arena, que juegan como si lo estuvieran haciendo en una parcela abandonada, como si gambetearan un poema que habla de nostalgia y volver a la niñez. Nosotros crecimos en tierra de barro y lluvia, de chimeneas que humeaban y sirenas que llamaban al turno, mientras los niños jugábamos al fútbol en el descampado, en el cemento parcheado de los patios del colegio, en aquella arena apelmazada donde se bajaba a ver el torneo interbares. Rosario nos queda lejos y el Trinche más aún, pero, de alguna manera, evoca eso: los boinas, las cantinas, los carnés que se picaban, la publicidad metálica que sonaban a metralla, las vallas que vencían, las sonrisas medidas de los padres, la pendiente escarpada de las gradas de hormigón, los primeros amigos que hacías. Así que el Trinche está aquí no sé muy bien por qué, y si lo que quieres es aprender de él y de su historia, o ver cómo se le homenajea debidamente, ya te digo que me excuso, pero equivocaste el camino.
Después de estar en coma inducido, como recogía hoy el periódico La Nación, el Trinche Carlovich fallecía a los 74 años de edad hoy mismo, 8 de mayo de 2020 (o ayer, que ya se me hizo el reloj una vuelta), por las secuelas de los golpes sufridos al ser víctima de un atraco en su ciudad, Rosario, la que le vio crecer como futbolista hasta ampliar una leyenda que no reflejaban las estadísticas. Debutó de joven con Rosario Central en la primera, a penas un par de partidos, y se hizo mito en el tercer equipo de la ciudad (según cuentan, que para su hinchada, digo yo que no lo será), en el Central Córdoba, casi siempre en categorías inferiores. Hace unos años, Informe Robinson, programa del igualmente recién fallecido Michael Robinson, le recuperaba para la épica romántica de los que le desconocíamos de lejos. Lo que decían en ese reportaje gente como José Pekerman, César Luis Menotti, Aldo Poy, Jorge Valdano o Carlos Aimar le daba figuración a esa memoria que carece de imágenes que la hagan visible. Juan Carlos Montes, en el reportaje, le llama "jugador lírico". Le definen, le describen, le imprimen movimiento, y el propio Trinche, con sus contrastes, le da cuerpo a la humanidad de la leyenda. Después, como dije al principio, se hace universal, se convierte en metáfora, y nos sirve incluso a los que poco más que retenemos de ahí eso: un apodo, un nombre, una historia que ni tan siquiera conocemos en su proporción pero que parece alimentar nuestra propia resistencia.
Dicen que en Argentina se ha hecho viral denunciar que Carlovich no ha muerto, que lo mataron. Y parece cierto: lo ha matado este mundo de mierda donde robar una bicicleta se asienta en el sistema. Pero no matarán el fútbol que dio. El fútbol de Carlovich. Y con ello, algo más. Creo que es Menotti quien lo dice, en ese reportaje que mencionaba antes, que le gustaba más jugar al fútbol que ser profesional. Pero trascendió. Incluso acá, en este rincón de la tierra, donde siempre valoramos una versión del juego que se le hubiera atragantado a su ritmo, donde el hocico se metía en el lodo, los codos en los costillares, el balón dibujaba el triángulo de abre, centra y remata de cabeza. Otra pintura de un mismo paisaje. Trinche queda. Y es que no todo se quedó allá. Yo creo que no todo es trampantojo en el fútbol de hoy. Mirar siempre por el retrovisor no es bueno. No creo en venerar el blanco y negro pero sí creo en el gris. Por eso, espero que sigan prevaleciendo siempre las historias por encima de la Historia. Y la del Trinche es de las mejores, las escuches desde dónde la escuches. Que en paz descanse.