jueves, 20 de febrero de 2020

Eddie Griffin



Hace unos días me llamó la atención leer el siguiente titular: "Sebastian Telfair: El último juguete roto de la NBA". Se publicaba en Gigantes del Basket y recogía información sobre la detención y condena del otrora jugador profesional de la NBA. Al parecer, por otras fuentes, descubrí que en agosto del año pasado fue condenado a más de tres años de cárcel por posesión ilegal de armas, y un mes más tarde, fue puesto en libertad a la espera de la resolución sobre la apelación que pidieron sus abogados. Está bajo arresto domiciliario, sin pasaporte y llevando una pulsera de seguimiento en su tobillo. Su caso, probablemente, no fuera tan aireado y popular como el más reciente de Delonte West, pero era otro más en una larga lista de ejemplos de jugadores que acabaron peor de lo que se podía esperar dadas sus carreras y las oportunidades que tuvieron. Si no me confundo, por cierto, Delonte West y Sebastian Telfair coincidieron juntos en los Cleveland Cavaliers. Era el quinto equipo NBA para un Telfair que, en su adolescencia, fue una estrella nacional, convirtiéndose en un acontecimiento cuando renunció a la NCAA y su acuerdo con la Louisville de Rick Pitino para ingresar en el draft del 2004 y ser elegido en el puesto 13º por los Portland Trail Blazers, por detrás justo de Robert Swift, otro que podría entrar en esa lista, que también fue detenido por posesión de armas y que ahora busca una segunda oportunidad en Gijón en la LEB Plata. 

En esa lista de muñecos rotos, de jugadores que dilapidan fortunas, que se ven envueltos en actos criminales o acaban en la cárcel, uno de los casos más dramáticos fue el de Eddie Griffin. Griffin, estrella de la universidad de Seton Hall, llegó al draft de 2001 con aspiraciones y se situó, finalmente, en el 7º puesto, elegido por unos New Jersey Nets que lo traspasarían a los Rockets. Fue el draft de Pau Gasol, elegido en tercera posición por detrás de Kwame Brown y Tyson Chandler. La carrera de Griffin en la NBA fue corta y sinuosa, en gran parte, debido a sus problemas extradeportivos, principalmente con el alcohol. Fue corta, también, porque falleció a los 25 años, cuando su coche fue arrollado por un tren de carga, al conducir borracho y saltarse un paso a nivel. No era la primera vez que sufría percances en la carretera. Se hizo viral, antes de que se hiciera viral esa expresión, al sufrir un accidente por distraerse conduciendo mientras al mismo tiempo se masturbaba y conseguir que la policía no le realizara un test de alcoholemia. Cuando firmó por los Wolves, allá por la temporada 2004-2005, se confiaba en su rehabilitación, tras haber pasado por problemas de disciplina y con el alcohol en los Rockets y no llegar a jugar con los Nets, con los que firmó después, por un asunto de violencia doméstica que le llevó a la cárcel, aunque fuera por unos días. Era algo que ya venía de lejos, de su instituto y del único año en el que jugó para Seton Hall. Aún así, en la cancha, su talento brillaba por encima de todo: en el instituto era una estrella en Filadelfia, a la altura del propio Wilt Chamberlain y, en su único año en la NCAA, llegó a estar entre los mejores a nivel nacional en tapones y rebotes. Sus dos primeras temporadas en los Rockets fueron prometedoras, pero la tercera se la pasó, como ya comentamos, en un centro de desintoxicación. 

Y todo esto viene por una única razón: yo vi jugar en directo a Eddie Griffin y Sebastian Telfair. Los dos al mismo tiempo, en el mismo partido, en el único partido de la NBA que he visto en directo. Fue el 15 de enero de 2005, en el Target Center de Minnesota. Los Wolves ganaron a los Blazers por 92 a 84. Telfair apenas jugó 8 minutos, y consiguió un triple. Griffin salió del banquillo, e hizo un gran partido, sobre todo en defensa y en el rebote: 18 cazó. Leer el nombre de Telfair en la prensa me llevó a relacionarlo con el de Griffin, y entonces me acordé de aquel día de invierno, frío, con la nieve reciente, y yo en la primera fila de butacas, horas antes de que empezara el partido, viendo a Sam Cassell en chandal tirando a canasta y las chicas haciéndose fotos con Mark Madsen

Por curiosidad, abrí un cajón en casa y lo encontré: el librillo del partido. Allí seguía en esa caja repleta de recuerdos abandonados de aquel tiempo que pasé viviendo en los Estados Unidos. Y me puse a ojearlo, a revivir aquel día. Entre publicidad de Verizon, Best Buy, Samsung, Toshiba, Hard Rock Café, Ramada Inn, Buick, Chevrolet, JVC (hasta un próximo concierto de Josh Groban en el mismo Target Center), pasatiempos para niños y mayores, y otras recomendaciones más locales, en aquel librillo te encontrabas noticias y entrevistas que, por aquel entonces, serían pura actualidad, pero que ahora se tiñen de nostalgia y curiosidad. 

Por ejemplo, el primer reportaje era una entrevista con el ahora entrenador de los Cornhuskers de Nebraska en la NCAA, competición a la que vuelve después de sus no muy exitosos dos años y un poco del tercero en los Bulls, Fred Hoiberg. El titular y su pequeña ampliación debajo eran significativos: "Doing What It Takes on Both Ends of the Court, Fred Hoiberg does whatever is necessary to get a win". Es decir, algo así: "Haciendo lo necesario en los dos lados de la cancha, Fred Hoiberg hace lo que haga falta para ganar." Así definían el carácter de un jugador que había llegado el año antes desde los Bulls, equipo al que luego entrenaría, como ya hemos dicho. Solo jugó en tres equipos en la NBA, Pacers, Bulls y Wolves antes de retirarse, y, en parte, descubría por qué en esa entrevista: no primaba el dinero y prefería privilegiar otras cosas. Renovó por el equipo de Minnesota porque su familia estaba muy a gusto en la ciudad. En ese mismo librillo, Hoiberg también protagonizaba la sección "time out", una batería de preguntas rápidas sobre cuestiones más generales y anecdóticas como la típica "¿qué hubieras sido de no ser jugador de baloncesto?". La respuesta era jugador de golf. Por eso, su deportista preferido era Jack Nicklaus. Y, a parte de su pasión por este deporte, descubríamos otras curiosidades como que le gustaba el rock clásico y su primer concierto fue uno de los Rolling Stones y su primer coche un Oldsmobile del 83, que le gustaba comer pollo antes de los partidos y, lo más sorprendente, que, de poder elegir a alguien, a quien le hubiera gustado conocer sería a Sócrates, y supongo que se refería al filósofo más que al futbolista brasileño.  

Además de la entrevista y las preguntas rápidas a Hoiberg, también había un pequeño reportaje sobre el mismo Griffin: “is working to overcome a troubled past and excel on and off the court”. Es decir: "Griffin trata de superar un pasado problemático para brillar tanto en la cancha como fuera de ella". Todo era optimismo y buenas intenciones, aunque no se ocultaban detalles para con ese pasado del que hablamos antes, eso sí, ligeramente suavizados: “After spending two seasons with the Houston Rockets, Griffin was released for reportedly missing practices and even a team flight early in the 2003-2004 season. Not long after his release, he signed with the New Jersey Nets. He never played a minute in New Jersey. Instead, he entered an alcohol rehabilitation center”. Vuelvo a traducir: "Tras pasar dos temporadas en los Houston Rockets, Griffin fue despedido por, supuestamente, ausentarse de los entrenamientos y llegar incluso a perder un vuelo con el equipo en la temporada 2003-2004. Poco después de su despedida, firmó con los New Jersey Nets pero no llegó a jugar un solo minuto. En lugar de ello, fue internado en un centro de desintoxicación."

Otras secciones recurrentes, incluían, en este número, cinco preguntas al speaker del Target Center, Rod Johnson; información sobre las actividades más recientes en favor de la comunidad; curiosidades sobre los gustos deportivos en fútbol americano y béisbol a los jugadores de los Wolves, en donde destacaba que solo dos, Kevin Garnett y Hoiberg, optaban por el de la ciudad, los Vikings de Minnesota, y peor en béisbol, porque solo Garnett elegía a los Twins de Minnesota; la sección sobre universidades del estado, en la que le tocaba el turno a un equipo de la tercera división de la NCAA, el Gustavus Adolphus Gusties donde entrenaba Mark Hanson, y cuyos mejores jugadores, según el reportaje, eran Doug Espenson, Adam TeBrake y Phil Sowden, de los que no se encuentra información en la red porque probablemente no tuvieran carrera profesional. Mark Hanson sigue allí, creo que lleva 30 años como primer entrenador de ese equipo; y el resto era información sobre el equipo, la franquicia o los rivales. Quizás la sección más chocante, para alguien de fuera, era la relativa a las animadoras, que incluía las fotografías de las 16 bailarinas del Timberwolves Dance Team, Abby, Alysia, Andrea, Emily, Erin, Inger, Heather, Krisan, Melissa, Natalie, Nicee, Shannon, Shayna, Stacey, Stacy y Tristina. Más las de las dos responsables del equipo, Melissa Sax y Tura Hallblade. 

Aquellos Wolves de la temporada 2004-2005 ya eran propiedad de Glen Taylor, quien lo tenía, de hecho, desde 1995. Natural de Mankato, Minnesota, Taylor era el fundador de Taylor Corporation y, por aquel entonces, confiaba en la labor administrativa de Rob Moor y Chris Wright, y, para la deportiva, contaba con Jim Stack y un Kevin McHale que, a pesar de haber hecho su carrera profesional en los Celtics de Boston, era natural de Hibbing, Minnesota, y había jugado para la Universidad de Minnesota. McHale ya no está. Su lugar lo ocupa ahora Gersson Rosas, quien tras convertirse en el primer manager de origen latino en la NBA, con los Dallas Mavericks, fue luego la mano derecha de Daryl Morey en los Houston Rockets. Él fue el elegido para rejuvenecer la plantilla y reestructurar el futuro del equipo. Su primera decisión fue una coincidencia histórica, al menos, tal y como encaja en esta entrada: decidió que Ryan Saunders siguiera siendo el entrenador principal, cargo que ya había aceptado cuando se despidió a Tom Thibodeau la temporada anterior. Acompañado en el banquillo por dos viejos conocidos del baloncesto europeo, David Vanterpool y Pablo Prigioni, Saunders se convertía en el entrenador más joven de la NBA en la actualidad, a sus 32 años (más de cuarenta jugadores en la NBA son mayores que él), y el más joven en 40 años, desde que Dave Cowens entrenara a los Celtics de Boston cuando solo tenía 30 años, seis más que Dave DeBusschere, entrenador de los Detroit Pistons en la 64-65 con 24 años, aunque en estos dos casos ambos eran jugadores-entrenadores. Sin embargo, la coincidencia histórica con respecto a esta entrada es que Ryan Saunders, actual entrenador de los Minnesota Timberwolves, es el hijo de Philip "Flip" Saunders, entrenador de los Wolves cuando yo estuve en aquel partido del Target Center y toda una leyenda del baloncesto en Minnesota que fallecería en 2015, diez años después de aquel partido. Acompañaban a Saunders padre en su equipo técnico, allá por 2005, clásicos de la NBA, tanto en los banquillos como en la cancha, como Sidney Lowe o Randy Wittman, más un caso curioso, el de Don Zierden, más que nada por ser el padre de Isaiah Zierden, del que hemos hablado mucho aquí en nuestros repasos de la actividad competitiva de la universidad de Creighton, con la que se licenció, se marchó a jugar a Portugal y no hemos vuelto a saber más de él. Por cierto, en aquellos Wolves de Saunders padre, Zarko Durisic era el jefe de la sección internacional, el caza talentos extranjero para el equipo. Durisic, que estaba en aquella Wichita State de los Xavier McDaniel y Antoine Carr, se instaló en Estados Unidos después de jugar para Buducnost y Olimpija Ljubljana y allí sigue, en algún otro cargo dentro del equipo administrativo de los Minnesota Timberwolves. 

Flip Saunders tenía a sus órdenes un buen equipo de veteranos, con hasta diez jugadores rozando o por encima de los 30 años: Anthony Carter (1975), Sam Cassell (1969), Kevin Garnett (1976), Fred Hoiberg (1972), Troy Hudson (1976), Ervin Johnson (1967), Mark Madsen (1976), Michael Olowokandi (1975), Latrell Sprewell (1970) y John Thomas (1975). El más joven de todos era el inglés Ndudi Ebi (1984), que para aquel partido estaba lesionado, igual que Madsen y Cassell, como recordaremos luego. Wally Szczerbiak (nacido en Madrid mientras su padre Willy Szczerbiak hacía carrera en España) era de 1977, de 1979 Trenton Hassell, y de 1982 Eddie Griffin. Llegaban al partido con un récord de 17-17, cuando aún faltaba más de la mitad de la temporada. En la anterior, habían ganado la división Medio Oeste (con un rango de 58 victorias por 24 derrotas) y acabarían como subcampeones del Oeste al perder en semifinales ante Los Angeles Lakers de Kobe Bryant, Shaquille O'Neal, Karl Malone y Gary Payton que luego perderían la final ante los Detroit Pistons de Rasheed Wallace y Ben Wallace, más el que acabaría como MVP de las finales, Chauncey Billups. El MVP de la temporada 2003-2004 fue precisamente Kevin Garnett, de los Wolves, quien, junto con Latrell Sprewell y Sam Cassell, encandiló a los aficionados de la NBA en una temporada regular excelsa que no pudieron coronar con la final. Y así llegaban a la siguiente temporada, manteniendo al equipo, aunque la edad de este trío letal (Garnett en los 29, Cassell en los 36 y Sprewell en los 35) ya anunciaba que quizás era el momento de darle un giro a la plantilla. En cualquier caso, Garnett seguía liderando al equipo, con 23.6 puntos por partido, seguido por un Sam Cassell (15.6) al que empezaban a afectarle las lesiones y el tercero en discordia, Sprewell, con 12.0 puntos por partido. Entre medias, se colaba Wally Szczerbiak, que promediaba 15.4 puntos por partido.

Por su parte, los rivales eran los Portland Trail Blazers, entrenados por Maurice Cheeks. Tenían un juego exterior temible con gente como Derek Anderson (1974), Damon Stoudamire (1973), Nick Van Exel (1971), Ruben Patterson (1975), Darius Miles (1981) o el ya mencionado Sebastian Telfair (1985). Por dentro, un ex de la universidad de Minnesota, precisamente, Joel Przybilla (1979), uno de los mejores taponadores de su generación, Theo Ratliff (1973) y un joven que ya despuntaba: Zach Randolph (1981). Además de los jugadores de banquillo, como Geno Carlisle (1976), el surcoreano Ha Seung-Jin (1985) o Richie Frahm (1979), Cheeks también contaba con dos jugadores interesantes, como el prometedor Travis Outlaw (1984) o el veterano Shareef Abdur-Rahim (1976), al que se le dedicaba un pequeño apartado en el librillo que nos ha llevado a escribir esta entrada, y se rescataban sus buenos años en los Grizzlies y su apodo como "el mejor secreto guardado en la NBA". Los Blazers traían peor racha que los Wolves: 15-19. Zach Randolph, con 20.1 puntos por partido, se había convertido en la referencia del equipo, junto a Abdur-Rahim (15.7), Miles (12.6), Stoudamire (11.7) y el sexto hombre Derk Anderson (11.0).

Kevin Garnett, de todos los jugadores que se presentaron a aquel partido, seguía siendo el que más impacto tenía a nivel nacional. Ocupa la 9º posición entre los líderes en anotación, muy lejos de un Allen Iverson que, con 28.4 puntos por partido para los Sixers, lideraba la tabla de anotadores por delate de Koby Bryant, Dirk Nowitzki, Amar'e Stoudamire, Tracy McGrady y LeBron James. Sin embargo, Garnett lideraba la de reboteadores, con 15.2 capturas por partido, por delate de Tim Duncan, Troy Murphy de los Golden State Warriors y Emeka Okafor. Garnett también aparecía entre los primeros en asistencias (13º), en una clasificación liderada por Steve Nash (11.1). Y, además, Garnett aparecía en 11º posición en robos y en 10º en minutos jugados. El único otro jugador de estos dos equipos que destacaba tanto en una clasificación era Fred Hoiberg, líder de la liga en porcentaje de tiros de tres.

Así se presentaron los equipos en aquel sábado helador de enero de 2005 en el Target Center para disputar un partido que, por supuesto, pasará desapercibido en los anales históricos de la NBA. Los Wolves se llevaron la victoria final, pero después de esta llegarían dos derrotas consecutivas, y tras una prometedora racha de cinco victorias seguidas, las seis derrotas en seis partidos que, finalmente, le costarían el puesto a Flip Saunders, cerrando toda una época, y dándole la oportunidad de entrenar a un Kevin McHale que no haría un mal papel. Por los Blazers, contaban con las bajas, importantes, de Zach Randolph, Darius Miles y Shareef Abdur-Rahim, tres de sus mejores hombres. El surcoreano Seung-Jin estuvo allí pero ni se quitó el chandal. Por parte de los Wolves, Michael Olowokandi estaba sancionado y Sam Cassell regresaba de una lesión, pero no salió del banquillo. Ndudi Ebi y Mark Madsen tampoco fueron de la partida, aunque su impacto en el equipo fuera menor. Con tantas bajas en el juego interior, parecía claro que la cosa se iba a disputar desde el perímetro, y, en parte, así fue, sobre todo, para los Blazers. Ruben Patterson fue el mejor de su equipo, con 25 puntos, 7 rebotes y 2 asistencias, bien secundado por dos jugones que, en rachas de puntería, apunto estuvieron de darle un disgusto a los aficionados locales: el veterano Nick Van Exel, 19 puntos, 6 rebotes y 8 asistencias y Damon Stoudamire: 18 puntos, 6 rebotes y 4 asistencias. Por dentro, se dedicaron a apoyar en el juego el titular, Joel Przybilla, quien apenas aportó 4 puntos, 1 rebote y 2 asistencias, y el reserva Theo Ratliff, quien estuvo más acertado en los minutos que tuvo: 9 puntos, 6 rebotes y 2 tapones, especialidad defensiva en la que Ratliff destacaba en la liga. También jugaron James Thomas, Richie Frahm, Derek Anderson, Travis Outlaw y un Sebastian Telfair que en 8 minutos añadió 3 puntos y 2 rebotes. Por los Wolves, el mejor fue Latrell Sprewell con 25 puntos, 5 rebotes y 2 asistencias, seguido por Kevin Garnett con 17 puntos, 10 rebotes, 4 asistencias, 2 robos y 1 tapón. Los otros jugadores importantes para los Wolves en este partido salieron desde el banquillo. Un sorprendente Troy Hudson, que se fue hasta los 15 puntos y 5 asistencias, Wally Szczerbiak, con 11 puntos y 3 rebotes, y Eddie Griffin, quien solo añadió 6 puntos, pero se fue a la friolera de 18 rebotes, además de añadir 3 asistencias, demostrando que tenía unas cualidades innatas para destacar en varias parcelas de un juego que se le daba muy bien. Fred Hoiberg, en silencio, como siempre, añadió 8 puntos, 1 rebote y 1 asistencia. También jugaron John Thomas, Ervin Johnson, Trenton Hassell y Anthony Carter. La aportación de los banquillos, sin duda, marcó gran parte de la diferencia en el banquillo: 16 puntos de jugadores reservas en los Blazers por los 40 del banquillo de los Wolves. También pesaron los rebotes: 32 para los Blazers y 44 en los Wolves, donde la pareja Garnett-Griffin desarboló a Przybilla y Ratliff, y aunque les esperaran duelos de mayor calibre, los aficionados de los Wolves se ilusionaron ante el rendimiento que podría dar esta dupla. Volved al principio para descubrir que pasó luego con ella.

El partido fue disputado, un correcaminos en varios momentos. Se impuso el juego deslabazado y los tiros en jugadas individuales. Al menos, así lo recuerdo yo. No tengo, de hecho, grandes recuerdos del partido en sí: un alley-oop de Garnett, la electricidad de Van Exel y Stoudamire, y la calidad de Sprewell, poco más. Recuerdo que me aburrí. Recuerdo que estábamos muy alto en el graderío, pero aún así la visibilidad del Target Center era muy buena. Recuerdo que compramos palomitas, como no, y yo me pillé un bidón de cerveza Foster's que no fui capaz de terminarme. De hecho, guardo con más cariño otros recuerdos de aquella experiencia, aunque quizás estos no le interesen a quien sea que haya llegado tan lejos para leer hasta aquí. Recuerdo que el partido era a las ocho de la tarde, pero nosotros llegamos mucho antes. Aparcamos el coche en algún sitio de la ciudad, en el centro, pero no sabría decirte donde: nevaba, hacía mucho frío, apenas había gente por la calle. Entramos en el primer edificio que pillamos y ya no volvimos a salir. Caminamos durante una hora, hicimos algunos kilómetros, nos tomamos nuestros descansos, pero no volvimos a pisar la calle. Los edificios de Minneapolis estaban conectados por puentes acristalados y pasadizos que permitían moverse de un edificio a otro sin tener que salir al exterior. Si te asomabas a los ventanales, fuera veías a gente, muy poca, que se abrigaba como podía mientras esperaba al autobús en su parada o que corría para abrir su coche y refugiarse dentro. Fuimos de moqueta en moqueta, cómodos con la calefacción a tope, cruzando almacenes, tiendas, todo tipo de tentaciones, hasta llegar, casi sin darte cuenta por la falta de orientación, al Target Center. Y allí todo estaba dispuesto: música, puestos, diversión, publicidad... y poca gente. Entramos al campo y bajamos hasta pie de cancha, hasta donde dejaba la seguridad, para ver calentar a los jugadores de cerca. Recuerdo lo que dije antes, a un Mark Madsen sonriente, a un Eddie Griffin que bostezaba, a Sam Cassell lanzando a canasta con desgana pero sin fallar tiro alguno. Recuerdo darle la mano a Wally Szczerbiak y que respondió a mi hola con otro y una sonrisa. Recuerdo aburrirme pronto, porque no he sido muy mitómano, y he visto calentar antes de un partido a gente como Mikel Cuadra, Mark Simpson u Oscar Schmidt Bezerra y estos tampoco fallaban una. Y, de la misma, cuando terminó el partido, nos fuimos. Más convencido, al haberlo visto en directo, de la capacidad que tenía aquel gran negocio y de la falta de juego en lo que ocurría abajo, sobre el parqué. Y eso era 2005. Del resto de aquel fin de semana en Minnesota, recuerdo cosas que han quedado más intensamente sujetas en mi memoria que aquel partido de baloncesto, como el paseo alrededor de las cataratas congeladas de Minnehaha o conducir un coche por un lago helado en el que había una exhibición de esculturas sobre hielo al aire libre y gente pescando como en la película Beautiful Girls. Recuerdo ir a un restaurante malasio, que dormí en un sótano donde si no había fantasmas bien podría haberlos habido y que hicimos una guerra de bolas fuera de la casa y yo me llevé una buena ostia en la jeta. Me regalaron una camiseta, pero la perdí, y no recuerdo de qué universidad era.

En resumen, y vamos a ir terminando ya, no vi jugar a Sam Cassell, pero sí a Kevin Garnett, y, sobre todo, a Sebastian Telfair y Eddie Griffin. La NBA es un universo complejo repleto de historias minúsculas que pueden convertirse en vidas mayúsculas, ya sea por el lado más brillante o por el más trágico. Un ejemplo es esto: lees una noticia, te encuentras un librillo, y solo con eso, te sueltas una entrada que mejor no cuento el número de palabras. Es lo que hay: no soy el jugador que más tiros libres mete pero sí el escritor que más palabras tira.

Jett Canfield



Si no lo recuerdo mal, lo dejamos con un bagaje de 13-4 y 2-2 en los partidos de la Big East. Ahora volvemos, y lo decimos ya de sopetón, las noticias son buenas. A saber, el nuevo cómputo es de 21-6, 10-4 en conferencia. Es decir, dos derrotas más pero añadiendo, para compensar, 8 victorias. Y con esos índices, el equipo ha comenzado a tener visibilidad a nivel nacional. Para empezar, es el segundo mejor equipo de su conferencia, solo mejorado por Seton Hall y por encima de Villanova. Para seguir, ha conseguido derrotar a ambos, ya que estos dos equipos punteros de la Big East se encuentran entre los derrotados en esos ocho partidos que han contado como triunfos. Para finalizar, los baremos nacionales han dejado un hueco para los de Greg McDermott. En una continuada pero espectacular subida, los Bluejays se han alzado a la 15º posición a nivel nacional en el ranking que preparan los entrenadores para US Today, solo uno por detrás de Seton Hall (14º) y dos por debajo de Villanova (13º). Baylor y Gonzaga encabezan la lista. En el ranking de la Associated Press, los de Creighton están en la misma posición (15º), uno por encima de Seton Hall (16º) y tres por debajo de Villanova (12º). Baylor y Gonzaga también lideran esta clasificación. En el ranking NET de la propia NCAA, Creighton está aún más arriba (12º), por encima de Villanova y Seton Hall, en una clasificación que lidera San Diego State, por delante, eso sí, de Baylor y Gonzaga. Finalmente, hace poco, el comité de expertos de la NCAA seleccionó sus 16 cabezas de serie a mitad de temporada, y entre ellas, no se encuentra Creighton, y sí Seton Hall (11º) y Villanova (12º), en una propuesta que vuelve a encabezar la Baylor de Jared Butler, MaCio Teague, Davion Mitchell y Freddie Gillespie. Todos estos datos de los rankings los tomamos hace unos días, antes de la octava victoria, la que consiguieron ante Marquette.

En cualquier caso, buenas noticias para los arrendajos azules, a quienes les quedan cuatro partidos para cerrar la ronda regular en la Big East. Sus partidos contra Butler, St John's, Georgetown y Seton Hall (dos en casa y dos fuera) decidirán su posición final en unos play-offs donde, a pesar de todo, los Wildcats de Villanova y los Pirates de Seton Hall partirán, a buen seguro, como favoritos. Aún y con ello, un buen campeonato refrendaría sus opciones de estar en la locura de marzo, disfrutando de las rondas finales por el campeonato nacional. Veremos si sucede, pero parece que el equipo de McDermott, con el refuerzo de Denzel Mahoney y la buena puntería de sus exteriores, ha cogido ritmo y ha encontrado una identidad de la que parecen estar convencidos. Antes de que lleguemos a eso, rememoramos, brevemente, los diez partidos que han transcurrido desde nuestro último recuento y entre los que, como ya dijimos, se cuentan ocho victorias (ante Providence, DePaul, Xavier, Villanova, Seton Hall, St John's, DePaul nuevamente y Marquette) y dos derrotas (Georgetown y Providence). Empecemos por estas, aunque nos saltemos, en parte, el orden cronológico. 

La derrota ante Georgetown en Washington fue dolorosa por lo apretado del resultado: 80 a 83. Marcus Zegarowski fue el jugador más destacado de McDermott, con 20 puntos y 7 asistencias, aunque los 14 puntos de Ty-Shon Alexander le sirvieron para superar la cifra de los 1000 puntos y convertirse en el 42º jugador en la historia de la universidad en hacerlo. Denzel Mahoney, desde el banquillo, añadió 19 puntos y 4 rebotes, confirmando su gran impacto desde que se sumó a las rotaciones. El máximo reboteador fue Alexander, con 5, pero destacó la coincidencia de que hasta cinco jugadores, Christian Bishop, Mitch Ballock, Denzel Mahoney y Kelvin Jones le siguieran de cerca con cuatro capturas. Jett Canfield no jugó y, de hecho, la aportación del banquillo siguió siendo reducida, con solo tres jugadores añadidos a las rotaciones de los titulares. Por los Hoyas de Patrick Ewing destacó, por encima de todos, el turco nacido en Uzbekistán Omer Yurtseven, ex del Fenerbahçe, quien se fue hasta los 20 puntos, 13 rebotes y 3 asistencias. Por cierto, para Ewing juega George Muresan, el hijo de Georghe Muresan, quien, en este partido, apenas contó con cinco minutos, en los que le dio tiempo a fallar un tiro, perder un balón y hacer una falta. 

La otra derrota fue ante Providence, también a domicilio, y más contundente, ya que los arrendajos azules cayeron por 56 a 73. Fue un partido de rachas, donde empezaron bien los de Creighton pero sucumbieron ante el buen partido de A.J. Reeves, 22 puntos con 6 de 8 en triples, y el neoyorkino Alpha Diallo, quien añadió 14 puntos y 6 rebotes para los Friars. De los 56 puntos de Creighton, 53 se los repartieron entre cuatro jugadores: 15 puntos Ty-Shon Alexander, 13 Christian Bishop y Damien Jefferson y 12 Mitch Ballock. Especialmente malos fueron los partidos de Marcus Zegarowski, que se quedó en 3 puntos, pero eso sí, con 7 asistencias, y un Denzel Mahoney que ni anotó. Jugaron un minuto los reservas Jalen Windham, Jett Canfield, Jordan Scurry y Nic Zeil, minuto en el que lo único que aportaron fue una asistencia a cargo de Canfield, lo que es significativo y da muestras de lo que fue el final del partido. Los porcentajes son aún más esclarecedores: 23 de 62 en tiros de campo con un 6 de 27 en triples. Un mal partido, en resumen. 

El resto de los partidos, eso sí, se cuentan por victorias. En casa, se ganó a Providence, Xavier, St. John's y DePaul, todas ellas victorias que podían haberse esperado. Las grandes victorias llegaron fuera ya que, además de la reciente ante Marquette y la que se consiguió ante DePaul, los de McDermott fueron capaces de asaltar las canchas de Seton Hall y Villanova, los dos grandes favoritos. Vamos a empezar por ahí:

Primero se ganó a Villanova en el Wells Fargo Center de Filadelfia. Fue, además, una victoria rotunda, por 76 a 61, y al descanso ya ganaban de doce. El gran héroe del partido fue Denzel Mahoney, sólido en su rol de sexto hombre, quien aportó 21 puntos, su mayor cifra hasta ese momento en la temporada. Estuvo bien secundado por Damien Jefferson, 8 puntos y 8 rebotes, y por los otros tres jugadores que consiguieron dobles dígitos: Ty-Shon Alexander, con 16 puntos y 10 rebotes, Mitch Ballock, con 15 puntos y 5 asistencias, y Marcus Zegarowski, con 13 puntos y 4 asistencias. Jett Canfield, Jalen Windham, Jordan Scurry y Nic Zeil volvieron a servir de metáfora, esta vez más positiva, al jugar un puñado de segundos para ilustrar el relajado final de partido. No aportaron nada. Quienes si aportaron para los Wildcats, pero no lo suficiente, fueron Collin Gillespie y Justin Moore, yéndose ambos a los 18 puntos.

La otra gran victoria fue aún más inesperada, ya que los Pirates de Kevin Willard lideraban y aún lideran la clasificación de la Big East. Sin embargo, los de McDermott volvieron de Newark con una victoria que, en gran parte, les ha dado mucha motivación para seguir la racha. La sangre fría de Damien Jefferson y Denzel Mahoney y el poco acierto de los Pirates en los minutos finales sirvió para sellar una victoria por 87 a 82. Mal partido de Myles Powell para los de Willard, con 1 de 11 en triples, y bueno de Quincy McKinght (20 puntos y 6 asistencias) y del georgiano Sandro Mamukelashvili, con 13 puntos y 6 rebotes. Nada de eso fue suficiente para derrotar la inspiración de los cuatro de siempre en Creighton quienes, para más armonía, se quedaron todos en 18 puntos: Denzel Mahoney, Marcus Zegarowski, Damien Jefferson y Ty-Shon Alexander. Zegarowski volvió a ser el mejor pasador (8 asistencias) y Jefferson el mejor reboteador (9 capturas). Por dentro, Christian Bishop apenas jugó 12 minutos, pero, eso sí, aportó 11 puntos y 5 rebotes. 

Las otras dos victorias fuera pueden calificarse de más esperadas: ante DePaul, por un contundente 83 a 68, y ante Marquette, este mismo fin de semana, por 73 a 65. En Milwaukee, en casa de los Golden Eagles de Marquette, el mejor fue Ty-Shon Alexander, quien está realizando una temporada muy sólida, con 22 puntos, 5 rebotes y 4 asistencias. Zegarowski con 17 puntos y Damien Jefferson con 11 puntos y 8 rebotes fueron sus mejores escuderos. Mahoney, desde el banquillo, se quedó en 9 puntos, 5 rebotes y 3 robos. Solo Kelvin Jones y Shareef Mitchell, además de Mahoney, tuvieron minutos desde el banquillo. Más rotunda, como decíamos, fue la victoria ante DePaul, peor equipo de la Big East, que no pudo oponer resistencia en Chicago ante los porcentajes de tiro de los de Omaha, cercanos al 50%. El mejor titular fue Mitch Ballock, con 19 puntos y 6 rebotes, y el mejor reserva, de los tres que participaron, Denzel Mahoney, como no, con 14 puntos y 4 rebotes. Zegarowski dio 10 asistencias y el equipo robó hasta nueve balones, demostrando un buen trabajo en defensa. 

En casa, los de Creighton cerraron las opciones de victoria a todos sus rivales, y, uno por uno, cayeron en Omaha Providence, en lo que no fue una venganza porque ocurrió antes de la derrota ante los Friars en Rhode Island, DePaul de nuevo, Xavier y la St. John's de Mike Anderson, quien ha sustituido a Chris Mullin este año en el cargo de entrenador principal de los Red Storm. El partido más apretado fue ante los Friars, a los que derrotaron por 78 a 74, con más de 17.000 personas asistiendo en las gradas. David Duke, alero natural de Providence, hizo el partido de su vida al concluir sus estadísticas con 36 puntos, 4 rebotes, 3 asistencias y 3 robos, pero no fue suficiente ante el trabajo colectivo de los de Creighton con cuatro jugadores firmando dobles dígitos. El mejor fue Ty-Shon Alexander con 24 puntos, seguido por Mitch Ballock (17 puntos y 7 rebotes), Damien Jefferson (11 puntos y 10 rebotes) y un Denzel Mahoney que se fue a los 14 puntos en su primer partido como titular, relegando a la suplencia a Marcus Zegarowski, quien, sin embargo, jugaría más minutos que él, aportando 8 puntos, 3 rebotes y 3 asistencias en su nuevo rol. 4 puntos y 8 rebotes añadió Christian Bishop en su rol de referencia interior. Casi 18.000 personas se reunieron para el Pink Out, la fiesta filantrópica que se celebró con la llegada de Xavier, a quienes se derrotó gracias a una buena defensa al principio y a saber mantener las ventajas, que, al final, quedaron registradas en un 77 a 66 en el marcador. La lectura de las estadísticas vuelve a arrojarnos las mismas conclusiones: el mejor fue Ty-Shon Alexander, con 24 puntos, acompañado por Marcus Zegarowski, de nuevo titular, con 15 puntos y 6 asistencias y Denzel Mahoney desde la reserva con 14 puntos. Damien Jefferson, empatado con el reserva Kelvin Jones, fue el mejor reboteador con 5 cada uno y, esta vez, contó con 1 minuto de juego un Jett Canfield que no pudo aportar nada. Las victorias ante St. John's y DePaul fueron mucho más fáciles. A los primeros se les derrotó por 94 a 82 y a los segundos por 93 a 64. Por los Red Storm de St. John's destacó Marcellus Earlington, con 25 puntos y 10 rebotes, pero estuvo un poco solo. Marcus Zegarowski tuvo un gran día, con 23 puntos, 7 rebotes y 4 asistencias. Hasta cinco jugadores más consiguieron dobles figuras: Ty-Shon Alexander (16 puntos y 5 asistencias), Damien Jefferson (16 puntos y 2 rebotes), Mitch Ballock (10 puntos, 6 rebotes y 8 asistencias), Christian Bishop (10 puntos y 7 rebotes) y Denzel Mahoney (18 puntos desde el banquillo). Jett Canfield, Jordan Scurry, Nic Zeil y Jalen Windham volvieron a jugar un minuto sin marcar nada en las estadísticas. Ante DePaul, tuvieron mejores oportunidades: Kelvin Jones contó hasta con 12 minutos, en los que cogió 4 rebotes, Nic Zeil jugó tres minutos, consiguiendo un robo, Jalen Windham y Jordan Scurry cuatro cada uno, consiguiendo, además, encestar en una ocasión, Scurry de dos y Windham de tres, Jett Canfield se fue hasta los 6 minutos, añadiendo dos puntos y haciendo una personal y el que mejor lo aprovechó fue Shareef Mitchell quien, en sus 13 minutos de juego, aportó 11 puntos y 2 robos. El último en participar desde el banquillo, como no, fue Denzel Mahoney, que fue además el que más jugó, aunque esta vez se quedó en 9 puntos y 3 rebotes. Entre todos, consiguieron 28 de los 93 puntos de Creighton, uno de los mayores porcentajes de aportación desde la reserva en lo que va de temporada. De los 56 de DePaul, 20 fueron para Charlie Moore. Así, los titulares de Creighton, más relajados que nunca, disfrutaron del partido, y Ty-Shon Alexander lo aprovechó para que lucieran sus estadísticas: 24 puntos, 8 asistencias, 5 robos y hasta un tapón. Mitch Ballock y Damien Jefferson se quedaron en 12 puntos pero aportaron en el rebote, el primero con 9 en total y el segundo con 6. 11 puntos y 6 asistencias añadió Marcus Zegarowski. 

No voy a volver a repetir lo poco que podemos aportar sobre el elegido para encabezar nuestras entradas de esta temporada, ya que, como habréis podido observar si habéis llegado hasta aquí, la contribución de Jett Canfield ha sido un tanto residual, aunque era lo que se podía esperar, y su principal rol llega en los espacios entre partidos. En su lugar, vamos a repasar las estadísticas generales del equipo, ahora que nos acercamos ya a la parte caliente de la temporada. Zegarowski lidera al equipo en asistencias, promediando 5.1 por partido. En rebotes, la cosa está muy repartida, y es significativo, siendo el máximo reboteador un jugador exterior, Mitch Ballock (con 147 rebotes), aunque tiene mejor porcentaje otro que también suele jugar por fuera, Damien Jefferson (con 5.5 por partido). Bishop, la referencia interior, se mantiene cerca con 143 y 5.3, justo lo mismo que el escolta titular, Ty-Shon Alexander. Alexander, por su parte, es el mejor anotador, 457 puntos y una media de 16.9, seguido muy de cerca por Marcus Zegarowski con 427 y 15.8. Eso sí, el jugador con mejores porcentajes es Christian Bishop con un 58.2 en tiros de campo, aunque no es el que más tira, por supuesto, y, por ejemplo, también lidera el ranking de mejor porcentaje en triples, porque metió el único que intentó, aunque el mejor, en este sentido, sería Mitch Ballock, con 81 triples conseguidos y un porcentaje del 44.3%. En tiros libres, el líder es Ty-Shon Alexander, con un 85.2 por ciento para 104 tiros libres de 122 intentos. Alexander también lidera la clasificación de robos, mientras Bishop lo hace en tapones. Destaca que tres jugadores, Marcus Zegarowski, Mitch Ballock y Ty-Shon Alexander se reparten porcentajes de minutos muy altos, muy por encima de los 30 minutos por partido, y que Denzel Mahoney, quien empezó mucho más tarde que sus compañeros a aportar en las estadísticas, se luce desde el banquillo con medias de 12.4 puntos, 3.5 rebotes y 1 robo en los 17 partidos que ha jugado, la gran mayoría ejerciendo de sexto hombre. Y estas estadísticas nos llevan a las conclusiones que hemos ido viendo anteriormente: el equipo tiene poco fondo de armario, los exteriores llevan el peso en ataque y en defensa del equipo, se apoyan mucho en el tiro de tres, la defensa y el juego rápido y se reparte el rebote entre varios jugadores. Estas son las líneas de un equipo que ha aceptado estas características y cree en su propuesta, al verla refrendada por buenos resultados en una conferencia tan dura como la Big East. Habrá que ver si se confirma en los pocos partidos que quedan para terminar la liga regular y en un play off por la Big East que seguro que afrontan con ilusión y con la perspectiva de estar en la locura de marzo. Si no hay lesiones y el equipo demuestra puntería y entereza detrás, a buen seguro, se conseguirá. La primera reválida llegará este domingo con la visita de Butler al CHI Health Center de Omaha. Lo contaremos ya, de manera colectiva, cuando se terminen todos los partidos de esta liga regular y puede que hasta alguno de play-off, una parte de la competición que se disputará entre el 11 y el 14 de marzo en Nueva York.

martes, 4 de febrero de 2020

Iñaki Sáez



Antes de disputarse la jornada 23, que está ahora mismo en plena disputa (de hecho, ya ha finalizado y no lo incorporo), se me ha ocurrido, al hilo de la anterior entrada, insistir con esto. Porque vuelvo a hablar de fútbol y de la segunda división B. En esta ocasión, de un tema que es habitual discusión entre los aficionados que se encuentran por estos niveles, que haberlos haylos, y muchos, y fieles. Me refiero a los filiales. Quién no ha oído, o incluso dicho, aquello de que los filiales deberían tener su propia liga, como en Inglaterra, o algo así. Los filiales compiten aquí con otros equipos de grandes capitales, pequeñas localidades, con más o menos aspiraciones, algunos históricos, proyectos nuevos, equipos tradicionales y otros menos, pero los filiales siempre han estado ahí, pululando por la categoría de bronce.

Ahora mismo, en la categoría de plata no hay ningún equipo filial. Y, no creo que haga falta decirlo, pero entendemos filial como un equipo que forma parte de la estructura de otro de nivel superior, con el que le atan las ligaduras suficientes para aprovechar jugadores que pueden moverse entre ambos. Algo así. El descenso del Barcelona B y el Sevilla Atlético en la temporada 2017-2018 marca la última con equipos filiales en la segunda división. El Real Madrid Castilla no juega en esta categoría desde la temporada 2013-2014, último año en el que destacó un filial, el del FC Barcelona, al acabar 3º con 66 puntos. Entrenado por Eusebio Sacristán, era el Barcelona B de los Denis Suárez, Sandro Ramírez, Adama Traoré, Javier Espinosa, Munir El Haddadi, Edu Bedia... El filial del Atlético de Madrid no juega en segunda desde la 1999-2000 y el del Athletic Club desde la 2015-2016. Villarreal B, Sevilla Atlético o Barcelona B, el que más y con más éxito, son algunos de los pocos clubes que han asomado a sus filiales por la segunda categoría del fútbol profesional en los años más recientes. Dicho esto, queda claro que el territorio habitual de estos filiales es alguno de los cuatro grupos que componen la categoría de bronce. 

Repito, hasta la jornada 23, que ya se disputó pero no incluyo aquí, la presencia de los filiales en la segunda B, en esta temporada de 2019-2020 es de un 25% del total de los equipos: hay 20 filiales entre los 80 equipos que disputan la competición repartidos en cuatro grupos. 

En el Grupo 1, el Atlético B es primero, empatado a 48 puntos con el Atlético Baleares. En el mismo grupo, el Sporting B es 8º a 4 puntos de play-off; 10º es el R.Madrid B con un punto menos. Las Palmas Atlético, 12º, tiene 28 puntos. Dos menos tiene el Oviedo B, 15º, solo 1 punto por encima del descenso, donde están Celta B y Getafe B. En el computo global, estos equipos ocupan el 35% de la representatividad del grupo.

En el Grupo 2, el Bilbao Athletic es 3º, el Valladolid B 4º, la R.Sociedad B 5º y el Osasuna B, 6º. El Alavés B no va tan bien y es 15º, a dos puntos del descenso. Al final, el 25% de los equipos de este grupo son filiales.

En el Grupo 3, tres filiales van bien en cabeza: Barça B, 3º, Espanyol B, 5º y Villarreal B, 7º, entre los tres, se manejan solo dos puntos de diferencia. El At. Levante es 12º a 7 puntos del Valencia B 16º en promoción de descenso. Nuevamente, 25% de filiales en este grupo.

Finalmente, el Grupo 4 cuenta con un Cádiz B que es 10º a 10 puntos del ascenso y del descenso. Por abajo, está el Sevilla Atlético, 13º, seis puntos por encima del descenso. El filial del Granada, el Recreativo Granada es último con 18 puntos. Estos tres equipos suponen un 15% del global de los equipos de este grupo. 

El éxito de los equipos, cuando acabamos de empezar, como quien dice la segunda vuelta, está repartido. Por encima del 10º puesto se encuentran 11 de los 20, es decir, el 55% de los filiales. Cuatro de ellos estaban en puestos de play-off y solo uno encabezaba la tabla. Hay un lugar común en estas opiniones encontradas sobre la participación de los filiales en la segunda B: siempre se ha dicho, al menos yo lo he oído varias veces, que los filiales son impredecibles. Lo mismo se presentan y se ausentan, lo mismo se inspiran inesperadamente y parecen la Brasil de Sócrates y Zico. Ha habido, en épocas recientes, filiales relucientes, que mostraban una solidez pareja a la de otros equipos que no pecan por bisoños, como aquel Bilbao Athletic de José Ángel Ziganda que ascendió, el Real Madrid B de Juan Ramón López Caro o el Villarreal B de Miguel Álvarez, solo por mencionar tres. 

Esta bastante claro que alguno de ellos están apostando por el ascenso. La probabilidad de que el rendimiento y la efectividad de la formación en una categoría superior mejore no está probada pero todo indica que es bueno para estas estructuras que el filial tenga la oportunidad de mostrarse cuanto más arriba, mejor. Y el mercado de invierno ha dejado claro que algunos equipos apuestan por que sus equipos disputen esa posibilidad. El Atlético de Madrid, por ejemplo, ha incorporado a Josep Calavera desde el FC Barcelona, al que algunos llaman el nuevo Sergio Busquets, a Joan Rojas del Calahorra o a Abdelilah Damar, jugador marroquí del Cornellá. El Villarreal B se ha hecho con Rafa Mújica, delantero canario que llega del Extremadura de la Segunda división. El Sevilla B se hizo con Ryan Johansson del Bayern Munich. El FC Barcelona B se llevó a Rey Manaj desde el Albacete o a al brasileño Matheus Pereira. El Real Madrid Castilla de Raúl González ha estado en el foco de la prensa al hacerse con los fichajes del jugador del Girona Marc Gual, de Hugo Vallejo o del mediático brasileño Reinier Jesús. Con todas estas incorporaciones, se puede esperar que estos equipos mejoren su rendimiento en la rampa final del calendario. En el lado opuesto estarían filiales como los del Bilbao Athletic o la Real Sociedad B que, a pesar de incorporar jugadores al primer equipo, no han pensado en incluir nuevos en sus filiales y mantienen la confianza en lo que encontrarán en Lezama y Zubieta. 

Otro dato interesante, para calcular la fiabilidad y rentabilidad de estas estructuras de formación, sería ver cuántos jugadores de estos equipos han tenido ya presencia en la dinámica del primer equipo, ya que ese salto, se dé desde la segunda B o desde la segunda, siempre es duro. El Atlético de Madrid B, el mejor filial esta temporada, ya ha contado con varios jugadores en esta misma temporada. Óscar Clemente, Darío Poveda, Sergio Camello, Rodrigo Riquelme, Manuel Sánchez y Germán Valera. Más o menos, pero todos han estado y han debutado con el primer equipo. En el FC Barcelona, jugadores como Riqui Puig, Ronald Araujo, Álex Collado o Daniel Morer también se han asomado, con más o menos presencia, por el primer equipo. En el Real Madrid B, la cosa está más cara. De los jugadores que han entrenado con Raúl González, solo Diego Altube ha ido convocado con el primer equipo y, por supuesto, Rodrygo Silva de Goes, quien jugó un par de partidos en el filial, forma ahora parte del primer equipo. En el Athletic Club de Bilbao, Oihan Sancet ha jugado ya varios partidos en primera, Jokin Ezkieta debutó y destacó en una tanda de penaltis en la Copa, Gorka Guruzeta regresó al filial después de una larga lesión y se mantiene a caballo entre los dos equipos, y Daniel Vivian, en una temporada con muchos problemas físicos, se mantiene en los entrenamientos del primer equipo y jugando poco con el filial. En el Villarreal B, jugadores como Iván Martín, Andrei Ratiu o Miguel Ángel Leal, por mencionar algunos, han ido acercándose al primer equipo. Un último ejemplo, la Real Sociedad, jugadores como Julen Lobete o Aritz Arambarri aún no lo han conseguido pero aspiran a crecer en el primer equipo como lo han hecho, recientemente, sus compañeros Ander Guevara o Andoni Gorosabel. 

Veremos si, al final de la temporada, alguno de estos equipos consigue el ascenso, cuántos jugadores acceden a los primeros equipos o si, algún día, alguien se replantea la situación de los filiales en las competiciones profesionales y semiprofesionales. Por ahora, su presencia sigue dando picante y mordiente a la categoría de bronce y, en un fútbol cada vez más globalizado y exigente, el trabajo de formación, para muchos, sigue siendo una asignatura pendiente y, para otros, una forma de supervivencia. 

Es difícil elegir un nombre aquí, para encabezar, pero se lo vamos a dar a Iñaki Sáez, que se me acaba de ocurrir. No va, en realidad, mucho con la actualidad de la entrada, pero algo de relación sí guarda. El que llegara a ser seleccionador nacional absoluto, se distinguió, durante mucho tiempo, por dedicar su carrera profesional como entrenador al fútbol, principalmente como seleccionador nacional sub-21, pero también como entrenador del Bilbao Athletic en tres épocas diferentes, y en muchos años de esos disputando la segunda división. Por sus manos, en aquellos años en el filial bilbaíno, pasaron jugadores que hoy son (o han sido) entrenadores como Patxi Salinas, Jon Aspiazu, Edorta Murua, Javier González Etxebarria, Félix Sarriugarte, Borja Agirretxu, Ander Garitano, Iñigo Lizarralde, Aitor Larrazabal, Xabi Gracia, Joseba Agirre, Asier Garitano, Óscar Tabuenka...