sábado, 28 de enero de 2012

Fred Hoiberg (Parte 2)



Sí, eran los Minnesota Timberwolves de Eddie Griffin, al que despedirían un año más tarde, después de fracasar en el intento de rehabilitar a un jugador que tenía tanto talento como problemas con el alcohol. Poco después, murió. Con una cogorza de aúpa, cogió el coche, y no era la primera vez. Se quedó en medio de las vías, le arrolló el tren. Ardió de tal manera que tuvieron que recurrir a su dentadura para reconocerlo. Tenía 25 años. Eran los Wolves de un Kevin Garnett que empezaba a perder la ilusión. De un Sam Cassell que aún tenía ascendente, aunque acababa de salir de una larga lesión y aquel partido no lo jugó, aunque le vi calentar, sin quitarse los sweat pants, que suena más glamoroso que si lo llamamos chandal. Los Wolves del madrileño Wally Szczerbiak con su peinado inamovible. Los Wolves del genio del playground, del jugón Latrell Sprewell. Y, también, claro, de la antigua estrella de Iowa State, Fred Hoiberg.
En el otro bando, los Portland Trail Blazers venían sin Zach Randolph. Ruben Patterson, Nick Van Exel y Damon Stoudamire eran los pilares de aquel equipo, tres exteriores para tirarse hasta las zapatillas. Joel Przybilla y Theo Ratliff reboteaban, Derek Anderson daban descanso a todos, Sebastian Telfair pasaba desapercibido y Travis Outlaw era demasiado joven para que participara de la fiesta. No había más donde rascar.
Ganaron los de casa por ocho puntos, 84-92, después de empezar perdiendo el primer cuarto. El partido fue soporífero, de bostezo absoluto, un coñazo como no está escrito. Un truño del copón, que diría Robin Food. La leche (desnatada) de aburrido. Alan se divertía más con las animadoras. Su hijo Jacob ya no se divertía con nada. Yo, doy gracias, estaba ya medio pedo porque me habían comprado un barril de plástico repleto de cerveza Miller que, por cierto, no me gustaba una mierda, pero era cerveza al fin y al cabo.
El mejor de los Blazers fue Patterson, con 25 puntos, aunque no pudo haber sido de otra forma. Entre todos los jugadores de los Blazers, tiraron 82 veces a canasta y metieron 35 de ellas. De los 82 intentos, nada más y nada menos que 59 se los cascaron entre Patterson, Stoudamire y Van Exel, para meter, al final, 26. Así que ya entendéis de qué fue la cosa. Por los Wolves, Garnett se marcó un alley-hoop que hizo vibrar a la grada y para de contar. Sprewell fue la estrella con cinco triples pero el que más sorprendió fue el malogrado Griffin. Solo metió un par de canastas y dos tiros libres, pero se cogió 18 rebotes, apuesto a que la mayoría a tiros del trío calavera de los Blazers. A la gente aquello le ilusionaba. El equipo llevaba un récord positivo cuando había pasado un tercio de la liga, pero no eran muy optimistas. Los 18 rebotes de Griffin apuntaban a que quizás el riesgo de apostar por un jugador con sus credenciales, podía resultar fundamental. En aquel mismo librillo, también se ofrecía un reportaje sobre el alero de Seton Hall. Él decía que estaba cansado de cagarla, después de haberse pasado su año de contrato con los Nets en blanco, ingresado en una clínica de rehabilitación. Kevin Garnett apostillaba diciendo que Griffin podía ser un jugador clave. John Lucas, su valedor, confesaba que creía que los Wolves podían ser la última oportunidad del jugador porque confiaba en la labor extra deportiva que Kevin McHale y Flip Saunders llevaban a cabo con los jugadores jóvenes. Eso es lo que fue, la última oportunidad. Por cierto, ni Szczerbiak ni Hoiberg, aunque lo intentaron, acertaron aquel día desde la línea de tres.
¿Y qué más recuerdo?
La calva del tío de delante. Donde podía leer mi futuro, como si fuera el fondo de una taza de té. A una oronda americana de cabellera nacarada que casi me lanza encima su bol de alitas de pollo. Que sonó “Stacey’s Mom” de Fountains of Wayne tocado por una orquesta festiva antes de empezar. Que me no me levanté cuando sonó el himno. Bueno, no al principio, luego lo hice, pero para mirar mejor hacia abajo y ver a los jugadores comportarse, sin poder encontrar otro Mahmoud Abdul Rauf. Que el marcador electrónico que colgaba del techo era tan grande como un camión con cabina frigorífica. Pasaba más tiempo mirando ahí arriba, que abajo, a la pista, y me imaginaba qué pasaría si uno de esos anclajes fallara y el invento se precipitara al vacío. Tranquilos, aún nadie me ha diagnosticado instintos asesinos. Ir al baño. Eso también lo recuerdo. Creo que fue en el tercer cuarto, cuando la Miller se me amontonaba en la vejiga y me excusé y tardé como cinco minutos en encontrar los baños y otros tantos en volver, pero no ya porque no sabía el camino, si no porque me quedé extasiado viendo una trifulca con mucho estilo entre un afro americano con el pelo cardado y de más de dos metros que andaba agarrando por las solapas a un vendedor de perritos. Le había levantado por encima del mostrador de su puesto y el gorro a franjas rojas y blancas le bailaba hacia un costado. Cuando, en un momento, y por sorpresa, los dos se giraron para mirar como yo les miraba con curiosidad, apague la tele, y dejé de ver The Wire. Me volví a mi sitio y el partido seguía en el mismo sitio. También recuerdo que Alan me preguntó si me estaba divirtiendo, y le dije que sí. Luego insistió, y ya no me callé: le dije que la experiencia merecía la pena, pero que me estaba aburriendo como una ostra (no sé cómo se dice ostra en inglés, así que probablemente usara otra expresión), que el baloncesto americano era un puto coñazo (sí sé cómo se dice coñazo en inglés, pero probablemente usara otra expresión). Se sorprendió, así que insistí otra vez en lo de que la experiencia merecía la pena.
Y nos fuimos.
Volvimos por donde habíamos venido.
Circo abandonado, parking cubierto y repleto, puentes de cristal con moqueta, vestíbulos marmóreos, y una carrerita por una calle que parecía la vieja pista de hielo de Artxanda. Calentitos en la pickup, música rock cristiana para amenizar, y vuelta a la casa de los abuelos donde nos esperaba un guisado de carne con puré de patatas, guisantes y, de postre, una tarta de chocolate que fue el único dulce casero que me gustó de mi experiencia americana. Unos meses después, repetí en la casa abandonada de Orchard, después de conducir una moto de cuatro ruedas que me ayudó a recordar lo bonito que es pasear con las dos piernas que nos van creciendo desde que nacemos. Aquel pastel, sin embargo, merecía la angustia del motor.
Al día siguiente, nos condujimos las cinco horas de viaje sin pestañear, y ya está, para cuando llegué a casa, ya casi ni me acordaba de Ruben Patterson. Pau Gasol seguía jugando en los Memphis Grizzlies. Los niños se pirraban por Dwayne Wade. Steve Nash estaba haciendo la temporada de su vida. Y Bruce Bowen era un nombre que me aprendí de golpe. Poco más. Yo seguí viendo partidos de la NBA en la tele porque no tenía nada mejor que ver que no fueran más telecomedias. Me tragué la NCAA, jugué un par de partidos con los autóctonos en el REC Center, asistí a la temporada magnífica de Casey Harriman en su año junior, creo, de High School, y me volví a mi pueblo con todo resuelto, pero sin grandes cosas que contar.
Eso sí. Once años más tarde, te encuentras con el librillo, te pones a leer sobre Eddie Griffin y Fred Hoiberg y todo parece que fue mejor de lo que era en realidad. ¿O no?


Posdata: Ah, por cierto, dos cosas que no he recordado. Una, que le compré un Stenson a quien me lo pidió en el centro comercial más grande de los Estados Unidos, y si no el segundo. Tenían un parque de atracciones en el centro. Subimos hasta el último piso para ver a las camareras pechugonas que servían en patines en un Hootie's. Me llevaron al Ikea porque aquello era nuevo y lo flipaban y desayunamos huevos revueltos en el mismo Ikea. Apasionante. Y, dos, el que está ahí, al fondo, soy yo, con Heidi, mirando el suelo de hielo y pisándolo bien, a ver si iba a quebrarse como en los dibujos animados marca Acme.



viernes, 27 de enero de 2012

Fred Hoiberg (Parte 1)



Fue tal su éxito como jugador de baloncesto universitario que le llamaban el alcalde porque en las elecciones municipales de 1993 varias personas escribieron su nombre en las papeletas aunque no era candidato a la alcaldía de Ames, Iowa. En Ames, Iowa, está la cancha de los ciclones de la Universidad de Iowa State. Aún hoy en día, Hoiberg aparece entre los siete primeros en todas las categorías estadísticas en la historia de esta universidad. Era un all-around player, capaz de meter, además, las canastas decisivas para ganar un partido.
Tras su paso por la liga universitaria, fichó por Indiana Pacers, y luego por Chicago Bulls, y al final por los Minnesota Timberwolves. Todo para diez años de carrera y más de 500 partidos, especializándose en lanzar triples con eficacia.
Y aunque parezca que no, yo no quería hablar de él en concreto. Pero aparecía en el folleto. Aquel día le hacían una entrevista, le preguntaban cosas como qué habría sido de no haber podido ser jugador de baloncesto, y contestaba que, entonces, pues de golf. Y le preguntaban también que dijera algo que no supiera ningún aficionado, y contestaba que tenía un hermano gemelo y nadie lo sabía. ¿Qué folleto? El folleto. O el librillo. Y no de papel de fumar. El librillo que me dieron aquel 15 de Enero de 2005, cuando subimos hasta Minneapolis, Minnesota, para que yo perdiera mi virginidad enebeática en el Target Center.
Esta semana tocó bajar a comer a casa de la madre, y antes del café, me puse a buscar unos papeles en el viejo armario donde antes colgaba mi ropa cuando vivía con ella. Aún quedan un buen puñado de cosas que abandoné cuando me fui de allí. Entre ellas, una enorme caja de cartón de los chinos donde he ido acumulando papeles y recuerdos que no sirven ya para mucho, para poco más que vivir experiencias como ésta. Y enredando, me encontré dos cosas: el librillo del partido que el 15 de Enero de 2005 enfrentó a Minnesota Timberwolves contra los Portland Trail Blazers y las entradas para aquel partido.
Me subí ambas cosas para casa, pensando que podría escribir una entrada nostálgicas de esas que parecen gustarme tanto. Y en eso estoy, aunque si he de ser sincero, no sé donde he metido el librillo ni las entradas, y escribo de memoria.
Recuerdo que condujimos durante horas para llegar a Minneapolis el día antes del partido. Recuerdo que el día era soleado pero hacía frío y que la llegada a la marisma urbana que forman las ciudades gemelas de Minneapolis y Saint Paul era impresionante, navegando por una autopista de multiples carriles. Recuerdo dejar de mirar rascacielos para mirar a mi derecha y encontrarme con un enorme utilitario tuneado con cuatro afroamericanos enormes dentro. El coche tenía cuatro pequeños televisores en su interior, uno bajo el espejo retrovisor, otro sobre la guantera, frente al copiloto, y otros dos incrustados en la parte posterior de los asientos delanteros. En los cuatro, aunque parezca mentira, se veían imágenes de la serie de televisión Everybody Loves Raymond. Recuerdo la casa de los abuelos. Y el porche helado, la nieve sucia apilada en una esquina, salimos a jugar a tirarnos bolas de nieve. Dentro me aburría, así que me fui pronto a la cama, ansioso por que llegara el día siguiente. Por la mañana fuimos de turismo, me llevaron a visitar la cascada de Minnehaha. Por lo menos, hacía diez grados bajo cero, y no exagero. Por eso me llevaron, la cascada estaba helada, como te lo cuento, con el agua que caía convertida en una cortina de hielo. Jacob me empujaba para que me resbalara y me resbalaba y me agarraba a él y él también se resbalaba y nos caíamos juntos y nos reíamos el como el crío que era yo como si lo fuera. De allí, fuimos a un lago helado, no me preguntes cuál, pero seguro que tenía el nombre de otro personaje nativoamericano de algún poema de Longfellow o algo así. Aquello no lo olvidaré nunca. La gente, al fondo, se apilaba en un círculo donde se acumulaban casetas y agujeros hechos en el hielo por donde caían las cañas, como en Beautiful Girls, sí, pero no vi ni a Uma Thurman ni a Natalie Portman. En un costado, visitamos una exposición: arte en hielo, te lo creas o no. Y el resto era un enorme vacío blanco tan extenso como uniforme, y paseábamos sobre él, mientras Heidi me miraba como si no se creyera mi confianza en el hielo. Entonces, llegó Alan y me tentó los nervios. Me retó. No me tiró el guante porque hacía un frío del carajo, pero yo se lo cogí de todas formas. Así que lo hicimos: bajamos el coche por el camino que bajaba hasta la orilla, y pisamos fuerte el acelerador. Primero condujo él, derrapó, giró sobre el hielo como si quisiera cortarlo en círculo, volvió por el mismo camino y frenó en seco, tan en seco, que el coche se deslizo varios metros como si fuera una goitibera cuesta abajo. Y luego me tocó a mí. Fue como cerrar los ojos y olvidarte del sentido común. De ahí fuimos a comer a un restaurante malasio que estaba más escondido que el tesoro del mapa. No sé ni las cosas que pudimos comer allí, pero todo estaba riquísimo y muy picante. Eso sí, lo que más recuerdo es que me bebí dos heinekens. Dos, sí. Llevaba meses sin tomarme una. Sobremesa relajada, y bajamos hasta el downtown en la pickup de Alan. Jacob atrás, sin poder cerrar la boca, excitado. Las calles del centro estaban abandonadas. Aquello parecía un escenario perfecto para The Walking Dead. Solo algunas personas extraviadas esperaban el autobús en la marquesina, o corrían hasta su coche aparcado, o asomaban en las ventanas de los bares dejando su respiración en el vaho de los cristales. Aparcamos en una calle trasera y entramos corriendo a no sé dónde. Era el interior de uno de esos rascacielos que veíamos puntiagudos desde lejos. Estábamos en un enorme vestíbulo, repleto de marmol, espejos, luces de araña y negocios cerrados. La gente aparecía y desaparecía por los pasillos, subían y bajaban escaleras, se encontraban y charlaban, aquello parecía la plaza del pueblo. Y me lo explicaron. Todos los edificios estaban comunicados por puentes acristalados. No hacía falta salir a la calle y caminar bajo temperaturas heladoras. Podías ir de una punta a otra del centro sin salir de dentro. Y eso hicimos. Parábamos en los puentes a mirar afuera y a sacarnos fotos, y nos perdimos, volvimos al principio, y al final Alan se orientó y sin saber cómo llegamos al aparcamiento cubierto del Target Center. Parecía que íbamos caminando por los pasillos interiores de los almacenes de un centro comercial. Abrimos una puerta, y llegamos al circo. A las tripas del Target Center. Había actividad en todos los rincones: vitrinas con trofeos y recuerdos (me saqué una foto junto a una vieja chaqueta de los Minneapolis Lakers), canastas de juguete, monitores pintándole la cara a los niños, puestos de hot dogs, payasos, azafatas de publicidad, músicos... Llegamos con horas de adelanto, pero nos costó encontrar el vomitorio. Pasamos por debajo del graderío y se hizo la luz. Un circo romano. Un enorme vórtice de butacas multicolores. Un valle florido con una ridícula cancha reluciente en el centro. Las magnitudes impresionarían a cualquiera. Alan propuso que bajáramos a la cancha, donde se apilaban los pocos aficionados que ya habían llegado, y los fotógrafos, y los agentes de seguridad. Los jugadores salieron a calentar. Y ya lo escribí otra vez: Mark Madsen me guiñó un ojo. Vi a Sam Cassell tan cerca que le conté los dientes. Eddie Griffin, a su bola, se la pasaba por detrás de la espalda.

martes, 24 de enero de 2012

Jim Caviezel


¿Sabías que dicen que bien podría haberse convertido en un jugador de baloncesto profesional? Con su 1'88 jugaba de exterior en el Bellevue Community School. En su segundo año, una lesión en el pie puso final a sus sueños, le transfirieron a la Universidad de Washington y cambió el baloncesto por la interpretación.
¿Qué estaba haciendo yo ayer mientras César Fernández de las Heras Caneda marcaba un gol en el descuento de las semifinales?
Ver una película de Jim Caviezel.
Dijeron que solo duraba ochenta minutos, así que me convencí de verla. Salí de casa a las 6:45 de la mañana, a las 7:50 estaba en mi puesto de trabajo. Lo abandoné a las 13:05 para comer un par de sándwiches. Regresé a las 13:35 y di por cerrada la jornada a las 20:15. A las 21:45, más o menos, entraba por la puerta de casa. Estaba hecho polvo, pero una película de ochenta minutos, con los pies sobre la mesa y hundido en el sofá lo podría soportar. La peli se titulaba Mentes en Blanco, Unknown en inglés, dirigida por Simon Brand en 2006. ¿Estuvo bien? Bueno, eran poco más de las 23:30 cuando terminó, perfecto para ir a la cama y caer como un bebé.
¿Y qué pasó mientras tanto?
Pues pasó que no me enteré de la hazaña de los héroes de Anduva. Y eso que en una de esas, antes de que comenzara la peli, mientras ella subía y bajaba canales con dejadez, pasó por uno de ellos donde estaban dando el partido y la dije, ¡espera!, déjame ver cómo van. Y vi que iban 0-1, así que le susurré, ya está, cambia. Y pensé que se acabó el sueño de los de Carlos Pouso, y que pronto iba a empezar el mío, mucho más profundo.
Me fui a la cama, mientras ellos lo celebraban en las duchas, mientras la gente, en Miranda de Ebro, lo celebraban por todo lo alto, mientras Pablo Infante, por mucho que haya tenido que ir a trabajar esta mañana, no conseguía conciliar el sueño después de tanta emoción. Seguro. Pero yo no me he enterado hasta esta madrugada.
6:00 ha sonado el despertador. 6:25 he terminado de tomarme el café y de ver la prensa. 6:30 ya estaba en el escritorio. 9:00 me tomo un descanso y decido escribir algo sobre ellos, sobre Rui Fonte, Mauricio Pochettino, Pablo Infante, César Caneda y Carlos Pouso.
Impresionante.
Es la mayor felicidad del mundo, dicen que decía Pouso. Me lo creo.
Esto es Anduva, lo pone en la puerta, dicen que decía Infante. Me lo imagino.
Qué grande es el fútbol, dicen que decía Piqué. ¿Me lo cuentas?
Me lo perdí. Pero lo puedo recuperar.
Mientras veía el resumen, y sentía las gradas repletas de Anduva flipar con el remate al primer palo de César Caneda, lo recuperaba. Lo vivía como un homenaje a todos los que nos hemos tragado, nos tragamos, y nos tragaremos, tantos y tantos partidos de categorías inferiores. La vieja Lasesarre. Los graderíos de hormigón armado. Las bufandas de lana. Los sueños que no acaban en títulos. Algo de eso me venía a la cabeza.
Sinceramente, espero que la semifinal enfrente al Mirandés con el Athletic y que la pierda el Mirandés porque soy seguidor del Athletic, pero también soy socio del Barakaldo y un aficionado de la Segunda B y de la Tercera, de esos a los que Anduva les parece un templo, de los que han visto crecer y envejecer a jugadores que nunca ganaron (ni ganarán) un FIFA World Player pero celebraban los goles como si hubieran ganado la Copa del Rey. Y Pouso y los suyos están cerca. Una felicidad inmensa, me lo puedo imaginar. Me lo imagino con un poquito de envidia sana y con cierto poso de tristeza: algún año nos tocará a nosotros. Mientras tanto, aupa Athletic y a ver si las semifinales de Copa son rojas con franjas o sin ellas.
La próxima vez, por muy cansado que esté, prometo que le van a dar por ahí a Jim Caviezel.

lunes, 23 de enero de 2012

Diego Sánchez Montoya




Conocido como Dieguito, delantero de apenas 21 años del Lorca Atlético. Ayer se marcó cinco goles en el Estadio de Santo Domingo, ante el Poli Ejido. El asunto es que solo fueron cinco. Y solo cinco porque sus compañeros marcaron otros nueve para llegar hasta los catorce. 0-14. El resultado más abultado a domicilio en la historia de la Segunda B.


Pensarás que el Lorca Atlético se sale en la tabla, pero no. Dieguito y sus compañeros ocupan la decimoquinta plaza, a solo cuatro puntos del descenso. En descenso está el Poli Ejido, aunque quizás no le haga falta esperar al final de la temporada para vivir el descenso del equipo.


No hace nada que, en el mismo grupo de la Segunda B, el Spórting Villanueva extremeño fue expulsado de la competición tras el que se convirtió en el encierro más largo de un grupo de futbolistas: 55 días encerrados en un vestuario para denunciar los continuos impagos. Se barruntaba que lo mismo ocurriría con el Poli Ejido, pero, al final, se disputó el partido. Un partido un tanto surrealista, con menos de 50 espectadores en las gradas, un árbitro que se fue sin cobrar, y un amago de denuncia al comienzo del partido porque el Lorca sospechaba, y acabó por denunciar, que las fichas presentadas por el equipo no se correspondían con las fotografías. Qué recuerdos de cuando jugábamos al futbito en el colegio, y qué triste. Al final se jugó, el Lorca se quedó con diez en el minuto 26 de la primera parte, pero aún así le coló 14 goles a un equipo, el ejidense, que solo tenía siete fichas profesionales, siendo el resto jugadores del juvenil.


Hablamos de un equipo que hace solo tres temporadas descendía de Segunda, donde estuvo por un periodo de siete temporadas, soñando incluso con el ascenso en el año de Antonio Tapia y haciendo disfrutar a su hinchada con aquel 5-0 ante el Villarreal que le dio el pase a los octavos de Copa. Un equipo por el que han pasado, con mayor o menor éxito, jugadores como Mario Bermejo, Antonio de Nigris, Jorge Molina, Kike Burgos, Miguel Ángel Corona, Moisés García León, Marcelino Elena, Mikel Rico, Víctor Salas, Mariano Toedtli, Gerardo Torrado, Antonio Soldevilla o Luciano Leguizamón. Pero ése en realidad, era el Polideportivo Ejido, no el Poli Ejido 2012, que es el equipo que perdió ayer 0-14. Y es que después de reyes el equipo le dio la carta de libertad a todos sus jugadores y amenazó con la disolución. Se encontraron compradores, se refundó, se puso un nuevo nombre, no jugó la jornada por falta de jugadores pero solo una semana después se anunció que el equipo renunciaba a la categoría. Aún así, se jugó el partido contra el Lorca. Es una lástima ver a cualquier club en estas circunstancias, en las que se han visto otros antes, y parece que se verán más. La Segunda B parece agonizar: el Lemoa ya no tiene el dinero de la cementera, Villanueva del Fresno se quedó sin equipo, el Alicante también anuncia su muerte, el Spórting Mahonés seguirá el camino del Poli Ejido y el Spórting Villanueva... La situación parece muy crítica para el fútbol modesto en España, y, sinceramente, creo que la solución está lejos.

viernes, 20 de enero de 2012

Jacinto Asteinza


Natural de Boroa, barrio de Amorebieta, Jacinto Asteinza, conocido como Katxin, murió en julio de 2010 a los 83 años. Durante toda su vida, se dedicó a su caserío. A las cuatro de la mañana, bajaba a mercabilbao dispuesto a colocar los productos de su huerta, a las nueve estaba de vuelta, y entonces se convertía en lo que siempre fue: un ciclista.
A finales de los años cuarenta, cuando el monje volador y su amigo Bartali comenzaban la leyenda, Asteinza debutaba con victorias en las categorías de independientes y aficionados, apuntando a una carrera de profesional que nunca ocurriría porque las necesidades le obligaron a desistir y dedicarse a conseguir parné de otra manera.
Aún así, Asteinza regresó a la bicicleta unos años más tarde y, probablemente, sea, a día de hoy, el ciclista vasco con mejor palmarés, aunque no haya tenido el reconocimiento adecuado porque todos sus logros se dieron en una categoría digamos que menor, la de veteranos. Aún así, Asteinza fue siete veces campeón de España y una vez campeón del Mundo. Fue el veterano más rápido del mundo en Austria en el año 1973. Después de varios trasbordos que le llevaron desde Hendaya hasta París y después hasta el Tirol, Asteinza se montó en su bicicleta, ganó el campeonato, y se volvió a Amorebieta para celebrarlo con una cena en el restaurante de El Cojo.
Asteinza nunca colgó la bicicleta. Todos los días salía a entrenar (no a pasear) y amaba la competición. En los años ochenta, cuando empezaron a ponerse de moda las pruebas para aficionados, Asteinza se apuntó y disputó, entre otras, la Bilbao-Bilbao, la Luchon-Bayona o la Quebrantahuesos. También se hizo el camino de Santiago en bicicleta a los setenta años. En 2006, la vida de Katxin cambió para siempre, según cuentan los que le conocían. Su hijo había heredado su pasión por el ciclismo y había salido a entrenar por las cercanías de Amorebieta. Un conductor que más tarde dio positivo lo atropelló. La muerte de su hijo dejó marcado a Asteinza que abandonó la bicicleta, aunque no del todo.
Probablemente, merezca algo más que una entrada en un blog como éste, pero yo no he podido resistirme a contar su historia, con los pocos datos que tenía, después de encontrarme, por casualidad, su nombre.
Por cierto, ya que hablamos de ciclismo, mientras Óscar Freire acaba de estrenarse allá por Australia, no puedo tampoco evitar referirme a las últimas noticias salidas en prensa que apuntan a los apuros económicos que están pasando pruebas como el Gran Premio de Llodio y el Gran Premio Miguel Indurain. No tenemos Bicicleta Vasca, pero la Vuelta a España llegará a Arrate. No tenemos Subida a Urkiola, pero la Vuelta a España llegará a Arrate. Quizás no tengamos Gran Premio Miguel Indurain, pero la Vuelta a España se marcará un encierro por Pamplona. Quizás no tengamos Gran Premio de Llodio, pero la Vuelta a España llegó el año pasado a Vitoria. ¿Nos vale? A mí no. Lo apunté el año pasado. El espectáculo del Vivero, o la entrada por Las Muñecas, la llegada a Bilbao, el Santuario visitado por la caravana de la Vuelta, pasar con las bicicletas por estafeta, que la Vuelta, este año, salga de enfrente de la casa de mis suegros, todo me parece bien. Me parece muy bien. No estuve en el Vivero, pero estuve en la Alameda de Rekalde. Ahora, ¿a costa de qué? Si desaparecen el Gran Premio Miguel Indurain, con la preciosa llegada final al monasterio de Puy, donde han ganado, entre otros (no todos en Puy que no se ha subido toda la vida, lo sé), Garzelli, Nocentini, Samu, Joaquim, Kessler o Fabien Wegmann; si desaparece el Gran Premio de Llodio, con el arbolado Altube de por medio, donde han ganado, entre otros, Julián Gorospe, Cabestany, Perdiguero, José Iván Gutiérrez, Samu, De la Fuente o Unai Etxebarria… ¿Quién será el próximo? ¿Merece la pena invertir todo el dinero público destinado a la promoción del ciclismo en que la Vuelta a España llegue al País Vasco, o necesitamos respetar, y proteger, a otras pruebas ciclistas vascas con calado histórico, prestigio y un valor distinto pero igual de importante para este deporte? ¿Son las dos compatibles? Yo pregunto, no sé si alguien podrá contestarme. Quizás, si hubiera llegado a tiempo, me lo habría sabido explicar Jacinto Asteinza, aunque lo dudo, lo suyo hubiera sido correr las pruebas, más que hablar de ellas.

miércoles, 18 de enero de 2012

Will Artino



Desde que ganaron a Tulsa, no había vuelto a hablar de ellos. Y han jugado 8 partidos, con una sola derrota. Vencieron a Northwestern por 87-79, a Wichita State por 68-61, a Drake por 76 a 59, a Bradley por 92-83, a Northern Iowa por 63-60, a Illinois State por 87-79 y a Southern Illinois por 90-71. La única derrota se la endosó la Missouri State de Kyle Weems, que se fue a los 31 puntos, bien acompañado por Anthony Downing, con 26.
Con estos resultados, Creighton encabeza la Missouri Valley Conference con un registro de 6 victorias y 1 derrota, un global de 16-2, y solo le aguanta el ritmo la Wichita State de Carl Hall y Joe Ragland a quienes, además, ya ganaron en Wichita. Así que las cosas pintan bien para los arrendajos. Unos arrendajos que están haciendo una temporada espectacular. Además, por partida doble: en lo individual y en lo colectivo. Esta semana es un ejemplo de ello, porque de esos ocho partidos hay que recalcar varias victorias por asociación de talento y un partido en concreto que rompió los récords individuales del equipo y les dio visibilidad a nivel nacional. Ya habían recibido el reconocimiento de la prensa nacional a lo largo del invierno, cuando se les incluyó en las previsiones para el bracket final, y, ahora, un jugador de los de Omaha se ha ganado a pulso un reconocimiento que le sitúa frente a todos los focos de interés nacional, pero luego hablamos de ello.
Si tengo que resumir esos ocho partidos, siete victorias y una derrota, en términos estadísticos. Diría que se confirman las inercias que ya vimos a principio de temporada. El equipo se substenta en un jugador que se apoya en el rendimiento de cuatro titulares y un par de jugadores que se suman desde el banquillo. Ethan Wragge suele ser el que más aporta saliendo desde el banco (especialmente buenos fueron sus partidos ante Northwestern, 10 puntos, y Illinois State, 14), pero también, en partidos puntuales, han aportado Josh Jones (11 puntos ante Missouri State) o Avery Dingman. Nuestro principal protagonista, Will Artino, ha bajado su aportación al equipo, e incluso llegó a quedarse sin minutos en alguno de ellos, aún así, sigue contando en las rotaciones para dar minutos a los hombres interiores del equipo. Y los hombres interiores siguen siendo la base, con un Gregory Echenique que tira poco, y a penas ha superado las dobles figuras en 3 partidos pero con los rebotes sí anda más fino y raro es el día que no alcanza la decena. El otro jugador de interior, aunque juega tanto por fuera como por dentro, es la estrella del equipo, Doug McDermott, y, aunque hablaremos más tarde de él, solo comentar que sigue con su progresión: siempre rondando los 20 puntos y 10 rebotes por partido. Por fuera, el equipo encuentra su motor, y la segunda estrella del equipo. La temporada del base titular, Antoine Young, está siendo digna de alabanza. Anota solo cuando es necesario para el equipo (19 puntos ante Wichita State, 18 ante Drake o 21 ante Northern Iowa) pero ha subido su capacidad de control del equipo, destacando en las asistencias, donde también destaca uno de los nuevos, Grant Gibbs, que se ha hecho con la titularidad y con un buen rol de hombre de equipo. Ante Northwestern llegó a repartir 12 asistencias y 12 puntos y 12 asistencias le dieron su primer double-double ante Illinois State. Por último, el canadiense Jahenns Manigat ha recuperado un puesto en el cinco, y aporta puntos, rebotes, y asistencias cuando lo necesita el equipo. Su partido más completo, con 13 puntos, 4 rebotes y 5 asistencias fue ante Bradley.
Como decía, una aportación colectiva, con partidos como el de Illinois State en el que hasta seis jugadores consiguieron dobles figuras en puntos.
Pero, esta vez, y supongo que ya sabréis quién, un jugador se ha llevado un reconocimiento individual que ha ensombrecido un poco más el rendimiento colectivo del equipo. Y es que el alero Doug McDermott ha sido incluído entre los candidatos al John R. Wooden Award. Probablemente, el premio individual más prestigioso al que se puede aspirar en la NCAA. Un premio que han ganado desde Larry Bird hasta Jimmer Fredette, pasando por Danny Ainge, Ralph Sampson, Michael Jordan, Chris Mullin, Walter Berry, David Robinson, Danny Manning, Christian Laettner, Larry Johnson, Marcus Camby, Tim Duncan, Antawn Jamison, Elton Brand, Kenyon Martin, Jameer Nelson, JJ Redick, Kevin Durant, Blake Griffin... En Enero se publica una lista de 25 jugadores que han merecido la mención durante la temporada invernal (los meses de noviembre, diciembre y principios de enero) y que tienen posibilidades de ganar el premio a final de temporada.McDermott ocupa el puesto 18 de 25, por delante de Jared Sullinger, una de las estrellas de Ohio State. La lista la encabeza Harrison Barnes, el alero de North Carolina, y también se incluyen gente que ya hemos nombrado en este blog como Draymond Green, William Buford, Scott Machado, Jeremy Lamb o Anthony Davis, freshman de Kentucky que ocupa, en su primer año, la cuarta posición.
Y no es de sorprender porque la temporada del hijo del entrenador está superando todas las expectativas y ha alcanzado repercusión nacional. McDermott, en su segundo año de carrera, lidera su conferencia en anotación (24,3 pp), rebotes (8,5 rp), dobles-dobles (seis en total), porcentaje de tiro (62,1%) y porcentaje en tiros de tres (53'2%). Además, es el segundo jugador nacional en anotación y el décimoprimero en porcentaje de tiros. Además, es el jugador nacional en activo de segundo año que ha conseguido llegar antes a la cifra récord de los mil puntos.
Y, por último, lo que me he guardado para el final, McDermott, en estos ocho partidos, se marcó uno que es aún la mejor actuación individual en lo que va de temporada a nivel nacional. Y es que, ante Bradley, se marcó 44 puntos, con 18 de 23 en tiros de campo, más 8 rebotes. Nadie esta temporada ha metido más puntos en un úncio partido. Por cierto, cuelgo el vídeo de esa actuación y digo adiós ya, que la entrada me ha quedado más larga que las piernas de McDermott. Volveremos con más arrendajos, marzo ya no anda lejos:


sábado, 14 de enero de 2012

Manuel Amorós



Leyendo el periódico esta mañana. Cuatro noticias que nos ubican en la realidad actual del mundo del fútbol. Dos futbolistas y dos entrenadores.

A) Vitor Borba Ferreira, que es lo mismo que decir Rivaldo, se marcha a jugar Angola. Tiene ya 39 años y ha jugado en cuatro continentes distintos repartidos en los siguientes países y equipos: Brasil (Mogi Morim, Corinthians, Palmeiras, Cruzeiro, Sao Paulo), España (Deportivo, Barcelona), Italia (Milán), Grecia (Olympiakos, AEK), Uzbekistán (Bunyodkor) y ahora a África, a Angola, para jugar en el Kabuscorp FC.

B) MARC CROSAS. Éste se va a México. Catalán de 24 años y de la Masía, llegó a debutar en el Barça, pero lo cedieron al Olympique de Lyon. Después, le vendieron al Celtic, guardando una opción de recompra. Pero no termina en Glasgow sus cuatro años de contrato y se va a la liga rusa para jugar en el Volga Nizhny Novgorod de Dimitri Cheryshev. Este mes ficha por el Santos Laguna mexicano, donde el veterano portero mexicano Oswaldo Sánchez es capitán, y hace muchos años cerró su carrera deportiva Javier Manjarín. En resumen, 24 años y ya ha jugado en España, Francia, Escocia, Rusia y México.
C) MANUEL AMORÓS. El defensa de Nimes, ex del Mónaco, Olympique de Marsella y de Lyon y de la selección francesa que destacó en México 86, era, hasta ahora, seleccionador de las Islas Comoras. Sin embargo, acaba de fichar por la selección de Benín para substituir a Edme Codjo. Se va a la antigua colonia francesa, pero no sale de África.
D) AVRAM GRANT. El israelí lo consiguió todo en su país, donde entrenó, entre otros, al Maccabi Tel Aviv, al Maccabi Haifa y a la selección. Se hartó de ganar títulos y se lo llevaron al Portsmouth como director técnico. A Abramovich le debió gustar su trabajo y se lo llevo para el Chelsea, donde acabó acaparando los flashes al hacerse con las riendas deportivas del equipo cuando se marchó Mourinho. No lo hizo mal, pero al acabar, no renovó y volvió al Portsmouth, donde no le fue bien, como tampoco le fue bien en el West Ham, su siguiente destino. Hace unos días fichó por el Partizan que ahora preside el ex entrenador de baloncesto Dusko Vujosevic. Slavisa Jokanovic (Tenerife, Depor, Oviedo, Ciudad de Murcia) y Aleksandar Stanojevic (Mallorca) fueron los últimos entrenadores de la sección de fútbol de la asociación deportiva de Belgrado. Lothar Matthaus y Illes Spitz (húngaro, entrenador a finales de los 50) han sido otros dos entrenadores extranjeros que probaron suerte en Belgrado.

Olaseni Abdul-Jelili Lawal



Pues la entrada, sí, va de baloncesto, pero de otra cosa distinta. Sin embargo, al tener muchos protagonistas, y no saber por cual decantarme, he elegido a uno ajeno a la historia. Al Nigeriano de 26 años de la Adecco Oro que ayer batió el récord de rebotes con 19. Y, ahora, a lo que iba. Que me aburría. Andaba viendo primero un partido de fútbol y luego otro de baloncesto (apasionante tarde de sábado) y como no es que sea capaz de hacer dos cosas al mismo tiempo, si no que, como dice mi novia, soy incapaz de estar atento a una sola, pues me he puesto a enredar y he acabado escribiendo una entrada sobre baloncesto y relaciones de parentesco. La cosa es sencilla, padres e hijos. Hijos y padres. Dos parejas en ACB, dos parejas en LEB Oro, otras dos en LEB Plata y otras dos en EBA. Habrá más, pero yo me he decantado por éstas, y, si tenemos que sacar conclusiones, se podría decir que sí, que es muy difícil hacerlo mejor que tu padre.



Las dos parejas padre-hijo de ACB son para los Rautins y los Valters.

A la marcha de Kyle Singler, reaccionó rápido Txus Vidorreta haciéndose con Andy Rautins para el Lucentum Alicante. Rautins es un escolta de 1'93 nacido en el 86. Fue elegido en el draft por los Knicks, después de destacar en la misma universidad que su padre, Syracuse, pero solo jugó cinco partidos con los de New York. Le traspasaron a los Mavericks esta temporada, pero ni debutó, y el canadiense, que jugó el Mundial de Turquía con Canadá, ha acabado por fichar por el Alicante. Su padre, Leo Rautins, como decía, dejó huella en Syracuse. Tanto que salió bien elegido en el draft, pero, desde muy pronto, sus rodillas truncaron su carrera deportiva. Jugó 28 partidos como rookie con los Sixers y cuatro más con los Hawks. Ya está, tuvo que cruzar el charco. Primero Italia, luego Francia y España. Además de diferentes períodos por la CBA. En España, jugó 15 partidos en Mayoral Málaga y 5 partidos en el Coren Orense. Tampoco es que fuera un gran bagaje. Finalmente, se retiró después de pasar por más de catorce operaciones de rodilla.

Los otros protagonistas ACB son los Valters, Kristaps y Valdis, aunque hay un tercero en discordia, Sandis, que juega en el VEF Riga y también es internacional por Letonia. Kristaps Valters ha hecho carrera en España, donde llegó en 2008, y ya ha pasado por Fuenlabrada, Joventut y Unicaja. Tiene 31 años, mide 1’87 y juega de base. Antes de llegar a la ACB, jugó en Letonia, Turquía, Grecia, Alemania, Italia y Rusia. Su padre Valdis Valters, no viajó nada, pero es uno de los mejores jugadores letones de la historia y un histórico de la selección soviética de los años ochenta, antes de que el país se desmembrara.


En la LEB Oro, he elegido a los Sikma y a los Sabonis.
Lucas "Luke" Sikma y su padre, Jack, son los primeros protagonistas. Luke, un alero de 2'03 y de la generación del 89 debuta, y con buenos números, como profesional en España, concretamente en La Palma. Antes jugó en la Universidad de Portland. Lo de su padre, si Luke no progresa bastante, será difícil de superar. Jack Sikma jugó catorce años seguidos en la NBA, nueve con los Sonics y cinco con los Bucks. Tiene un título NBA, participó en siete All Stars y acabó con más de quince puntos y nueve rebotes de media en toda su carrera. Famoso por su rubia cabellera, fue uno de los mejores tiradores de libres en la posición de center. Después de retirarse, empezó como entrenador ayudante en los Sonics, pero Rick Adelman se lo llevó a los Rockets para que entrenara específicamente a Yao Ming. Ahora Adelman se lo ha vuelto a llevar, pero esta vez a los Wolves de Ricky Rubio y Kevin Love.
Tautvydas Sabonis es el hijo malagueño de Arvydas Sabonis. Juega en el Clínicas Rincón, con unos cuantos más proyectos de futuro de la cantera del Unicaja. Es un alero de 2’00 que nació en 1992. Ha sido campeón de Europa s-18 con Lituania, y dicen que apunta alto. Y de su padre, del Oso Polar, ¿qué podemos hacer? Con sus 2’21 y sus quebradizas rodillas fue 6 veces nombrado mejor jugador de Europa, también lo fue del Eurobasket de 1995, entró en el quintento rookie NBA (quizás el jugador más veterano en hacerlo), fue el mejor jugador de la ACB en 2 ocasiones y acaba, ocurrió en 2011, de entrar en el Hall of Fame. Fue campeón de Europa, del Mundo y Olímpico con la antigua Unión Soviética. Jugó en el Zalgiris Kaunas, Valladolid, Real Madrid y los Portland Trail Blazers. En Europa, triunfó con su corpulencia y su capacidad técnica, uno de los mejores pivots pasadores y un buen tirador. Aún así, se dudó de su éxito en la NBA cuando decidió ir en el año 1995, cuando ya contaba con 31 años. Estuvo 6 temporadas, con medias de 12 puntos y 7 rebotes. Todos coincidieron en señalar, Clyde Drexler entre ellos, que podría haber sido, y, en realidad lo fue, uno de los mejores pivots de la historia. Y eso que los médicos de Portland lo tenían muy claro cuando le hicieron el reconocimiento, dijeron que podría conseguir una plaza de aparcamiento para minusválidos solo con presentar la placa.


Bajamos un escalón y en la LEB Plata me he ido a lo fácil. Dos bases jóvenes de la cantera del Barcelona que coinciden en tener padres que ocuparon la misma posición en el mismo equipo. Y es que en el FC Barcelona de LEB Plata coinciden ahora Joan Creus y Lluis Costa, hijos de Joan "Chichi" Creus y Joaquim "Quim" Costa. Creus Jr es del 92 y mide 1’83. Costa Jr es del 93 y mide 1'85. Quim Costa, su padre, fue internacional con España en 71 ocasiones y jugó en Barça, Girona y Joventut. Desde que se retiró, le hizo de ayudante a Aíto, trabajó para España, fue primer entrenador en Huelva y Alicante y, hace muy poco, su nombre sonó para la Selección de Hungría. El otro padre, el famoso Chichi Creus, también fue internacional, pero solo en 28 veces ocasiones. Ex del Granollers y del Barça, sus mejores años quizás fueron los últimos, los del TDK de Manresa donde se retiró con 45 años, convirtiéndose en uno de los jugadores veteranos más productivos de la historia de la ACB. Desde que se retiró, trabajó en el staff técnico de la selección y dio lecciones magistrales en televisión, hasta que se convirtió en director de la sección de baloncesto del FC Barcelona, siendo protagonista de los éxitos recientes del club.


Y acabamos con la liga EBA y quizás con la historia más curiosa. Primero, los protagonistas son una saga famosa, la de los San Epifanio, que empezó en Zaragoza y terminó en Barcelona. Edgar San Epifanio, el hijo, nacido en 1987, mide 1,98 y juega por fuera. Ha pasado por Cornellá, Lagun Aro Gipuzkoa en ACB, de nuevo al Cornellá, LEB Oro en Palencia y ahora anda jugando en el CB Mollet de la Liga EBA. Su padre, todos los conocemos, Juan Antonio San Epifanio, Epi, es un jugador histórico que ha obligado al FC Barcelona a retirar el número 15. Protagonista en la plata olímpica de Los Ángeles, ganó 7 ACBs, 10 Copas, 2 Recopas y 1 Korac en 19 años en el Barça. Fue internacional en, nada más y nada menos, 239 ocasiones.
Y, por último, los Marín. Una saga de baloncestistas humildes del sur que ponen la nota curiosa a este reportaje porque tanto padre como hijo llegaron a jugar juntos en liga EBA con el Frizonia-Cimbis. Por entonces, Alejandro, Alo Marín, el hijo, tenía 19 años, y el padre, Tano Marín, 42. Tano jugó también en Los Barrios y Algeciras, mientras que su hijo sigue jugando en el Cimbis gaditano de la Liga EBA a sus 23 años. Hay un tercero en la saga, Javier Marín, de 19 años, pero ya fue demasiado esperar que el padre llegará a pisar la cancha con los dos al mismo tiempo.

Ron Hunter




Después de 17 años entrenando a IUPUI (es decir, las siglas de la Universidad de Indiana-Universidad de Purdue en Indianapolis), este año aceptó el reto de entrenar los panthers de Georgia State.


Pero por eso no salió en los periódicos. Sale ahora. ¿Por qué? Porque el último partido de su equipo lo dirigió descalzo. Y eso si le ha llevado a la prensa, pero, por lo anecdótico, digo yo, ya que en el periódico en el que lo he leído yo, ni se sabían su nombre y le han confudido con Ron Harper, aquel escolta anotador de los Cavs qe se reconvirtió en experto defensor cuando Michael Jordan regresó a los Bulls tras su primera retirada.


No es la primera vez que Hunter trabaja descalzo. El gesto forma parte de una campaña llamada "Barefoot for Bare Feet" que organiza Samaritan's Feet, una organización que nació hace ya ocho años con el objetivo de repartir 10 millones de pares de zapatos entre niños desfavorecidos dentro de un plazo de 10 años. Por ahora, han ayudado a más de tres millones y medio de niños.


Lo de Hunter es solo un gesto que lleva repitiendo durante los últimos años, porque la acción comporta también que se colabore con 22 dólares con los que se consigue la entrada para el partido y el resto es un donativo para la organización. El compromiso de Hunter con el trabajo de Samaritan's Feet, por cierto, va más allá de quedarse un par de días al año sin zapatos en el banquillo.


Ron Harper, por su parte, no sé qué andará haciendo ahora. Hace ya cinco años que los Detroit Pistons no renovaron su contrato como entrenador ayudante y, desde entonces, no he vuelto a oír hablar de él. Hasta hoy, pero lo triste es que no era de él de quien hablaban.

viernes, 13 de enero de 2012

Alberto García Erauzkin





Hace muy poco que Alberto García Erauzkin, empresario de Erandio, le tomó el relevo a José Antonio Ardanza como máximo responsable de la compañía telefónica Euskaltel. Hace también no mucho que ya hizo sus primeras declaraciones en relación con el equipo ciclista que patrocina, aquel que naciera hace ya casi veinte años de la mano de Miguel Madariaga. También Madariaga hizo sus primeras reflexiones con respecto al cambio en la dirección de la empresa, más aún cuando los rumores sobre la viabilidad económica del proyecto se extendían, la UCI ponía trabas a su inclusión en el World Tour e Igor González de Galdeano presentaba su dimisión.


Desde entonces, el equipo consiguió cerrar la renovación de su participación en la máxima categoría de la UCI y se apagaron un poco los vaticinios sobre un futuro, el del equipo, que parecía mantenerse en vilo más allá de la temporada que concluirá el próximo verano de 2012.


Ahora, en una información que firma Teresa Olano para el diario AS vuelven los rumores que en su día, Miguel Madariaga ya comentó de manera ligera. Según el diario AS, que no cita fuentes, pero usa palabras del propio Madariaga, el equipo se encamina a un nuevo futuro. Parece que nacerá un proyecto, completamente auspiciado por la compañía telefónica, que ampliará el presupuesto y asegurará el futuro del equipo al menos hasta 2016. Los cambios traerán un nuevo presidente, un nuevo mánager y una nueva filosofía. El equipo se acercará a las características más convencionales de los equipos comerciales y la Fundación Euskadi abandonará el proyecto para dedicarse a otras tareas que ya lleva años haciendo, tales como labores pedagógicas y de fomento del uso saludable de la bicicleta. Según anuncia el periódico en titular, eso también supondrá un cambio aparente en su filosofía, ya que abriría el mercado a ciclistas que no sean de origen vasco y, por último, apuntan a que Igor González de Galdeano sería la cabeza visible del proyecto y, según ellos, el ex-ciclista alavés ya llevaría meses negociando la viabilidad de este nuevo proyecto.


Aún no se han hecho eco de esta información las numerosas webs y publicaciones deportivas que tienen interés en el ciclismo del deporte, a excepción del blog americano que bajo el nombre de un antiguo corredor de Igorre sigue, en lengua inglesa, el día a día de este equipo, sin embargo, estoy seguro de que, a lo largo del día de hoy, se pondrá en funcionamiento la maquinaria informativa para confirmar o rebatir la veracidad de estas informaciones.


Yo, he de confesarlo, me he permitido un par de llamadas telefónicas a un par de aficionados a este deporte, y asiduos de este blog, con los que quería compartir la sorpresa por estas noticias. Los tres coincidíamos en cierto alivio y en cierto pesar, que no denota más que nuestro romanticismo vetusto y poco productivo. Como le decía a uno de ellos, el cambio en la filosofía puede ser un arma de doble filo y una cuestión de apreciación o de nivel. Y usaba un simil: el Athletic puede cambiar su filosofía y poner publicidad en las camisetas, o puede ir más lejos y decidir pagar millones de euros por un jugador brasileño. Quizás no sea una comparación adecuada, pero lo que pretendo señalar es que, si se confirma el nuevo proyecto, y la apertura del mercado deportivo del equipo, quedaría la duda de hasta donde puede llegar el cambio hacia lo convencional. Yo abogo por la mejora y el desarrollo, por la modernidad y el reciclaje, pero no puedo evitar mantener cierto espíritu romántico que me obliga a defender un proyecto que incentivaba la promoción de ciclistas de la región. Aún así, quizás ambas cosas sean compatibles. Y, por supuesto, habrá que esperar a que todo esto no se quede más que un rumor periodístico que solo haya servido para que este bloguero se suelte una chapa del copón. Ya veremos.

jueves, 12 de enero de 2012

Pablo Infante


















Mi idea era dedicarle la entrada a Carlos Pouso, el entrenador del Mirandés, pero hace ya como un año, el 8 de Enero, y podéis pinchar en la fecha para visitarlo, hice una entrada bajo su nombre y comentando su carrera. Fue después de un partido en el que el Mirandés visitaba Lasesarre y se llevaba los tres puntos. Lo que vaticinaba en esa entrada, se cumplió, el Barakaldo descendió a Tercera División y a Pouso le fue mucho mejor. Aún le va: tiene a su equipo líder de su grupo, con diez puntos de ventaja sobre el quinto y una sola derrota en lo que va de temporada. Amén de lo que ya sabe todo el mundo, de lo que ha salido en prensa y en radio, de la gesta de un equipo humilde que ha dejado ya a dos primeras en el camino lleno de curvas de la Copa 2011 (¡por dios, otro clásico más!) y se ha colado en los cuartos de final sin más aspiraciones que disfrutar pero viendo en el horizonte la posibilidad de igualar la hazaña de otro entrenador vizcaíno, pero este de Meñaka, Miguel Ángel Lotina, cuando su Numancia de 1996 derrotó a tres equipos de primera división de manera consecutiva.

Hoy mismo, recién eliminado el Rácing, se publica en la edición digital de acb una entrevista a Pouso que solo con el titular deja bien a las claras el carácter y la personalidad de este entrenador, aunque puestos a citar, mejor que solo el titular, os copio toda la respuesta, que no es muy larga, que le da a Ortiz de Lazcano y de donde se ha sacado el titular:


Tengo muy claro de dónde vengo. Vengo del fútbol de barro. Me gusta recordarlo y no me avergüenzo de ello. En Artxanda, por ejemplo, cuando entrenaba al Moraza llegaba el barro en octubre y no se iba hasta marzo. De lunes a viernes entrenando con barro. Vengo desde ahí y me siento muy orgulloso de poder decirlo.


Sin embargo, a mí me ha llamado más la sensatez nada afectada, tampoco resignada, simplemente cabal, de un entrenador que, además del barro, ha conocido los graderíos exigentes de varios equipos de segunda b, cuando comenta su seguridad en cuanto a la certeza del olvido, en cuanto nos eliminen, se olvidarán de nosotros, o algo así comenta, y no le falta razón. En el fútbol todo es perecedero, o casi todo. Pero siempre le quedará algo, porque no creo que la afición de Anduva olvide tan rápido, y todo el mundo tiene bastante claro que la afición del mirandés es fiel y comprometida.

El que al final ha encabezado la entrada es el otro protagonista de la experiencia copera del Mirandés, el único burgalés del equipo junto al mirandés Asier Barahona, Pablo Infante. Por ahora, se mantiene como pichichi de esta edición de Copa y suyo fue el gol de penalty que eliminó al Rácing. Va ya para los 32 años y lleva un carro de ellos en el Mirandés. Ya le han hecho las correspondientes entrevistas para medios nacionales poniendo el acento en la corbata que usa para trabajar en un banco y mantenerse porque del fútbol no puede. En esa misma entrevista, Pouso subrayaba como Manex Mandiola, en su día, se lo quiso cambiar, entre bromas, por tres jugadores de su plantilla. Contaba esta anécdota para reflejar que, aunque es ahora cuando disfruta de una celebridad que hasta ahora le rehuía, Infante siempre contó con el reconocimiento de los entrenadores de la categoría.

Pero Infante solo no gana los partidos. Tampoco lo hace Pouso en solitario, aunque le ayude Lluis Codina, ex-jugador de Espanyol, Alavés, Leganés o Eibar entre otros, como segundo. Para eliminar a dos primeras de manera consecutiva, se necesita una plantilla comprometida y que juegue bien al fútbol, y ellos la tienen. Una plantilla que no ha sufrido muchos cambios desde la temporada pasada cuando, ya en aquella entrada, comentaba que en aquel partido en Lasesarre alinearon a más jugadores vascos que el propio Barakaldo. Y la tendencia sigue, de los veinte jugadores que aparecen en la plantilla relacionada en su web oficial, once son jugadores vascos. Veteranos ya curtidos (algunos hasta en Primera División) como Raúl García, el ex-Athletic y Sevilla, César o Nacho Garro, hasta jóvenes con menos recorrido como Mikel Iribas o Antxon Muneta. Con esto no quiero arrogarnos méritos ficticios y oportunistas, simplemente me alegra ver que los jugadores vascos encuentran caminos de éxito fuera de los clubes más importantes y que la salud del fútbol en el País Vasco no es tan oscura como se ha venido pintando en los últimos años. Carlos Pouso es un buen ejemplo.

Dice que no piensa en ello, pero yo le deseo que llegue a semifinales y que se enfrente al Athletic de Bilbao, pero, para eso, los bilbaínos aún tienen que eliminar al Albacete, que no será fácil, y al Mallorca de Caparrós (por amistad, rehusaré hacer ningún tipo de valoración de la derrota de la Real Sociedad en el Iberostar) que tampoco lo será. Si se diera, estoy seguro de que el rojo, con franjas o sin ellas, se adueñaría de San Mamés.

lunes, 9 de enero de 2012

Mikel Alonso



Spinoza habla de la relación entre el deseo, la emoción y la razón. Intenta devolver al hombre a la naturaleza, romper con las ideas abstractas de Dios como algo separado, el alma-cuerpo de Descartes… Es muy vitalista y entronca con eso que ahora está tan de moda, la inteligencia emocional. Ahora lo estoy conociendo y conforme lo hago voy levantando capas y veo que… ¡este tipo habla de todo! ¡De la física cuántica! Y lo hacía hace cinco siglos. Tiene tres ideas clave, que el hombre es todo menos libre y que lo importante es buscar la alegría en este mundo. Y la tercera es que el pecado, la culpa, el bien o el mal como categorías abstractas tal y como muchas veces nos las muestra nuestra educación de tradición religiosa, atentan contra el buen vivir. Es una ética de la inmanencia. No tengo mucha formación, pero me parece interesante.



Ese párrafo es la respuesta que Mikel Alonso da a una pregunta de R. Walsh para un nuevo magazine cultural online que responde al nombre de Jot Down Contemporary Culture Mag y donde hablan de todo un poco y con un estilo depurado e incisivo. Si queréis indagar, no tenéis más que pinchar sobre el nombre de la revista. La entrevista a Mikel Alonso merece la pena porque las preguntas son distintas e interesantes y las respuestas las superan. A estas alturas, quizás suene inocente y hasta prejuicioso, pero, a mí, aún me sorprende encontrarme con futbolistas que demuestran inquietudes que me siguen pareciendo extranjeras en el país del fútbol. Os lo recomiendo.

Creía que ya había usado su nombre en este blog, pero, en realidad, el que utilicé en su día, y desaproveché, fue el de su padre. Bien podía haber hablado de la huella profunda que su padre dejó en el aficionado de la Real Sociedad, o en la carrera de Vicente del Bosque. Podía haber recurrido al apellido para hablar de su hermano, y mencionar una carrera que de Ipurua le llevó al Bernabeu, pasando por un nombre coreado por The Kop. Pero no hice ninguna de las dos. Quizás la historia que más concuerde con el espíritu de este blog sea la de Mikel. Una historia de errores, vaivenes, aventuras extranjeras, fracasos y renacimientos. Todo eso se percibe y se contextualiza en esta entrevista que descubre a la persona que se esconde, pero también se asoma, en un futbolista profesional. Así que me alegro de haber retrasado, inconscientemente, la oportunidad de usar su nombre. Y, una vez más, os recomiendo leer la entrevista y, ya puestos, no está de más enredar por el baúl de esta revista.

viernes, 6 de enero de 2012

Joxean Fernández "Matxin"



José Alberto Benítez. Doble ganador de etapa en la Vuelta a México
David Bernabeu. Ganador de la Vuelta a Portugal, del Trofeo Joaquim Agostinho o de etapa en Mallorca.
Jesús del Nero. Ganador de etapa en el Tour del Porvenir
Arkaitz Durán. Primer corredor español en dar el salto directamente desde juveniles hasta profesionales
Eduardo Gonzalo. Ganador de la Ronde de l’Isard y de etapas en el Circuito de Lorraine o la Rhone-Alpes Isere Tour.
Óscar Grau. Ganador de etapa en Circuito Montañés, Vuelta a Madrid o Vuelta a Extremadura.
Josep Jufré. Ganador de la Clásica de los Puertos, ex corredor, entre otros de Lotto, Saunier Duval o Astaná.
Diego Milán. Ganador de etapa en Vuelta a la Rioja o Vuelta a Madrid.
Luis Mas. Ciclista balear con proyección de la generación del 89.
Luis Pasamontes. Dos victorias (el Memorial Galera y una etapa del Tour de Valonia)
Fran Pérez. El Gran Premio Mitsubishi, etapa en el Tour de Romandía y la Clásica de Almería.
Santi Pérez. Etapas en Vuelta a España, Giro de Italia, Vuelta a Portugal, además de la Subida al Naranco o el Gran Premio de Llodio.
Óscar Pujol. Ex Cerveló y Lotto.
Tino Zaballa. Etapas en Vuelta a España, Aragón, Asturias o Portugal, además de la Clásica de San Sebastián o las generales de la Bicicleta Vasca y la Vuelta a Asturias.
Aitor Pérez Arrieta. Ganador de etapa en el GP Internacional do Oeste portugués.
David Gutiérrez. Dos temporadas siendo profesional con Matxin.
Diego Gallego. Ganador de etapa en el Cinturón de Mallorca.
Vidal Celis. Ganador de etapas en el Circuito Montañés y la Jelajah Malaysia
Javier Benítez. Ganador de etapas en la Vuelta a Chihuahua, Trofeo Agostinho, Vuelta al Alentejo, Vuelta al Distrito de Santarem, GP Correios de Portugal o Vuelta a Extremadura.
Manuel Ortega. Victoria de etapa en el GP Paredes Rota dos Moveis.




He elegido veinte pero son treinta y seis. O ése era el recuento que hacía la página web biciciclismo.com hace unos días. 36 corredores nacionales que seguían en el paro. Alguno acaba de encontrar o encontrará acomodo (David de la Fuente al Caja Rural, que igual ya ni aparecía en esa lista) y otros se han recalificado en categoría amateur (como Durán que aparece en mi plantilla imaginaria o Higinio Fernández que acaba de marcharse al Lizarte). Pero aunque los números bailen, no dejan de ser muchos. Y no hemos dicho los internacionales, ciclistas como Kjell Carlstrom, que hace poco confesaba estar cerca de la retirada, Ludovic Turpin, que se recalificaba en un equipo élite, o los ciclistas del Geox que aún no han encontrado equipo. Y muchos más.


Apunto de empezar la temporada, unos vuelven, como Alejandro Valverde, y otros, como Matxin, se quedan sin equipo y sin nómina. Él podría dirigir a ese equipo de veteranos y prometedores corredores que yo me he formado solo con un poco de imaginación. Si me apuras, con Bernabeu, Santi Pérez, Durán, Jufré, Pasamontes, Fran Pérez, Óscar Pujol, Zaballa y Luis Mas como presunto equipo titular, seguro que hasta asomaban en una grande. Pero yo es que me flipo muy fácil.

jueves, 5 de enero de 2012

Albert Bosch




A y B, dos en una y pasadas por frío, mucho frío, y abrigados anoraks de un chillón color rojizo, fijo:


A) 66 días y 1.200 kilómetros de travesía para llegar al polo sur geográfico. Dicen que es el primer español en llegar al paralelo 90 sin asistencia. Ése es el logro. Y el valor inherente se lo da, amén de por sí lo que resulta factual, la cantidad de problemas (y la calidad de los mismos) que el catalán Albert Bosch ha venido sufriendo desde que comenzó su aventura. Primero, el abandono de su compañero, Carles Grel, por una lesión en el tendón de aquiles. La expedición se retrasó para asegurar el rescate y tuvo que seguir solo, con los peligros añadidos que eso supone, además de cargar con el material que dejó su compañero evacuado. Después, sufrió trece días consecutivos de temporal. Y persistió. Persistió en temperaturas que, en la punta, alcanzaban los 45 grados bajo cero. Persistió aún. Y, además, se tuvo que dar más prisa durante los dos últimos días (64 kilómetros, con tres míseras horas de sueño, sobre sus esquíes) porque si no llegaba antes de las ocho del día preciso perdía el tren de vuelta a casa.


B) Los otros tres protagonistas sí se dejan llevar por cometas y parece que ahora el viento les ayuda, así que sonríen con más sinceridad cuando aparecen en las fotos. Llevan ya 2.700 kilómetros de los 3.700 que quieren recorrer en su travesía por la Antártida. Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza, los tres miembros de la expedición Naturgás-BBK Transantartika 2011, sonríen con razón. El viento sopla, el sol asoma y, allí en el fondo, ya pueden ver las montañas Thiel. Pronto, como Albert Bosch, podrán volver al calor de los ecotermis de casa.


Desde aquí, enhorabuena a uno, ánimo a los otros.

Martynas Pocius

Si esto fuera el foro del Marca seguro que se me apilaban los comentarios, pero como estamos en un coto privado, me voy a permitir decirlo sin paños calientes: pensaba que Pocius era un cantamañanas como la copa de un pino. Y estoy dando mi opinión como la daría acodado en la barra de El Cuervo mientras mi compañero traga de la Heineken y asiente. Los primeros partidos de Pocius no me parecieron muy buenos, ni tan siquiera buenos a secas. Tampoco es que haya visto tanto al Real Madrid esta temporada, pero Pocius no me entraba. Veía las estadísticas y parecían confirmar mi opinión.
Ayer, sin embargo, me aburría, me acordé de que se jugaba el clásico y me puse a verlo cuando aún faltaba todo un largo cuarto por delante. Tampoco es que fuera un dechado de baloncesto, pero el partido fue emocionante y con algún amago de plasticidad que parecía darle la razón a una rivalidad que en el baloncesto, aparentemente, se antoja más sana. Hubo unos minutos de inspiración en que el marcador se movía en un margen de dos puntos y nadie fallaba. Si no era un Jaycee Carroll que lo tiene todo para ser al mismo tiempo héroe y villano, era un Marcelinho Huertas eléctrico, si no era un Joe Ingles escorado, era un Ante Tomic atento a los rechaces. Yo, que ni me va ni me viene, disfrutaba como un colegial de los que pegaba, antaño, fotos de jugadores NBA en la carpeta.
Y llegaron los minutos finales, comenzaron a renquear las muñecas y apareció el lituano con su cara de miliciano y su gesto gélido como su mismo pulso. Y no fue casualidad, porque como me decía esta mañana un amigo a quien sí le va y sí le viene, no es casualidad que Pablo Laso le buscara en el banquillo cada vez que daba instrucciones en un tiempo muerto.
Yo reconozco que lo leí cuando vino, que era pequeño, no especialmente habilidoso, pero que tenía una facilidad innata para cortar la zona en dos como si fuera mantequilla, y ayer lo demostró, ante un Pete Mickeal que aún no entiende cómo pudo parecer tan fácil. Así que Pocius demostró dos cosas: una, que vale, y dos, que los comentarios de barra de bar con adjetivos exagerados y presuntuosamente cómicos, siempre acaban por convertirse en demostraciones palpables de la testaruda ignorancia del que habla. En este caso, yo. Gracias Pocius.

miércoles, 4 de enero de 2012

Lou Gehrig


Hace ya unos cuantos años, en una gasolinera de Schleswig (Iowa), conocí a un viejo sin dientes que no dejaba de sonreír. Se había puesto a nevar y yo tenía que llenar el depósito antes de volver a casa. Sabía que tenían una máquina de café y un par de mesas junto a la ventana, y pensé que sería una buena idea sentarme allí un rato y beber mientras veía nevar fuera. Así que llené el depósito, aparqué el coche en una esquina y entré a pagar. La señora del pelo cardado ya me reconocía, quizás por eso me dedicó una sonrisa truncada que significaba más de lo que parecía. Una sonrisa tan acogedora como el sofocante calor que la estufa de gasoil extendía por toda la habitación. Después me preparé un café y al ir a sentarme junto a la ventana, me encontré con él. Solo, pero cómodo. Estaba sentado y reposando contra la pared. Me fijé en su camiseta y él descubrió mi mirada. Sin dejar de sonreír, me preguntó si sabía quién era aquel tío que aparecía rotulado en una camiseta que marcaba su cuerpo delgado pero aún vigoroso. Me encogí de hombros y luego contesté: Babe Ruth? Estaba claro que era un jugador de béisbol y que era blanco, pero no sabía otro nombre que no fuera aquel. Dijo que no con la cabeza mientras sonreía con su boca desdentada intentando aparentar enfado. Unos segundos de emoción, me invitó a sentarme a su lado, lo hice, y finalmente me corrigió: no, es Lou Gehrig.

Y me explicó quién fue Lou Gehrig.

Porque yo sabía que había una enfermedad que llevaba el nombre de un jugador de béisbol. Eso sí, no sabía el de quién. Ni sabía que la enfermedad de Lou Gehrig es la esclerosis lateral amiotrófica. Ni, por supuesto, había visto aún a Gary Cooper en "El orgullo de los Yankees". Ni había leído los poemas de John Kiernan o de Willard Mullin. Tampoco había escuchado nunca su discurso de despedida.

Aquel anciano desdentado, con aspecto saludable, en manga corta, y una sonrisa que contagiaba, me lo explicó todo. Me repitió el discurso palabra por palabra, y mientras lo hacía, parecía que aquella gasolinera retrocedía en el tiempo y todo a mi alrededor tomaba los colores blanco y negro. Estábamos en el Yankee Stadium. Era el 4 de Julio de 1939. Lou Gehrig me miraba directamente a los ojos, pero yo miraba a mi café como si fuera un pozo de ácido lisérgico.

Fue un buen día.

Fuera dejó de nevar. Me despedí con candidez y me fumé un cigarrillo en la trasera de la gasolinera antes de montarme y regresar a casa.

Desde entonces, aún recuerdo pequeños trozos del discurso de Gehrig, del discurso del viejo de Schleswig, y cuando lo necesito, lo olvido, y cuando me olvido, lo recupero. Solo hay una frase de un veterano de otro deporte a la que recurro con más asiduidad. La pronunció John Wooden, entrenador de baloncesto universitario, hace muchos años: "Do not let what you cannot do interfere with what you can do." Es decir: "no dejes que lo que no sabes hacer entorpezca lo que sí sabes hacer". Resulta muy útil, de verdad. Eso sí, el mensaje de Gehrig, no me da tiempo a traducirlo.



"Fans, for the past two weeks you have been reading about the bad break I got. Yet today I consider myself the luckiest man on the face of this earth. I have been in ballparks for seventeen years and have never received anything but kindness and encouragement from you fans. "Look at these grand men. Which of you wouldn't consider it the highlight of his career just to associate with them for even one day? Sure, I'm lucky. Who wouldn't consider it an honor to have known Jacob Ruppert? Also, the builder of baseball's greatest empire, Ed Barrow? To have spent six years with that wonderful little fellow, Miller Huggins? Then to have spent the next nine years with that outstanding leader, that smart student of psychology, the best manager in baseball today, Joe McCarthy? Sure, I'm lucky. "When the New York Giants, a team you would give your right arm to beat, and vice versa, sends you a gift - that's something. When everybody down to the groundskeepers and those boys in white coats remember you with trophies - that's something. When you have a wonderful mother-in-law who takes sides with you in squabbles with her own daughter - that's something. When you have a father and a mother who work all their lives so you can have an education and build your body - it's a blessing. When you have a wife who has been a tower of strength and shown more courage than you dreamed existed - that's the finest I know. "So I close in saying that I might have been given a bad break, but I've got an awful lot to live for."

martes, 3 de enero de 2012

Iban Espadas


Mañanas improductivas. Pero bueno, aún no son ni las diez. Todavía puedo arrancar. Por ahora, voy al ralentí y, enredaba por internet, sin rumbo ni control, cuando me ha venido un nombre a la cabeza: Iban Espadas. ¿Por qué? Puedo buscarle magdalenas proustianas, seguro. Leía la versión digital de elcorreo y hablaban de Llorente y su rodilla y leía otra versión digital de un periódico deportivo de tirada nacional y hablaban de Aritz Aduriz. Los dos son delanteros centros, los dos de la cantera de Lezama... Quizás ahí está la harina y la levadura para hacer la magdalena. El caso es que me vino ese nombre y como no quería levantarme del sofá, me he puesto a enredar por este pozo sin fondo que es la red de redes.

Iban Espadas.

¿Qué recordaba?

Recordaba que era un delantero guipuzcoano, bien peinado, guapetón, no muy alto, que despuntaba por la cantera del Athletic y era seleccionado por el combinado nacional en todas las categorías inferiores hasta la sub-20, si no me equivoco. Recuerdo que debutó en aquel partido de la copa de 1996 ante el Zalla donde también debutaron Raúl Otxoa, Álvaro Pérez y Javier Díaz Niera. En una temporada, la de 1996, en la que también debutó Edu Alonso. Y Mario Bermejo, si no me equivoco. De todos, incluído Espadas, se esperaba que se hicieran con un hueco en el primer equipo y acumularan partidos y éxitos. Pero no fue así. Edu Alonso y Mario Bermejo tuvieron bastantes partidos en Primera. Raúl Otxoa, que llegó a disputar el mundial sub-20 de Quatar con la selección española de los Raúl, Morientes o Etxeberria, era la joya de aquella generación, pero se retiró a los 30 años después de jugar en segunda B con Sabadell y Amurrio o con el Chaves en la segunda portuguesa. Álvaro Pérez, el pequeño delantero, se retiraría también joven tras pasar por el Aurrerá de Vitoria. Ahora juega con los veteranos del Athletic. Javier Díaz Neira también pasó por el Aurrera, después de hacerlo por el Lemoa y acabar haciendo carrera en Castilla La Mancha. Si mis datos no son incorrectos, aún jugaba en un equipo palentino de tercera división, el CD Aguilar, al que entrena (o entrenaba) el ex-jugador de primera Luis Sierra. Iban Espadas, por su parte, también saboreó la primera división, pero ha hecho, y hace carrera, principalmente en la Segunda división b, donde ya es todo un veterano de 33 años.

Que yo sepa, Espadas salió de Lezama para intentarlo primero en el Cartagonova, Recreativo y Cultural Leonesa. Entonces, le llegó su gran oportunidad. Se fue al filial del Zaragoza, donde Manolo Villanova le hizo titular indiscutible, marcó bastantes goles, y se hizo un hueco en el Zaragoza de segunda división. El equipo ascendió, fichó a David Villa, y Espadas debutó en primera división y participó del título de copa de 2004. Aquel Zaragoza de los Milito, Rebosio, Corona, Vellisca, Ponzio, Galletti, Savio, Villa... ganó su primer partido de aquella copa contra el Mirandés y Espadas marcó en el descuento. Le cedieron a Cádiz y Almería. Se fue al Ciudad de Murcia donde apenás jugó y marchó al Orihuela donde hizo un par de buenas temporadas. Hace un par de años fichó por el Pontevedra y vivió sus peores años en el mundo del fútbol, si él no dice lo contrario. Tuvo un encontronazo con un compañero en los entrenamientos, pero acabaron abrazándose e incluso Pablo Alfaro, entrenador por entonces del equipo gallego, acabó por pedirle a los compañeros que los mantearan. Lo malo vino con la temporada llegando a su final, el equipo en puestos de descenso y en crisis económica, cuando se enzarzó en una discusión con unos aficionados que le increpaban mientras calentaba, le esperaron a la salida, zarandearon su coche, acabó en comisaría para denunciarlo y le amenazaron de muerte. Acabó por salir del Pontevedra y regresar al Orihuela donde, ahora mismo, lleva ya un par de goles a pesar de no ser titular y el equipo está en la cabeza de su grupo de segunda b.

Una carrera larga e intensa. Y una mañana que ya avanza, se suben las persianas, sale el sol tímidamente y yo me he comprometido a bajar a la plaza y comprar algo de pescado. Así que mejor dejarlo aquí, a principios de 2012, y con legañas en los ojos. Hemos empezado con un ataque de nostalgia sin mucha explicación y vaticino que así seguiremos en el futuro. Es lo que tiene este blog que no tiene ni pies ni cabeza. Seguro que Espadas sí que sigue usando los suyos y la suya para marcar goles. Y me voy a duchar.