martes, 28 de agosto de 2018

Martin Krampelj



Esta es como para desintoxicar. Y es que no tiene mucho sentido hablar de estos aquí y ahora porque aún falta mucho para que empiece la temporada y la pretemporada casi que ni ha arrancado y nosotros no vamos a seguirla. Sin embargo, fue lo único que se nos ocurrió, socorridamente, para escribir un rato y no hacerlo de ciclismo.

A la temporada de baloncesto universitario aún le queda tiempo para empezar. Eso sí, todo el mundo parece coincidir en que será la temporada de Duke. Ganen o no ganen, gran parte de la expectación y el interés mediático estará puesto en Mike Krzyzewski y sus muchachos. Sobre todo en tres que, además, acaban de llegar a la liga: R.J. Barrett, Cameron Reddish y Zion Williamson. Todo el mundo habla de ellos y muchos hemos descubierto qué es eso del One & Done: un año de universidad y me marcho a la NBA, que dicen que puede ser una de las razones por las que estos tres talentos naturales se hayan reunido en el mismo equipo. Habrá más candidatos y protagonistas, por supuesto. Y, aunque sea caprichosamente y de vez en cuando, un año más, lo contaremos aquí.

Y es que, aunque lo poníamos en duda al terminar, un año más, nos dedicaremos a seguir las andanzas de Greg McDermott y sus pupilos de Creighton. Ahora, como anticipo y canapé, vamos a soltar una batería de noticias breves y sucedidos en torno a la universidad de los arrendajos azules y ya, luego, dentro de unas cuantas semanas, recuperaremos este hilo de entradas para seguir la temporada de los de Omaha.

Hace unos días, dos históricos de la universidad entraban en el Hall of Fame de la misma. Dana Altman, entrenador, y Kyle Korver, jugador, recibían los correspondientes agasajos en una gala. Altman era entrenador de Creighton cuando nosotros empezamos a cubrir sus temporadas. De hecho, fue entrenador de 1994 a 2010. 16 temporadas que le han valido de mérito, amén de los resultados, para entrar en ese salón de reconocimiento. Desde que se fue, se mantiene en el puesto en Oregon. Por su parte, Korver es un profesional reconocido en la NBA, con una larga trayectoria y ascendente en los clubes en los que ha jugado, a la sazón: Sixers, Jazz, Bulls, Hawks y Cavaliers. Algunos datos rápidos que podrían resumir su acierto en todas estas temporadas podrían ser el hecho de que ocupa la cuarta posición en triples convertidos, la sexta en porcentajes en triples y la decimosexta (con un 88%) en porcentaje de tino en tiros libres en las clasificaciones históricas de la NBA. Korver estuvo en Creighton de 1999 a 2003 y aún mantiene el récord de ser el único jugador de la universidad que disputó cuatro competiciones finales por el título nacional. 

Desde que Altman se fue, como ya sabemos, McDermott se convirtió en el entrenador principal. Uno de los ayudantes más veteranos en el programa, Darian DeVries (ayudante desde 2001), ha decidido poner punto y final a esta experiencia y, el año que viene, será el primer entrenador de la universidad de Drake. No serán los únicos cambios en la plantilla, aunque el resto sean de jugadores y no de cuerpo técnico. No se podía esperar más después de las bajas de Tyler Clement, Manny Suarez, Toby Hegner, Marcus Foster y Khyri Thomas. Este último es el que ha encontrado un mejor contrato. Thomas ha firmado por los Detroit Pistons y jugará en la NBA la próxima temporada. No le fue tan bien a Marcus Foster, a pesar de sus buenos partidos en algunos momentos de la temporada pasada, y ha acabado firmando muy lejos de casa. Foster firmará su primer contrato profesional en Corea del Sur, con el DB Promy. No tenemos noticias ni de Tyler Clement, ni de Manny Suarez ni de Toby Hegner, los otros tres seniors del año pasado. 

Con esas bajas, por supuesto, ha habido nuevas incorporaciones. En concreto, Marcus Zegarowski, Christian Bishop y Samson Froling. Los dos primeros llegan desde sus respectivos institutos. Froling lo hace desde más lejos, ya que es Australiano. Aterriza en Omaha, además, con méritos, ya que fue uno de los mejores jugadores en una selección australiana sub18 que se hizo este verano con el campeonato de Asia. También llegan nuevos Connor Cashaw y Denzel Mahoney. El segundo no podrá jugar en su primer año, como consecuencia de cambiar Southeast Missouri State por Creighton. Sí podrá hacerlo, al parecer, la otra incorporación, Connor Cashaw. Este escolta anotador llega desde Rice, donde fue titular y una de las referencias atacantes del equipo. También podrá contar McDermott con Damien Jefferson. Jefferson dejó los Lobos de New Mexico para firmar por los Bluejays pero se tuvo que pasar un año en blanco por el trasvase. Finalmente, Jett Canfield también es una nueva incorporación. Un base de Topeka, Kansas, que intentará hacerse un hueco en el grupo de McDermott.

En ese grupo, siguen jugadores importantes como Davion Mintz, Mitch Ballock, Jacob Epperson, Ty-Shon Alexander y Jordan Scurry, además de un Martin Krampelj que, a pesar de su lesión en un momento muy oportuno de la temporada, ha recibido sus reconocimientos este verano y se espera mucho de él la temporada que viene. Por cierto, ya que sigue y él fue el elegido el año pasado, no vamos a volvernos locos, y seguiremos usando su nombre para titular todas las entradas sobre Creighton en esta temporada 2018-2019. 

Finalmente, la universidad ha publicado el calendario de enfrentamientos, los partidos que jugarán antes de comenzar a batirse contra sus rivales de la Big East. Muchos alicientes y buenas expectativas en un calendario exigente, ya que Creighton se enfrentará a Montana, Gonzaga, Oklahoma, Nebraska, u Ohio State. Además, participarán en el prestigioso torneo Cayman Islands Classic, donde también lo harán las universidades de Clemson, Akron, Georgia, Illinois State, Boise State, St Bonaventure y Georgia State. 



domingo, 26 de agosto de 2018

Javier Otxoa



El 2 de enero de 2001, la web autopista.es se hacía eco de un estudio del Instituto de Tráfico que arrojaba unas cifras insoportables. En todo el siglo que recién se abandonaba entonces, más en el año primero del siguiente que se acababa de estrenar, habían muerto más de 250.000 personas en accidentes de tráfico. El número de heridos se multiplicaban. Poco más de un mes después de esa publicación, se produjo otro accidente. El 15 de febrero de 2001, en el término municipal de Cártama, Málaga, a la altura del kilómetro cincuenta, en la A-357, un vehículo atropellaba a dos ciclistas. Eran los gemelos Ricardo y Javier Otxoa. Ricardo Otxoa moría minutos después. Javier Otxoa ingresaba en el hospital Carlos Haya de Málaga y estaría en coma 65 días. A pesar de las pocas esperanzas, despertaría. Los daños cerebrales, sin embargo, serían permanentes. Tuvo que volver a aprender a leer y escribir. A andar. Y, sobre todo, tuvo que aprender a soportar lo que le había ocurrido. Tuvo que aceptar que su hermano gemelo ya no iba a poder salir a entrenar con él. 

El año 2017 mantuvo la misma insoportable realidad numérica: 1.830 muertos en carretera. 408 de ellos eran motoristas, 351 peatones y 78 ciclistas, casi el 50% de los muertos. Los Otxoa entrenaban en Málaga hace 17 años. Ellos mismos confesaban que eran mitad vascos, mitad andaluces. Vivían abajo, nacieron arriba. Nacieron en Barakaldo, como tantos vizcaínos, pero eran de Berango. Crecieron en Málaga, entrenaban allí, se habían enamorado en el sur. Aquel día entrenaban en una zona complicada pero muy transitada por ciclistas. El diario El País lo explicaba al hacerse eco del accidente: "Recientemente, todo el equipo Alessio, con su líder Ivan Gotti al frente, circuló cotidianamente por esa carretera". Gotti había ganado los Giros de 1997 y 1999, aquel año, en 2001, acabaría séptimo. Su compatriota Gilberto Simoni sería el vencedor final, dejaría sin premio a otros dos vascos, como los hermanos Otxoa, Abraham Olano y Unai Osa. 

Antes de ser profesionales, los dos hermanos gemelos habían sido campeones de España amateur. Salieron de la Sociedad Ciclista Punta Galea, la misma cantera de la que salieron corredores como Mikel Zarrabeitia, Iñigo Landaluze, Jonathan Castroviejo o Roberto Laiseka. Laiseka, 2001: sus brazos arriba en Luz Ardiden. Fue superando a todos los escapados y acabó por cumplir la alegría de muchos aficionados. Un año antes, Javier Otxoa había hecho lo mismo: en la montaña de Lourdes, en Hautacam. Resistió al frío, a sus rivales, a la niebla y al mismísimo Lance Armstrong. Era la décima etapa, la reina, decían. Vestía el maillot del Kelme, apenas tenía 25 años. Todo su futuro profesional estaba por delante. Igual que el de su hermano. 

Javier Otxoa acaba de morir a los 43 años. Vivía en Alhaurín de la Torre, se quedó en el sur. Durante todo este tiempo, siguió luchando. Tras una larga recuperación, superó las secuelas del atropello para convertirse en un paralímpico laureado. Consiguió dos medallas en Atenas 2004, una de oro en ruta y otra de plata en pista, y dos en Pekín 2008, una de oro y otra de plata, ambas en ruta. No serían sus únicos logros y sus únicas medallas. En los últimos años, su lucha fue doméstica, personal, ajena a los focos mediáticos. Pero siguió luchando, hasta que no le quedaron fuerzas. La nota de prensa anunciando su fallecimiento la publicó el ayuntamiento de Alhaurín de la Torre. Apenas a una docena de kilómetros de aquel 15 de febrero de 2001. A diecisiete años de distancia, si contamos en días. Una eternidad. 

Ahora que ya no están, quedará la Randonnée Punta Galea, una marcha cicloturista con más de treinta años de historia que, desde 2005, cambió de nombre y se la conoce como Klasika Javier Otxoa. Su hermano también queda recogido y homenajeado. El veterano Circuito de Getxo, prueba profesional que se disputa de 1924, pasó a llamarse, en 2001, Memorial Ricardo Otxoa. 

He visitado cientos de veces la tumba de Ricardo Otxoa, aunque no fuera a propósito. Estaba allí, de camino a la que yo iba a visitar. Un par de bloques antes, siempre la miraba de reojo cuando pasaba. Se le veía feliz, quieto, pero feliz, levantando el trofeo. Acabó formando parte de aquella parte de mi vida, la que te lleva a un silencioso pasillo de hormigón, decorado con lápidas de mármol, intentando desesperadamente soportar y entender cómo funciona el tiempo y los sucesos que lo van escalonando.  Nunca he acabado por entenderlo del todo, por supuesto. Sigo en ello. No sé si Javier Otxoa acabó superando, aunque fuera soportando, lo que le ocurrió diecisiete años antes. La memoria de los dos gemelos quedará ahí. Junto a los números y los porcentajes. Los números y los porcentajes tienen nombres y apellidos, familia, recuerdos. Recuérdalo tú: paciencia, respeto y, sobre todo, 1,5 metros, mínimo. 

sábado, 25 de agosto de 2018

Arnaud Demaré



Agosto siempre es un mes que a este blog se le hace cuesta arriba y, por eso, con esfuerzo, vamos a elegir el ciclismo para seguir escribiendo, a pedaladas lentas, y que no nos pille el coche escoba. Voy a publicar dos entradas seguidas, ambas de ciclismo, o eso me propongo. Una va a ser más desenfadada y enfangada, así que voy a empezar por esta.

Porque también empieza la Vuelta a España.

Después de la confirmada ausencia de Mikel Landa, quien tampoco hubiera arrojado mucha luz a las quinielas de haber llegado, parece que todo el mundo está de acuerdo en que la nómina de corredores presenta muchos candidatos pero no hay ninguno en el que apostar con seguridad. Todos parecen llegar tras una temporada de dudas y sobresaltos, ya sea por una razón o por otra.

En cualquier caso, no vamos a escribir la típica entrada resumiendo participantes, recorrido y expectativas. Vamos, mejor, a enredarnos con números y porcentajes.

Siempre que escribimos una entrada así, primero puntualizamos y nos lavamos las manos, pero esta vez, solo vamos a insistir en la falta de rigurosidad y la parcialidad y relatividad de todo lo que expongamos, incluidas las conclusiones. Vamos a usar números y porcentajes, como ya he dicho, pero, aún y así, creo que todo seguirá siendo relativo.

La motivación ha llegado cuando me he encontrado con este titular en un periódico deportivo de tirada nacional: "España está de vuelta en la Vuelta a España". Ocurrente, ¿verdad? El artículo, firmado por Nacho Labarga, venía a decir que desde 2012 no se juntaban cuatro equipos profesionales con arraigo en España (dejemos política e identidad a un lado). El dato, así, en frío, es bueno. En otra noticia, añadían un número más: 37 españoles se reunirían en el pelotón que tomará la salida en Málaga hoy mismo. ¿Son 37 de 176 muchos o pocos? ¿Son datos para generar ilusión, para hablar de recuperación en el mermado pelotón estatal? Vamos a intentar contestar a esa pregunta aunque, como ya he anticipado, acabaremos por concluir que todo es relativo.

Para hacerlo, y aunque no nos guste, nos vamos a ceñir a las tres grandes, ya que estamos hablando del pelotón de la Vuelta, y lo compararemos con los logros y participaciones en el Giro de Italia y el Tour de Francia de este año 2018. Lo haremos, además, centrándonos en esos tres países, Italia, Francia y España, ya que ellos albergan y organizan estas tres grandes. Aquí solemos abrazar la internacionalizad del pelotón y la diversidad del calendario, las pruebas y las categorías del ciclismo profesional y semi profesional, pero, en este caso, vamos a hacer un esfuerzo y ceñirnos a esto.

Es cierto, que haya cuatro equipos nacionales en el pelotón de salida de la Vuelta es una buena noticia. No podemos obviar, sin embargo, que solo uno es de la máxima categoría de la UCI, el Movistar. Los otros tres equipos, Caja Rural, Burgos-BH y Murias Taldea, recibieron una invitación para poder tomar parte en esta edición. Merecida, dirán algunos. Sí, se puede decir. Pero la escasez de proyectos profesionales en la élite del ciclismo internacional sigue latente. 

En total, como ya hemos dicho, participarán en esta vuelta un total de 176 corredores, y 37 serán clasificados como nacionales. De esos 37, 22 participarán vistiendo un maillot de un equipo español. Es decir, el 59,4%. Hasta 15 corredores nacionales participarán en la vuelta cobrando su nómina en otros equipos con sede en países extranjeros. Si hay 4 equipos españoles, quiere decir que podrían haber alistado hasta 32 corredores, ocho por cada escuadra. Si, entre los 4, aportan 22, quiere decir que el 68% de los corredores de equipos nacionales son del país. Solo un equipo, el Murias Taldea, completa su ocho de salida sin contar con corredores que no hayan nacido en el estado español. Queda al criterio de cada uno colegir y/o decidir si los porcentajes o los números invitan a sacar conclusiones. Sean cuales fueran esas conclusiones. 

Si nos fijamos en la aportación nacional en las otras dos grandes vueltas por etapas, vemos que los números son relativamente parecidos. En esta última edición del Giro de Italia hubo 3 equipos italianos, mientras que en el Tour de Francia contaron con hasta cinco escuadras francesas. Sin embargo, en el Giro de Italia participaron un total de 42 corredores italianos, mientras que en el Tour, a pesar de tener más equipos nacionales, el número de corredores autóctonos fue incluso menor que el de españoles en la Vuelta, aunque solo ligeramente: 35 corredores franceses en total. Parece que los números en cuanto a corredores son bastante parejos, aunque sí se puede interpretar que Francia cuenta con una salud más sana en cuanto a la creación de proyectos deportivos. Al fin y al cabo, cinco escuadras tomaron parte en el Tour, 2 de ellas repitieron en el Giro y hasta 3 representarán a los galos en la Vuelta a España. Justo en el extremo opuesto, Italia no contará con ningún equipo ni en la Vuelta ni lo hizo en el Tour, aunque proyectos como UAE Team Emirates y Bahrain tienen un gran peso italiano en su formación. Sin embargo, lo que no se puede negar es que los italianos, aunque no tengan equipos, siguen siendo competitivos en el pelotón internacional. En esta Vuelta a España, por ejemplo, a pesar de no tener equipos, tendrán hasta 20 corredores, 4 más que los franceses, quienes contarán con 16 participantes y eso que cuentan con 3 equipos profesionales en la Vuelta. En el Tour, la comparativa fue parecida si lo hacemos, esta vez, comparando a españoles e italianos. Italia no tuvo ningún equipo en el Tour pero contó con 13 corredores, los mismos que España, pero estos contaban con un equipo tomando parte. En el Giro, los franceses tuvieron, como ya hemos dicho, 2 equipos y 14 corredores en liza, mientras que los españoles contaron con 1 solo equipo y 12 corredores participantes. Lo que resaltó en este Giro fue la fidelidad de los equipos italianos para con el talento nacional, ya que teniendo 3 equipos, contaban con un potencial de 24 corredores y hasta 22 de los que alistaron fueron italianos. Un 91,6% que mejora mucho el 68% de los equipos españoles en la Vuelta, a su vez, parecido al porcentaje que presentaron los franceses en el Tour, ya que de los 40 corredores que pudieron elegir los 5 equipos franceses en este Tour, 30 fueron nacionales, 75%.

Si nos fijamos en las victorias, los resultados son más escasos, pero ponen, aún y así, el listón muy alto para los españoles en la Vuelta. Y es que en el Giro de Italia hubo hasta 5 victorias italianas, aunque ninguna tuviera como protagonista a un corredor que participara con el nombre de un proyecto nacional. Elia Viviani se llevó cuatro y Enrico Battaglin, una. En el Tour, los corredores nacionales consiguieron hasta 3 victorias, dos para Julian Alaphilippe y una para Arnaud Demaré, quien, de paso, consiguió la única victoria para un equipo francés, el Groupama-FDJ. Habrá que ver si los españoles consiguen repetir estos triunfos en la Vuelta. Eso sí, ningún equipo francés y ningún corredor francés mojaron en territorio italiano, y ningún equipo italiano (ninguno participó) y ningún corredor italiano mojaron en territorio francés. Sin embargo, tanto corredores españoles como el único equipo español participante en Giro y Tour consiguieron victorias en ambas carreras. Mikel Nieve, corriendo para un equipo australiano, y Omar Fraile, corriendo para un equipo kazajo, triunfaron en Giro y Tour respectivamente. Finalmente, el Movistar ganó en ambas pruebas, aunque con corredores extranjeros: Richard Carapaz, ecuatoriano, en el Giro y Nairo Quintana, colombiano, en el Tour. 

El pelotón internacional se ha hecho más internacional que la propia palabra que lo describe. Ya no se puede señalar a Italia, Francia y España como las únicas potencias. Nunca lo fueron en realidad. Los datos son igual de significativos si miramos solo al palmarés y contamos los ganadores finales en estas pruebas. Sobre todo en el caso de Francia, donde llevan años sin conseguir formar un ganador de grandes vueltas. Hay que remontarse hasta 1985 para ver ganar a un francés el Tour, Bernard Hinault. Hasta 1989 para ver a Laurent Fignon ganar el Giro de Italia. Y hasta 1995 para que Laurent Jalabert hiciera lo mismo en la Vuelta. Vincenzo Nibali ha sido el último italiano en ganar el Giro y el Tour, y lo hizo relativamente cerca; en 2014 el segundo y en 2016 el primero. Fabio Aru fue el último italiano en ganar la Vuelta, en 2015. Más hay que remontarse en el caso de España, ya que Alberto Contador, retirado, acapara los últimos triunfos: el Tour de 2009, el Giro de 2015 y la Vuelta de 2014.  

Lo cierto es que otros países han tomado el relevo ganador en estas categorías y pruebas. Colombia vio a Nairo Quintana ganar la Vuelta de 2016 y el Giro de 2014, y aún confía en que repita en otras ediciones, se estrene en el Tour o corredores como Iván Sosa o Egan Bernal le tomen el relevo. Pero, el país que más ha acaparado triunfos en estas ediciones finales de las tres grandes es sin duda el Reino Unido. En parte, por supuesto, gracias al éxito de Chris Froome. De él son la Vuelta de 2017, el Giro de 2018 y cuatro de los siete últimos Tours. Pero es que, además, Bradley Wiggins y Geraint Thomas también han ganado Tours desde 2012, uno cada uno, con lo que completan 6 Tours de los 7 últimos, todo un éxito en Inglaterra. 

El éxito británico en esta temporada es más absoluto, habiéndose llevado ya dos de las tres grandes vueltas. Será difícil que consigan el triplete y alguno de los cuatro ingleses en esta Vuelta agrande el éxito, pero quién sabe si alguno de los dos Yates, Simon y Adam, el veterano Stephen Cummings y el joven Tao Geoghegan Hart no podrían dar la sorpresa o, al menos, acaparar más triunfos parciales, que no son pocos los que llevan ya: cinco victorias en el Giro (tres de Simon Yates y dos de Chris Froome) y 2 más en el Tour, ambas de Geraint Thomas. El éxito de las islas se completaría con los irlandeses Sam Bennett y Daniel Martin, ya que el primero ganó tres etapas en el Giro y el segundo una en el Tour de Francia. 

Así pues, ahora dejaré espacio al final de la entrada para que cada uno saque sus conclusiones. ¿Se pueden echar las campanas al vuelo? ¿Son estos cuatro equipos participando en la Vuelta el comienzo de una nueva época de vacas gordas en el ciclismo español? ¿37 participantes son muchos, pocos? ¿Se confía en el producto nacional en los equipos españoles? ¿Han dejado de ser potencias internacionales estos tres clásicos países? ¿Es una chorrada y una pérdida de tiempo plantearse estas preguntas? Yo no voy a contestar ninguna. Tiro la piedra, y luego, esconderé la mano. 

Hoy, para empezar, en la Vuelta se ha llevado la primera etapa un australiano. Ya veremos cómo sigue todo. 

Posdata: Le voy a dar el titular y la fotografía a Arnaud Demaré. Más que nada, porque él ha sido el único ganador, por ahora, en su país con un maillot de su país. Y porque, aunque no participe en la Vuelta, acaba de hacer una auténtica exhibición en el Tour de Poitou-Charentes al llevarse las cinco etapas parciales que se disputaron y, por supuesto, de paso, la general final. 

domingo, 5 de agosto de 2018

Ziortza Villa



Se lo han preguntado varias veces a Kilian Jornet, por lo que me cuentan: cómo habría sido su carrera si hubiera puesto su talento al servicio de disciplinas atléticas con presencia en las Olimpiadas, por ejemplo. No sé si a Jornet le molesta o le trae al pairo esta pregunta. Él ama la montaña. Lo que hace comporta más que un espíritu competitivo. Creo, sinceramente, que lo mismo podría decirse de los ciclistas que se dedican al ultrafondo. Si ya es difícil, a veces, que se reconozcan las victorias fuera de las tres grandes vueltas por etapas o el campeonato del mundo, imagínate si dedicas todos tus esfuerzos y sacrificios a distancias y competiciones que no tienen la misma repercusión ni atraen a los patrocinadores que si consiguen otras. Pero, el valor es el mismo, o quizás mayor, si se contemplan estas variables. Hay poesía en el rumor de las ruedas sobre el asfalto cuando la noche se ha echado encima. Seguro. 

Hace unos días Julián Sanz y Ziortza Villa consiguieron una de esas hazañas que apenas logran un pequeño hueco de unos segundos en los telediarios y cuatro líneas en una sección hundida de los periódicos deportivos. Justo al final del fútbol, ahí, en un rincón, te podías encontrar la reseña, quizás una foto, una pequeña referencia a lo que estos dos ciclistas vascos lograron pedaleando el camino de Santiago. El palmarés de Julián Sanz reclama otra entrada completa en este blog, y se la dedicaremos en otra ocasión, pero ahora hemos decidido centrarnos en la figura de Ziortza Villa. Primero, porque ella fue, qué curioso, de los dos, a quien menos espacio y atención se la dedicó en la prensa y la televisión. Segundo, porque nadie puede negar que lo que ha hecho es un hito. Ha abierto un camino, un camino muy largo, por cierto, que ahora, ojalá, sigan y superen otras. Su sonrisa cansada pero satisfecha en la llegada a la plaza del Obradoiro, donde le recibían sus allegados y los aplausos rebotaban en el eco del empedrado, merece llevarse el titular de esta entrada y el foco de la misma.

Nacida en 1983, Villa parece haber encontrado su espacio deportivo a los 35 años. Lo que ha mejorado en los últimos años solo lo saben los que pedalean cerca de ella, sus compañeros de Ciclos Gorliz, sobre todo, que la acompañan en entrenamientos y retos. Fue brevemente profesional con el Bizkaia-Durango, pero pronto dejó esta aventura para aventurarse aún más lejos, doblando la distancia. En el ultrafondo, encontró lo que pareció faltarle en la competición de ruta profesional. Ahora, ya consolidada como una referencia nacional en la disciplina, su palmarés empieza a hincharse como crecen los dígitos en su pulsómetro. Ya ha sido tres veces ganadora del Campeonato de España de Ultrafondo y, este mismo año, se ha convertido en la primera ganadora de la Copa de España de ultrafondo. Su próximo gran reto es el mundial de la categoría en Borrego Springs, California, Estados Unidos, donde ya obtuvo muy buenos resultados el año pasado.

Pero antes de encarar este, tenía otro reto personal para el que entrenó en silencio.  Hace unas semanas, lo añadió a su lista de sueños cumplidos. En abril, lo confesaba en la web Zikloland: "Es algo que llevo queriendo hacer hace años y creo que ha llegado el momento. Me siento preparada para afrontarlo y me hace especial ilusión poder cumplir este sueño junto a Julián". Se refería a recorrer el Camino de Santiago sin paradas: 750 kilómetros y 7900 metros de desnivel desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela. Todo el recorrido sin parar. Ambos corredores, Sanz y Villa, buscaban dos récords que serían atestiguados y recogidos por la asociación mundial de ultrafondo (World Ultracycling Association), quienes siguieron el desarrollo de la prueba para dar validez al logro. En concreto, el reto de Julián Sanz era batir su propio récord y cubrir la distancia en menos de 24 horas. Sanz lo consiguió al pedalear todos esos kilómetros en 23 horas y 37 minutos. Para Sanz, al mismo tiempo, este desafío suponía la oportunidad de cerrar un ciclo que empezó en 2006 en las mismas circunstancias y ponerle, así, un broche de oro perfecto a la carrera del de Ugao. Villa aún está creciendo. La impresión es que aún le quedan pendientes otras gestas. Su objetivo era comenzar una historia: ser la primera mujer en establecer una marca en esta distancia, un recorrido caprichoso, quizás, pero que une el ciclismo y el reto deportivo con los ecos de la historia y la cultura de un país. Días después de la gesta, también en Zikloland, Villa explicaba su alegría. Acababa de lograr su objetivo al llegar a la plaza después de invertir 34 horas y 20 minutos para recorrer los más de 700 kilómetros: "Me hace muy feliz haber cumplido mi sueño y establecer el primer registro femenino avalado por la World Ultracycling Association WUCA en este recorrido. Es todo un honor obtener este primer récord y con él poder seguir abriendo el camino."

Mientras estábamos escribiendo esto, otro ultrafondista vasco, Mikel Azparren, perseguía la misma distancia y buscaba parecidos tiempos. Creo que acababa de pasar Sahagún cuando le dimos el visto bueno a lo que escribíamos. Tras la pájara de hace unos días, que le dejó desfondado en Logroño, Azparren había decidido volver a intentarlo en plena ola de calor. Según él, las temperaturas de la sobremesa, las compensaría el viento a favor y los buenos grados de la noche, donde más sufría habitualmente, según confesaba en una entrevista. Antes de que le diéramos a publicar la entrada, Azparren ya había terminado su reto, y lo hizo con final feliz y una clavícula rota, al parecer. 

Ni Sanz ni Azparren ni los que vengan después de ellos, sin quitarles mérito, podrán restarle valía a la gesta que firmó Ziortza Villa por la ruta peregrina. Unos días más tarde de conseguir su hazaña, la vizcaína sonreía afable y cercana en la entrega de premios de la 5ª cronoescalada a Gorliz. No era una estrella pero en el firmamento del ultrafondo, la primera que ha brillado camino de Santigo fue su estela, la que fue dejando por el asfalto, cuando todo se oscurece, la noche enmudece, y solo ella y sus fuerzas sostienen el reto. Eso es, probablemente, lo que fascina a Jornet en lo alto de la cima, y algo parecido debió sentir Villa cuando entraba a la plaza. Los demás, como el que ahora escribe, solo podemos jugar a imaginárnoslo. Da igual que no salga en televisión, el eco, de alguna forma, siempre llega.