domingo, 5 de agosto de 2018

Ziortza Villa



Se lo han preguntado varias veces a Kilian Jornet, por lo que me cuentan: cómo habría sido su carrera si hubiera puesto su talento al servicio de disciplinas atléticas con presencia en las Olimpiadas, por ejemplo. No sé si a Jornet le molesta o le trae al pairo esta pregunta. Él ama la montaña. Lo que hace comporta más que un espíritu competitivo. Creo, sinceramente, que lo mismo podría decirse de los ciclistas que se dedican al ultrafondo. Si ya es difícil, a veces, que se reconozcan las victorias fuera de las tres grandes vueltas por etapas o el campeonato del mundo, imagínate si dedicas todos tus esfuerzos y sacrificios a distancias y competiciones que no tienen la misma repercusión ni atraen a los patrocinadores que si consiguen otras. Pero, el valor es el mismo, o quizás mayor, si se contemplan estas variables. Hay poesía en el rumor de las ruedas sobre el asfalto cuando la noche se ha echado encima. Seguro. 

Hace unos días Julián Sanz y Ziortza Villa consiguieron una de esas hazañas que apenas logran un pequeño hueco de unos segundos en los telediarios y cuatro líneas en una sección hundida de los periódicos deportivos. Justo al final del fútbol, ahí, en un rincón, te podías encontrar la reseña, quizás una foto, una pequeña referencia a lo que estos dos ciclistas vascos lograron pedaleando el camino de Santiago. El palmarés de Julián Sanz reclama otra entrada completa en este blog, y se la dedicaremos en otra ocasión, pero ahora hemos decidido centrarnos en la figura de Ziortza Villa. Primero, porque ella fue, qué curioso, de los dos, a quien menos espacio y atención se la dedicó en la prensa y la televisión. Segundo, porque nadie puede negar que lo que ha hecho es un hito. Ha abierto un camino, un camino muy largo, por cierto, que ahora, ojalá, sigan y superen otras. Su sonrisa cansada pero satisfecha en la llegada a la plaza del Obradoiro, donde le recibían sus allegados y los aplausos rebotaban en el eco del empedrado, merece llevarse el titular de esta entrada y el foco de la misma.

Nacida en 1983, Villa parece haber encontrado su espacio deportivo a los 35 años. Lo que ha mejorado en los últimos años solo lo saben los que pedalean cerca de ella, sus compañeros de Ciclos Gorliz, sobre todo, que la acompañan en entrenamientos y retos. Fue brevemente profesional con el Bizkaia-Durango, pero pronto dejó esta aventura para aventurarse aún más lejos, doblando la distancia. En el ultrafondo, encontró lo que pareció faltarle en la competición de ruta profesional. Ahora, ya consolidada como una referencia nacional en la disciplina, su palmarés empieza a hincharse como crecen los dígitos en su pulsómetro. Ya ha sido tres veces ganadora del Campeonato de España de Ultrafondo y, este mismo año, se ha convertido en la primera ganadora de la Copa de España de ultrafondo. Su próximo gran reto es el mundial de la categoría en Borrego Springs, California, Estados Unidos, donde ya obtuvo muy buenos resultados el año pasado.

Pero antes de encarar este, tenía otro reto personal para el que entrenó en silencio.  Hace unas semanas, lo añadió a su lista de sueños cumplidos. En abril, lo confesaba en la web Zikloland: "Es algo que llevo queriendo hacer hace años y creo que ha llegado el momento. Me siento preparada para afrontarlo y me hace especial ilusión poder cumplir este sueño junto a Julián". Se refería a recorrer el Camino de Santiago sin paradas: 750 kilómetros y 7900 metros de desnivel desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela. Todo el recorrido sin parar. Ambos corredores, Sanz y Villa, buscaban dos récords que serían atestiguados y recogidos por la asociación mundial de ultrafondo (World Ultracycling Association), quienes siguieron el desarrollo de la prueba para dar validez al logro. En concreto, el reto de Julián Sanz era batir su propio récord y cubrir la distancia en menos de 24 horas. Sanz lo consiguió al pedalear todos esos kilómetros en 23 horas y 37 minutos. Para Sanz, al mismo tiempo, este desafío suponía la oportunidad de cerrar un ciclo que empezó en 2006 en las mismas circunstancias y ponerle, así, un broche de oro perfecto a la carrera del de Ugao. Villa aún está creciendo. La impresión es que aún le quedan pendientes otras gestas. Su objetivo era comenzar una historia: ser la primera mujer en establecer una marca en esta distancia, un recorrido caprichoso, quizás, pero que une el ciclismo y el reto deportivo con los ecos de la historia y la cultura de un país. Días después de la gesta, también en Zikloland, Villa explicaba su alegría. Acababa de lograr su objetivo al llegar a la plaza después de invertir 34 horas y 20 minutos para recorrer los más de 700 kilómetros: "Me hace muy feliz haber cumplido mi sueño y establecer el primer registro femenino avalado por la World Ultracycling Association WUCA en este recorrido. Es todo un honor obtener este primer récord y con él poder seguir abriendo el camino."

Mientras estábamos escribiendo esto, otro ultrafondista vasco, Mikel Azparren, perseguía la misma distancia y buscaba parecidos tiempos. Creo que acababa de pasar Sahagún cuando le dimos el visto bueno a lo que escribíamos. Tras la pájara de hace unos días, que le dejó desfondado en Logroño, Azparren había decidido volver a intentarlo en plena ola de calor. Según él, las temperaturas de la sobremesa, las compensaría el viento a favor y los buenos grados de la noche, donde más sufría habitualmente, según confesaba en una entrevista. Antes de que le diéramos a publicar la entrada, Azparren ya había terminado su reto, y lo hizo con final feliz y una clavícula rota, al parecer. 

Ni Sanz ni Azparren ni los que vengan después de ellos, sin quitarles mérito, podrán restarle valía a la gesta que firmó Ziortza Villa por la ruta peregrina. Unos días más tarde de conseguir su hazaña, la vizcaína sonreía afable y cercana en la entrega de premios de la 5ª cronoescalada a Gorliz. No era una estrella pero en el firmamento del ultrafondo, la primera que ha brillado camino de Santigo fue su estela, la que fue dejando por el asfalto, cuando todo se oscurece, la noche enmudece, y solo ella y sus fuerzas sostienen el reto. Eso es, probablemente, lo que fascina a Jornet en lo alto de la cima, y algo parecido debió sentir Villa cuando entraba a la plaza. Los demás, como el que ahora escribe, solo podemos jugar a imaginárnoslo. Da igual que no salga en televisión, el eco, de alguna forma, siempre llega. 

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