martes, 23 de septiembre de 2008

Crónica Deportiva Sentimental

Con doce años, jugaba al futbito. El patio del colegio era un hervidero los fines de semana. Decenas de críos corrían torcidos detrás del balón. Los padres gritaban desde la banda. Algunos hasta tenían sueños en los que sus hijos pasaban de la grava al césped y del barrio al chalé. Mi padre me lo dijo claro desde el principio: tienes que estudiar mucho, hijo. Y tenía razón, claro. De estatura media, rechoncho, torpe con los pies, miedoso... Llegué a jugar hasta de delantero centro, aunque el mejor puesto para mis características era el de central. La táctica, que casi se convirtió en una máxima institucional en el colegio, iba muy bien con mi talento: si pasa el balón, no pasa el jugador. Generalmente, pasaba el balón. Aquel era un colegio público, de barrio, con padres obreros y chavales problemáticos: Tatomoco acabó de pies negros, Ramon trabajando en las zanjas del AVE, otro abrió su propio negocio: una tienda de marihuana, y de los demás no me acuerdo. Nadie llegó a futbolista profesional. Txuster murió sin posibilidad de serlo. Mangas se fue a Madrid, pero le perdimos la pista. Diego, que compartió banquillo con el portero suplente del Athletic, trabaja de farolero en Alcorcón. Nuestro deporte fue otro. Lo nuestro fue verlo. Ahora, pasado el tiempo: el deporte se ha convertido en un recurso sentimental. Se puede mirar hacia atrás para recuperar escenas, nombres, hazañas que no lo son tanto pero que ayudan a llevar las tertulias de los sábados. Ése es el objetivo de este blog, revolver en la memoria, devolver ciertos nombres, evocar momentos personales o públicos que forman parte de nuestro inconsciente sentimental. Y todo de manera caprichosa. Sin baremos de mérito, sin más criterio que un recuerdo subjetivo y emocional. Vamos: sales un sábado después de una semana dura de trabajo, te tomas unas cervezas con tus amigos y empezais a hablar de aquel alero norteamericano blanco que tiraba tan bien en Andorra, y no sale el nombre y entonces alguien dice ¡Andy Toolson! y otro dice que era mormón, y entonces alguien dice que Pace Mannion también era mormón, y ¿quién más era mormón? Bueno, pues, al final, alguien se pone trascendental y recuerda la primera vez que fue a La Casilla y como al bajar a comprar unas pipas en el descanso, José Manuel Cabezudo estaba calentando y clavo diez de diez en triples. ¿Y quién era Cabezudo? ¿Quién era Andy Toolson? Ahí, empieza la crónica deportiva sentimental.

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