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Fotografía tomada del buscador de imágenes de google pero proveniente del diario As |
Se acabó la Vuelta a España y hemos estado tentados de venir aquí a escribir un rato prácticamente después de cada etapa, pero no lo hemos hecho. Decidimos dejarlo para el final y soltar nuestro resumen, personal y subjetivo, como siempre, sin enfoque ni mesura. Se ha puesto de moda eso de resumirlo todo eligiendo a ocho corredores (antes eran nueve) y nosotros mismos elegimos esa opción en anteriores ocasiones. Pero hoy, no. Vamos a ir por tramos, por estímulos, a golpes, pero nuestros nombres en negrita van a ser más de ocho. Van a ser los que nos plazcan, en realidad. Con ello, intentaremos resumir cómo hemos disfrutado nosotros de esta edición de la Vuelta a España. El orden, por cierto, de los elegidos como protagonistas, no significa, en realidad, nada. Bastantes clasificaciones hay ya en esta competición como para que nosotros añadamos más.
Empezamos.
Óscar Rodríguez Garaikoetxea, no podía ser de otra manera (y para él van titular y fotografía), viniendo de donde venimos y teniendo el recorrido que ha tenido este blog, tenía que ser nuestro primer nombre en negrita. Ganador en La Camperona, su victoria supone mucho más que un triunfo parcial. Para empezar, este escalador navarro, desconocido hasta ahora a sus 23 años, se presentó, con su victoria, como una nueva esperanza para el pelotón vasco, la constatación de que cantera siempre ha habido y la seguirá habiendo. Llevaba toda la temporada dando muestras de que esto podía ocurrir, aunque fueran pequeños detalles en los que había que fijarse con lupa. La primera vez que asomó lo hizo en Francia, en el Tour de los Alpes, donde luchó por y consiguió finalmente la clasificación final de la montaña en una prueba donde, entre los diez primeros clasificados en la general final, nos encontrábamos a gente como Fabio Aru, George Bennett, Chris Froome, Miguel Ángel López o Thibaut Pinot, ganador final. No es fácil que, con esos participantes, un joven de un equipo profesional continental, por mucho que se escape y porfíe, se lleve esa clasificación. Tardó en volver a deslizar su talento, pero cuando lo hizo, no lo hizo en cualquier lado, porque es algo reseñable, con 23 años y la competitividad que existe en esa prueba, quedar 2º en la clasificación de los jóvenes de la Vuelta a Portugal (el primero fue Xuban Errazkin) y 20º en la clasificación final, además de hacer entre los veinte primeros en 7 de las 11 etapas, una regularidad que le llevó a la Vuelta y que le permitió aprovechar una escapada para derrotar a rivales tan potentes como Rafal Majka, Dylan Teuns o Ilnur Zakarin y probar la gloria. Su triunfo supuso una gran alegría en el seno de un Euskadi-Basque Country Murias Taldea que le puso la guinda a una temporada extraordinaria. Jon Odriozola se emocionaba al tiempo que reivindicaba un proyecto que él ha llevado a buen puerto con su tozudez y buena gestión. Óscar Rodríguez, por su parte, sonreía, se mostraba humilde y no podía evitar un leve gesto de sorpresa inagotable. Recuerda a Mikel Nieve y, su victoria, evocó a la de Agustín Sagasti por la naturalidad y atrevimiento. La Vuelta de Euskadi-Basque Country Murias Taldea ha sido de matrícula de honor y no solo por esta victoria: 10º en la clasificación final por equipos, el primer Pro Continental. Con Mikel Bizkarra (17º) haciendo entre los veinte primeros de la Vuelta, que no es nada fácil. Con gente como Héctor Sáez o Aritz Bagüés eternamente escapados. Jon Aberasturi y Eduard Prades hicieron más puestos entre los diez primeros, a sumar a los muchos que se han logrado esta temporada. Gari Bravo se asomó en Madrid y, por supuesto, cabe destacar la rueda de prensa en la que se confirmó la continuidad del proyecto como Profesional Continental la temporada que viene. Para quitarse el sombrero. Porque hay más: el verde, y no el de las colinas, se vio en las cunetas. Aún queda, pero empieza a tomar forma.
Otro corredor vasco reclama su protagonismo: Igor Antón Hernández. La Vuelta lo confirmó como ciclista de élite, así que no había, pensó, mejor momento para anunciar también su retirada, tras 14 años como profesional. Se despidió estando entre los mejores en el último puerto de la Vuelta, demostrando que hubo algo ahí, algo que, por distintas razones, no acabó de cuajar, pero que, durante mucho tiempo, le convirtieron en uno de los mejores escaladores del pelotón. Parece que fue ayer cuando se dejaba ver por primera vez en una pendiente del Giro de Italia. Catorce años después, el pelotón le agasajó, permitiéndole ser el primero en entrar en Madrid. En la Vuelta a España vivió sus mejores y sus peores momentos: de la emotiva y espectacular victoria en casa, entrando a la par que el coche de su equipo por la línea de meta de Bilbao hasta su caída camino de Peña Cabarga, cuando vestía de líder y todo el mundo estaba convencido de que era su gran oportunidad. Se retira con un buen palmarés: ganador de 4 etapas en la Vuelta y una en el Giro, además de otras en Suiza, Romandía o Castilla y León. Sin embargo, es muy difícil no pensar en lo que pudo ser. Eso sí, sin dejar de agradecerle todos estos años y las imágenes imborrables que nos ha dejado.
Bauke Mollema ha acabado 30º en la clasificación y, si no me confundo, creo que, al final, se ha llevado la combatividad. Se ha pasado gran parte de la Vuelta por ahí, intentándolo, escapado, viniéndose abajo, o no, pero sin dejar de probar suerte. Eso se agradece. Su duelo con Benjamin King fue de lo más comentado de la Vuelta. King, por su puesto, es otro de los protagonistas de esta vuelta. Siempre fue un corredor ambicioso, con el ánimo de triunfar en esta profesión. Sufrió desórdenes alimenticios de joven por su obsesión por mejorar. A los 21 años fue campeón de los Estados Unidos en ruta, pero su gran éxito no le ha llegado hasta los 29 años: dos etapas y 24º en la general final y mucho protagonismo en carrera, sobre todo, cuando esta se empinaba. Hasta ahora, muchos, por aquí, solo lo conocíamos porque nos dejó sin Mikel Landa en esta Vuelta, ya que él fue el primero en caerse en la Klasika, llevándose la peor parte Landa y Egan Bernal. Por supuesto, nadie le acusó, pero él mismo habrá agradecido conseguir mejores razones para que la gente recuerde su nombre.
En la línea de Mollema y King, podríamos incluir a muchos otros en la lista de valientes y aventurados, pero nadie estaría por encima, quizás a la misma altura, si me apuras, del belga Thomas de Gendt. De Gendt no se cansa, por lo menos, no se cansa de intentarlo. Su nombre debería ser sinónimo de escapada. Estaba en todas, y cuando estaba, no estaba para guardarse fuerza: tiraba en cabeza, abría las hostilidades, luchaba por los premios parciales. Lo suyo no tiene nombre, son corredores como él los que consiguen que tenga sentido correr durante más de 100 kilómetros. Además, a punto de cumplir 32 años, De Gendt no es un cualquiera, un corredor sin posibilidades que al menos lo intenta a la desesperada, no. Él ha ganado etapas, una en cada una, en las tres grandes vueltas de tres semanas. Ha llegando a ser 3º en el pódium del Giro de Italia, en aquel que ganó Ryder Hesjedal por delante de Joaquim Rodríguez. En esta Vuelta, no ha levantado los brazos, pero estuvo en Madrid, en lo más alto, como ganador de la Montaña.
Jetse Bol ha sido el elegido como lo podría haber sido Lluís Mas Bonet, y, en realidad, muchos más. Ambos, Mas y Bol, estarían aquí en representación del Burgos-BH y del Caja Rural y, con amplitud, representando a todos los equipos humildes. Estos dos equipos pueden representar a aquellos que luchan por intangibles que les ofrezcan un rol y un protagonismo en esta competición. No tienen tantos posibles para ganar, pero sin su concurso, este tipo de competición no sería posible. Habíamos decidido elegir a Bol, en lugar de otros compañeros que estuvieron igualmente escapados, porque dolió ver cómo se le escapó la oportunidad que sí aprovecharon Jelle Wallays y Sven Erik Bystrom. Los tres se escaparon juntos en una de esas interminables jornadas de llano que parecen estar dispuestas para el sprint final, pero Wallays y Bystrom perseveraron y acabaron robándole los segundos justos a los velocistas. El viento o un despiste, o un gramo menos de fuerza, hicieron que Bol perdiera la rueda de sus dos compañeros y que, por unos minutos, viviera la agonía y la impotencia de verlos marchar sin poder evitarlo.
Jordi Simón Casulleras también está en esta lista en representación. En representación de gente como Simone Petilli y muchos otros, en representación de los que se caen y, en ocasiones, no pueden levantarse. Los ciclistas profesionales están hechos de otra pasta, es una conversación típica de bar. En el pasado Tour de Francia, los sesenta kilómetros que se hizo Philippe Gilbert con la rótula rota fueron todo un ejemplo inmejorable. Pero siempre hay, sigan o no sigan en carrera. Y en esta ocasión, era obligado elegir a uno y decidimos que fuera Jordi Simón, quien aún sigue ingresado en Cruces, si no me confundo, después de conseguir un parte médico de dos escápulas rotas, siete costillas y un pulmón golpeado, tras chocar contra un coche y el quitamiedos. Hace unos días, alivió las angustias de los aficionados en twitter con un mensaje esperanzador.
Elijamos también, por supuesto, a los triunfadores, incluso a los triunfadores que no lo fueron del todo. En ese caso, la mejor elección es la de Alejandro Valverde Belmonte, por su edad, 38 años, y porque, sin Alberto Contador, Samuel Sánchez ni Joaquim Rodríguez, él es lo que queda de esa generación de los nacidos a finales de los 70 y principios de los 80. Por ello, quizás, la prensa se obsesionó con él, con ponerle las expectativas que quizás estaban proyectando más que percibiendo. El murciano, sin embargo, se dedicó a lo suyo y seguro que acabó contento, a pesar de salir del pódium en los últimos días: acabar 5º en la general, llevarse dos etapas, venciendo, además, a Michal Kwiatkowski y Peter Sagan, y llevarse el maillot de la regularidad ya lo firmarían corredores de todas las generaciones. Lleva una docena de victorias este año. Hizo 14º en el Tour y ahora 5º en la Vuelta. Se encamina a los cuarenta y no deja de rendir, no creo que se merezca soportar todos los comentarios sobrevenidos de la multicefalia de su equipo.
Ha sido sorprendente ver las relaciones de parentesco tan en primera línea durante esta Vuelta. Ha habido muchas parejas de hermanos en el pelotón, tanto nacional (Prudencio y Miguel Indurain, Aitor y Unai Osa, Rubén y Julián Gorospe, Álvaro e Igor González de Galdeano o Jesús y José Herrada) como internacional (Laurent y Nicolás Jalabert, Bert y Ralf Grabsch, Antonio y Vincenzo Nibali, Dayer y Nairo Quintana o Juraj y Peter Sagan), y en distintas épocas, pero hacía tiempo que no veía esa constante fraternal, y por dos partes bien distintas, en una misma edición de una carrera importante. Compartiendo el maillot de Bahrain-Merida se vio en muchas ocasiones a Gorka Izagirre Insausti echándole un cable a su hermano Jon Izagirre Insausti. El segundo sorprendió con su primera semana y llegó a soñar con incordiar a los favoritos, con serlo él, pero se le hizo muy largo, el recorrido y algunos puertos en concreto. Ha acabado entre los diez primeros (9º), algo que nunca había conseguido en sus ocho grandes anteriores (seis Tours y dos Giros) así que puede concluir que fue bueno el cable que le echó su hermano. Más gloria aún se llevaron los otros dos, porque, en esta ocasión, los dos hermanos que coinciden en el Mitchelton-Scott, celebraron que uno pudiera ayudar a otro con el triunfo final. Simon Yates se coronó en Madrid y en gran parte se lo debe a su hermano Adam Yates. El primero de los dos hermanos en aspirar a las grandes vueltas fue Adam, quien hizo 4º en el Tour de Francia de 2016. En 2017, con su 9º en el Giro de Italia, volvió a estar entre los diez primeros en una grande, pero hizo una Vuelta a España decepcionante y tampoco este año (ha hecho Tour y Vuelta) consiguió ser regular. Le tocó, entonces, trabajar para su hermano, quien, en 2016, pero unos meses después que su hermano, también se apuntó un top ten, fue en la Vuelta con un 6º. Su 2017, incluyó un 7º en el Tour y este año deslumbró en las primeras semanas del Giro de Italia, haciéndonos creer que definitivamente había llegado su momento, hasta que la tercera semana le sepultó: 21º al final, aunque, eso sí, con un buen botín de victorias de etapa y la sensación de que si se sentaban y estudiaban qué había pasado, quizás se podría arreglar. Y así debieron hacerlo, porque en la última grande del año, la Vuelta, y con la ayuda de su hermano, consiguieron que la tercera semana fuera tan plácida como las anteriores.
Otro gran protagonista de esta edición de 2018 ha sido, en general, el ciclismo francés. Antes de que empezara, hicimos un repaso un poco atropellado pero fijándonos en las nacionalidades. Bueno, si bien, Elia Viviani y Alessandro de Marchi le dieron cuatro victorias a Italia, las mismas que consiguió España gracias a Alejandro Valverde, Óscar Rodríguez y Enric Mas, en mi opinión, el pelotón francés ha tenido un rendimiento incluso más meritorio que el que representa a estos otros dos países. Para empezar, han conseguido cinco victorias de etapa, dos de Thibaut Pinot, una de Tony Gallopin, una de Alexandre Geniez y otra, al sprint, de Nacer Bouhanni. Los tres equipos franceses que participaban se llevaron victoria. Rudy Molard, además, fue cuatro días líder de la carrera y el Ag2r acabó cuarto por equipos en la general final. Cofidis tuvo a Jesús Herrada como líder un par de días. Otros corredores como Nans Peters, Luis Ángel Maté y Marc Sarreau también les dieron presencia a los equipos franceses. En la clasificación final, Pinot fue 6º, Tony Gallopin, 11º y Rudy Molard, 14º. Es un resultado sobresaliente. Queda pendiente lo de siempre: que algún francés aspire con garantías a la victoria final, pero, bueno, algún día ocurrirá. Pinot puede que lo hubiera sido de haber tenido una cuarta semana. Ha ido de menos a más y después de sus abandonos en los dos últimos Tours de Francia y el Giro de Italia de este año, con 28 años, se ha vuelto a mirar atrás, a aquel 4º puesto en el Giro de 2017 o el 3º en el Tour de 2014, confiando aún en que le quede un desarrollo más.
Rohan Dennis ha dominado esta vuelta en su especialidad: la contrarreloj. Dos triunfos de etapa y muchas horas sentado en el set de televisión, poniendo cara de resignación mientras iba viendo como nadie le superaba. Mucha paciencia. A sus 28 años, este australiano, varias veces campeón de su país en la especialidad, ya ha pasado al selecto grupo de los que saben lo que es ganar en las tres grandes vueltas por etapas. Le queda el Mundial. En la época post Michael Rogers, Fabian Cancellara y Tony Martin, él debería tomar el relevo y hacerse con el medallero. Aún no tiene ninguna.
También, como siempre, debemos a hablar de los otros elementos que forman, en gran medida, una gran vuelta: el recorrido y la afición. Aunque sea difícil elegir, nos quedaremos con dos, la llegada al, hasta ahora, desconocido monte Oiz y el estrecho y emocionante paso por la localidad salmantina de Candelario, camino de La Covatilla, en la 9º etapa. Aquella recta larga y empinada, empedrada y llena de gente, fue una de las imágenes que permanecerán en la retina. Al estilo de Valdepeñas de Jaén, pero con un carácter propio, Candelario pidió su hueco entre los territorios históricos del ciclismo. Lo mismo hizo Oiz, con sus exigentes cuatro últimos kilómetros finales. La cumbre desde la que se ve el Urdaibai tan bien como el monte Larraun, allí donde cada siete años viene Mari del Anboto, la cima que hasta ahora recordábamos por una tragedia aérea, dispuso su perfil para que el ciclismo encontrara un nuevo puerto dispuesto a darle tardes de gloria. Lo logra, además, porque la afición vasca siempre responde. Respondió durante todo el recorrido. Fuimos testigo de ello en un sitio anónimo, una curva sin peligro a poco más de media hora de haber tomado la salida, cruzando por primera vez Barakaldo. El público ya estaba apostado en las dos orillas, esperando con ansias a que pasaran los ciclistas. Solo era el aperitivo de lo que les quedaba en La Arboleda y el Oiz. Del caballito de Sagan a las lágrimas de Michael Woods, la etapa dejó claro que aún hay espacios por descubrir. Los corredores hacen la carrera dura. A Woods, la vida se le hizo dura. Fue un premio perfecto que él fuera, al final, quien levantara los brazos asomándose al "infinito" de Bizkaia.
Si hablamos de nacionalidades, también podemos hacerlo de quintas. Esta Vuelta no ha sido solo la de la confirmación de Enric Mas Nicolau como la gran esperanza del ciclismo español. Señalado por Alberto Contador como su sucesor, el balear se destapó en la última etapa de montaña, haciéndose con la victoria parcial y con el segundo puesto de la general. Tiene 23 años, lleva tiempo emigrado para medrar, y da la sensación de que el camino que le queda por delante será excitante. Este año ya ganó en la Vuelta al País Vasco. El anterior, entre él, David de la Cruz y Mikel Landa, dieron brillo al futuro del ciclismo estatal en la Vuelta a Burgos. Pero, como decimos, no es solo él. Miguel Ángel López Moreno, al que Mas arrebató el maillot de mejor joven en el último suspiro, también es parte de esta nueva generación, la nacida a mediados de los 90, entre el 94 y el 96. Muchos de ellos han estado en la Vuelta y se han dejado ver, apuntando lo que les queda por delante y como están dispuestos a coger el relevo. Del 94 son, por ejemplo, Miguel Ángel López, Sepp Kuss, Ryan Gibbons, Nicholas Schultz, Edward Ravasi, Simone Consonni o Nelson Soto. Un año menos, nacidos en el 95, son los que podrían protagonizar esta nueva generación, los Enric Mas, Iván García Cortina, Tao Geoghegan Hart, Laurens de Plus o Álex Aranburu. Más jóvenes aún, del 96, Mark Padun o Jai Hindley. Y el que más, del 97, Bjorg Lambrecht. Todos ellos se han dejado ver, pero vamos a hacer una distinción especial con dos del 94, los corredores del Dimension Data, Amanuel Ghebreigzhabhier Werkilul y Merhawi Kudus. Para el primero, esta era su primera grande. Ha terminado en 37º posición, sin victorias parciales. Para el segundo era la sexta, su cuarta Vuelta. También ha corrido un Giro y un Tour. Su 31º puesto en esta Vuelta de 2018 es su mejor clasificación hasta ahora. Los dos son de Eritrea. Los dos son africanos. Algunos aún se extrañan de verlos en el pelotón. Mucho más si son visibles, porque ambos cogieron escapadas, ambos se dejaron ver. Ninguno triunfó pero estuvieron ahí, dejando bien claro que África quiere existir en el pelotón internacional.
No todo es Gran Bretaña, aunque, con la victoria de Simon Yates, hayan cerrado un círculo perfecto. Con Yates en la Vuelta, Chris Froome en el Giro y Geraint Thomas en el Tour de Francia, no sé cuántas, pero pocas serán las ocasiones en las que un mismo país copa la victoria en la general final de las tres grandes. Los Yates no corren en la estructura del Team Sky, a sí que no todo el éxito del ciclismo británico se le puede achacar al equipo de Dave Brailsford, pero lo cierto es que en las islas, donde, hasta ahora, el ciclismo en pista tenía más raigambre que el de ruta, ya no tienen secretos para alcanzar lo más alto del ciclismo profesional. Veremos si dura.
Otro gran protagonista de esta Vuelta ha sido el próximo Mundial de Austria. Su recorrido, que lo hace apetecible para corredores que, en otras ocasiones, no se ven con potencia para disputar Mundiales más llanos o para rodadores, han visto en Innsbruck la oportunidad de sus vidas. Por eso, tampoco ha sido tan extraño que corredores de mucho nivel que partían con dorsal oficial hayan pasado sin pena ni gloria por las carreteras de la península. Algunos, se han dejado ver, como Vincenzo Nibali o Peter Sagan. Otros, eran invisibles. La lista es relativa y subjetiva, pero muchos se sorprenderán al saber que esta Vuelta 2018 la han corrido, aunque no les hayan visto, corredores como Richie Porte, Michael Albasini, Louis Meintjes, Pierre Rolland, Sergio Henao Montoya o Daniel Martin. El mejor clasificado de todos estos ha sido Henao en la 28º posición.
Elia Viviani tiene que llevarse su cuota de protagonismo. Aquí, en la Vuelta, y en general, cuando termine la temporada. Y es que la va a cerrar con cuatro etapas del Giro de Italia y tres etapas de la Vuelta a España. Es decir, 7 victorias parciales en vueltas grandes solo en un año. A sus 29 años, salir del Sky al Quick Step parece haberle sentado muy pero que muy bien. Además de lo ya mencionado, se ha hecho con el campeonato de Italia en ruta y venció en el Tour de Dubai, una competición reciente que parece un campeonato mundial de sprinters. Viviani, por ejemplo, sin ir más lejos, ocupa en el palmarés de Dubai el sitio que antes ocuparon corredores como Marcel Kittel y Mark Cavendish. Él mismo lo dijo al finalizar la Vuelta, que esta era: "Su mejor temporada de siempre".
Y, finalmente, no queríamos cerrar esto sin hablar de Steven Kruijswijk. Por un momento, pensamos que sí, que, por fin, el de Lotto NL-Jumbo iba a conseguirlo y se auparía a un pódium, pero no. Tiene 31 años y se le van agotando las posibilidades. Lo ha rozado: 4º en el Giro de 2016, 5º en el Tour y 4º en la Vuelta de este año. Va progresando, pero le queda un paso. A su generación, la de los Robert Gesink, Bauke Mollema y Tom Slagter, todos entre los 29 y los 32, y a otros más veteranos, Laurens ten Dam, y jóvenes, Wilco Kelderman, les ha arrebatado todo el protagonismo Tom Dumoulin. Pero todos son porfiados, corredores de fondo, bregados, con estrategias de equipo y capacidad de sufrimiento. Ojalá, algún día, veamos sonreír a Kruijswijk ahí arriba.