La retirada de Andrés “El Chapu” Nocioni también es noticia vieja. Todos nos enteramos porque la prensa se hizo eco, claro. No es el argentino un
jugador cualquiera. Dejó huella en Vitoria, la ha dejado ahora en Madrid y no
fue gratuito su paso por Chicago. Resumir su carrera deportiva en unas líneas
es complicado. En gran medida, los aficionados al baloncesto en general le
recordaremos por su entrega, su brío y, cómo no, su talento para este deporte.
Como él decía con humor en su carta de despedida, los que no le van a echar de
menos son los árbitros. La verdad es que la imagen más típica sobre una cancha
del argentino bien podría ser su cara desencajada gritando por algo que ha
hecho bien o, justo lo contrario, por algo que ha hecho mal. Era uno de esos jugadores a los que prefieres tener de compañero.
Para hacer algo distinto y despedirlo aquí, no vamos a hablar de su carrera de club. Vamos a ceñirnos a la selección argentina que, como él mismo explicaba en la carta, fue uno de los grandes orgullos que le cupo disfrutar durante su carrera deportiva. Nocioni se retiró de la selección en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016. Ha jugado como unos 120 partidos entre 1999 y 2016. Solo dos jugadores, Leo Gutiérrez y Luis Scola han jugado más partidos que él. Tanto Nocioni como Scola y Gutiérrez han formado parte de lo que podríamos llamar la época gloriosa de la selección nacional de basquetbol de Argentina. La reciente retirada de Pablo Prigioni, la suya ahora, y las ya más antiguas de jugadores como Pepe Sánchez, Fabricio Oberto y/o Rubén Wolkowyski son la prueba de que el baloncesto argentino se enfrenta al fin de una época y va a necesitar regenerar su plantel de arriba a abajo.
En la última final que ha jugado Nocioni con su selección, la que perdieron contra Venezuela en el FIBA Américas de 2015, aún jugaban, como ya hemos dicho, el propio Andrés
Nocioni y también Luis Scola. Sin embargo, en aquella selección, ya se veían visos de regeneración: allí también se encontraban baloncestistas como Nicolás Laprovittola (25),
Nicolás Brussino (22), Facundo Campazzo (24), Gabriel Deck (20), Marcos Delía
(23), Tayavek Gallizi (22) o Patricio Garino (22). Las edades entre paréntesis corresponden a su edad cuando se disputaba aquel campeonato. En cualquier caso, ellos, y otros que ya se van cocinando en la trastienda, deberán dar un paso adelante y ocupar el hueco que han dejado, o dejarán, todos aquellos que llevaron a Argentina a lo más alto del baloncesto internacional. Brussino, Deck, Garino, Campazzo y
Laprovittola también estuvieron en las últimas Olimpiadas y parecen aspirar a liderar la nueva selección.
Y es que Luis Scola es de 1980, Andrés Nocioni nació un año antes, Manu Ginobili lo hizo en 1977, Leo Gutiérrez en 1978, Fabricio Oberto en 1975, Pepe Sánchez en 1977 y Prigioni, retirado este año, nació el mismo año que lo hizo Pepe Sánchez. Rubén Wolkowyski era el más veterano, de 1973. Oberto, Sánchez y Prigioni ya están retirados. Nocioni lo estará pronto. Leo Gutiérrez, a sus 39 años, aún juega, si no me confundo, en el Peñarol de Mar de Plata, que, por cierto, creo que aún entrena Marcelo Richotti, el padre del jugador del Iberostar Tenerife. Scola y Ginobili aún aguantan en la NBA, aunque muchos apuntan a retiradas y/o regresos a Europa o su país. Con excepción de Leo Gutiérrez, que ha tenido una carrera muy casera, todos los anteriormente mencionados, protagonistas de la mejor época de la selección nacional de baloncesto, han jugado en la NBA. Además de ellos, también Walter Herrmann y Carlos Delfino (éste, por cierto, aún juega en el Atlético Boca Juniors donde tiene, como compañeros, a Fotis Lampropoulos y Nicolás Gianella) jugaron en los Estados Unidos. Recientemente Nicolás Laprovittola volvió a la ACB desde los San Antonio Spurs; y aún aguantan allí Brussino y Garino.
En los años en los que esta generación ha jugado reunida, se han ganado el calificativo de "la generación dorada". Los expertos se remontan hasta el bronce que lograron en el Mundial Sub 22 de Australia en 1997 para explicar el origen. Se habla del triple de semifinales que les derrotó como el detonante del espíritu competitivo de una generación que buscaría revancha como séniors. Allí estaban muchos de los que, después, entre otras medallas y puestos de honor, conseguirían éxitos tan relevantes como la Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y en los FIBA Américas de 2001 y 2011, la Medalla de Plata en el Mundial de 2002 y el Bronce en las Olimpiadas de 2008. En todos esos éxitos estuvo presente Nocioni.
Solo él, Manu Ginobili, Luis Scola y Fabricio Oberto han disfrutado de todas esas medallas. Pepe Sánchez se perdió el bronce de 2008 y Leo Gutiérrez el FIBA Américas de 2011. Todos ellos, junto con otros que estuvieron al principio, como Alejandro Montecchia, Daniel Farabello, Lucas Victoriano, Hugo Sconocchini, Leandro Palladino, Gabriel Fernández y Rubén Wolkowyski, y otros que estuvieron al final, como Hernán Jasén, Martín Leiva, Román González, Juan Pedro Gutiérrez, Antonio Porta, Paolo Quinteros, Federico Kammerichs, Carlos Delfino, Walter Herrmann o el propio Pablo Prigioni, han formado parte de esa generación del baloncesto albiceleste que pasará a la historia como la más internacional, rutilante y ganadora de la historia de este deporte en Argentina.
Ahora, como dijimos al principio, parece que toca renovarse. La retirada de Prigioni y Nocioni, más la de Ginobili, quien también lo anunció en las Olimpiadas pasadas, deja claro que se está terminando la época histórica de la generación dorada. Scola, al contrario, lo dijo bien claro hace poco: "Yo no me retiro". Aún habrá alguien que haga de puente, pero se necesitará una nueva orilla para llegar a algún sitio después de cruzarlo.
Y es que Luis Scola es de 1980, Andrés Nocioni nació un año antes, Manu Ginobili lo hizo en 1977, Leo Gutiérrez en 1978, Fabricio Oberto en 1975, Pepe Sánchez en 1977 y Prigioni, retirado este año, nació el mismo año que lo hizo Pepe Sánchez. Rubén Wolkowyski era el más veterano, de 1973. Oberto, Sánchez y Prigioni ya están retirados. Nocioni lo estará pronto. Leo Gutiérrez, a sus 39 años, aún juega, si no me confundo, en el Peñarol de Mar de Plata, que, por cierto, creo que aún entrena Marcelo Richotti, el padre del jugador del Iberostar Tenerife. Scola y Ginobili aún aguantan en la NBA, aunque muchos apuntan a retiradas y/o regresos a Europa o su país. Con excepción de Leo Gutiérrez, que ha tenido una carrera muy casera, todos los anteriormente mencionados, protagonistas de la mejor época de la selección nacional de baloncesto, han jugado en la NBA. Además de ellos, también Walter Herrmann y Carlos Delfino (éste, por cierto, aún juega en el Atlético Boca Juniors donde tiene, como compañeros, a Fotis Lampropoulos y Nicolás Gianella) jugaron en los Estados Unidos. Recientemente Nicolás Laprovittola volvió a la ACB desde los San Antonio Spurs; y aún aguantan allí Brussino y Garino.
En los años en los que esta generación ha jugado reunida, se han ganado el calificativo de "la generación dorada". Los expertos se remontan hasta el bronce que lograron en el Mundial Sub 22 de Australia en 1997 para explicar el origen. Se habla del triple de semifinales que les derrotó como el detonante del espíritu competitivo de una generación que buscaría revancha como séniors. Allí estaban muchos de los que, después, entre otras medallas y puestos de honor, conseguirían éxitos tan relevantes como la Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y en los FIBA Américas de 2001 y 2011, la Medalla de Plata en el Mundial de 2002 y el Bronce en las Olimpiadas de 2008. En todos esos éxitos estuvo presente Nocioni.
Solo él, Manu Ginobili, Luis Scola y Fabricio Oberto han disfrutado de todas esas medallas. Pepe Sánchez se perdió el bronce de 2008 y Leo Gutiérrez el FIBA Américas de 2011. Todos ellos, junto con otros que estuvieron al principio, como Alejandro Montecchia, Daniel Farabello, Lucas Victoriano, Hugo Sconocchini, Leandro Palladino, Gabriel Fernández y Rubén Wolkowyski, y otros que estuvieron al final, como Hernán Jasén, Martín Leiva, Román González, Juan Pedro Gutiérrez, Antonio Porta, Paolo Quinteros, Federico Kammerichs, Carlos Delfino, Walter Herrmann o el propio Pablo Prigioni, han formado parte de esa generación del baloncesto albiceleste que pasará a la historia como la más internacional, rutilante y ganadora de la historia de este deporte en Argentina.
Ahora, como dijimos al principio, parece que toca renovarse. La retirada de Prigioni y Nocioni, más la de Ginobili, quien también lo anunció en las Olimpiadas pasadas, deja claro que se está terminando la época histórica de la generación dorada. Scola, al contrario, lo dijo bien claro hace poco: "Yo no me retiro". Aún habrá alguien que haga de puente, pero se necesitará una nueva orilla para llegar a algún sitio después de cruzarlo.
Nocioni deja al baloncesto un poco cojo, pero el deporte siempre encuentra substitutos y aplaca cualquier cojera. Puede que tarde tiempo, pero sucede: a todos los niveles. Tengo la impresión de que, además, volverá a estar delante de los focos cuando se vista la corbata para estar en el banquillo en otras funciones. Puedo imaginarme a Prigioni y a Nocioni intentando la carrera de entrenador profesional igual que lleva ya unos cuantos años intentándosela labrar otro compatriota, este de 1971, Marcelo Nicola. Nicola, por cierto, igual que Nocioni, llegó a Europa joven y vía Euskadi, con destino a Vitoria-Gasteiz. En el Baskonia jugaron Oberto, Herrmann, Sconocchini, Gaby Fernández, Juan Alberto Espil, Leo Mainoldi, Prigioni o Wolkowyski pero todos llegaban ya con la carrera empezada y algunos hasta bien desarrollada. Sin embargo, jugadores como Scola, Nocioni, Walter Guiñazú, Matías Sandes, Matías Nocedal, Ariel Eslava (más tarde ampliaron a Brasil: Thiago Splitter o Daniel Bordignon, por ejemplo) formaron parte de una cantera con un área de captación muy amplio que puso en marcha Alfonso Salazar cuando le encargaron fomentar un proyecto de cantera con ambición y sin fronteras en los 90. Ahora, parece que les ha dado por el baloncesto letón. Iñaki Iriarte y su equipo de trabajo (o quien se dedique a este apartado de la captación) parecen tener más interés en Europa que en Latinoamérica.
Fue precisamente en Gasteiz donde estudiábamos, al mismo tiempo, mi hermano y un servidor. Y vamos a terminar con una tradicional anécdota. Eran los años de Kenny Green, Pablo Laso, Ramón Rivas, el propio Marcelo Nicola, Velimir Perasovic, Ken Bannister antes... Muchos jugadores. El Baskonia llegaba a finales, a veces las ganaba, y la Virgen Blanca se iba acostumbrando a las multitudes para recibirles. El club iba creciendo y la ciudad con ellos. Pero fue un poco más lejos, a setenta kilómetros, cuando un fin de semana, haciendo compras en un centro comercial del extrarradio de Bilbao, miramos hacia adelante y nos encontramos con Sergi Vidal, Carlos Cazorla y Andrés Nocioni paseando por uno de los pasillos. Mi hermano dijo que él no se iba sin saludar al Chapu y salió corriendo desde lejos para darle la mano. Nosotros le vimos hacerlo desde la distancia: cómo posaba su mano derecha en el brazo del argentino y le daba la izquierda para saludarse. Y también le vimos volver con una sonrisa en la cara. Cuando llegó a nuestra altura y le preguntamos qué tal con la barbilla, solo contestó: "No me daba la mano para agarrarle la mitad del brazo". Algunos han dicho que Nocioni tenía el corazón tan grande como el diámetro de ese brazo que a mi hermano se le hizo inmenso. Al menos, en la cancha, por su nivel de compromiso y energía, no hay duda de que lo tiene del mismo tamaño. Lo demostró en sus clubes y lo demostró en su selección. Da la sensación de que a esta última le costará más suplir la retirada de su número 13 de lo que le costará al Real Madrid o ya le costó a otros clubes antes.
2 comentarios:
Aún guardo ese recuerdo. Sin duda, uno de mis jugadores preferidos. Que grande es Nocioni!!
Creo recordar que eran Nocioni, Vidal y Calderón, con sus respectivas.
Era Calderón, sí, no Cazorla. Me di cuenta del error, pero se me ha pasado corregirlo.
Publicar un comentario