miércoles, 20 de junio de 2018

Bill Frieder

Bill Frieder y Steve Fisher. La foto apareció en 2009 en el artículo del Michigan Today mencionado abajo. 


La culpa es de la selección de España de fútbol, sí. Eso que ha pasado con el seleccionador, el presidente de la federación... No sé qué más. Lee la prensa, nosotros la ojeamos. El caso fue que Gerard Piqué recordó esto: Michigan Wolverines 88-89. Y nosotros nos propusimos recordarlo aquí, como disculpa para volver a escribir, ya que, últimamente, el blog pasa por un momento de vacas flacas, que se dice así, y nunca podemos hacer lo que nos gustaría hacer. Mi motivación fue: joder, Piqué, ¿cómo te vino esto? ¿Tan fan eres de la NCAA? ¿Buscaste en google? ¿Te lo chivó tu community manager? Sea cual sea la respuesta, nos pusimos nosotros a recordar qué pasó en el título de la NCAA que los Wolverines de Michigan conquistaron en 1989. Su único título, por cierto. Quizás fue porque John Beilein llevó a los Wolverines a la final este año y alguien recordó la hazaña de la única vez que los de Michigan alzaron trofeo. No sé. 

Volviendo a 1989, 1988 en realidad, que la temporada empezó antes de Navidad, por supuesto, la misma se recuerda, principalmente, por el cese en su desempeño del entrenador principal, Bill Frieder, y el relevo que tomó su ayudante, Steve Fisher, compañero en esas labores de ayudantía de Mike Boyd y Brian Dutcher. La trascendencia de aquel cese se produce por cómo ocurre y en qué momento. Luego lo desentrañamos aunque ya lo contara Piqué. 

Los Wolverines habían acabado terceros en la Big Ten de aquel año, por detrás de Indiana e Illinois y por delante de Iowa, los cuatro equipos de la conferencia que se clasificarían para la lucha por el campeonato nacional. A Indiana aún la entrenaba Bobby Knight. En Illinois destacaba Nick Anderson, quien se convertiría en la primera elección de draft en la historia de una nueva franquicia de la NBA por entonces, los Orlando Magic. Anderson sería la primera gran referencia del ataque de aquel nuevo equipo hasta que le llegó la compañía de jugadores como Shaquille O'Neal o Dennis Scott. De todas formas, en aquel potente equipo de Illinois, Nick Anderson tenía compañeros como Kendall Gill, Marcus Liberty o Kenny Battle. En Iowa, cuarto en disputa, estaba B.J. Armstrong, que se salía.

Ya en la Big Conference había destacado sobre todos los demás un nombre. En las estadísticas de los Wolverines y en su juego el protagonista era Glen Rice. Él fue el gran artífice de aquel año y de aquella lucha por el título; la razón por la que los Wolverines, en gran parte, se mostrarían tan infalibles. Fue nombrado mejor jugador del torneo y sería seleccionado en el draft de aquel año por Miami Heat, en cuarta posición. Su carrera en la NBA no sería decepcionante. Fue nombrado MVP del All-Star de 1997, acumuló quince años de carrera, más de 1.500 triples y ganó el título de la NBA en el año 2000 con los Lakers de Kobe Bryant y Shaquille O'Neal. De todas formas, Rice no era el único talento que acumulaban los de Michigan: Rumeal Robinson, Terry Mills, Loy Vaught y Sean Higgins eran otros valores importantes de aquel equipo y todos entrarían en el draft de 1990. Mark Hughes, ahora con carrera de entrenador, era capitán en aquel equipo y llegaría a jugar con los Pistons en el 91, aunque luego saltaría a Europa. También Demetrius Calip llegaría a jugar brevemente en la NBA. Pero los grandes compañeros de Rice eran aquellos cuatro. Rumeal Robinson, jamaicano de nacimiento, decepcionaría un tanto en una carrera NBA que le llevaría por Hawks, Nets, Hornets, Blazers, Lakers y Suns. Terry Mills también pasó por varios equipos, dejando estela de tirador de tres a pesar de jugar de ala-pivot: Nuggets, Nets, Pistons, Heat y Pacers fueron sus equipos. Vaught jugó en Clippers, Pistons, Mavericks y Wizards, pero su gran carrera fue en su primer equipo, Clippers. Allí jugó 8 años, con una temporada promediando más de 17 puntos y 9 rebotes por partido. Fue una temporada muy mala, de solo 17 victorias, con Bill Fitch de entrenador y compañeros como Bo Outlaw, Malik Sealy, Pooh Richardson, Eric Piatkowski, Tony Massenburg, Gary Grant, Harold Ellis... pero Vaught tuvo su mejor baloncesto. Por último, Sean Higgins, recibió la posición más baja en el draft, donde fue elegido por los Spurs. También jugaría en Magic, donde coincidiría con su rival en la Big Ten Nick Anderson, Warriors, Nets, Sixers, Blazers... además de en Rusia, Venezuela, Grecia y Turquía. Le va bien en los negocios ahora. Ellos cinco: Vaught, Rice, Mills y Rumeal Robinson desde el quinteto titular y Sean Higgins desde el banquillo, fueron los grandes protagonistas de aquella edición de la NCAA. 

Aunque no funcionaron del todo bien en la Big Ten, los de Bill Frieder llegaron a la fase final por el título y aún muchos confiaban en ellos. El último partido de la conferencia, ante Illinois, cuando los de Michigan ya pensaban en la lucha por el título nacional, fue un mazazo. Cayeron sin tapujos ante los de Lou Henson. Sin embargo, su registro en el torneo final fue inmaculado. Lo contamos ahora, de manera rápida, fijándonos más en estadísticas que en crónicas, lo que, a veces, puede ser injusto e incorrecto, pero bueno:

En la primera ronda, eliminaron por 92 a 87 a la Xavier de Derek Strong y Tyronne Hill. Lo hicieron gracias a los 23 puntos, 5 de 9 en triples, de Glen Rice. Rumeal Robinson también destacó con 23 puntos y 8 asistencias. Terry Mills añadió 18 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias. En la segunda ronda, repitieron en el Omni de Atlanta, pero esta vez jugaban ante South Alabama, a la que ganaron por 82 a 91. Rice volvió a liderar a su equipo con 36 puntos y un 72% en tiros de dos. También jugó un gran partido Terry Mills: 24 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias. La North Carolina de Rick Fox, Scott Williams, J.R. Reid o Steve Bucknall esperaba en la siguiente ronda y también caería, esta vez, por 87 a 92. Glen Rice volvió a salirse: 34 puntos, con 8 triples de 12 intentos, casi nada. Pero compartió protagonismo con un gran Rumeal Robinson, 17 puntos y 13 asistencias, y un bregador Terry Mills, 16 puntos y 6 rebotes, además de contar con la gran labor de Sean Higgins desde el banquillo, 14 puntos y 3 asistencias. Parecían ya lanzados y prueba de ello fue el contundente 102 a 65 ante Virginia en la siguiente ronda. Impresionantes Glen Rice con un 81% de acierto en tiros de campo (9 de 11 en tiros de dos y 4 de 5 en triples) y Sean Higgins desde el banquillo con 7 de 10 en triples y 31 puntos. Así llegaban a la Final Four, donde se enfrentaban a sus rivales en la Big Ten, Illinois. El partido se resolvió en un final apretadísimo que acabó con el resultado final de 83-81. Kenny Battle empató el partido a 81 con 26 segundos por jugar. Rumeal Robinson agotaba el tiempo, abría muy bien arriba para Terry Mills pero este fallaba el triple. Sin embargo, allí estaba Sean Higgins, quien agarraba el rebote de ataque y ponía el 83-81 definitivo a falta de un segundo. 28 puntos de Rice lideraron a un equipo que volvió a encontrar la aportación en la dirección de Rumeal Robinson, 14 puntos y 12 asistencias, y en la zona de Loy Vaught, 10 puntos y 16 rebotes. Nada pudieron hacer los de Illinois con los 29 puntos de Kenny Battle y los 17 de Nick Anderson. La final fue ante Seton Hall, que había eliminado a la Duke de Christian Laettner, Greg Koubek, Alaa Abdelnaby, Quin Snyder y, sobre todo, Danny Ferry, uno de los mejores jugadores nacionales del año, a la postre 2º en el draft de aquel año solo por detrás de Pervis Ellison de Louisville. La final también se resolvió con un marcador apretado, 80 a 79 en la final. John Morton, con 35 puntos, fue el mejor de Seton Hall. Aquel equipo contaba con varios jugadores que llegarían a Europa: el australiano Andrew Gaze (Italia), Anthony Avent (Grecia) o el propio John Morton (España). En la plantilla, destacaba el portorriqueño Ramón Ramos, al que un accidente de tráfico quebró la carrera cuando jugaba con los Blazers. Ninguno pudo con los 31 puntos y 11 rebotes de Glen Rice y los 21 puntos y 11 asistencias de Rumeal Robinson, protagonista final de la victoria. Se llegó a la prórroga y todo se resolvió con dos tiros libres de Rumeal Robinson a falta de tres segundos. Los Wolverines se convirtieron en campeones de la NCAA gracias a un equipo en estado de gracia, con porcentajes de tiro espléndidos, y una historia excepcional que llevó a que quedaran colocados en la historia anecdótica de la NCAA. 

Y es que Bill Frieder, el entrenador principal de Michigan durante toda la temporada regular, se encontró con un cese inesperado, más o menos, a falta de horas, como quien dice, para estrenar la lucha por el título nacional ante Xavier. Por supuesto, tan repentina decisión alcanzó la prensa nacional e internacional. Unos días antes del partido, llegó la filtración: Frieder abandonaría Michigan al finalizar la temporada y se mudaría a Arizona para entrenar a Arizona State. Finalmente, el entrenador lo anunció oficialmente. La noticia sorprendía: hacía solo unos años había sido nombrado AP Coach of the Year y mejor entrenador de la Big Ten. Pero más sorprendió la respuesta de Bo Schembechler, responsable de todo el programa deportivo de la universidad de Michigan: ni corto ni perezoso, despidió a Frieder. A poco de comenzar el asalto al título, el equipo se quedaba sin entrenador. Schembechler murió en 2006, a los 77 años de edad. Cuando todo esto sucedió, en 1989, apenas llevaba un año en el cargo de máximo responsable de todo el área deportiva de la universidad. Schembechler había sido una estrella, era una estrella, de la dirección deportiva en los banquillos de fútbol americano del deporte universitario. Fue incluido en el Hall of Fame de ese deporte en categoría universitaria y aún es una de las grandes estrellas históricas de Michigan, donde entrenó durante muchísimos años hasta que aceptó el cargo. Solo unos meses después de esta decisión y del título del equipo de baloncesto, Schembechler abandonó Michigan y aceptó una oferta para ser el director deportivo de un equipo de béisbol profesional, los Detroit Tigers. Solo duró un par de años. En los años que estuvo en Michigan, se ganó fama por sus grandes frases, una de ellas, aún permanece en el imaginario de la universidad: "Those Who Stay Will Be Champions!", es decir, "aquellos que decidan quedarse, se convertirán en campeones", que, al parecer, dijo a una de las generaciones de jugadores de fútbol americano a los que le tocó entrenar. Glen Rice, hace unos años, aún recordaba la charla que les soltó antes de jugar contra Xavier y cómo aquello les motivó para ganar el título: "Guys, you're Michigan men, you're on a Michigan team, we're going to go out there, and do this the Michigan way and you're going to win". Vuelvo a ponerlo en castellano: "Chicos, sois hombres de Michigan y jugáis en un equipo de Michigan, así que vais a salir ahí fuera, vais a jugar como se juega en Michigan y vais a ganar." La figura de Schembechler era grande en Michigan y los jugadores de aquel equipo lo sabían. Años más tarde Rumeal Robinson lo explicaba, que él creció en Ann Arbor y lo hizo sabiendo lo que Schembechler significaba en el fútbol del estado. Su figura impresionaba. También durante el cese de Frieder, dejó una frase para la historia que parece resumir aquel suceso doloroso en la historia del programa de baloncesto: "A Michigan man will coach Michigan, not an Arizona State man". Traduzco: "Un hombre de Michigan entrenará a Michigan, no uno de Arizona State". Parece que la palabra Michigan era mágica. Ideas sencillas, pero categóricas. Schembechler no se andaba con chiquitas. En la misma mirada atrás de John U. Bacon para Michigan Today, de donde he sacado las palabras de Rumeal Robinson sobre la figura de Schembechler, un reportaje de 2009 recordando los veinte años que habían pasado, Bacon recuerda como Schembechler tampoco se cortó con Higgins, de quien había oído rumores de que pensaba pedir el transfer tras la marcha de Frieder. Le vino a decir algo así: que si quería irse, subirían a su oficina y en cinco minutos los papeles estarían preparados, pero no se montaría en el avión que les llevaría al partido contra Xavier de ninguna manera. Higgins jugó contra Xavier. 

Bill Frieder sí era un hombre de Michigan. Creció allí, estaba unido a aquella universidad. En una entrevista para la CBS en 2013, Frieder, un hombre que tampoco se calla, se despachó a gusto, explicó que tomó la decisión de irse a Arizona State precisamente cuando supo que Schembechler se convertiría en responsable deportivo de la universidad, tras hacerle ver que no tenía mucho interés en el baloncesto. Incluso, decía en aquella entrevista, si hubiera sabido que unos meses después se marcharía a los Detroit Tigers, habría aguantado. Pero no aguantó, firmó, y Schembechler se vengó en caliente, sin pensarlo dos veces. Interinamente, se vio obligado, casi, a firmar a su ayudante Steve Fisher, un amigo íntimo del entrenador al que ayudaba, Frieder, y, de hecho, Schembechler se vio también obligado, después, a mantenerle en el puesto tras ganar la NCAA. Frieder, en la misma entrevista a CBS, criticaba al Tom Goss que en 1997 despediría a Fisher, de lo que ya hablaremos luego, pero por 1989, quiso demostrar su respeto y cercanía con Fisher presenciando la victoria de Xavier en las gradas, hasta que tuvo que marcharse por la presencia de periodistas y asistiendo a la Final Four. Frieder lo tenía claro: "It was the culmination of a decade of hard work. And I was part of it." Traduzco de nuevo: "Fue la culminación de una década de trabajo duro y yo fui parte de ello." Fisher, de hecho, le regaló un anillo de campeón a Frieder, de quien aún es un gran amigo. 

Los dos tuvieron una intensa carrera después de todo esto. Efectivamente, Frieder se marchó a Arizona State y entrenó allí durante ocho temporadas consecutivas. Presentó la dimisión en 1997, unos años después de un escándalo que afectó a Arizona State y que tenía relación con apuestas ilegales. En 1995 llegó al Sweet Sixteen con Arizona State, pero los resultados se anularon por aquel escándalo de las apuestas. Curiosamente, en 1997, Steve Fisher también sería despedido de Michigan, donde había seguido entrenando desde aquella temporada de 1989. Lo hizo cuando se vio supuestamente afectado, luego fue absuelto, si no me confundo, por otro escándalo, este todavía más mediático. Fue el caso Ed Martin y los pagos a jugadores de Michigan como Chris Webber y Louis Bullock, que llevó a que el programa de baloncesto de Michigan sufriera graves penalizaciones. Tras un año haciendo de ayudante de Rick Adelman en los Sacramento Kings de la NBA, Fisher volvió a la NCAA y firmó por San Diego State. En 2017, cumplió 18 temporadas con los Aztecs y anunció su retirada del baloncesto. Su puesto, desde entonces, lo ocupa y ocupará Brian Dutcher, quien ya ayudaba a Frieder cuando todo aquello pasó en el 89, y después siguió siendo la mano derecha de Fisher. Con Fisher en el banquillo, y ya en el siglo 21, llegaron los mejores logros de San Diego State: cinco campeonatos de conferencia, nueve apariciones en la lucha por el título nacional y lo más alto que han llegado nunca, dos sweet sixteens en 2011 y 2014. Fisher ya consiguió antes volver a triunfar con Michigan, a los que llevó hasta la final, de nuevo, en el 92 y en el 93, aunque luego serían desposeídos de estos logros por el escándalo de Ed Martin. En los Aztecs, Fisher ayudó a moldear a una de las últimas grandes estrellas del baloncesto profesional y actual protagonista del mercado veraniego, Kawhi Leonard. Solo en Michigan, tuvo en sus manos a jugadores como Juwan Howard, Jalen Rose o Chris Webber. 

No vamos a llegar a grandes conclusiones. Está claro que las dos historias, la de Julen Lopetegi y Fernando Hierro y este Mundial de 2018, y la de Bill Frieder y Steve Fisher y la NCAA de 1989 tienen algo en común, pero muchas cosas que las hacen completamente diferentes. Si España encuentra un Glen Rice, eso sí, posiblemente aparezcan Terry Mills, Loy Vaughts, Sean Higgins y Rumeal Robinsons que ayuden a que Hierro se convierta en el nuevo Fisher. Pero ni Rubiales es Schembechler ni la NCAA es un Mundial de fútbol, aunque nosotros hemos sabido sacar provecho y divertirnos un rato escribiendo esta entrada sin pretensiones y volviendo a aparecer por aquí. Así que, que nos quiten lo bailao. 


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