sábado, 28 de diciembre de 2013

Will Artino





Ya ha pasado la Navidad y la NCAA no para, de hecho, llega lo mejor, al menos, para los aficionados de Creighton. Y es que después del partido que les queda ante Chicago State la parte más dura de la temporada regular dará comienzo. En su año de estreno, me refiero al cambio de conferencia, de la Missouri Valley Conference a la prestigiosa Big East, por fin, llegará el momento de enfrentarse a los equipos que forman la susodicha conferencia. A doble partido, en casa de los rivales y en el CenturyLink, los de Omaha tendrán la oportunidad de poner a prueba su verdadero nivel y sus posibilidades de alcanzar la fase final de la NCAA. Pero antes de todo eso, los de Greg McDermott tienen el partido de Chicago State este fin de semana y nos quedaban tres partidos por repasar, tres partidos que supusieron tres victorias más para los arrendajos azules: Nebraska (82-67), Arkansas-Pine Bluff (88-51) y California (68-54).

Ante Nebraska, en un descafeinado duelo regional, el buen partido de Terran Petteway y Shavon Shields no fue suficiente para parar a un Doug McDermott que recibió el reconocimiento de la conferencia: 33 puntos y 8 rebotes en este partido. Ethan Wragge volvió a salir titular como falso interior en una apuesta que parece ya definitiva. El alero consiguió 16 puntos (4 de 7 en triples) y 9 rebotes. Buen partido de Grant Gibbs, 8 puntos y 8 asistencias, y de nuestro amigo Will Artino en el rebote, porque, en 11 minutos, a sus 4 puntos sumó 7 rebotes, y confirmó que tampoco se siente mal en este nuevo rol como reserva que le permite seguir siendo una referencia en el juego interior de Creighton.
Para los Arkansas-Pine Bluff solo opuso resistencia un Tevin Hammond que no pudo bastarse, y, además, estuvo flojo desde la línea de tres. Doug McDermott, 25 y 9 rebotes, siguió en su línea. Ethan Wragge, 12 puntos (todo triples) y 4 rebotes, en la suya desde que es titular. En un partido fácil, jugaron los Mogboluwaga Oginni, Geoffrey Groselle, Alex Olsen y hasta Steve Ferrarini, que normalmente no cuentan con minutos. Precisamente desde el banquillo, salieron Devin Brooks, 8 puntos y 6 rebotes, y Will Artino, 10 puntos y 3 rebotes para aprovechar los minutos de más con los que contaron.
Finalmente, ante California, el mejor volvió a ser Doug McDermott que se lució con 20 puntos y 11 rebotes pero también hicieron un buen partido Austin Chatman y Grant Gibbs. Will Artino tuvo 11 minutos en los que consiguió 4 puntos y siguió reboteando bien: 5.

Así llegan, como decimos, al momento clave de la temporada, el que les obligará a enfrentarse a todos sus nuevos compañeros de conferencia. Es cierto que el nivel deportivo de todos estos equipos, en su mayoría programas con un alto pedigrí y mucho bagaje detrás, no pasa por sus mejores años. Solo Villanova, eso sí, muy bien colocado, aparece en las previsiones que todo el mundo sigue en Estados Unidos, las que ofrecen la Associated Press y el US Today. En unas clasificaciones que, al alimón, copan la Arizona de Nick Johnson y Aaron Gordon, la Syracuse de C.J. Fair y los Ohio State de Lenzelle Smith Jr y LaQuinton Ross, solo los Wildcats representan a la Big East entre los 25 primeros. Los de Jay Wright son octavos en las previsiones de la Associated Press y decimoprimeros en la de US Today, y es que, si hay consenso en los tres primeros, en los siguientes puestos de cabecera hay diferencias muy pequeñas entre ambas listas, aunque los equipos son prácticamente los mismos: Wisconsin, Michigan State, Louisville, Oklahoma State, Villanova, Duke, Wichita State, Baylor y Oregon. Solo la Universidad de Creighton, aunque no esté entre los 25 primeros en ninguna de esas dos clasificaciones, ha recibido votos que la colocan cerca de los primeros puestos, sobre todo, en la de la Associated Press. Es un bagaje un tanto pobre para una conferencia como la Big East que, aunque ahora mismo no cuente con equipos tan potentes como Kentucky, Louisville, UConn, North Carolina, Kansas, Michigan State o Duke, siempre ha sido un vivero de estrellas. Si no, echémosle un vistazo, histórico y ligeramente actual, a lo que se va a encontrar Creighton en esta nueva y remodelada Big East:



Butler, sorprendentemente, es uno de los equipos de la Big East que mejores resultados ha tenido en los últimos años, aunque solo sea por aquellos dos mágicos años en los que el nombre del equipo salía en todas las portadas de prensa norteamericanas, los años en los que Brad Stevens llevó el "the Butler Way" (una especie de declaración espiritual del compromiso y la actitud responsable del juego del equipo, una invención del histórico Tony Hinkle) a lo más alto. De hecho, en la página web de la universidad aún se celebran aquellos años con el título de "The Greatest Story in College Basketball History" (la historia más grande jamás contada en la historia del baloncesto universitario, algo así). Durante dos primaveras seguidas, Brad Stevens, actual entrenador, por sorpresa veraniega, de los Boston Celtics (decían que iban a perder a mansalva para conseguir puestos en el draft, pero, ahora mismo, con un récord de 12-17 los Celtics están octavos en su división), llevó a la cima, dos finales seguidas, a la humilde universidad (no jugaron las fases finales entre 1962 y 1997). Gordon Hayward, quien, tras ser elegido por Utah Jazz se convirtió en el primer Butler en la NBA desde Ralph O’Brien en los años 50, fue el líder de un primer año en el que perdieron ante la Duke de los Kyle Singler (ahora en Detroit Pistons), Jon Scheyer (ya retirado tras pasar por Canarias y Tel Aviv) y Brian Zoubek (dejó el baloncesto para abrir una panadería, pero no triunfó y ahora se dedica, sorpresa, al negocio inmobiliario). No estaba solo Hayward y sus compañeros lo demostraron al año siguiente al alcanzar otra vez la final, que perdieron ante los Kemba Walker (Bobcats) y Jeremy Lamb (Thunder) de UConn. Matt Howard (ahora en el Ratiopharm), Shelvin Mack (en Atlanta Hawks), Zach Hahn, Avery Jukes, Ronald Nored (ahora ayudante de Brad Stevens en los Celtics), Andrew Smith (en Lituania), Shawn Vanzant (jugando en la NBDL) son los nombres que todos los aficionados de Butler recordarán.
Este año están líderados por jugadores como Khyle Marshall, Kellen Dunham y Kameron Woods y dirigidos por un Brandon Miller que tendrá difícil repetir lo que consiguió Brad Stevens.

Los Blue Demons de la Universidad de DePaul están entrenados por Oliver Purnell. No llegan a la final four desde 1979 ni juegan las el bracket final desde 2004. En 1979, alcanzaron la final de la mano del histórico entrenador Ray Meyer. Históricos también fueron jugadores como George Mikan y Mark Aguirre que empezaron en una universidad de donde también han salido Wilson Chandler, Tyrone Corbin, Quentin Richardson o Rod Strickland, además de un nombre muy conocido en Granada, y desgraciadamente en Bilbao, como Dallas Comegys. 
Cleveland Melvin y Brandon Young son los mejores ahora, aunque no parece que DePaul pueda, este año, igualar las marcas más altas de su palmarés.

Los hoyas de Georgetown son uno de los programas más legendarios de la NCAA, aunque solo sea por nombrar a jugadores como Patrick Ewing, Dikembe Mutombo o Allen Iverson. John Thompson, el tercero de una generación de entrenadores, lleva diez años entrenando a los del Verizon Center (20.000 espectadores). Han ganado un título, en 1984, aunque han jugado tres finales. La final del 84 aún permanece en la retina de muchos, aquella en la que Patrick Ewing derrotó a Haakem Olajuwon y sus Houston Cougars. 
Los exteriores D’Vaun Smith-Rivera y Markel Starks son los líderes esta temporada. 

Hace unos días ya nombramos a los de Marquette cuando recordamos a dos de sus jugadores que pasaron por la ACB, Tony Smith, que aún es uno de los máximos anotadores de la historia de los Golden Eagles y Tom Copa. Los de Buzz Williams ganaron la NBA en 1977, aunque no los entrenaba Buzz Williams. El entrenador era Al McGuire, quien decidió retirarse esa misma temporada tras chafarle la final a los Tar Heels de Dean Smith. Desde 2006 no se pierden una fase final. De Marquette han salido jugadores como Dwayne Wide, Wesley Matthews o Glen Doc Rivers, además de jugadores que han pasado por Europa como Amal McCaskil o Travis Diener. 
Davante Gardner lidera las estadísticas este año en un equipo en el que juega Todd Mayo, el hermano de OJ Mayo. 

En Providence, los Friars dirgidos, ahora, por Ed Cooley son una cantera de entrenadores: Tim Welsh, Rick Barnes o Rick Pitino, además de otros que jugaron en Providence y después se convirtieron en entrenadores de éxito como Lenny Wilkens, John Thompson o un Billy Donovan que fue una auténtica estrella, responsable del último subcampeonato de la NCAA que ilustra la historia del equipo, allá por 1987. El actual entrenador de Florida estaba a las órdenes, en el 87, de un Rick Pitino que había abandonado su puesto de ayudante en los Knicks para aceptar el reto de Providence, y volvería al Madison Square Garden poco después, pero ya como entrenador principal. Tienen otro subcampeonato, pero no han ganado nunca y no juegan la fase final desde 2004. Otis Thorpe, Ryan Gomes, Austin Croshere o más recientemente Marshon Brooks y Ricardo Ledo son algunos de los jugadores que han salido del programa de los Friars. 
Esta temporada, Bryce Cotton está rayando a gran altura, mientras se espera que explote un Tyler Harris que prometía mucho y ya aparece en los mockdrafts.

Los johnnies de Saint John's serán siempre la universidad de Lou Carnesecca. Los de New York City ganaron la NCAA allá por 1952 y la última vez que la rozaron fue en 1985. En los Red Storm jugó el malogrado Sergio Luyck, además de otros como Omar Cook, Maurice Harkless, Mark Jackson, Malik Sealy o los siempre recordados en la ACB, Shelton Jones y Walter Berry. 
Este año, el equipo que entrena Steve Lavin sobrevive gracias al buen trabajo del exterior D’Angelo Harrison. 

Otro rival será la universidad de Seton Hall. Los piratas de Kevin Willard jugaron la final del 89, pero no pisan el campeonato final desde el 2006. En el 89, el entrenador era PJ Carlesimo, quién dejó Seton Hall por los Portland Trail Blazers, para empezar una carrera profesional que le llevó luego a equipos como los Golden State Warriors, los San Antonio Spurs, Seattle Supersonics, los Oklahoma City Thunder, los Toronto Raptors o los New Jersey Nets. En algunos de ellos, ejerció como ayudante, de hecho, sus tres anillos de campeón de la NBA los consiguió en este rol auxiliar a las ordenes de Gregg Popovych en los Spurs. De Seton Hall han salido jugadores como John Morton, Mark Bryant, Samuel Dalembert, Terry Dehere, Eddie Griffin, Andrew Gaze o Andre Barrett pero para aquellos que nos gusta el baloncesto europeo, el jugador más relevante de la historia de los piratas bien podría ser uno que nació en Union City, New Jersey, bajo el nombre de Nikolaos Georgalis. Es decir, el grandísimo Nikos Gallis. Bill Raftery, entrenador de Seton Hall en los años en los que Gallis llevaba la batuta del equipo, declaró que el griego de origen norteamericano fue el mejor jugador que tuvo la oportunidad de entrenar en su carrera, y no fue corta la carrera de Raftery. Si eso no vale, sus números lo dicen todo, acabo con medias de 20 puntos en sus cuatro años universitarios, y, en la última, alcanzó los 27 por encuentro, para un jugador que decidió marchar a Grecia y jugar con aquella selección para acabar incluido en los Hall of Fame de Seton Hall y de la FIBA, además de ser once veces mejor anotador de la Liga Griega y cinco veces nombrado mejor jugador de la misma. Alguien que está entre los cincuenta mejores jugadores de la historia del baloncesto europeo según la FIBA pero que, ante tanto elogio, quizás sea mejor recordar cómo Red Auerbach, alguien con el bagaje y el palmarés de Red Auerbach, llegó a decir que el mayor error de su carrera fue no quedarse con el griego, quien fue drafteado por los Celtics pero una lesión lo cortó y le mandó a Grecia. 
Esta temporada son varios hombres los que se están encargando de mantener las aspiraciones del equipo de Kevin Willard, entre otros, Brian Oliver, Eugene Teague, Fuquan Edwin y, sobre todo, Sterling Gibbs. Desgraciadamente, el pivot Gene Teague se lesionó al darse un golpe brutal contra el parqué en el que estaba siendo su mejor partido. 

Los Wildcats de Villanova que entrena Jay Wright serán, probablemente, el equipo más fuerte de la Big East en estos momentos. Llevan trece años consecutivos en el bracket final y ganaron el campeonato en 1985, en un año que aún permanece como una de las grandes sorpresas de la historia. Jugaban la final ante la poderosa Georgetown de David Wingate y Patrick Ewing, pero el sorprendente partido de Ed Pinckney y el buen trabajo de un histórico de la ACB como Harold Pressley les llevo a la victoria final en un día en el que (algunos dice que les ayudó su espíritu) murió Al Severance, antiguo entrenador de la universidad. En 2009 alcanzaron la Final Four, en un año brillante donde Dante Cunningham y el ex Joventut Corey Fisher fueron los mejores de Villanova. Por cierto, que, además de Harold Pressley y Corey Fisher, otro añorado norteamericano que dejó huella en la ACB también jugó para los Wildcats: John Pinone. Kerry Kittles, Michael Bradley, Rory Sparrow o Randy Foye son otros egresados de este programa. 
Como decimos, probablemente, el equipo más fuerte de la conferencia, uno de los diez equipos, a nivel nacional, que aún no han perdido esta temporada, en parte, gracias al trabajo de jugadores como JayVaughn Pinkston, James Bell, Darrun Hilliard o el rookie Josh Hart.

Por último, nos quedan los mosqueteros, los Muskeeters de la universidad de Xavier en Cincinnati. El año pasado no entraron para sorpresa de muchos, pero son casi obligados en el bracket final y han rondado el sweet sixteen y el elite eight casi todos los años del siglo XXI. Derek Strong, James Posey, Torraye Braggs, David West (coleccionó un montón de reconocimientos en sus años como mosquetero), Lionel Chalmers, Romain Sato, Derrick Brown, Brian Grant, Jordan Crawford o Tyronne Hill fueron jugadores que hicieron sus años universitarios en este programa.
Este año, el entrenador Chris Mack cuenta con Semaj Christon, la estrella del equipo, y un habitual en los futuros pronósticos de draft, pero otros como Matt Stainbrook y Myles Davis están haciendo una gran temporada. Aún así, Xavier no está entre los favoritos. 

 Empezar hablando de Will Artino y terminar por escribir una entrada en la que nombras a Hakeem Olajuwon, Patrick Ewing, Dikembe Mutombo, George Mikan, y, sobre todo, a John Pinone y Nikos Gallis, te deja un sabor dulce, ¿no? En fin, ya iremos viendo qué pasa, que, cuando queramos darnos cuenta, ya está aquí Marzo.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Robert Frost




Robert Frost habló muy bien sobre eso de los caminos. Él cogió el más tupido, pero lo que nunca contó el bucólico poeta norteamericano es que esos caminos están llenos de trampas, de más bifurcaciones, de cruces, atajos que no llevan a ningún lado y acequias que se desvían. Y el caminante aventurero, o simplemente despistado, se ve, en muchas ocasiones, atrapado en un camino sin salida, en un laberinto opresivo o en la eternidad de un campo abierto. Si, encima, te lanzas al sendero sin brújula ni meta, sin más objeto que ocupar el tiempo y disfrutar de la fronda, entonces, crecen las posibilidades de que acabes metido hasta las rodillas en un zarzal sin salida o de vuelta a la misma bifurcación donde Frost decidió entre dos caminos que ya sabía el tío que llevaban al mismo sitio: Roma.
Yo no he llegado a Roma, pero sí a Vitoria, que no es lo mismo ni se le parece, pero ambas ciudades tienen equipos de baloncesto en los que ha jugado el compatriota de Frost, Jerome Allen.  El actual entrenador, si no me equivoco, de los quakers de la Universidad de Pennsylvania se pasó por Euskadi y por Italia antes de retirarse. Y un poco de eso va lo que quería contar hoy. Que no he llegado a Roma ni a Vitoria pero que sí me he metido por los caminos sinuosos de internet hasta llegar a revisar un buen listado de los jugadores que, en un momento u otro, han vestido la camiseta del equipo que preside y regenta Josean Querejeta.
Y, por unas razones u otras, muchos de esos nombres que aparecían en la lista de exjugadores del Saski Baskonia, me han hecho esbozar una sonrisa, que lo mismo era, a veces, irónica, como, otras, simplemente nostálgica. Al final, por no nombrarlos a todos, decidí hacer tres grupos y elegir a diez hombres para cada grupo. En el primer grupo, diez jugadores de baloncesto norteamericanos que, en algún momento de sus carreras, pasaron por cualquiera de los pabellones que han acogido los partidos de locales de los alaveses, desde Mendizorroza hasta el Buesa Arena. En el segundo grupo, diez nacionales que también vistieron la camiseta del club, ya fuera con el patrocinio del Taugrés, después Tau Cerámica, el Caja Laboral o Laboral Kutxa ahora, o, antes de todo esto, Caja de Álava y Arabatxo o algo así. Por último, un tercer grupo de diez jugadores que lo mismo vienen de América del Sur como de cualquier lugar de Europa. El único denominador común entre todos ellos es que han jugado en el Saski Baskonia. Hay otra cosa en la que coinciden, pero eso no lo saben, y es que, por alguna oscura y morbosa razón, recordar que jugaron en el Saski Baskonia, a mí, que soy el culpable de todo, incluso de comenzar una entrada mencionando a Robert Frost, pues me sorprendió, me trajo recuerdos o simplemente me chocó. Y, por eso, no le busquéis tres pies al gato que tiene cuatro, si están en las listas es porque yo soy así y así seré, nunca cambiaré, etecé etecé (qué pedazo de versión, que te daban ganas de clavarte la cuña de turrón duro en la garganta, del "All I Want for Christmas Is You" se cascaron ayer las Nancy Rubias).

En el grupo de los diez americanos, hubo más, pero estos son algunos de los norteamericanos que jugaron en el Baskonia y me sorprende recordarlo. La mayoría tuvo un paso tan fugaz que quizás por ahí llegue la sorpresa.

Randolph Keys. El tío fue una estrella en la universidad. Ganó el NIT (uno de los más prestigiosos torneos de post-temporada para aquellos que no alcanzan la fase final) en 1987. Jugaba con Southern Mississippi y se llevó también el MVP del torneo, un galardón, que, entre otros, han ganado gente como Renaldo Balkman, Kosta Koufos, Dajuan Wagner, Erick Strickland, Jayson Williams, Reggie Miller o Ralph Sampson. Por cierto, hace poco murió, a los 71 años, M.K. Turk, legendario entrenador de Southern Mississippi y, a la sazón, entrenador de Keys aquella temporada. Fue elegido en la primera ronda del draft, pero acabó marchándose a Europa. En Vitoria-Gasteiz, jugó solo 9 partidos y volvió a la CBA para después jugar algún partido con Lakers y Bucks. .

Robert Conley. Su bagaje en la ACB y en Europa cubre más que unos cuantos partidos en el Baskonia. También pasó por Bilbao, jugó una final de la ULEB con el Hemofarm y ganó la Copa en Francia con el ASVEL. Ahora, aprovechando sus estudios en las universidades de Strayer y Clayton State se dedica a los negocios y el baloncesto en Global Basketball haciendo servicios de scouting. Además de en España, Francia o Serbia, también vivió en Italia, Grecia, Lituania, Alemania, Puerto Rico e Israel.

Richard "Scooter" Barry. Siempre será el hijo de Rick Barry, legendario jugador de la NBA y miembro del Hall of Fame. Su hermano de Brent Barry fue doble campeón de la NBA con los Spurs. Otro hermano, Jon Barry, jugó más de una docena de temporadas en la NBA y ahora trabaja para ESPN. Un hermano más, Drew Barry, también jugó en la NBA, además de en Italia, Polonia o Australia. Scooter jugó principalmente en la CBA. No llegó a debutar en la NBA. En España, si no me equivocó, también jugó en León, Tenerife. Su mayor logro: ganó la NCAA en los históricos Jayhawks de Kansas que dirigía Larry Brown, y donde triunfaba Danny Manning. Junto a Barry y Manning, también estaban otros conocidos como Kevin Pritchard o Mark Randall.En Baskonia, apenás jugó unos pocos partidos.

Anthony Bonner. Tuvo un par de buenas temporadas en los Sacramento Kings al principio de su carrera. Viajó por Europa y ganó la Copa con el Baskonia.

Riley Clarida. Fue el compañero de Essie Hollis en el Arabatxo Vitoria. Hizo una buena temporada pero luego se fue. Hace poco volvió a salir en prensa pero por razones trágicas: sus problemas de salud. Clarida sufre cáncer cerebral y problemas cardíacos.

Tom Copa. Un pivot blanco de 2'08, que en los Spurs, con su pelo cepillo, le servía de descanso a David Robinson. Llegó a Vitoria antes de irse a Livorno. Su debú ante Arvydas Sabonis, jugaba en el Real Madrid, con el equipo que, por entonces, entrenaba Iñaki Iriarte dejó imágenes que ilusionaron a la afición. Pocos partidos. Por cierto, es curioso que llegara a los Spurs después de triunfar en la liga belga con un equipo que se llamaba Maccabi Bruxelles, pero, más curioso, es que tras cuatro temporadas siendo titular en la NCAA con un equipo fuerte como Marquette, decidió dejar el baloncesto. Cuenta que mientras trabajaba conduciendo un autobús, se vio así mismo escuchando las finales de la NCAA, se cabreó por la oportunidad que había dejado pasar, y se convenció de intentarlo.

Chris Corchiani. Una estrella de North Carolina State. Llegó a substituir a Terry Teagle en el Benetton de Treviso. Nunca triunfó en la NBA, a pesar de las ilusiones que creo su rendimiento universitario. En España, también jugó en Valvi. Se retiró en Gasteiz, porque, aunque fichó por Lucentum Alicante, no jugó con ellos. Fue campeón de Liga en Alemania con el Bayern Leverkusen pero, probablemente, sus mejores temporadas fueron con el Baskonia de Dusko Ivanovic, aquel que le arrebató la Liga ACB al Unicaja. Corchiani tenía como compañeros a un buen puñado de históricos del equipo alavés: Elmer Bennett, Andrés Nocioni, Laurent Foirest, Hugo Sconocchini, Luis Scola, Fabricio Oberto, Dejan Tomasevic... Ahora se dedica a los negocios inmobiliarios.

Harold Ellis. Jugó en los Denver Nuggets, Los Ángeles Clippers, en Grecia y en la ACB. En esta última, y en Baskonia, jugó muy pocos partidos. Ganó el concurso de mates en Grecia y, no era de extrañar, porque se le conocía por su capacidad de salto y por su querencia por el espectáculo. Tras retirarse, empezó una carrera como entrenador que, entre otros puestos, le llevó a ser ayudante de Michael Curry en los Detroit Pistons.

Matt Steingenga. Lo más curioso, quizás era la difícil pronunciación del apellido de este alero blanco de los Michigan State. Llegó a ser campeón de la NBA con los Chicago Bulls de Michael Jordan en 1997, aunque no jugó un solo partido. Debutó profesionalmente en Vitoria, a donde llegó para substituir al lesionado Randolph Keys tras sus buenas temporadas en los Spartans. Apenas jugó diez partidos. También lo hizo en Japón. Ahora, al igual que Chris Corchiani, también se dedica al negocio inmobiliario, además de colaborar con la radio de los Spartans de Michigan State.

Tony Smith. Aterrizó en España como una estrella de la NBA (allí jugó, antes y después de su aventura europea, un total de nueve temporadas) aunque no llegó tan alto como se esperaba. Poseía el récord de anotación histórico con Marquette en un solo patido (44 puntos). A los Lakers llegó como suplente de Magic Johnson, pero era la apuesta para cuando se retirara, algo que sucedió al poco tiempo. Su mejor temporada fue la 93-94, pero no le dio acceso a la confianza de los entrenadores NBA. En Baskonia, este base alto apenas jugó 9 partidos y fue cortado, por bajo rendimiento y continuas lesiones, por un Elmer Bennett que acabaría triunfando en Vitoria-Gasteiz.

En el segundo grupo, como ya dije, diez nacionales que no sé en qué categoría caerían en el baloncesto de hoy en día pero, a mí, al verlos o recordarlos, me han traído recuerdos de los tiempos en los que Predag Danilovic jugaba con camiseta por debajo y Dee Brown le hacía el pumpitup a sus zapatillas.

Quique Azcón. Probablemente, con su 1'67, aún sea el jugador más bajo en jugar en la ACB. Pasó por el Caja Bilbao también, pero sus mejores años fueron en Murcia. En Baskonia apenas jugó un par de partidos.

Iñaki Gómez. Ahora es funcionario de educación en su tierra de Alicante. Fue una promesa que pulió Iñaki Iriarte hasta convertirlo en un buen jugador de banquillo. Cuentan que se lo llevó al norte el recordado entrenador norteamericano Herb Brown, por las manos de quien, por cierto, pasaron muchos de los que nombramos aquí, incluído, por ejemplo, un Scooter Barry por el que se empeñó, como contaba Paco García en su blog. Estuvo en las finales de los años 90, siempre aportando minutos.

Román Carbajo. Junto con Juan Manuel López Iturriaga, Juan Antonio Morales y Javier Salgado, probablemente, lo más importante que ha salido, baloncestísticamente hablando, del botxo. Pasó por Breogán, Ourense y Andorra, además del Saski Baskonia y, por supuesto, de un Caja Bilbao donde jugó en dos fases distintas. Interior de 2'04, llegó a ser internacional y campeón del mundo sub22. Solo estuvo una temporada en Vitoria-Gasteiz. Su sobrino, Unai Calbarro, también ha jugado, más recientemente, en el Baskonia, donde se pasó la pasada temporada ayudando en los entrenamientos y aprovechando los pocos minutos con los que contó.

Miguel Juane. El gallego fue una gran promesa del baloncesto español, uno de los primeros escoltas altos, 2'00. Jugó en Ferrol (sí, cuando se llamaba Clesa, Clesa Ferrol, dosis de nostalgia barata), Valladolid, Vitoria y Granada. Fue internacional absoluto y ahora es un reconocido abogado, sobre todo en asuntos relacionados con el deporte. También estuvo involucrado en el regreso a la ACB del Obradoiro.

Miguel Ángel Reyes. El cacereño, un interior con buena mano, 2'07, que se convirtió en una de las grandes esperanzas del baloncesto español, el futuro Andrés Jiménez, en unos tiempos en los que la cantera del Fórum Filatélico de Valladolid daba jugadores como Lalo García, Fernando Tomasiello, Álex Bento o Silvano Bustos. Hizo disfrutar a los de su tierra con sus tres años en aquel Cáceres donde hacía una gran pareja con Juan Antonio Paraíso. Pasó por el Taugrés y el Valladolid con quienes, por cierto, hace unos años llegó a debutar en la ACB su hijo, Álex Reyes.

Federico Ramiro. Nacido en Madrid y de la cantera del Real Madrid, pasó por Baskonia antes de triunfar en el Caja de Ronda, con el que llegaría a liderar la clasificación de asistencias en la ACB. Eran los tiempos de los cuatro magníficos de Mario Pesquera. Cualquier aficionado al baloncesto de mi generación lo recordará: Fede Ramiro, Rafa Vecina, Joe Arlauckas y Ricky Brown lo jugaban prácticamente todo, 38 minutos por partido. Luis Blanco solía ser el quinto, pero también jugaban algo Jordi Grau y Pepe Palacios. Practicaban un baloncesto control, con ritmos lentos, intensos y marcadores bajos. Por ahí he leído que Pesquera solía justificar el estilo diciendo que, a partir del segundo 18 los equipos contrarios se aburrían de defender y entonces era cuando había que atacar.

Rafael Talaverón. El catalán, un pivot robusto, de poca altura, llegó joven al Baskonia. Después, jugaría en Granada y Portugal. Hace mucho tiempo, y sin mucho sentido, ya hablé de él aquí, más que nada porque, cuando yo era estudiante universitario en la ciudad, el Taugrés empezaba a medrar, y yo quería comprarme una camiseta, fui a la tienda oficial del club en Dendaraba y me compré la de Rafael Talaverón, aunque no supiera de quién era. Creo que aún está por casa.

Juan José Urdiain. El navarro, con 2'01, jugaba de alero, se fajaba por dentro, y es un histórico del baloncesto del norte, con su paso por los equipos de Pamplona, el Askatuak y el Baskonia. Yo le conocí en el Señorio de Zuasti, ya veterano y en categorías inferiores, pero su nombre recordaba al histórico Askatuak de Jaume Ventura con Álvaro Coca, Joxean Betolaza, Kepa Segurola o Edu Santos, además de muchos otros.

Jordi Millera. Quién no se acuerda de Jordi Millera. Aunque había jugado en Granollers, llegó a Vitoria por sorpresa desde la liga EBA. Después jugó en Manresa, Valencia y Alicante, pero sus años en Vitoria fueron irrepetibles. Con su 1'76 y su tenacidad, se hizo un hueco en el equipo y consiguió el cariño de la gente en aquel Baskonia con el que ganó la Recopa y la Copa del Rey. Lo suyo era la defensa: defender y defender, revolucionar el equipo, darle la rabia y la intensidad que se perdía. En aquel Taugres de los Velimir Perasovic, Marcelo Nicola y compañía, El País abrió la crónica de la victoria en Europa con un enorme elogio a El Chato, como le apodaban, por su gran actuación en aquella final ante el PAOK de Bane Prelevic y Peja Stojakovic, por entonces, Kinis.

Carlos Dicenta. Su verdadero nombre, lo dice todo sobre su origen, era Carlos-Yvon Dicenta Saint-Victor. Madrileño de nacimiento, jugó en la NCAA, debutó en ACB con el Valencia, donde jugó en más épocas. También en Murcia, Huesca, Ourense y Valladolid. Terminó en LEB. Ahora se dedica a los negocios. En Vitoria coincidió con Herb Brown, Rudy Keys, Scooter Barry o Iñaki Gómez, de los que hemos hablado aquí, y, a eso, a una época pasada, parece que evoca su nombre.
 
El último grupo es el de los internacionales que no nacieron en la tierra de Barack Obama. Los elegidos son dos franceses, un búlgaro, un italiano, dos argentinos, un serbio, un eslovaco, un croata y un portorriqueño. Pero vayamos uno por uno.

Richard Petruska. Uno de los primeros europeos en la NBA. Eslovaco, entonces era checoslovaco, jugó primero para Loyola Marymount y la Universidad de California en la NCAA, y acabó jugando unos 22 partidos con los Houston Rockets. Al final, donde hizo carrera fue en Europa: por Italia, España y Turquía. Ahora, al parecer, entrena en algún instituto norteamericano. Aún es recordado por aquel aspecto de boxeador ruso, una especie de primo-hermano de aquel superhéroe de Pixar que tenía una mujer de goma, ¿sabes? Con pasaporte italiano, llegó a España para jugar en Málaga, pero Bozidar Maljkovic le sentó en el banquillo y acabó firmando por los de Josean Querejeta. Tampoco jugó mucho en Vitoria, donde tenía por delante a gente como Luis Scola, Fabricio Oberto y Dejan Tomasevic. Así que, cuando terminó el contrato, no se le renovó, y llegó a estar apunto de fichar por Cantabria Lobos, aunque, finalmente, acabaría por irse a Italia.

Georgi Glouchkov. Hablando de los primeros europeos en la NBA, el búlgaro fue el primero en hacerlo sin tener pasado en ninguna universidad. Su fichaje por los Suns fue muy revuelto, la Federación búlgara no lo puso fácil, pero Jerry Colangelo se salió con la suya. Bozhidar Takev viajó con él para hacerle de traductor y se las arreglaron para que pudiera sentarse en el banquillo, pero no duró y, al final, Glouchkov, que tenía mucho rebote, anotaba, y luchaba, no se adaptó al país. En Gasteiz, substituyó a Richard Barry y, después, lo substituyeron a él por el norteamericano Tom Copa, del que ya hemos hablado. Volvió a su país, al Akademik Varna, y allí completó su carrera.

Thierry Gadou. Los hermanos Gadou, Thierry y Didier, suenan a Pau Orthez y a otra época, ¿verdad? Pero Thierry también jugó en Italia y España. Fue plata en los Juegos Olímpicos de Sidney, en una selección que encabezaba Antoine Rigaedeau, pero donde también jugaban gente como Mustapha Sonko, Yann Bonato, Laurent Foirest, Jim Bilba, Fred Weis, Stephane Risacher... Con 2'05, Thierry Gadou jugaba por dentro y, a Vitoria, llegó para suplir al lesionado Luis Scola y consiguió que le ampliaran el contrato. Como dato: batió el récord de recuperaciones en un solo partido en la Copa del Rey, un récord que tenía Chechu Birukov.

Jim Bilba. Acabamos de nombrarlo y es que es así, Jim Ruddy Anicet Bilba, campeón de Europa en aquel rácano Limoges de Bozidar Maljkovic también jugó en Baskonia. Con su 1'98, jugaba de pivot, porque tenía el físico y el olfato para hartarse de coger rebotes. Buen defensor, llegó a jugar 170 partidos con la selección de su país. Si Gadou suena a Pau-Orthez, Bilba suena a Limoges. Al Baskonia llegó para un mes, procedente de Grecia. Ahora es ayudante de Jean-Manuel Sousa en el Cholet de la primera división francesa.

Stefano Rusconi. Se retiró hace un par de años en el Bari, al que también entranaba. Pero eso de jugar con más de 40 en las categorías inferiores del baloncesto italiano lo han hecho muchos otros. Después de hacerse histórico en el Pallacanestro Treviso, pasó por el Olimpia Milano, jugó en ACB con el TAU y debutó en la NBA con los Phoenix Suns. Ayudó a ganar la Copa del Rey en la temporada 98/99 ante aquel Caja San Fernando de Javier Imbroda, donde jugaban Anderson Schutte, Chuck Kornegay, Salva Díez, Mike Smith, pero, sobre todo, Andre Turner. De hecho, el partido se presentó como el duelo Andre Turner-Elmer Bennett. Jugó 23 partidos en ACB. Estuvo lesionado, volvió, y, al final de temporada, se fue a Milán. Rusconi también fue un nombre principal de la selección italiana de los noventa, con la que fue plata en el Eurobasket de Roma del 91. Él jugaba en una tremenda selección con los Ferdinando Gentile, Walter Magnifico, Antonello Riva y compañía, pero no pudieron ante Dino Radja, Vlade Divac, Zarko Paspalj, Toni Kukoc, Aleksander Djordjevic, Predrag Danilovic...

Hugo Sconochini.  Medalla de oro en Atenas 2004, era casi más italiano que argentino y, de hecho, hoy en día vive en Italia y, hasta hace unos años, como Rusconi, también jugaba pasados los cuarenta en categorías inferiores. Hizo toda su carrera en Italia, excepto un año en Panathinaikos y el que se pasó en Vitoria. Estaba en aquella Kinder de Ettore Messina donde también jugaban Manu Ginobili, Peja Danilovic o Zoran Savic. Le apodaban Superhugo pero, en Vitoria, no pudo ser tan súper. Solo estuvo una temporada, la de Tanoka Beard en plan estrella, y empezó en Noviembre, pero le dio tiempo a ganarla, en parte, gracias a Elmer Bennett.

Dejan Koturovic. Llegó al TAU en 2003 con su carrera ya hecha. Ese mismo verano, hizo la pretemporada en Phoenix, pero los Suns le cortaron cuando faltaban un par de semanas para empezar. Había sido campeón de Europa y del Mundo con Serbia y había jugado en las ligas serbia, francesa, turca, alemana e italiana antes de llegar a Vitoria. En el Baskonia, apenás jugó cuatro partidos en un año en el que Andrew Betts, Tiago Splitter, Luis Scola y Kornel David eran el juego interior del Tau.

Goran Sobin. Estuvo en las dos primeras Euroligas de la Jugoplastika. A la tercera, faltó porque había fichado por el Aris de Salónica, con quien ganó la Liga griega, por cierto. En el primer triunfo de los de Split en Europa, en Munich en 1989, fue titular en la final ante el Maccabi aportando 11 puntos y 5 rebotes. Toni Kukoc y Dino Radja fueron los líderes en un equipo donde también estaban Dusko Ivanovic, Zoran Sretenovic, Velimir Perasovic, Luka Pavicevic y Zan Tabak. En la del año siguiente, en Zaragoza, también fue titular, 7 puntos y 4 rebotes. Zoran Savic era el único que no jugó en la anterior y sí en ésta. De todas formas, Toni Kukoc, desde el banquillo, fue el auténtico protagonista ante el Barcelona de Audie Norris. Llegó al Baskonia ya veterano y con su carrera cuesta abajo para substituir a Kenny Green, lesionado. Jugó 23 partidos y cumplió con medias de 6 puntos y casi 5 rebotes por partido. Ha ejercido de entrenador ayudante, ha trabajado para el KK Split, y su hijo, Josip Sobin, intenta seguirle los pasos aunque sea un jugador distinto. Ahora está en el Zadar, aunque sonó para el Manresa.

Walter Guiñazú. Natural de Córdoba, Argentina, jugó en ACB en Mayoral Maristas y Coren Ourense, pero salió de la cantera del Saski Baskonia junior. No debutó en ACB con los de Gasteiz, pero su nombre se recuerda por aquel Saski Baskonia junior al que llegó de la mano de Marcelo Nicola con el que compartía patria y características. Si no recuerdo mal, se salieron en un campeonato nacional de la categoría que se disputó en Bilbao. Se pasó el resto de su carrera en Argentina para volver luego a jugar a la LEB cuando apretó la crisis económica.

Carlos Alberto Arroyo. 4 partidos en ACB con el TAU, ni más ni menos. Había llegado de Toronto Raptors para substituir a Elmer Bennett y, cuando éste se recuperó, se fue con un contrato de 10 días con los Denver Nuggets. Llegó a jugar 20 partidos en Colorado y, después de eso, encadenó varios contratos en la NBA: Orlando, Miami, Boston, Detroit y Utah. Sus mejores años quizás fueron en Orlando, aunque tuvo una temporada en Salt Lake City donde fue 71 partidos titular con medias de 12 puntos por partido. Una temporada en la que coincidió con Andrei Kirilenko, por supuesto, además de otros europeos, como Sasha Pavlovic y Gordan Giricek, varios ACBs como Curtis Bortchardt, Raja Bell (jugó unos meses precisamente en el Baskonia) o Michael Ruffin, además de conocidos de la NBA como Matt Harpring o Tom Gugliotta. También aquella temporada coincidió con alguien que, últimamente, ha vuelto a los periódicos pero por distintas razones: Keon Clark, quien ya estará en la cárcel y no ha sorprendido a nadie con declaraciones como que no jugó un solo partido en la NBA sin estar borracho. Volviendo a Arroyo, el portorriqueño también jugó en Besiktas y Maccabi y, ahora mismo, está en el Galatasaray de Ergin Ataman que acaba de clasificarse para el top 16.

Treinta jugadores de una lista que si la pones en fila no termina de rodear rotondas vitorianas. No, en serio, quizás porque a Querejeta siempre le ha gustado eso de andar rápido y fichar jugadores temporales para substituir a los lesionados, el caso es que por el Saski Baskonia han pasado tantos que sería difícil recordarlos a todos. Yo no lo hago y, por eso, a veces, cuando me encuentro con uno de esos caminos llenos de revueltas que Robert Frost no evitaba, se me pone el nervio nostálgico en tensión y ocurre lo que ha ocurrido en esta entrada. Pero prometo contenerme de aquí en adelante, y escoger solo caminos que estén pavimentados.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Miguel Ledó



Uno, Miguel Ledó. Dos, Chris McCormack. Tres, Lance Armstrong. Cuatro, Iker Casillas. Cinco, Rafa Nadal. Seis, Marcelo Bielsa. Siete, Ionut Zinca. Ocho, Sergio Rodríguez. Nueve, Jupp Heynckes. Diez, Fernando Alonso.
¡¡¡¡¡Maaaaambo!!!!!
¿La Gazzetta dello Sport? ¿So Foot? ¿L'Equipe? ¿ESPN? ¿Marca? ¿Sports Illustrated? ¿The Sporting Life? ¿Olé? ¿As? ¿Eurosport? ¿Ciclismo a Fondo? ¿SporBild? ¿Biciclismo? ¿A Bola? ¿Tutto Sport? ¿Mundo Deportivo? ¿Corriere dello Sport? ¿Rojadirecta?
Ninguno. Esto es lo mejor del año 2013 para Crónica Deportiva Sentimental. ¿Lo mejor? 
Define lo mejor... Lo mejor, no, quizás lo más... no sé. Paso de subterfugios: en unas pocas palabras, lo que se me ocurre si me pides que te resuma el mundo del deporte en 2013. Joder, define pocas palabras. 
Como siempre, mi lista dista mucho de ser coherente. Tampoco es muy ocurrente. Es lo que hay. Estos son los diez momentos deportivos, fuera uno el que lo hiciera o el que lo viera por la televisión, que yo recordaré más que otros que también ocurrieron en 2013. 
Y, por seguir la costumbre y tradición, cada uno (y no están ordenados por importancia, ni alfabéticamente, ni ná) va encabezado por un nombre aunque luego lo que diga dentro tenga más semillas que una sandía extremeña. 

1. MIGUEL LEDÓ
Porque, sin duda alguna, para los que creemos que las franjas gualdas y negras van con todo, el domingo 19 de Mayo de 2013, para lo bueno y para lo malo, fue un día grande. Un día feliz y un día triste. Y empiezo por el final. Y, al final, el balón que golpeó Joseba Arriaga no entró y el partido terminó empate a uno porque antes de que marcara Pedro Izurza marcó Miguel Ledó. Gracias a ello, los que lo celebraron por todo lo alto fueron los de Lleida y los socios y aficionados del Barakaldo nos tuvimos que conformar con los zuritos por la calle Laurel y una colección de fotos que guardaremos con cariño. Porque esa fue la felicidad. Con perspectiva, cuando se va a acabar el año y nos podemos permitir mirar para atrás, volver a vivir la emoción de ilusionarte con nuestro club mereció más la pena que el resultado final. Ver a unos japoneses extraviados sacando fotos de algo que no entendían, oír gritos de ánimo que intentaban ocupar todo el espacio vacío de Las Gaunas y recordar cómo la gente desde el autobús nos saludaba al vernos quietos, con nuestras bufandas de lana al cuello, en una entumecida calle riojana mientras esperábamos a que el semáforo se pusiera verde, compensaron todo lo negativo que pudo tener aquel día. No saldrá en los almanaques ni en las listas de lo mejor del año que empezarán a publicarse en pocos días, pero en las memorias sentimentales de los que comparten con uno esta extraña y antojadiza pasión seguro que aquella fría mañana de mayo ocupa un lugar privilegiado en sus recuentos del año. 
2. CHRIS McCORMACK
Sospecho, porque no entiendo mucho, que el 2013 no ha sido el mejor año para el triatleta australiano. Eso sí, Macca tuvo el honor de ser el elegido para titular todas las entradas que, en este blog, le dedicamos a la tercera edición de la Carrera Pormaratoniana, ya sabéis, esa carrera que nuestro blog amigo Pormaratones organiza con la colaboración de este blog y un buen número de ayudantes sin ánimo de lucro alguno. Una carrera furtiva y amistosa que este año batió todos los récords y expectativas. Un día inolvidable, el del 12 de Octubre de 2013, para todos los que participamos y después lo celebramos hasta saciar la sed que nos entró después de correr, a una hora bien temprana, por los alrededores del viejo pantano de El Regato. Ya dejamos buena fé de ello tanto en este blog como en el de nuestro amigo el de las asics, así que si queréis saber más, recurrid al archivo, y si queréis saber cómo será la próxima edición, que la habrá, manteneros al tanto porque ya iremos informando de una nueva edición que esperemos que deje a esta de 2013 a la altura del barro, y no lo digo porque vayamos a organizar un cross en la próxima. De todas formas, todos los que nos animamos a correr merecíamos un hueco en el recuerdo de este año, así que aquí está. 
Por lo demás, nuestro año atlético nos dejó, en lo personal, una Behobia más (la más dura quizás, sobre todo por mi pobre preparación), la oportunidad de ser testigo de cómo Carles Castillejo se proclamaba campeón de España de maratón y nuestro primer ganador pormaratoniano batía sus mejores expectativas en Donostia, el crecimiento de la otra carrera furtiva y amistosa (ésta un triatlón muy atrevido) con presencia pormaratoniana y la consolidación de nuestra comunidad de atletas y triatletas. Y aún no hemos terminado, porque es posible que este próximo domingo no tengamos nada mejor que hacer que ir corriendo desde Las Arenas hasta Bilbao y, doble tirabuzón, aprovecharemos el último día del año para reunirnos un buen puñado de amigos y amigas en la primera edición de la San Silvestre barakaldesa. 
3. LANCE ARMSTRONG
Enero fue el mes en el que el americano se salió con la mejor actuación de su carrera ante la estrella televisiva Oprah Winfrey. Es la segunda entrevista de Winfrey que veía en mi vida después de la que le hizo a Cormac McCarthy en 2007, y me quedo con la del escritor de The Road y la trilogía de la frontera. Eso sí, el tejano no estuvo quieto todo el año, y aún anda de gira (la gira del perdón) soltando perlas envenenadas que amenazan con provocarle un cólico nefrítico a más de uno. Probablemente, solo por sus frases antológicas que consiguieron destrozar siete años de historia en un abrir y cerrar de ojos, el americano consiguió que 2013 fuera el año más triste de la historia del ciclismo, y mira que no se lo habían puesto difícil Bruno Roussel, Willy Voet y compañía en 1998 o Eufemiano Fuentes, Manolo Saiz y compañía en 2006.
Por supuesto, poco menos de un mes más tarde, Oscar Pistorius arrebató la atención periodística que se ganó el ciclista, pero, la verdad, no queda mucho que decir sobre el caso del sudafricano, y tampoco ganas. 
4. IKER CASILLAS
Quizás el embarazo de su novia, Sara Carbonero, que no nos interesa mucho por ser algo personal que no incumbe a su faceta deportiva, le alivió un poco un año doloroso para el portero de Mósteles. Su relación con José Mourinho provocó el sonrojo de muchos y a él pareció afectarle más de lo que pareció afectarle al portugués, quien terminó su periplo por el fútbol español dejando una colección de noticias que, si se me permite dar una opinión subjetiva, le quitan brillo a toda la que tiene de títulos. Ferenc Puskas, Ladislao Kubala, Alfredo Di Stefano, Telmo Zarra, José Ángel Iribar, Raúl González, Ronaldo Nazario, Hugo Sánchez, Diego Armando Maradona, Johan Cruyff... El fútbol español siempre ha tenido nombres rutilantes que podían resumir toda una época en una combinación de nombres y apellidos, pero, y vuelvo a las opiniones subjetivas, quizás vivamos la época más reduccionista de la historia. Los nombres propios se rotulan con mayúsculas y los focos parecen apuntar a personajes individuales con toda la potencia de luz que se inventó Thomas Alva Edison. No sé si eso es bueno, malo, verdad, mentira, realista o exagerado, pero que a Iker Casillas le hubiera gustado estar en esta lista por otras razones que no sean los twitters, las ruedas de prensa y las fotografías de su gesto serio en el banquillo, eso sí que no me produce ninguna duda. 
5. RAFAEL NADAL
No sé si he hablado de él antes, la verdad. Se lesionó, tuvo que parar, y en 2013 recuperó el número uno del mundo en un deporte que está acaparado por unos pocos nombres propios, siendo el suyo y el de Novak Djokovic los principales. Si hablamos de Grand Slams, en USA, Nadal ganó a Djokovic, en Australia, Djokovic ganó a Murray, en Roland Garros, Nadal ganó a Ferrer y en Wimbledon, Murray ganó a Djokivc. Así que, Djokovic porque estuvo en tres y Nadal porque ganó dos, serían los protagonistas de un año en el que, a uno, por aquello de que es más sentimental que alguien que se ha visto cien veces el Diario de Noa, le apetece más recordar a un Roger Federer que ha terminado 2013 soportando las críticas de Novak Djokovic por su labor como presidente del consejo de jugadores de la ATP e intentando asimilar que su exitosa carrera se acerca al final.
6. MARCELO BIELSA
Un final un tanto gris para los dos años de bagaje del argentino en Bilbao. Un primer año para enmarcar, un segundo para borrar, y un legado que ha dejado a muchos aficionados divididos entre la admiración y la crítica. Lo de "millonarios prematuros" aún resuena más allá del audio. Tendríamos que usar demasiadas palabras para resumir sus dos años paseando entre la margen izquierda y los montes de Triano, así que dejémoslo con dedicarle un hueco, casi como homenaje, en el inventario deportivo del año 2013. 
7. IONUT ZINCA. 
El rumano ganó, en 2013, por segundo año consecutivo la Gorbea Suzien, una preciosa carrera de montaña, valedera para el circuito vasco de la especialidad, que empieza y termina en Zeanuri después de subir hasta la cima de la legendaria montaña vasca. Y no está en la lista por ello, lo siento, si no como disculpa para encabezar un momento más bien personal, porque uno de los grandes momentos deportivos del año para el Crónica fue volver a subir al Gorbea con un buen puñado de amigos y celebrarlo antes de volver a Pagomakurre con una buena comilona y, te lo creas o no, con una botella de Moët & Chandon.  No estuvisteis allí, pero yo me lo pasé tan jodidamente bien, y sudé tan jodidamente bien, que si no lo ponía en la lista me iba a arrepentir de aquí hasta que haga el recuento de 2014. 
8. SERGIO RODRÍGUEZ
Apunto de terminar el año, ver como el Real Madrid de Pablo Laso iguala el récord de Pedro Ferrándiz y consigue veintritrés victorias consecutivas solo ayuda a resumir una temporada en la que, a uno que le gusta el baloncesto, olvidándonos de anillos para LeBron James y de europeos para Tony Parker, lo más significativo ha sido ver al más alto nivel a un jugador como Sergio Rodríguez, quien ilustra lo más brillante de este deporte. Es, nuevamente, una opinión personal, pero cada vez que le veo jugar, recuerdo por qué me sigue gustando practicar y ver este juego. Igual que es un gozo perpetuo no ver lesionado a Raúl López.
9. JUPP HEYNCKES
El alemán se retiró, no sé hasta que punto de manera obligada, del fútbol profesional en su año de mayor éxito como entrenador. Y lo hizo haciendo memoria y recordando su paso por el Athletic Club de Bilbao como uno de sus mejores recuerdos profesionales, y eso que en Bizkaia no consiguió ningún título. No consiguió ningún título alguien que, mientras fue jugador, se hizo con cuatro Bundesligas, una Copa de Alemania, una UEFA, una Eurocopa y un Campeonato del Mundo; alguien que, como entrenador, acabó con un palmarés que contempla 3 Bundesligas, 1 Copa de Alemania, tres supercopas de Alemania, una Supercopa de España y 2 Ligas de Campeones. Su última temporada, la que empezó en 2012 y terminó en el año que estamos recordando, le dejó como gran protagonista de la misma al llevar al Bayern de Munich de Javi Martínez, Franck Ribery y Arjen Robben a ganar Liga, Copa y Liga de Campeones. Está entre los candidatos a mejor entrenador del año, así que, cuando se sepa (no se ha sabido ya, ¿no?), que le hayamos nombrado en este blog se quedará en un homenaje tan pequeño que tendremos que nombrarle el año que viene otra vez, aunque sea para compensar. 
10. FERNANDO ALONSO
Sebastian Vettel debería encabezar este último peldaño si fuera porque hablamos de automovilismo. El alemán ganó su cuarto campeonato del Mundo consecutivo y lo hizo con suficiencia. Además, verle hacer turismo con naturalidad por Bilbao se ganó el corazón de más de un orgulloso convecino, pero no es por lo relacionado con la Fórmula Uno por lo que he nombrado al asturiano y no al de Heppenheim, si no por lo que ha unido al piloto de Ferrari con el ciclismo. Hoy mismo se anunciaba que tiene ya un acuerdo con un patrocinador para los próximos cinco años, y hace unos días se veían titulares por internet en relación a el idilio que acaba de nacer entre su proyecto ciclista y la organización del Tour de Francia. Todo buenas noticias para el ciclismo profesional que vive ansioso por tener más de estas. No muchas hemos vivido este año los aficionados al ciclismo nacidos en el reducido espacio del País Vasco porque, si he elegido a Fernando Alonso, ha sido para utilizarlo como disculpa para cerrar este recuerdo del año 2013 con una de las noticias más tristes del mismo, la desaparición, tras una larguísima y afortunada historia, del Euskaltel-Euskadi. Hablamos de ello aquí en más de una ocasión, del antes y el después, del mediante, de lo dulce y de lo amargo, de lo que perdimos y de lo que no ganamos, pero me parecía obligado guardarle un hueco al recuerdo de un cierre que abre la puerta a las enciclopedias. Ahora todo queda ya por escrito y archivado y no queda más que seguir pedaleando porque montañas seguirá habiendo, y cunetas, y ciclistas, y aficionados, y otros muchos años para seguir haciendo escrutinios y memorandums. 

Y yo ya he hecho bastante para terminar con éste. Son, exactamente, la 1:52 de la madrugada. Mañana no curro en la oficina, pero sí en la mesa de la cocina porque es lo malo de que mi escritorio sea el de mi ordenador portátil. Así que lo dejo aquí y ni lo repaso. Le pego un pititaco al botón de publicar y publicado queda. Éste es mi balance (repito: personal, subjetivo, caprichoso y probablemente equivocado) de un año que, para otros, con mejor ojo y un enfoque más serio, habrá estado protagonizado por otras hazañas deportivas mucho más relevantes, pero que, en este blog, que no entiende de meritajes lógicos ni de estadísticas rotundas, no las desmerecemos, pero las dejamos en manos de otros, para ocupar las nuestras en asuntos menos oportunos. 1:56. Ahora sí que sí. Y ya aprovecho: a todos aquellos que os asomáis por aquí, si os reunís con la familia y celebráis el día, feliz nochebuena, ondo izan, have fun, joyeux noel y un próspero año deportivo y sentimental.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Faouzi Benzarti



La noticia era, básicamente, que el club marroquí del Raja de Casablanca le había hecho la puñeta a Ronaldinho y su Atlético Mineiro, ganándoles 3 a 1 y así clasificándose para la final de la FIFA Club World Cup 2013, lo que viene a ser, supongo, algo así como el Mundialito de Clubes o el pariente lejano de aquella Copa Intercontinental que ahora han sabido aprovechar para sacarle más rendimiento económico. 
Quería empezar por esto, porque prácticamente el 90% de las noticias mencionaban más la desgracia del brasileño que la merecida alegría de los marroquíes. Solo el Corinthians y el Vasco de Gama, en Brasil, y allá por el año 2000, primera edición de este nuevo torneo, consiguieron acceder a una final siendo del país anfitrión. Las siguientes cuatro ediciones se disputaron en Japón y no hubo contendiente japonés en el último partido. Las dos siguientes emigraron a Emiratos Árabes Unidos y pasó lo mismo. Volvieron al Japón y tampoco se clasificó ningún nipón. En esta edición, en Marruecos, el Raja Club Athletic de Casablanca sí que ha conseguido dar la campanada y disputará la final al Bayern Munich de Josep Guardiola, donde ya se han olvidado de topos y ahora se dedican a jugar pachangas navideñas con sus colegas de la sección de baloncesto. 
Los alemanes se incorporaron directamente a las semifinales y el pasado 17 de Diciembre se deshicieron sin problemas del Guangzhou Evergrande chino con tres goles marcados por el pretendiente al balón dorado Franck Ribery, el espigado delantero croata Mario Mandzukic y otro Mario, este alemán y rubio, de apellido Götze. Su rival, por el contrario, tuvo que superar dos rondas más. En la que denominan "play-off", eliminó al Auckland City australiano por un apretado 2 a 1. Para los australianos marcó el delantero de las Islas Fidji Roy Krishna y para los marroquíes, dos jugadores nacionales pero internacionales, el ex del Charleroi, Mouhcine Iajour y el extremo izquierdo Abdelilah Hafidi, quien marcó el gol de la victoria en el tiempo de descuento. El mismo resultado, y un gol también con la prolongación a punto de terminarse, les dio una nueva clasificación, esta vez en los cuartos. Se enfrentaban al Monterrey mexicano que dirige José Guadalupe Cruz. Se adelantaron los locales con gol del centrocampista de Marrakech Chemseddine Chtibi y empataron los mejicanos con otro del defensa argentino José María Basanta. Hubo que esperar al noventa y cinco para convertir en héroe a otro centrocampista del Raja, este natural de Costa de Marfil, y que responde al nombre de Kouko Guehi. Así llegaron a semifinales donde, como ya hemos dicho, se cargaron ayer a los brasileños del Atlético Mineiro. Los goles de Mouhcine Iajour, Mouhcine Moutouali y Vianney Mabidé le dieron la victoria al equipo que entrena Faouzi Benzarti (para él va el titular, por la parte de mérito que le corresponde).
Descubrir ahora al Raja de Casablanca solo demuestra el eurocentrismo de nuestra visión futbolística, algo que parece inevitable. No me voy a proponer yo, ahora, como adalid del fútbol africano, porque más allá de conocer por nombre al Zamalek, el Al Ahly y a los susodichos marroquíes, según la FIFA, los tres equipos más poderosos del continente, poco más puedo aportar. No sé qué sería del Canon Yaoundé que, en mi cabeza, resuena con vientos de grandeza. Pero sí que se debe aprovechar la oportunidad para reivindicarlo y, si no llegamos a tanto, al menos sí para lucirnos con una entrada que parece darnos coba aunque solo nos dé la oportunidad de dedicarle unos minutos de la mañana a enredar por "interred" como dice el Adolf Hitler literario de Timur Vermes, quien no creo que sea pariente de Peter Vermes.
Hace unos meses, me parece, algún periódico de la tierra se hacía eco de una clasificación sobre las mejores aficiones del mundo que había llevado a cabo la revista francesa So Foot. Aquí se hicieron eco porque, por supuesto, faltaría más (a pesar de ser aficionado yo mismo, sí, hay algo de ironía en mis palabras), el Athletic Club de Bilbao y su afición estaban en la lista, concretamente, en el séptimo puesto. Por detrás, los bilbaínos tenían (o teníamos, aunque yo soy más bien de las afueras), al Estrella Roja serbio, a los japoneses del Urawa Red Diamonds y a la hinchada del Saint-Etienne franceses. Los criterios no los tengo muy claros, pero, lo que si está claro es que para los responsables de la revista francesa había seis aficiones aún mejores que la de Bilbao, y éstas eran las de Galatasaray, Nápoles, Celtic de Glasgow, Borussia de Dortmund y Boca Juniors, por orden inverso, queriendo decir esto que los argentinos serían los primeros. Sí, claro que sí, me falta uno, ya sé que solo he puesto cinco. Y es que la sexta, colocada en quinto puesto en la clasificación, justo por delante del Galatasaray y por detrás de los napolitanos, era la afición del Raja de Casablanca, la de mayor número en el país, vistosa y ruidosa, y muy dada a las decoraciones, como la del Barcelona, y valga como ejemplo la última ocasión en la que se marcaron un vistoso colage dibujando en la grada la expresión "vox populi" que forma parte del aparato identitario de la afición.
Una afición que vio nacer al equipo (supongo que no todos) allá por 1949, aún a falta de siete años para conseguir la independencia, pero en pleno crecimiento del fervor independentista y la resistencia contra el protectorado. De hecho, el club nació como un instrumento para la causa independentista contra los franceses, eligió el color verde porque era el de la esperanza, el islam y uno de los que viste la bandera de Marruecos y vivió sus años de iniciación futbolística (me refiero al estilo que le marcó después) de la mano de Père Jégo, una de las figuras importantes del olimpismo marroquí y del nacionalismo del país. Y es que a las águilas verdes les costó tiempo y esfuerzo conseguir su primer título, allá por 1974, al ganar la Copa, aunque antes, en la edición 59-60 de la Liga, y de la mano de Jégo, el equipo acabó la competición empatado en el primer puesto con el FAR Rabat y el KAC Kenitra. Tenían mejor coeficiente de goles, pero la Federación decidió organizar un triangular para dirimir quién era el ganador final. Los dirigentes del Raja se negaron a participar, aduciendo que la normativa indicaba que en caso de empate contaría el coeficiente de goles a favor y que ellos eran, por lo tanto, los ganadores, pero la Federación no dio su brazo a torcer y el KAC Kenitra se llevó aquella edición al ganar por 1-0 su partido ante el FAR Rabat. No se ganó ningún título, por lo tanto, hasta los años setenta, y en el 68 lo dejó Jégo, pero cuentan las crónicas y los que saben de esto, que Jégo dejó como herencia una paciencia para construir un fútbol rápido y vistoso, de pases cortos y combinaciones, querencia por la posesión, la triangulación y la hermosura que definió el juego de un equipo que acabó por convertirse en poderoso con la cercanía de un nuevo siglo. Porque, poco a poco, el club ha crecido hasta convertirse en dominador de las competiciones nacionales. Desde aquella edición de copa del 74, los de Casablanca han ganado otras seis más (en 1977, 1982, 1996, 2002, 2005 y 2012), sumándole, además, 11 títulos de liga, la mayoría, a finales de los noventa y en un siglo XXI que dominan con solvencia (1988, 1996, 1997, 1998, 1999, 2000, 2001, 2004, 2009, 2011 y la última, la de 2013). Su poder ha alcanzado al continente, al vencer tres veces la CAF Champions League (equivalente, supongo, a la UEFA Champions League), en los años 1989, 1997 y 1999, una CAF Cup (2003) y una CAF Super Cup (2000). También ha ganado la liga que organizan todas las naciones árabes, la Arab Champions League en 2006 y la Afro-Asian Club Championship (1998) que organizan, al alimón, la Confederación Africana y la Asiática.
Aquellos años noventa tan victoriosos podrán encontrar un rival muy duro en las preferencias de la afición como los hombres de Faouzi Benzarti consigan darle un disgusto a los de Josep Guardiola. Motivación no les faltará. Juegan en casa y tienen la posibilidad de hacer historia. Y no es poco hacer historia en un club que tiene ya más de sesenta años de ella, una afición comprometida y extensa, una escuela de fútbol de la que han salido numerosos internacionales y un currículo amplio de títulos y exjugadores y exentrenadores que dejaron su impronta en la enciclopedia del club. Sin ir más lejos, la camiseta blanquiverde de las águilas verdes la han vestido jugadores como los históricos Houmane Jarir y Mustapha Choukri "Petchou", el ex del Lens, Niza o Saint-Etienne, Mustapha El Haddaoui, el ex del Deportivo y del Lille Salaheddine Bassir, el también ex jugador del Lille Abdelilah Fahmi, Youssef Safri, con carrera en Inglaterra, donde también ha jugado, además de en Francia, Grecia y Qatar, Talal El Karkouri, el ex del Hibernian y el Middlesbrough Marouane Zemmama, el francotunecino Adel Chedli, el internacional por Burkina Faso, Yssouf Koné, el ex de las ligas belga, francesa, griega y chipriota Dieudonné Londo, el actual delantero del West Ham Modibo Maiga o el ex de Lyon y Toulouse Alain Gouaméné, por nombrar a alguno. Además, varios entrenadores de cierto renombre han entrenado a este club marroquí: el español Francisco Ruiz allá por los años setenta, después relevado por Paco Fortes (un catalán que hizo carrera en Portugal) y que entrenó al Raja en el año 2006, los franceses Bertrand Marchand, Henri Stambouli, Alain Fiard, Jean-Yves Chay y, sobre todo, el histórico exjugador del Nantes, seleccionador francés y con un amplio bagaje en África, Henri Michel, el serbio Silvester Takac, el bosnio Vahid Halihodzic, el argentino Óscar Fullone, el portugués Fernando Cabrita, el ruso Guennadi Rogov, el portugués José Romao o el antiguo defensa de la selección de Brasil y del Benfica, Carlos Mozer. Hay más, claro, pero no tengo todo el día y creo que ha quedado claro, se entienda o no, se comparta o no se comparta, lo que me proponía decir. Mejor lo dejamos aquí. 
Quedan un par de días para que se dispute la final en el estadio de Marrakech. Ya aventuro que no creo que me acuerde de comentarlo aquí. Ya sabéis como es esto, tan pronto como lo hago, lo (me) olvido. Eso sí, aunque no me vaya nada en juego, y solo sea por elegir uno entre dos, si acabo viendo el partido y me da por animar, cuenta con que eligiré, puestos a elegir, los colores del Raja de Casablanca. Veremos, después, si hay sorpresa o Guardiola sigue recogiendo títulos.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Jackson Martínez






No es solo que vivamos en un mundo globalizado en el que viajas a una ciudad extranjera y entras en un centro comercial para robar el wifi y lo primero que te encuentras es otro ejemplo de la voracidad comercial del monopolio Inditex, es que el fútbol también está globalizado hasta límites insospechados. No podía ser de otra manera, ¿no? El fútbol, por mucho que tenga sus automatismos propios, pertenece al mundo más profano, y, por lo tanto, se rige por las mismas leyes comerciales y se somete a los mismos cambios sociales, digo yo. El otro día, un español se convirtió en el primero en ganar la liga de fútbol profesional de los Estados Unidos. Ya hemos hablado, largo y tendido, de los procesos migratorios que se están dando, últimamente, en el balompié. Pero es que esa movilidad futbolística, por supuesto, también se da entre los aficionados. Y más en una competición como la Champions League, que patrocina, entre otros, una aerolínea. 
Así que no debería sorprenderme que, desde que salí de casa ayer a las nueve de la mañana para empezar mi ruta solitaria hasta las orillas del Atlántico, hasta hoy que estoy en la terraza cubierta de un centro comercial de Oporto, bebiendo un café del Buondi y viendo de reojo un partido por Sport TV1, un partido que no sé ni a quién enfrenta, digo, no es extraño que, en el interín, pasara todo esto. 

Ya en el aeropuerto de Bilbao me encontré con algún aficionado del Bayern Leverkusen, rendido, aún con la bufanda al cuello, y tumbado en algún banco, pero con cara de satisfacción. Supongo que eran los retazos de la expedición de aficionados alemanes que el día antes habían estado en Anoeta viendo como los de Sami Hyppia ganaban a la Real Sociedad y pasaban de ronda. Había más, pero al no llevar bufanda, pasaban desapercibidos. Eso sí, el alemán se imponía en el vientre de la paloma y eso no es normal.
Cuando llegué a Lisboa me encontré, en la zona de tránsfer, con un montón de gente, pero entre ellos, distinguí a algún seguidor extraviado del Paris Saint Germain. El Benfica ganó el partido del martes, pero por lo que entendí viendo la televisión portuguesa en un pasillo de Portela, no le valió de nada.
También, y eso me sorprendió más, vi como llegaba en primera, buscando aparcamiento, al avión del Borussia de Dortmund. No, no me equivoco, era el avión, claramente con el escudo, las letras de Turkish Airlines llegando hasta la cabina. ¿Por qué? No lo sé, jugaban en Marsella en el día de ayer, y un gol de Kevin Grosskreutz les dio una clasificación agónica.
Cuando llegué a Oporto, no me lo voy a inventar, no me encontré con nadie merodeando por la terminal. Viajeros con chándales del Spórting, del Oporto, del Benfica, del Boavista, del Real Madrid, del Celtic y hasta del Sao Paulo, sí, sí que me encontré mientras paseaba de aquí para allá, porque las máquinas del metro me jugaron una mala pasada y tuve que regresar al aeropuerto para buscar la oficina de turismo y que me canjearan mi recibo por un billete. Por cierto, la línea del metro (más bien un tranvía moderno) va desde Aeropuerto Francisco Sa Carneiro hasta el Estadio do Dragao.
 Después de descansar un rato, cuando terminó el partido entre Miami Heat e Indiana Pacers con comentarios en portugués, me duché y acicalé tanto como pude. Merece la pena escuchar la retrasmisión de un partido de baloncesto en un idioma que no conoces, aprendes mucho y te lo pasas pipa, aunque, puede que yo sea tan aburrido que me crea que esto tiene gracia y solo tiene coña. Oírlo en portugués, hacía que me sintiera como si, en cualquier momento, fuera a aparecer Rogerio Klafke para lanzar de tres.
Me dio tiempo a cambiar de canal antes de salir, para ver cómo marcaba Gerard Piqué antes de que me duchara y Neymar después de que lo hiciera. El del medio, que marcó Pedro, me lo perdí, y antes de que empezara la segunda parte dejé la habitación. Hoy he leído que hubo más, y que Neymar Jr. disfrutó del partido. Lo he oído en portugués, claro.
Más o menos a las diez en el país vecino, a las nueve en la tierra de Eusebio (su camiseta aún se vende en en las tiendas de souvenirs del aeropuerto de Lisboa como si fuera algo sagrado), decidí salir a tomar algo. Me metí en un centro comercial prácticamente vacío, el mismo en el que estoy ahora, y ví que el wifi era gratis en la planta menos 1. Así que le resté uno a la planta cero en la que estaba, bajé y me encontré en un rincón con un par de servicios de comida rápida que no me apetecía visitar y la gente mirando al televisor. Estaban dando otro partido de champions, y yo sin enterarme de que el Oporto visitaba el Vicente Calderón. No me quedé a verlo. Robé el wifi de pie, escondido tras una columna, y cuando empezó a oler mal y el guardia jurado me rondó, me fui de aquel laberinto de mármol blanco para salir a las oscuras calles del Bom Sucesso (no sé si lo he escrito bien).
Di una vuelta a la manzana, esperanzado, rogando que me encontrara un bar que me diera al ojo para tomarme una cerveza fresca antes de volver a la habitación y adelantar trabajo para esta misma mañana. Y por suerte, lo encontré. Con el sarcasmo propio de la posmodernidad, una especie de ermita muy coqueta se mantiene de pie detrás del complejo hotelero en el que luego dormí. Junto a la ermita, aprovechando un edificio aledaño, me topé con un bar-restaurante de aspecto rústico pero moderno, iluminación agradable y una zona de barra donde no había nadie, así que me metí dentro. Me senté al fondo, junto a la barra, porque el ambiente estaba de frente, en una salita abierta tras unos vanos de piedra, donde la gente se agolpaba para ver el partido en mesas compartidas, mientras picaban algo bajo una luz tenue que le daba un toque muy cool al lugar.
Encendí el portátil. Fuera veía un Halcón Viajes. Me hizo gracia ver a Daniel Aranzubia en la tele, pero no tendría por qué. Pedí una Heineken, botella, aunque intenté decir botelha. Y ella me entendió, me la puso, y me dijo algo así como que si quería un copo. Y yo pensé, un copo de qué, ¿de nieve? Pero le dije que no por si acaso. Posiblemente, esta situación sea más rocambolesca que viajar a un país donde solo hablen dibujando jeroglíficos. Quiero decir que vas a China y sabes que nadie te va a entender cuando hables tu lengua materna, así que, o inglés, o prácticamente nada. Pero te acercas aquí, donde el vecino, y parece que te puedes hacer entender en español, porque pillas cuatro palabras que coinciden y ellos hacen lo mismo, pero, al final, la comunicación no es tan efectiva, y no sabes si hablar ya directamente en inglés o en ese portugués-gallego-castellano-nada que no funciona. La tía de Prosegur que cuidaba las máquinas del metro me explicó lo que había ocurrido en un portugués tan simple y moldeado (sí, coño, era portugués hablado para un niño de cinco años, no castellano con acento portugués) que entendí todo lo que dijo y hasta me animé a estrenarme con el obrigado, pero, por si acaso, cuando llegué al hotel, ataqué en inglés. Eso sí, el empleado, el señor Carvalho (no podía ser otro apellido), cambió por error al castellano y yo le dije algo que sonó ridículo en cuanto lo pronuncié: "you can talk to me in Spanish if you wish." Ridículo: ¿un hablante nativo de castellano le dice a uno de portugués no te esfuerces con el inglés, si te viene mejor, hablamos en mi idioma? En fin. En el mismo bar, pedí outra para beberme una segunda mini-Heineken y me sonrió mientras me contestaba algo que después de pensarlo creo que quería decir que me lo llevaba a la mesa, pero la chica vió mi cara de no sé qué me cuentas pero por si acaso déjalo y optó por decirme, outra, ok, y hacer un gesto que hasta en esperanto significa, olvídalo, sin más, y dármela, sin zarandajas, 2'5 euros y tan amigos.
Pero, dejemos los idiomas y volvamos al fútbol. Faltaba poco para acabar el partido, aunque no veía muy bien desde tan lejos. No iba a haber gol del Oporto. Los portistas se iban a ir apenados, aunque según leí después, ya no tenían nada que hacer. El Atlético ganaba 2-0. Y mientras escribía esto en una hoja de word porque no tenía conexión a internet, me propuse un estudio sociológico sobre cómo se vive el fútbol en países distintos. 
Joder, allí el silencio era casi sepulcral. No había bufandas ni camisetas ni riñas ni ánimos ni comentarios jocosos ni corría la cerveza ni ná de ná. Está bien, el Porto FC no se jugaba nada reseñable, la peña parecía ser de mediana edad, comedida, de clase media también. Cuando, creo que Jackson Martínez, lanzó un balón al palo, hubo unos tímidos caaaaaaaaaaaa! o algo así, por ahí, al fondo, pero poco más. Los tíos que tenía más cerca ni se inmutaron, estuvieron todo el partido con los brazos cruzados. Raúl García estuvo apunto de marcar y allí parecían estar viendo por aburrimiento un Pontevedra-El Caudal, de verdad. Ansioso porque marcara el Oporto, para estudiar la reacción, me quedé con las ganas. Mientras tanto, veía espaldas muy atentas, algunas de pie otras sentadas, clavadas en el televisor, pero no oía ni un aspaviento, ninguna reprimenda, ninguna desesperación. No había qué celebrar, pero, no me jodas, aquí, probablemente, hay más decibelios cuando hay algo por lo que quejarse o lamentarse que cuando hay qué celebrar. Allí, nada. Es que ni tan siquiera hablaban en voz alta. Podía escuchar el ruido que hacía al elegir las teclas. Quizás era por la proximidad de la iglesia, claro, quién sabe.
El partido terminó, y los aficionados dragones se fueron de allí de manera ordenada y con aire de resignación. Oí como uno pronunciaba el nombre de Jackson Martínez, pero no supe averiguar, por su gesto, si era para añadir algo positivo o negativo, lo que sí hice fue decidir que iba a utilizar el nombre del colombiano cuando escribiera todo esto. No sé si lo he utilizado antes, pero ya he dicho otras veces que empieza a pelármela, lo que sí sé es que llevo aquí una tarde y ya me he encontrado el careto de Cristiano Ronaldo cinco veces. Me acostumbraré. El partido que veía ha terminado, por cierto, y yo terminé mi café hace un buen rato, así que creo que ya es hora de dejar de abusar y salir a las calles de una ciudad que ayer celebraba los 105 años de Manoel de Oliveira y que hoy voy a patearme de arriba a abajo porque no tengo nada mejor que hacer y ya no hay partidos de Champions.