lunes, 12 de agosto de 2013

Evel Knievel



Creo que fue por el camino de tierra, atravesando la propiedad de la tribu Hualapai, cuando Debbie, nuestra guía, pronunció su nombre. Acababa de explicarnos que nos dirigíamos al centro de visitantes, que ahí deberíamos dejar el jeep aparcado y coger un autobús que nos acercaría a Eagle Point. Acababa, también, de explicarnos que los indios hualapai eran muy rigurosos con el tabaco y que exigían que tan solo se fumara en las zonas establecidas para ello. Explicó que llamaban a la tierra, madre, y al sol, padre, y con ello justificó que fumar estuviese solo permitido en ciertos espacios. El paisaje se repetía, el aire acondicionado me adormecía y andaba yo pensando en cómo practicarían el sexo la tierra y el sol, cuando le oí pronunciar el nombre de Evel Knievel (pronúnciese el apellido casi como nosotros decimos caníbal). 
Debbie le explicaba a uno de los australianos que a pocas millas de dónde nos dirigíamos se encontraba el lugar exacto en el que Knievel se empeñó en llevar acabo una de sus mayores hazañas. El motorista de Montana se propuso intentar saltar el Gran Cañón del Colorado montado en su motocicleta. Por supuesto, no era una motocicleta normal, si no que pretendía utilizar un prototipo mucho más aerodinámico. Como podía esperarse, las autoridades no le permitieron llevar acabo tal locura y, Knievel, que durante toda su vida demostró ser más tozudo e inconsciente que nadie, buscó otra localización y la consiguió en Idaho, en el cañón que crea el Snake River. Su intento fue fallido y consiguió salvar la vida milagrosamente. Tras estos fracasos, realizó otros intentos con más éxito, como cuando saltó sobre trece autobuses en el estadio de Wembley en Londres. Récord que superaría poco después, para establecer, así, su salto más memorable, en Cincinnati, Ohio, cuando sumó un autobús más a la fila. 
Knievel superó multitud de caídas. De hecho, permanece en el libro Guinness de los récords como el hombre que ha superado más fracturas óseas (más de cuatrocientas) y, por ejemplo, después de la caída de la que os quería hablar ahora, pasó más de 29 días en coma. Y es que, muy cerca de donde me encuentro ahora, a un par de millas al norte por el Strip, en la nochevieja de 1966, tras convencer, con una original y surrealista campaña de acoso y derribo, al dueño del hotel Caesar's Palace, Jay Sarno, Evel Knievel intentó saltar con su motocicleta la famosa fuente de ese hotel de Las Vegas. La moto falló en la aceleración y aunque alcanzó la segunda rampa, no consiguió mantener el equilibrio y las muchas contusiones y fracturas que sufrió lo tuvieron inconsciente durante casi un mes. Knievel no sé amilanó y siguió saltando y ocupando minutos en televisión hasta que decidió retirarse en Marzo de 1981. Desde entonces, se dedicó a entrenar a su hijo, Robbie Knievel quien, finalmente, en 1989, conseguiría lo que su padre no pudo y sobrevivió al tremendo salto en motocicleta sobre la fuente del Palacio del César. Años antes, Gary Wells, que se autodenominaba el mejor saltador de la historia, intentó lograr el mismo salto y acabó acaparando toda la atención por su brutal golpe contra el asfalto, tras el cual hasta se seccionó la aorta. Sobrevivió. 
Igual que sobrevivió Knievel a todos sus saltos para acabar falleciendo en Florida de problemas pulmonares en el año 2007. Incluso sobrevivió a su propia muerte, porque Knievel, hoy en día, sigue siendo una imagen icónica de los Estados Unidos de la segunda mitad de siglo. Cualquier repaso cultural de los años setenta en este país, incluiría su estampa engalanada de barras y estrellas, su capa, y sus gestos heróicos antes y después de recorrer las rampas con su motocicleta. Es, además, la suya, una historia puramente americana: la de un intrépido hombre de negocios con una juventud problemática (se cuenta que consiguió su apodo Evil, que luego él mismo cambió a Evel, al compartir celda con un hombre que respondía al apellido de Knofel, lo que llevó al carcelero a ponerle al dueto el nombre cómico de "Awful" Knofel and "Evil" Knievel, es decir, el terrible Knofel y el diabólico Knievel) y una fortuna dilapidada entre excesos y malas decisiones.
Ni que decir tiene que de nada de esto me acordé o me preocupé por conocer mientras estábamos en tierra de los Hualapai. A casi dos mil metros de altura sobre el nivel de mar, rodeado de promontorios rojizos y declives de terracota que el río Colorado ha ido perfilando tras millones de años de sinuoso y reposado discurrir hasta el nombre de Evel Knievel se convierte en polvo que arrastra la brisa de aire más puro que jamás haya podido respirar.
Debajo cuelgo un vídeo que recoge los tres intentos, el de los dos Knievel y el de Gary Wells, en el Caesar's Palace.


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