viernes, 16 de enero de 2015

Delonte West



Hizo dos buenas temporadas en los Celtics de Boston y otro par de ellas con los Cavs de LeBron James. Allí comenzó un rumor que le hizo mucho daño y que aseguraba que había mantenido una relación con la madre de James. Su carrera ya había sido un tanto tortuosa, debido, en parte, o completamente, a su enfermedad, ya que West era bipolar. Hace unos años, fue detenido por la policía cuando conducía su moto de tres ruedas a mucha velocidad por la autopista y le encontraron armado y con un rifle guardado en la funda de una guitarra. 
Hasta aquí parece que estoy escribiendo un segundo capítulo y que estiro el contenido de la entrada anterior. Pero no es así. Delonte West, quien, según se aseguraba en la prensa, llegó a dormir en los vestuarios de su equipo cuando la economía se torció, parece haber encontrado un nuevo camino hacia la redención en Venezuela. El de Washington juega ahora para los Guaros de Lara, donde tiene de compañeros a un viejo conocido de este blog, el ex bluejay Gregory Echenique y al alero de Alabama Jamario Moon, quien hizo un par de buenas temporadas en los Toronto Raptors al comienzo de su carrera. 
Y es que parece que todo empieza y termina en la NBA y, como mucho, algunos sabemos que hay más chicha en Europa, pero el resto del continente americano parece un desierto cuando hablamos de baloncesto. Y no es así. Así no es. 
Todo esto viene a que hace unos días, o ayer mismo, Bucaneros de La Guaira ganó, en partido amistoso, al CEBA Guadalajara, y yo lo leí en algún sitio. Al parecer, la liga venezolana no comienza hasta el 14 de Febrero y los equipos de baloncesto del país se encuentran en plena pretemporada. Los Bucaneros se habían organizado una gira en España para prepar bien esta próxima temporada. Lo que me llamó la atención fue saber que en el equipo venezolano jugaban Eduardo Hernández-Sonseca y Pete Mickeal y que el entrenador era el ex-Fuenlabrada Luis Guil
Ostias, me dije, fíjate tú. Y me fijé. Me fijé en que había más caras conocidas jugando en la Liga profesional venezolana y que parece que el baloncesto en este país crece en afición y en capacidad de negocio. A Delonte West, Jamario Moon, Gregory Echenique, Edu Hernández-Sonseca y Pete Mickeal, podríamos añadirles otro buen puñado de nombres conocidos que convirten a esta liga en una competición atractiva. Tengamos en cuenta, antes de que me ponga a nombrarlos, que no he seguido más criterio que mi conocimiento y que he visitado la página de eurobasket.com y como no la tuvieran actualizada en el día de ayer, puede que esté cayendo en errores, pero, a pesar de estas dos advertencias, a los ya mencionados, se suman otros jugadores importantes como Kris Lang, pivot norteamericano que, además de jugar en el Unicaja de Málaga, también ha conocido las ligas italiana, coreana, polaca, ucraniana y turca; Rodney Carney, estrella de la universidad de Memphis y con una larga experiencia en la NBA; otros dos que pasaron por España, como Jhornan Zamora (Valladolid y Clínicas Rincón) u Óscar Torres (Tarragona); Aaron Harper, ex jugador, entre otros, del Azovmash o el Pau Orthez; Dwayne Jones, ex NBA con una extensa carrera que le ha llevado a jugar también para el Efes Pilsen o el Estrella Roja; el tres veces MVP de la Liga holandesa, Leon Rodgers; el ex de Zornotza, Juan Coronado; el venezolano, ex del Larissa, Murcia y Siena, Héctor Romero y sus compatriotas David Cubillan, ex jugador del Maccabi Haifa, Luis Bethelmy. También, además de Luis Guil, entrenan en Venezuela, igual que Francisco Olmos sigue en Puerto Rico, un ex ACB como Gustavo Aranzana u otros conocidos como el ex jugador del Real Madrid y los Houston Rockets, Carl Herrera o el bonaerense, asistente de Rubén Magnano en la selección, Fernando Duró.
Pero, ya puestos, también le eché un vistazo a la liga mexicana, la liga brasileña, la liga uruguaya y a la de Puerto Rico. Y fíjate tú que me encontré con que en Brasil, todavía andan compitiendo jugadores como Walter Herrmann, Marcelo Machado, Raffael Hettsheimer, Nicolás Laprovittola, Caio Torres, Marcos Mata, Paulo Prestes, Marcus Vinicius Toledo, Maximiliano Stanic, Nicolás Gianella o Guilherme Giovannoni. Y en Argentina, podemos encontrarnos con Robert Battle, Diego Ciorciari, Matías Lescano, Diego Lo Grippo, Darren Phillip, Alejandro Alloatti, Bruno Fitipaldo, Adrián Boccia, Leo Gutiérrez, Nicolás de los Santos, Sam Clancy, Matías Sandes o Ariel Eslava. En Uruguay, traen recuerdos los nombres de Nicolás Mazzarino, Rubén Garcés, Kiril Wachsmann, Diego García, Chris Moss o Marcus Goree. En Puerto Rico, seguro que te suenan familiares los de Edward Santana, Blake Ahearn, Larry Ayuso, Gary Wilkinson o Daniel Santiago. En México, juegan el ex Laker Devin Ebanks, Lance Allred, Omar Quintero o Jumaine Jones.
Lo dicho, que no todo empieza en Europa y termina en Portland. Y lo que no se termina es el tiempo, porque si Derrick Alston ya estuvo jugando hasta los 40 en Argentina y en la misma Liga se retiró Juan Alberto Espil con 44 (por no hablar de Óscar Schmidt Bezerra jugando con el Flamengo a los 45), si cogemos a alguno de los que hemos mencionado arriba, podíamos hacer una plantilla con una media de edad que superara la treintena con mucho: Daniel Santiago (38), Marcus Goree (37), Diego Lo Grippo (36), Darren Phillip (36), Max Stanic (36), Marcelo Machado (39), Rubén Garcés (41), Walter Herrmann (35)...

martes, 13 de enero de 2015

Roy Tarpley



Bueno, vamos a ser magnánimos. El título para Roy y la foto para Bobby, al que, igual, no le gusta que le llamen así. Dejémoslo aquí. Digamos que las noticias (luctuosa y delictiva) que llevaron, de regreso, a estos dos ex-jugadores de la NBA ante los focos de la prensa me animaron a escribir una entrada que llevaba tiempo barruntando pero que me resistía a escribir. Me resistía porque luego siempre resulta que me pongo analítico y académico pero me faltan la rigurosidad y profundidad necesarias para hacer buenas reflexiones y sacar mejores conclusiones. Swift y Tarpley, Tarpley y Swift, han acabado en pocos días consiguiendo que venza mi propia resistencia; pero, sobre todo, más que Roy y Robert, han sido la agonía de vivir y la tragedia de lamentarse las que me han incitado a escribir, pase lo que pase, diga lo que diga, lo haga como lo haga. Quizás, eso mismo, es lo que pensaban estos dos grandullones.

Robert Swift fue un pivot que jugó en los Seattle Supersonics y en los Oklahoma City Thunders antes de terminar su carrera en Japón y dedicarse a otra cosa, cosas peligrosas. Swift destacó en el instituto, donde incluso fueron investigados sus traslados de un colegio a otro. Era un chaval de una envergadura impresionante que, además, no se encontraba incómodo en la zona. Tanta fue la expectación, que Swift se olvidó de su acuerdo con la Universidad de Southern California para preparar su experiencia en el baloncesto universitario, y se apuntó directamente al draft. Lo eligieron en 2004 unos Seattle Supersonics que le vieron más talento que a otros que quedaron elegidos por detrás de él, gente como Jameer Nelson, JR Smith, Josh Smith, Al Jefferson, Sebastian Telfair, Tony Allen, Kevin Martin, Anderson Varejao o Trevor Ariza. Todos, como decía, vinieron después de Swift y después de un Dwight Howard que, por supuesto, fue el primero de aquel draft. Sin embargo, como podíamos esperar dado el marchamo dramático que parece tener esta entrada desde el principio, la carrera de Swift se quedó a años luz de lo que se preveía cuando jugaba en las canchas del instituto. El pelirrojo se vio azotado por las lesiones y nunca pudo encontrar su juego. Sus números no reflejaban aquellas primeras expectativas. Así, se retiró joven, igual que llegó al negocio del baloncesto profesional. Demasiado, probablemente.
Swift no había tenido una infancia fácil. El dinero faltaba en su casa, más aún después del accidente de tráfico de su padre y la enfermedad de la madre. Su crecimiento baloncestístico, supongo, fue un alivio que parecería milagroso. Swift, detenido en alguna otra ocasión por conducir ebrio o drogado y adicto a la heroína, fue detenido temporalmente cuando, en 2014, le pillaron viviendo en casa de un supuesto traficante de heroína y metanfetamina. Le encontraron con una recortada que él negó poseer y dijo que era propiedad de su compañero de piso, dueño de una extensa colección de armas de fuego. Se libró de una pena extensa, pero, hace pocos días, Swift volvía a encontrarse en una situación delicada y, esta vez, era él el que se había metido en otra casa. Le pillaron supuestamente robando. Swift dijo que tenía un pedo que te espantas y que no se enteró de mucho. Él y su compañero portaban diez cuchillos y un rifle.

Roy Tarpley, por su parte, disputó la liga universitaria con los wolverines de Michigan. Era un ala-pivot de 2'10, rápido, atlético, habilidoso y con un talento especial para el rebote. Sus números eran buenos y también los pronósticos que le auguraban una profusa carrera profesional (y, al final, tenerla, la tuvo, aunque no fuera como muchos creyeron que iba a ser).
Tarpley fue elegido entre los diez primeros del estrambótico draft de 1986. Digo estrambótico porque tampoco me quiero calar y usar adjetivos de los que luego me arrepienta, pero es cierto que el del 86 es probablemente uno de los drafts más dignos de un concienzudo análisis. Encabezado por Brad Daugherty, ex All-Star y con una carrera sólida, ahora mentido en el negocio de la NASCAR, precedieron a Tarpley gente como el malogrado Len Bias (muerto a los 22 años por sobredosis de cocaína), Chris Washburn (llegó a vagabundear por las calles de Houston y pasó tres años en la cárcel), Chuck Person (un buen jugador que ahora ejerce de ayudante de Byron Scott), Kenny "Sky" Walker (se quedó en un exhibicionista de mates y pasó por la ACB: Granollers y Cáceres) y William Bedford (ex jugador de los Phoenix Suns que cumple o cumplió diez años de cárcel por tráfico de marihuana). Lo curioso es que por detrás de todos estos y por detrás del propio Roy Tarpley fueron elegidos jugadores como Arvydas Sabonis, puesto 24, Mark Price, 25, Dennis Rodman, 27, Nate McMillan, 29, Johnny Newman, 30, Kevin Duckworth, 33, Jeff Hornacek, 46, Drazen Petrovic, nada más y nada menos que en el puesto 60. Las curiosidades de este draft serían aún más sorprendentes para los buenos aficionados europeos porque, entre los seleccionados, además del lituano Arvydas Sabonis, y aunque en posiciones bajas, se encontraban gente como Alexander Volkov, Valery Tikhonenko, Augusto Binelli o Panagiotis Fassoulas. Pero, lo que encenderá nuestra nostalgia, probablemente, es la cantidad de ex ACB (algunos con una repercusión importante) que reunió este draft: Andre Turner, LeMone Lampley, Johnny Rogers, Joe Ward, Buck Johnson, Harold Pressley, Walter Berry o John Sam Williams.
Volviendo a Tarpley, el interior jugó dos primeras y buenas temporadas en Dallas Mavericks, pero el resto de su experiencia NBA, apenas unos pocos años más, estuvo llena de incidentes y problemas extradeportivos. Por ello, decidió cruzar el charco y se vino a Europa y, después, se fue hasta el Lejano Oriente. Pasó por Grecia (Aris, Olympiacos, Iraklis, Ikaros Esperos), Chipre (Apollon Limassol), Rusia (Ural Great Perm) y China (Beijing Olympians).
Entre sus hitos más importantes durante su experiencia europea habría que destacar el campeonato FIBA European Cup (lo que antes llamábamos la Recopa y llegó a conocerse como la Copa Saporta), en la temporada 1992-93. Jugaba en el Aris y vencieron en el Parco Ruffini de Turín al Efes Pilsen de Petar Naumoski. Antes, habían eliminado al Zaragoza. Roy Tarpley fue el mejor de aquella final con 19 puntos y 12 rebotes, y eso que jugaba en un equipo con gente que tenía peso y pulso, gente como Panagiotis Giannakis, Mikhail Misunov, J.J. Anderson o Dinos Angelidis. El año anterior había sido trágico para los de Salónica, cuando, en el verano, a pesar de no quererlo y debido, según contaban, a encontronazos con el presidente del Aris, la gran estrella y leyenda del club, Nikos Gallis, anunciaba su marcha al Panathinaikos. Sin embargo, entrenados por el histórico técnico israelí Zvi Sherf se llevarían una final que no conseguiría detener el progresivo deterioro de la competitividad del equipo. Roy Tarpley también cambió de bando al año siguiente y se marchó al Olympiacos. Con ellos también viviría una temporada de éxito, llevándose Liga y Copa en su país, pero, en la máxima competición europea, tuvo que conformarse con el subcampeonato porque el norteamericano Corny Thompson clavó un triple que todavía hará llorar a más de uno en Badalona. Con 12 puntos y 8 rebotes, estuvo un poco flojo en aquella final. Una final a la que su equipo llegaba con un sólido y potente equipo encabezado por gente como Zarko Paspalj, Milan Tomic o Dragan Tarlac. Sin embargo, el Joventut de los hermanos Jofresa, Villacampa, Mike Smith, Ferrán Martínez, o el bilbaíno Juanan Morales no estaba dispuesto a que la épica historia que habían escrito durante toda la competición se terminara con un final deslucido.Corny Thompson apuntó y el sueño se hizo realidad.
Tarpley, como ya he dicho, antes de viajar a Europa, jugó dos temporadas, sin aparentes problemas, en la NBA. Llegó a ser considerado el Mejor sexto hombre en el año 1988. Fue sancionado poco después y, aunque regresó, acabó por ser expulsado de por vida en la temporada 1994-1995 después de incurrir en su tercera penalización administrativa por asuntos relacionados con el consumo. En su breve experiencia profesional en los Estados Unidos, jugó unos 280 partidos y sus números marcan medias de 12,6 puntos y 10 rebotes, lo que nos da una idea del potencial que tenía Tarpley. Tarpley, por cierto, se atrevió a demandar a la NBA en 2007. Sus abogados argumentaban que la liga había incurrido en una ilegalidad al no permitirle regresar a la competición años después de su expulsión de por vida. En 2009, ambas partes alcanzaron un acuerdo del que nunca se conocieron los detalles.
Tarpley murió hace apenas unos días. Tenía 51 años y, según parece, no superó una insuficiencia hepática. Todo lo que he contado hasta ahora puede, o puede que no, tuviera repercusión en su hígado. 

La detención de Robert Swift y la muerte de Roy Tarpley no dejan de invitarnos a reflexionar sobre las circunstancias sociales y culturales en las que se manejan algunos jugadores profesionales. Hacer generalizaciones siempre es arriesgado y, generalmente, incorrecto, pero son muchos los ejemplos dentro de la práctica deportiva profesional (y todo se magnifica cuando se manejan las cantidades que gestiona el negocio del deporte profesional en los Estados Unidos de América) en los que asistimos a derrotas personales de profesionales que parecían abocados al éxito y a una vida sin ataduras ni preocupaciones económicas. Los datos económicos relacionados con procesos de bancarrota en las economías particulares de jugadores de baloncesto profesional son alarmantes, por mucho que otros permanezcan en el silencio y sustenten el resto de sus vidas activas desde la pasividad de los réditos de unos pocos años con un buen contrato laboral. Igualmente, y guardado mayor relación con los casos específicos que abrían esta entrada, los datos que recogen los casos de criminalización de algunos jugadores y exjugadores de la NBA resultan preocupantes. 

Los casos de Dennis Rodman, Allen Iverson, Kenny Anderson, Eddy Curry, Derrick Coleman, Rick Mahorn, Shawn Kemp, Latrell Sprewell, Vin Baker, Antoine Walker, Scottie Pippen... son, probablemente, solo los más aparatosos y visibles. Todos ellos dilapidaron sus fortunas en los años posteriores al fin de sus carreras deportivas. Algunos, habían hecho ostentación o son claros ejemplos de falta de contención, hablando de que poseían cuarenta relojes de la marca Rólex (Derrick Coleman), contratando a un cocinero particular por 72.000 dólares al año (Eddy Curry) o teniendo que pasarle la manutención a siete hijos de seis mujeres distintas (Shawn Kemp). Mis favoritos son Dennis Rodman quien, al parecer, se gastó 1.3 millones de dólares al año, durante tres años consecutivos, comprando vinilos de música heavy. También me encoje el corazón, la verdad, el catastrófico empeño de Derrick Coleman por revitalizar la zona más histórica de Detroit, con su particular relación con la música, y ver como el que fuera una estrella de los Nets incluso le debe dinero a Dave Bing, otro exjugador de la NBA (Pistons, Celtics, Bullets) y estrella de la NCAA (Syracuse) al que le pidió dinero prestado porque, entre otras cosas, Bing si es un ejemplo de buena gestión, ya que, gracias, en parte al negocio del acero, se ha convertido en un hombre pudiente. Por cierto, ejemplos como el de Earvin "Magic" Johnson, Jamal Mashburn, Michael Jordan o Karl Malone, con sus más y sus menos, también servirían de contrapunto a las trágicas historias de los que mencioné al principio. 
En 2008, al parecer, un representante de la NBA ofreció una charla sobre economía a los jugadores de los Toronto Raptors y ahí soltó un dato que ha sido largamente usado en muchas ocasiones, incluso por el sindicato de jugadores de la NBA, si no me equivoco. El dato era el siguiente: el 60% de los jugadores de la NBA caen en la bancarrota a los cinco años de terminar sus carreras. Sin poder dar con exactitud la referencia de esos datos, creer en ellos significa creer en una situación que yo calificaría de dramática. 

El padrino de Kyrie Irving, Rod Strickland, quien también tuvo problemas con la policía cuando conducía, se hizo famoso por gastarse 4 millones de dólares en Kool-Aid (una bebida en polvo muy popular en su país) y Crush (una especie de naranjada). Strickland abandonó los Portland Trail Blazers una temporada antes de que se convirtieran, gracias a la habilidad poética de los periodistas y a sus conquistas dentro y fuera de la cancha, en los Portland Jail Blazers (no sé si debo decirlo, pero quitan "Trail" por "Jail" y "Jail" significa cárcel en inglés). Eran los Blazers que dirigía un desesperado Maurice Cheeks y en los que jugadores como Ruben Patterson, Bonzi Wells, Rasheed Wallace, Damon Stoudamire o Shawn Kemp rivalizaban a la hora de protagonizar noticias deportivas y extradeportivas que algunos calificarían, precisamente, de poco deportivas. Por supuesto, en muchos de esos casos el consumo de drogas y alcohol era una de las causas principales. Pero no han sido ni serán los únicos (ni los últimos). El propio Kareem Abdul-Jabbar tuvo sus problemas. He leído que a Robert Parish, quién lo diría, le hicieron pagar una multa de 37 dólares cuando interceptaron unas cartas que llegaban a su domicilio repletas de yerba, y no para cambiar el césped de su jardín. Hubo casos trágicos como la muerte por sobredosis, ya mencionada, de Len Bias, el caso de Eddie Griffin, que triplicaba el límite permitido de alcohol cuando conducía y se olvidaba de las vías del tren y del tren que venía por ellas o el de Chris Herren, ex de los Celtics o del Galatasaray, consumidor de cristal, sufrió una sobredosis de heroína y murió al estrellar su coche contra un poste. Ha habido muchos más, desde los problemas de alcohol de Chris Mullin hasta la sobredosis de barbitúricos de Isaiah Thomas, pasando por los vídeos de Stephon Marbury, los casos de Chris Webber, JR Smith, Corie Blount, Stanley Roberts, Vin Baker...  A Richard Dumas, de los Phoenix Suns, también lo sancionaron de por vida. La vida, precisamente, de Lamar Odom ha sido retrasmitida en directo, incluída toda su miseria. Keith Closs, aquel pívot infinito que bebía en el banquillo y fumaba maría en los descansos, se rehabilitó. Algunos lo hacen, pocos, pero algunos lo consiguen.

Desde 1986, la NBA organiza el Rookie Transition Program. Durante tres días de agosto, los jugadores que están apunto de comenzar su experiencia en la liga, tienen la obligación de asistir a una serie de charlas, talleres, cursos y mesas redondas donde se tratan todo tipo de temas, con especial atención a aquellos que parecen secundarios a su actividad profesional. Educación financiera o educación en relación con el consumo de drogas y alcohol están entre los temas que se tratan. Si esos aspectos forman parte de la formación preliminar de cualquier jugador profesional, he de pensar que se debe a que la NBA conoce las razones que explican los datos y casos que hemos detallado anteriormente. Estudios, hay. Sociológicos, económicos, supongo que hasta psicológicos. Algunos apuntan a razones que los jugadores afectados arrastran desde su infancia, situaciones familiares, falta de integración social, desequilibrios económicos, hábitos perniciosos que forman parte de su contexto social... También se han desarrollado los argumentos que estudian la falta de prosperidad de los jugadores cuando terminan su carrera, y se distinguen aspectos como el entorno negativo y codicioso, el oportunismo de otros, la escasa preparación, la rutina materialista, los efectismos socioculturales... Si conocen las razones es de pensar que descubrieron la solución. Son 28 años de experiencia formativa, pero, aún y así, en 2013 Shabazz Muhammad fue expulsado de este mismo programa al encontrarlo en su habitación de hotel, durante los días de formación, con una inesperada compañía femenina. Cinco años antes, Mario Chalmers y Darrell Arthur también tuvieron que volverse a casa antes de tiempo. Dijeron que la razón fue la misma que en el caso de Muhammad, pero también se habló de un intenso aroma a marihuana en la habitación. Aún no tengo claro si Michael Beasley estuvo o no estuvo también allí.

Swift quizás acabe saliendo de la cárcel. Y si lo hace, quizás pueda seguir el camino que tanto le habrá costado recorrer a Keith Closs. Si no, puede que siga rodando cuesta abajo como aún debe estar haciéndolo aquel Javaris Crittenton que se montó un duelo al sol en el vestuario de los Wizards con Gilbert Arenas, y que acabó acusado de asesinato y tráfico de drogas, en parte, por su relación con la banda de los Crips a la que se incorporó al mismo tiempo que se incorporaba a Los Ángeles Lakers. Los Ángeles, la ciudad como foco de todas las incitaciones y tentaciones. Allí donde las Kardashian reinan, Vicent Chase se forra y sus amigos de farra, Paula Abdul era animadora y a Iggy Azalea no le dejan hacer las compras tranquila. Sería otro factor, otra razón, otro motivo, otro punto a desarrollar en un informe que intente explicar porcentajes y números que demuestran el peligro del dinero y del éxito, del precio que pagamos por magnificar todas nuestras intrigas.  

jueves, 8 de enero de 2015

Zé Roberto da Silva



En esto que está el mercado invernal en plena ebullición y los futbolistas pasan más tiempo preparando mudanzas que jugando a la play y me encuentro con uno que sí me llama la atención. Entre que le quitan al Eibar a Raúl Albentosa, que si Xherdan Shaqiri se va al Inter (mítico el ataque de Suiza con Xhaka y Shaqiri), Cani al Atlético que también fichó a Fernando Torres, Víctor Valdés al Man United o el Real Madrid fichando a adolescentes noruegos, voy y leo que el Palmeiras, que volvió recientemente a la máxima categoría del fútbol brasileño y pretende alegrar a su hinchada con un buen puñado de fichajes, se hizo con los servicios de aquel Zé Roberto que fichó Lorenzo Sanz, dicen que de manera sospechosa y que no duró mucho en el Santiago Bernabeu porque su compatriota Roberto Carlos, también da Silva, tenía una autopista con peaje en la banda izquierda y no levantaba la barrera para nadie. 
Zé Roberto tiene ya 40 años y a mí me sonaba a cromo de papel de aquellas colecciones que había que pegar con el invento de Don Gregorio Imedio. En esta última de las muchas presentaciones que habrá tenido, supongo, el de Ipiranga contaba, no sé si con coña, que piensa seguir jugando hasta los 45 por no decir hasta los 50. Con más seriedad, le he oído decir que desde que cumplió los 30 se encuentra en plenitud física y que no está por la labor de desaprovecharlo. Así que ha fichado por el Palmeiras, uno de los clubes con más aficionados de su país, que, aún así, como ya hemos comentado, llegó a descender recientemente y no gana el Brasilerao desde 1994, con aquel equipo de Wanderlei Luxemburgo donde jugaban, entre otros, el propio Roberto Carlos, César Sampaio, Flavio Conçeiçao, Iomar do Nascimento "Mazinho", Edmundo Alves de Souza y Rivaldo Vitor Borba. Como para no ganarlo, claro. 
Ahora, este Palmeiras más reciente, lo entrena Oswaldo de Oliveira y repetirá en el campeonato principal, después de salvarse por los pelos el año pasado. En pleno periodo de pretemporada, la competición se reanudará en febrero con los campeonatos estatales. Los verdao jugarán el Paulista, por supuesto, y la presidencia había prometido incorporaciones. La de Zé Roberto, probablemente, no sea la última. 
A sus 40 años, este extremo al que le fue mejor en Alemania que en España, puede vanagloriarse de  reunir más de ochenta internacionalidades y de haber sido mundualista en dos ocasiones. Y, además, por meter caña, de heredar el número 21 que dejó libre en el Real Madrid, Luis Enrique Martínez. Llega al Palmeiras proveniente del Gremio de Portoalegre y, antes, estuvo ganándose los ahorros en el Al-Gharafa Sports Club de la liga catarí, un equipo por el que también han pasado, entre otros, jugadores como Paulo Wanchope, Bakari Koné, Marcel Desailly, Juninho Pernambucano, Harry Kewell o Sonny Anderson y, donde ahora juegan gente como Lisandro López o el ex del Getafe Miku Fedor.
Antes de todo eso, Zé Roberto jugó más de 600 partidos oficiales en equipos alemanes, repartidos entre sus años en el Bayern Leverkusen, el Bayern Munich y el Hamburgo. Con los bávaros que ahora entrena Josep Guardiola, consiguió llegar al cénit de su carrera deportiva, ganando cuatro bundesligas y alcanzando la titularidad con la selección de su país. Así se libró de la decepción que vivió en Madrid tras salir de la Portuguesa; un fracaso deportivo que le llevó a regresar a su país y jugar para el Flamengo. Palmeiras, Gremio, Flamengo y Portuguesa no han sido sus únicos equipos en la liga brasileña. De hecho, Zé Roberto ganó el Campeonato Paulista al que aspirará ahora con los verdiblancos de Sao Paulo en 2007 cuando lo disputó con el Santos. 
Si lo gana o no lo gana, eso ya, será cosa de esperar y ver. Si os interesa, andad atentos, porque yo, me temo, no creo que recuerde comentarlo aquí cuando suceda. Y, si lo recuerdo, en el plan que ando últimamente, es probable que me de pereza. Ahora, seguro que si Zé Roberto cumple los 50 vestido de corto, me acuerdo y vuelvo a invitarlo a este txoko. Aunque, pensándolo bien, eso significaría que sigo escribiendo este blog dentro de... ¡diez años! Buff, no sé yo si seré capaz de mantenerme en forma como lo ha conseguido él.

miércoles, 7 de enero de 2015

Jan Hirt



No sé si se publicaban hoy oficialmente, pero yo las he visto hoy por primera vez. De vez en cuando, podría empezar por el principio, lo sé. No hoy. Hoy he leído cuáles son las plantillas de los 17 equipos que formarán parte de la segunda categoría del ciclismo profesional, la Profesional Continental. Parece que serán dieciocho si, finalmente, se resuelve el expediente del Europcar a favor del equipo francés. Entonces, contando a los de Jean René Bernaudeau, serían 18 y todo el mundo feliz. 
Hay, principalmente, cuatro cambios importantes, aunque yo diría cinco. Uno es que el IAM Cycling de Michel Thetaz ha pasado de curso y el año que viene correrá con los mayores. Dirigido deportivamente por ex corredores bastante recientes como Rubens Bertogliati, Eddy Seigneur, Mario Chiesa o Kjell Carlström, los suizos seguirán contando con grandes corredores como Sylvain Chavanel, Martin Elmiger, Matthias Frank, Matteo Pelucchi, Heinrich Haussler o Jerome Pineau. Gente como Stef Clement, Jerome Coppel o David Tanner subirán el nivel hasta acoplarlo al de la categoría. Ellos se van y el que se incorpora a la Profesional Continental es el Nippo-Vini Fantini de Francesco Pelosi que mezclará los ciclismos de Italia y de Japón en una plantilla en la que destaca la incorporación de Damiano Caruso quien, acompañado de experimentados corredores como Danielle Colli o Pier Paolo de Negri, tendrá que enseñarle de qué va la profesión a un buen puñado de neos. 
Los italojaponeses no serán el único equipo nuevo, aunque sí el único ascenso. Team Roompot y Cult Energy se apuntan a la aventura del ciclismo profesional. El segundo es un nuevo proyecto danés que dirigirán André Steensen, Michael Skelde y el australiano Luke Roberts. En una mezcla un tanto extraña, destacan los no nacionales, con un colorido recorrido geográfico que va desde Gran Bretaña, con el veteranísimo Russell Downing, hasta el sur de Europa, con el francés Romain Lemarchand, pasando por los alemanes Fabian Wegmann o Linus Gerdemann y el sueco Gustav Larsson. Entre los locales, gente como Rasmus Guldhammer, Troels Ronning Vinther o el jovencísimo y prometedor Rasmus Christian Quaade. Igual de prometedores son también los luxemburgueses Joel Zangerle y Alex Kirsch o el checo Karel Hnik; todos ellos formarán parte de este nuevo equipo patrocinado por una bebida isotónica. El segundo proyecto que se estrena en el ciclismo profesional viene de Holanda, lo patrocina un proveedor de casas veraniegas, y tendrá como jefe a Jean Paul Van Poppel, acompañado por dos veteranos del ciclismo holandés, Michael Boogerd y Erik Breukink. Entre los tres, fíjate por dónde, han ganado más de treinta etapas en las grandes vueltas, así que seguro que tienen cosas que contarle a sus corredores, un grupo que mezcla veteranía y juventud, pero ambas neerlandesas. Desde los ya experimentados Johnny Hoogerland o Marc de Maar hasta los prometedores Ivar Slik o Dylan Groenewegen, pasando por todos los hermanos Kreder, Michel, Raymond y Wesley.
El Cofidis de una de las grandes sensaciones de la temporada pasada, Nacer Bouhanni, el Caja Rural y su cuadrilla de eternos luchadores, el Wanty-Groupe Gobert belga pero con el toque italiano de Enrico Gasparotto, Marco Marcato y Danilo Napolitano o los alemanes del Bora-Argon 18, con Jan Barta o Dominik Nerz, le pondrán mucha mordiente a esta categoría. Junto a ellos, el Colombia de Leonardo Duque, Cayetano Sarmiento y Fabio Duarte, el Androni Giocattoli de Davide Appollonio, Franco Pellizotti y Oscar Gatto, o el Yellow Fluo (en otros sitios lo llaman Southeast) de Angelo Citracca, que acaba de fichar a Alessandro Petacchi, quien, a sus 41 años, tendrá como compañeros a Mauro Finetto, Mirko Tedeschi, Francesco Gavazzi o el prometedor polaco Jakub Mareczko. 
Otros equipos tendrán un calendario y unas aspiraciones más modestas. El Rusvelo que lidera Petr Ignatenko o los americanos del Team Novo Nordisk de Vassili Davidenko, por ejemplo. El Bardiani CSF seguirá haciendo cantera, mientras gente como Enrico Battaglin, Sonny Colbrelli, Andrea Piechele o Stefano Pirazzi les otorgan resultados actuales. El Vlaaderen de Christoph Sercu también lleva años sacando a jóvenes talentos, pero ahora contará también con veteranos como Preben Van Hecke, Kenny de Ketele o Pieter Jacobs. Tampoco el Unitedhealthcare de Roberto Damiani y Hendrik Redant es nuevo en esto. Eso sí, este año tienen que dar un paso adelante. Las incorporaciones de Daniele Ratto o Janez Brajkovic deberían dar resultados. 
Decía al principio que las novedades eran cinco, que no cuatro, porque, en líneas generales, es sorprendente la cantidad de buenos corredores que se han quedado sin equipo en la primera categoría y han acabado en ésta. Si, en lo que llevamos, ya hemos oído nombres como los de Nacer Bouhanni, Alessandro Petacchi, Janez Brajkovic, Damiano Caruso o Daniele Ratto, los cambios más sorprendentes, probablemente, los han acaparado el equipo polaco del CCC Sprandi Polkowice y los sudafricanos del MTN-Qhubeka, un equipo con aspiraciones que se lleva la palma en cuanto a nombres de relumbrón. Con el español Alex Sans Vega entre sus directores técnicos, los de Johanesburgo han incorporado, entre otros, a Edvald Boasson Hagen. Solo el noruego ya sube el nivel de cualquier plantilla, pero, con él, han llegado también los velocistas Tyler Farrar y Matthew Goss, que se unen a Gerald Ciolek. No son pocos, hay más: Stephen Cummings, Theo Bos, Serge Pauwels, Kristian Sbaragli, Andreas Stauff, Daniel Teklehaimanot, Jay Robert Thomson, Jacques y Reinardt Janse Van Rensburg o el eritreo Natnael Berhane. Lo tendrán difícil para conseguir invitaciones, pero no será por no haberlo intentado. Igual que se han reforzado por todo lo alto los polacos de Piotr Wadecki. Con una plantilla larga, llena de polacos, por supuesto, entre los que se encuentran Macej Paterski o el veterano Marek Rutkiewicz, también correrán con las tres cés ciclistas que han pasado por todo como Davide Rebellin, aunque no aparece en la web de la UCI, o Stefan Schumacher. Branislau Samoilau, Josef Cerny o el talentoso Jan Hirt serán otros hombres importantes. Para él va también el título porque al checo ex del Etixx es al último que he mencionado, no por otra cosa. 
Hace poco, también, se publicaron los nombres de los que correran con los equipos Pro Tour. Habría mucho que decir, pero, quizás, lo más llamativo, así, a bote pronto, sea el matrimonio entre Garmin y Cannondale que ha parido un equipo con pasaporte norteamericano pero, por ejemplo, con directores técnicos provinientes de Italia, Sudáfrica, Estados Unidos, Alemania, Euskadi, Gran Bretaña o Australia. Esas Naciones Unidas dirigirán un equipo donde se podría formar una selección de campanillas con gente como Ryder Hesjedal, Joseph Dombrowski, Andre Cardoso, Daniel Martin, Moreno Moser, Ramunas Navardauskas, Tom Jelte Slagter, Andrew Talansky o Sebastian Langeveld. Además de todos estos, también tienen para plantar, porque semillas para el futuro no tienen pocas. Entre Davide Formolo, Alberto Bettiol, Nathan Haas, Matej Mohoric, Ruben Zepuntke, Davide Villella, Dylan Van Baarle o Lasse Norman Hansen van a copar los presagios más positivos para el futuro del pelotón. 
¿Más? Podríamos cerrar esta entrada hablando del sir más mod de las islas, el ex ganador del Tour de Francia Bradley Wiggins quien, al final, y como se esperaba, ha renovado por el Team Sky hasta abril, cuando disputará una París-Roubaix donde quiere rendir al más alto nivel. En la prensa inglesa se da por hecho que al terminar su contrato con el Team Sky pasará a correr con su propio equipo, el Team Wiggins, que ya ha recibido el beneplácito para ser equipo continental. Incluso se barajan nombres de corredores, los de gente como Mark Christian, Andrew Tennant o Steven Burke. Todos ellos son compañeros en el equipo olímpico británico y no es mucho apostar que ellos puedan ser los ciclistas que acompañen a un Wiggins que ya ha dejado bien claro que su gran objetivo para el resto de su carrera será prepararse para ganar otra medalla olímpica, esta vez, en Río de Janeiro. Podríamos cerrar. Y cerramos.