martes, 28 de junio de 2016

Marcus Willis



Ha empezado Wimbledon y mira que no hay partidos en la primera ronda, pero, entre todos ellos, ha destacado uno que, probablemente (esta es mi apuesta personal), dé en el futuro paso a una película. Se trata de la victoria de Marcus Willis por 6-3, 6-3 y 6-4, ante el lituano Ricardas Berankis. Entre ambos, había más de 700 puestos de diferencia en el ránking. Pero no es solo porque el débil ha ganado al fuerte que Willis ha ocupado todas las portadas (o al menos ha tenido un hueco en las ediciones) de toda la prensa británica. Hay más. 

A sus 25 años, Willis es el número 772 del ránking mundial. Hay casi dos docenas de compatriotas mejores que él en el ránking. Fue el segundo peor jugador en disputar las rondas de clasificación para Wimbledon, y lo hizo solo de rebote. Sin embargo, superó todas y alcanzó, por primera vez, el cuadro final de la competición. Para mayor sorpresa, también ha ganado el primer partido que le ha tocado disputar. Ahora, puede que el siguiente que le toque sea Roger Federer. Ayer le entrevistaban, y aunque ahora no encuentre la cita, creo haberle leído que él ya estaba en una nube porque le había saludado Goran Ivanisevic. 

Willis trabaja, si no me equivoco, como profesor de tenis en algún club británico. Su historia cuenta que se preparaba para abandonar el tenis de competición y marcharse a trabajar a los Estados Unidos. En su camino, apareció una rubia dentista que le dijo que no dejara de luchar y soñar, y por eso tomó parte en las clasificatorias para Wimbledon 2016 y aparcó su retirada. 

Creo que el tenis es un deporte bastante desconocido, si se me permite la expresión. Hay todo un mundo oculto detrás del visible, del de los Rafa Nadal, Novak Djokovic, los grandes torneos, la ATP y esas cosas. Ligas nacionales, torneos challenges, y otros niveles que yo no sigo porque casi ni sigo los más rutilantes, pero parece que hay una infinidad de tenistas que resisten en un mundo invisible que podría dar lugar a una literatura muy atractiva. Willis andaba por ahí. Jugando torneos que nadie veía, sobreviviendo con deudas y tarjetas de crédito que ahora tendrá que pagar, viviendo aún con sus padres e incapaz de elegir entre retirarse del todo o seguir sobreviviendo en este mundo hundido debajo del tenis de portada en el Sport Illustrated

Ahora, probablemente, tanto él como su familia estén viviendo sus diez minutos de fama. De ser un tenista semiprofesional que se dedicaba a dar clases y al que apodaban "Cartman" (por su exceso de peso y por la serie South Park) en los Estados Unidos, a ser noticia por una historia feliz que nadie sabe muy bien cuándo acabará, porque, probablemente (esta es mi ilusión personal), la felicidad sea más verídica que lo efímero que nos muestran las portadas, y sea él y su dentista los únicos que puedan mantenerla, entre o no entre la bola. 

Su madre ha dicho hoy en prensa que su hijo es como el archifamoso (por sorpresa) delantero del Leicester City: "He's like Jamie Vardy -- he likes a party" ("Es como Jamie Vardy, le gusta la fiesta"). Bien, eso está bien. Es bueno que en el deporte haya variedad. Más aún en un deporte en el que Nick Kyrgios parece un extraterrestre de lo repetitivo que es el resto. Yo tampoco es que conozca mucho, que ya lo he confesado, y probablemente no todos sean tan formalitos como Rafa Nadal o tan graciosillos como Novak Djokovic. 

En fin, lo dicho. Enhorabuena Marcus Willis, pase lo que pase en el siguiente, y enhorabuena al que compre los derechos sobre la historia para llevarla al cine. Las imágenes de Willis celebrándolo con su familia y amigos dan una frescura del copón a un torneo tan protocolario y tradicional como este, ¿no?

Posdata: Foto del google images pero parece provenir de skysports.com

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